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La Babel monetaria y la reapertura de la Casa de Moneda de Lima

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en sus 450 años

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virreyes. En 1643, el virrey Marqués de Mancera le remitió una carta al monarca en la que ofrecía siete razones que justificaban la necesidad de labrar plata en Los Reyes. Las dos primeras tenían que ver con los ingresos que recibiría el rey por el pago de los oficios vendibles y renunciables de la nueva casa, y por el derecho de señoreaje. Otras consideraciones tenían que ver con la necesidad de reales para hacer los pagos usuales de la Real Hacienda y, eventualmente, cubrir gastos de guerra, sin tener que recurrir a capitales privados. En lo relativo a las exportaciones, Mancera consideraba que, ya que la mayor parte del fraude y el contrabando de los comerciantes se realizaba por el mayor valor de las barras en el comercio interdicto de ultramar, el manejo de monedas corregiría este mal y el comercio de Lima estaría mejor vigilado.49

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Mancera estaba en lo cierto al afirmar que las exportaciones de barras eran preferidas por los comerciantes exportadores y que sus rutas desembocaban fuera de España. No obstante, y aunque parezca incoherente, será el mismo Consulado de Lima el que intervendrá, años más tarde, en la reapertura de la Casa de Moneda de Lima y el que abogará para que las exportaciones se realicen en plata acuñada. En efecto, a pesar de que varios historiadores han esgrimido que las razones de la reapertura estarían relacionadas a la crisis de la Real Hacienda y del régimen político, a la necesidad de satisfacer el crecimiento de los intercambios dentro del virreinato o a disminuir el fraude (como argumentaban los mismo gobernantes), lo cierto es que la reapertura sería el resultado directo del impacto de la reforma monetaria castellana de 1680 en el Perú.50

La emisión de monedas en Castilla estaba regulada por la monarquía, y sufrió repetidas manipulaciones durante el siglo XVII con el fin de sanear los déficits presupuestales del Estado. Como se sabe, el principal problema fue la excesiva acuñación de monedas de vellón —que era una liga de cobre y plata, o cobre puro— para sufragar los gastos del Estado, lo que en el corto plazo desató una inflación galopante. Durante el gobierno de los Austrias menores se abusó de la emisión del vellón, cuyo envilecimiento hizo desaparecer a la plata fina de la circulación en los circuitos internos castellanos y propició la promulgación de repetidas cédulas que intentaron controlar la inflación, fijando “el precio de la plata por debajo de su valor real en función de la moneda de cobre”.51 El objetivo de estas medidas era evitar el precio excesivo de la plata con el fin de negociar con dignidad los créditos de la Real Hacienda y evitar la fuga de

49. AGI Lima 51. Carta del virrey Mancera al rey. Lima, 8 de julio de 1643. 50. Este es un tema complejo, y no existen trabajos que analicen el impacto de la reforma monetaria de Castilla de 1680 en el territorio peruano. Estamos preparando un artículo sobre este tema. 51. Álvarez Nogal 2001: 18.

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capitales hacia el exterior. Estas regulaciones, sin embargo, no lograron frenar esta distorsión, y para canjear el vellón por plata se pagaba un sobreprecio —al que se denominó “premio de la plata”—, el cual se fijaba por el valor del mercado.52 En 1680, el premio de la plata era de 275%, cuando décadas atrás, por ejemplo, en 1662, este se hallaba en el orden del 80%. Por esta razón, el gobierno de Carlos II decidió aplicar, en 1680, una reforma deflacionista de la plata —de perfil similar a las medidas tomadas en 1628, 1642, 1652 y 1664— con el fin de volver a introducir la plata a la circulación en Castilla.53 A diferencia de las medidas anteriores, esta iniciativa fue exitosa, y es considerada la gran reforma monetaria de los Austrias,54 que estuvo acompañada por una recuperación de la economía española en la segunda mitad del siglo XVII. 55

El Consulado de Sevilla rápidamente llamó la atención de la Corte al advertirle que también se debía ordenar el problema de la plata peruana. En una carta dirigida al Duque de Medinaceli —quien era el hombre fuerte de Madrid y sucesor de Juan José de Austria—, el Consulado andaluz expresó que uno de los asuntos que hacía tiempo el comercio de Sevilla quería resolver era el exorbitante precio que tenía la plata en pasta en Lima, Panamá y Portobelo, que llegaba a 148% o más.56 Esto quería decir que el precio por cada 100 pesos ensayados (que era la unidad de cuenta empleada para valorar las barras) equivalía a 148 pesos de 9 reales, es decir, 166½ pesos de ocho o más. Estas tasas eran fijadas con el fin de realizar los pagos y transacciones, y, claro está, se fijaban por el valor del mercado.57 Si habían muchas barras en relación con las mercaderías su precio sería menor. Pero durante el siglo XVII, la tendencia fue al alza debido a que la plata en pasta era muy bien cotizada en el mercado europeo fuera de España. Ya que el precio era menor en Sevilla debido a las reformas, entonces los comerciantes la “extraviaban” a otros reinos. Por esta razón, pedían que la plata fuese vendida en tierra firme a 144%, que era el precio fijado en las cajas reales del Perú.58

52. Ibíd., p. 19. 53. García de Paso 2000: 58, 70 y ss. 54. Ibíd., p. 75. 55. Lynch 1991: 11 y ss, Díaz Blanco 2012: 238 y ss. 56. AGI Consulados 85 A, n.º 2. Carta del Consulado de Sevilla al Excelentísimo Señor Duque de Medina[celi], Segorbe y Alcalá. Sevilla, febrero de 1680. 57. Suárez 2001: 43. También se empleaban estas tasas para encubrir los intereses de los préstamos (p. 275). El valor intrínseco de los 100 pesos ensayados de 450 maravedís era, sin embargo, de 147 1/17 pesos de 9 reales, pero en el Perú el rango del cambio oscilaba entre 141% y 144% o pesos de a 9. Cf. Tauro del Pino y Lazo García 1990: 74. 58. AGI Consulados 85 A, n.º 2. Carta del Consulado de Sevilla al Excelentísimo Señor Duque de Medina[celi], Segorbe y Alcalá. Sevilla, febrero de 1680.

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Llegaron, pues, varias cédulas encaminadas a ajustar el precio de la plata en el Perú y en la ruta de los galeones de acuerdo con el talante de las reformas. Para comenzar, se prohibió que se exportase plata labrada (objetos de plata) del Perú, a no ser que esta se hubiese labrado luego de haber pagado quinto y, en consecuencia, fuese plata en pasta (es decir, barras). Luego, el 4 de junio de 1680, se prohibió la venta de barras a más del 144% en Portobelo. Esta cédula causó revuelo en el mercado limeño. Como bien señala el virrey Duque de la Palata en su Relación de gobierno, la imposición de este precio en tierra firme produjo consternación en Lima, ya que los exportadores se negaron a pagar en Lima más de 139% por barra. También afectó a la Real Hacienda, que, al igual que los comerciantes, tenía ingresos en barras, las que debía vender para obtener reales a fin de efectuar el pago de situados, milicias y la mita de Huancavelica. Ante esta situación, el virrey Palata apoyó la causa limeña y desdeñó las razones expuestas por la Audiencia de Charcas —que se oponía a la acuñación en Lima—, e incluso también rechazó aquellas esgrimidas por el mismo Consejo de Indias.59 Por su parte, el Consulado de Lima intentó retrasar la aplicación de estas medidas y ofreció el pago de 50.000 pesos para que no se apliquen, pues consideraba que estas regulaciones solo beneficiaban al Consulado de Sevilla en detrimento del comercio peruano. Finalmente, ya que ni el Duque de Medinaceli, ni el Consejo de Indias, ni el Consulado de Sevilla se mostraban dispuestos a retroceder, el Consulado propuso la reinstalación de una casa de moneda en Lima, pues si se exportaba plata acuñada ya no se verían afectados por el recorte de valor de las barras. Así, luego de intensas negociaciones, se permitió el establecimiento de la Casa de Moneda de Lima mediante cédula del 6 de enero de 1683, que se acompañó meses más tarde con la orden de exportar solo moneda labrada y con la prohibición expresa de enviar barras de plata, así estas hubiesen sido quintadas.60 No obstante la severas penas, las barras siguieron siendo exportadas de manera solapada hasta las primeras décadas del XVIII, cuando progresivamente las exportaciones se realizarían exclusivamente en discos acuñados.

La Casa de Moneda de Lima inició su segundo periodo con bríos, amonedando poco más de 8 millones de pesos entre 1684 y 1685 (versus 7,5 millones de la Casa de Moneda de Potosí). Entrando al siglo XVIII, sin embargo, la acuñación bajaría, siendo la década más baja la de 1710, con 7.238.141 pesos de ocho. Al igual que la Casa de Potosí, luego del primer tercio de siglo la amonedación se recuperaría hasta alcanzar el pico de 49.517.586 pesos de ocho en

59. “Relación de don Melchor de Navarra y Rocaful, Duque de la Palata, Príncipe de Massa,

Virrey del Perú, al Duque de la Monclova su sucesor, del estado de los diversos asuntos sujetos a su gobierno desde 1680 a 1689”. En Hanke 1980: 134 y ss. 60. AGI Consulados 313, n.º 18. Carta del Consulado de Lima al de Sevilla. Lima, 9 de diciembre de 1682. Lazo 1992: 123 y ss, Mugaburu 1935: 230-231.

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la década de 1790 (versus 41.993.096 pesos de la casa de Potosí).61 A diferencia de la primera etapa potosina, cuando existía una gran diferencia entre la plata producida y la acuñada, las curvas de acuñación de ambas casas de moneda correrían razonablemente parejas con la producción de plata desde la segunda mitad del XVII hasta 1810, aunque con diferencias: la de Potosí casi siempre acuñaría menos de lo producido, mientras que la de Lima siempre amonedaría una cantidad mayor a la producción registrada en el Bajo Perú (véase gráfico 5). ¿Por qué se acuñaba más de lo que se producía? Según TePaske, esto se debió a que mucha gente poseía monedas macuquinas que debían ser reselladas en la ceca en el XVII o a que hubo cambios de discos a pesos de cordoncillo y bustos en el periodo borbónico.62 En 1752 se dejó de acuñar moneda macuquina a martillo en Lima debido a que se modernizaron las máquinas; en adelante, el proceso de acuñación sería mecanizado y se usaría la técnica del volante, que producía monedas de mejor calidad.63 Pero claro, lo mismo tendría que haber sucedido en Potosí. Así que a estas razones se podría agregar que, simplemente, se estaba produciendo más plata de la que se puede calcular a través del pago del quinto, y que es altamente probable que todavía el Bajo Perú estuviese recibiendo un flujo constante de plata en pasta procedente del Alto Perú, inclusive cuando este pasó a integrar el virreinato de Río de la Plata. Finalmente, la otra novedad sería que desde fines del XVII también se acuñaría oro. Las cifras de la Casa de Moneda de Lima reflejan que la elaboración de monedas de oro en el Bajo Perú fue mucho más alta que la producción entre 1700 y 1780, en el orden del millón y medio anual, probablemente porque este procedía del Alto Perú (véase cuadro 4). Para las acuñaciones de oro de Potosí, en cambio, solo se dispone de cifras para los años de 1778 a 1810, que arrojan que la fabricación era más reducida, con un total de 11.976.114 valorados en pesos de plata fina de ocho para todo el periodo.64

Exportaciones, fraude y contrabando

La producción de metales integró al virreinato peruano en el engranaje mundial de circulación de la plata. El punto medular de esta inserción fue la capital de gobierno del reino, la Ciudad de los Reyes, y su puerto, el Callao. La presencia de metales propició un gran dinamismo en la economía del virreinato, que logró tener una producción diversificada y promovió la existencia de un

61. TePaske 2010: 251-259. 62. Ibíd., p. 239. 63. Dargent 1997: 329-374. 64. TePaske 2010: 258.

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importante mercado interno. Este mercado traspasó los límites del reino y conectó a la ciudad capital con las rutas más importantes de comercio terrestre y marítimo de América, al contar con la presencia de la flota mercante del Pacífico y de la Armada del Mar del Sur en su puerto. Por el Pacífico, el tráfico marítimo unía a todos los puertos, desde Chile a Acapulco, pasando por Guayaquil, Manta, Panamá, Realejo, Acajutla y Acapulco. Estos, a su vez, se enlazaban con los centros productores de paños, tabaco, sebo, cordobanes, trigo, vino, aguardientes y añil, entre otros, y por supuesto con los centros mineros. Por último, estos circuitos desembocaban en las rutas ultramarinas que conectaban al Perú con Europa y Asia.

Gráfico 5 PRODUCCIÓN DE PLATA Y ACUÑACIÓN DEL BAJO PERÚ, 1691-1810 (1691 = 1691-1700)

Fuente: TePaske 2010: 254.

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