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Obligaciones coloniales y mercado interno
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El yanaconaje se torna el tipo de trabajo preferido por los hacendados serranos. El yanacona y su familia conforman una fuerza laboral suficiente para el trabajo de las unidades agropecuarias, pero al no recibir una remuneración más allá de la tierra que le dan para su mantenimiento, el yanacona no es parte importante de la economía mercantil.16
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Los jornaleros son la fuerza laboral de los no encomenderos desde los primeros tiempos. Hacia mediados del siglo XVI, el indio debe recibir diariamente un tomín en dinero y un cuartillo de maíz por su trabajo. Pero en 1576, el virrey Francisco de Toledo aumenta la tasa hasta un tomín y medio y alimentación, e incluso, al año siguiente, da la provisión ordenada por el rey y consultada con “algunas personas graves de letras, conciencia y experiencia” que establece la remuneración de la población indígena serrana y costeña entre Trujillo y Nasca ratificando la tasa, pero expresándola ahora en reales, que igualmente equivalen a la octava parte del peso corriente: para trabajadores temporales, un real con tres cuartillos y alimentación (construcción, acarreo de carga, peones urbanos, etc.); para los mitayos en haciendas y chacras, un real y un cuartillo; para los mitayos en estancias ganaderas, un cuartillo; para los jornaleros, 12 pesos de 9 reales y 2 vestidos de indios (algodón) por año (96 reales o un cuartillo al día o 64 reales o 1,18 reales si se trataba de muchachos entre 12 y 18 años de edad o nada si eran menores), y para los labradores 20 pesos de 9 reales (menos de dos cuartillos al día), un vestido de algodón y alimentación.17 La remuneración de las indias consistía en 8 pesos al año si eran mayores de 15 años de edad (“chinas”), 4 pesos al año si tenían de 10 a 15 años de edad o nada en dinero si eran menores de 10 años de edad. En todos estos casos, se agrega comida, curación y doctrina cristiana como parte de la remuneración. Finalmente, se establece que los indios e indias deben dormir en barbacoas altas y tener mantas con que cubrirse.18 Estos servicios y bienes agregados elevaban la remuneración de manera considerable, aunque no proporcionasen a los trabajadores dinero en efectivo para participar en un mercado monetario. Si bien los vestidos para indígenas y otros sectores populares eran de algodón, a veces se incluían prendas de telas algo finas que se daban al término de los tratos laborales. Esas prendas podían tener un precio equivalente a toda la remuneración anual en moneda. Con la alimentación sucedía algo similar cuando se proporcionaba en maíz y en productos de zonas alejadas del lugar de la prestación de servicios de trabajo.
16. Cushner 1980: 83, Glave 2009: 439-441. 17. Entre los contratos de trabajo industrial del siglo XVI en Lima, esta disposición se encuentra acatada en 164 casos, en tanto que en 59 la remuneración no alcanzó esa cantidad y en 83 la sobrepasó (Quiroz: 2008). 18. Archivo Histórico Municipal de Lima. Libros de cédulas y provisiones de Lima L. 6 fols. 466-468.
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La escala significa un aumento en los montos que percibían los indios jornaleros. Esto provoca una serie de protestas que el Cabildo limeño canaliza como representante de quienes necesitaban y utilizaban trabajadores indios y de otras castas en sus casas y negocios en todo el país.
Puede esperarse que los empleadores hayan evadido estas condiciones. De hecho, en 1676, la provisión se promulga nuevamente debido a que no se cumplía. Pero de todas maneras la tarifa de remuneraciones sirve de referencia para pagar el trabajo de la mayor parte de la población del país durante el periodo colonial.
Esclavos, mercado y dinero
Si bien la población indígena era mayoritaria, no era la única. Con la Conquista llegan africanos esclavos y libres que se insertan de diferentes maneras a la economía principalmente como trabajadores. Para los libres, las condiciones impuestas a los indígenas han de servir de referencia directa tanto en el campo como en las ciudades.
Los esclavos en el Perú se cuentan entre los más caros del sistema esclavista establecido en el Nuevo Mundo, y solo es posible tenerlos debido a la riqueza que generan las minas de plata y la diversificación productiva a la que esta riqueza da lugar, y que alcanza a la costa norte, precisamente en el camino de ingreso de los esclavos.19 Toda la costa peruana es escenario del uso intenso de trabajo esclavo, que, si bien no constituye una sociedad esclavista, de todas maneras deja su marca en el mundo económico y laboral. Azúcar, algodón, aguardiente, jabón y numerosas actividades transformativas y de servicios urbanos son posibles gracias al trabajo de esclavos, a quienes se remuneraba tan solo con alimentación, atención médica y vestimenta. Para incentivar la productividad del trabajo, algunos amos otorgaban un pago adicional a sus dependientes. Era el pago llamado para tabaco o aguardiente los días domingo.
Sin embargo, estas condiciones fundamentales estaban teñidas por una serie de factores. Lo principal es que la esclavitud en el Perú se enmarca en el entorno servil en que estaba la mayoría indígena de la población, y esto influye en las prácticas concretas de la explotación esclavista. La tradición legal y práctica vigente en el mundo mediterráneo heredada por la esclavitud en la Península ibérica, el mestizaje racial y cultural, así como la manumisión de esclavos y el peso que tiene el contexto urbano, ponen de su parte para hacer de la esclavitud un régimen diferente del que prevalece en las economías de plantaciones en el Caribe, el Brasil y el sur de Norteamérica en los siglos XVI-XIX.
19. Bowser 1977: 118.
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Así, en las mismas plantaciones costeñas, el trabajo esclavista se combina con otros regímenes laborales, y, en particular, al lado de esclavos trabajan personas de todas las demás castas. Además, el trabajo esclavista es modificado por la presencia de las llamadas “chacras de esclavos” con las que los esclavos eran “gratificados” por su lealtad y buen servicio, y que les permitían subsistir en mejores condiciones y hasta, eventualmente, tener excedentes en productos agrícolas, puercos y aves de corral que podían vender en el mercado en su provecho.
Este sistema, basado en el privilegio —nunca derecho— que los amos podían dar a sus esclavos, se manifiesta más ampliamente en el entorno urbano. Desde las últimas décadas del siglo XVI, los amos de esclavos urbanos vieron que más conveniente les resultaba usarlos bajo un régimen que combinaba el uso directo, el arrendamiento y el jornal. El primero consistió en proporcionar a los esclavos una actividad lucrativa fuera de la casa. Esta actividad podía ser industrial o de servicios urbanos. Así, el amo establecía un taller artesanal que era manejado por su esclavo adiestrado previamente en un oficio (carpintería, sastrería, construcción, etc.) o era destinado a prestar un servicio a la ciudad (acarreo de agua, bultos), y en todos estos casos el amo era el verdadero dueño del negocio. El arrendamiento, de su lado, consistía en dar en alquiler a sus esclavos a quienes los necesitasen para tareas temporales o permanentes, pero que no tuviesen el dinero o la necesidad de comprar esclavos. Incluso grandes talleres urbanos como los obrajes de sombreros se manejaban con abundante mano de obra, entre libre y esclava (propios y alquilados) y, en el caso de las panaderías, también esclavos castigados por sus amos. En este caso, quien recibe la remuneración es el amo, mientras que el esclavo tiene tan solamente lo habitual en alimentación, salud y vestido.
El otro régimen, el del jornal, se difunde cada vez más por lo conveniente que resulta para los amos, quienes ya no tienen la necesidad de velar por la alimentación, salud y vestido de sus esclavos, pero tampoco por su seguridad. Consiste en que al esclavo fiel se le da la posibilidad de vivir fuera de la casa del amo y trabajar directamente en su propio provecho. Por acceder a este régimen de semilibertad, el esclavo debía pagar a su amo por cada día; por eso, el régimen es conocido como jornal.
Un esclavo puesto a ganar jornal debía entregar a su amo diariamente 1 real por cada 100 pesos de 8 reales de su precio de compra. Esto es, el jornal equivalía al 0,125% de su precio de tasación. Si un esclavo calificado costaba 800 pesos de 8 reales, debía entregar cada día laborable 8 reales (un patacón) a su amo rentista. Es evidente que para poder sobrevivir fuera de la casa del amo el esclavo jornalero debía percibir más, y esto puede explicar la concentración de esclavos jornaleros en oficios de la construcción (albañiles, adoberos, carpinteros, etc.) y en determinadas industrias transformativas (panaderías, molinos, mantequerías, velerías y sombrererías) donde el trabajo garantizaba un pago
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efectivo para cubrir la exigencia del amo. Otros trabajos que proporcionaban dinero con regularidad eran los servicios de carga de bultos y acarreo de agua (aguadores).
Las escalas remunerativas no eran altas como para pensar que los esclavos jornaleros estaban en una situación muy favorable. En realidad, la paga en dinero se hallaba por debajo de los niveles mínimos de subsistencia en las ciudades, que era entre 4 y 8 reales diarios por persona.20 Una remuneración de 8 reales (un patacón) al día era la soñada por un trabajador libre y soltero, pero no muchos hicieron realidad sus sueños, pues si bien la paga de un trabajador calificado podía superar los 6 reales en la ciudad, por lo regular los montos del pago efectivo en dinero que aparecen en la documentación son realmente exiguos: entre 20 y 50 pesos de 8 reales al año. Divididas entre los 240 o 260 días efectivos de trabajo que se tenía al año, estas cifras dan sumas de entre 1 cuartillo (¼ de real) y 1½ real diarios, lo que equivale a decir que un trabajador calificado debía vivir los 365 días del año con montos que van desde la mitad de un cuartillo a 1 real al día. Cuando el pago era mensual, se tienen resultados similares, aunque algo más favorables. El hornero Nicolás de Segura pagaba 4p(8) al mes a José Zubieta y el pastelero Cipriano Fernández pagaba a Francisco Cervantes 6p(8) al mes. A 20 días útiles, estas sumas corresponden a 1½ reales y 2 reales diarios, respectivamente, aunque bajan a 1 real y 1½ reales al día por los 30 días del mes.21
En los hechos, la remuneración de un esclavo le daba pocas oportunidades de acumulación como para eventualmente manumitirse él o liberar a algún familiar (de preferencia a una hija, quien, por ser pequeña, podía tener un precio todavía bajo). Esto se dio, pero para lograrlo se requería un esfuerzo muy grande, y se refiere más a quienes manejaban un negocio por sí mismos (talleres, servicios) y no a los que dependían de una remuneración. Estos últimos debieron recurrir a una contratación bajo la modalidad de pago por producción (tareas o destajo), cada vez más frecuente desde la segunda mitad del siglo XVII. En el caso de los servicios, una mayor remuneración dependía en mucho del tiempo aplicado para el trabajo como aguador, cargador, herrador (albéitar o “veterinario”), etc.
Las grandes haciendas de la costa (cañaverales y viñedos) usan trabajo esclavo y asalariado (peones). Un esclavo podía costar unos 500 pesos de 8 reales mientras que un peón recibía tan solo 4-6 reales por día de trabajo. Inclusive, un peón indígena en la hacienda Vilcahuaura perteneciente a la orden jesuita
20. Domingo Casanga era oficial ollero y trabajaba a jornal en 1578 por 81 reales al mes.
Dividido este monto entre 20 días útiles da solo 4 reales de salario o 2 reales y tres cuartillos por los 30 días del mes (AGNP. Protocolo 73 fol. 510). 21. Quiroz 2008: 154.