La Pecera 2007

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Corporación Bíblica

“La Historia de Tobías”

Un sábado muy especial No sé si le pasará a todos los que están; pero siempre el primer Sábado de Romanos… no se… es especial; se coge con más ganas. Y además, como este año pasado, que el Jueves Lardero del 2006 estuvo algo descafeinado por la abundante y bien recibida lluvia que tuvimos. El sábado se presentaba igual. Como decimos en esta tierra estaba el día “esaborío”. Aunque era ya otro año, el inicio del Sábado de Cuaresma fue como todos… llegas sobre las ocho y media al cuartel y te tomas la primera “cervecita” o “uvita”, esperando a que lleguen los demás. Saludando a tus hermanos, conversando con los que no pudieron venir el Jueves, invitados, etc. El día como dije antes, muy inestable. Ya en la recepción, se empieza a rumorear que a lo mejor no se subía a la Iglesia de Jesús Nazareno. En el “tapeo”, en el salón ya, empiezas a sentir ese gusanillo del primer día, que aunque todos los años es igual, siempre lo tienes. Primeros cánticos, el típico “Un pueblo muy especial”, cuarteleras, vivas y la tradicional bienvenida del presidente; que te mete, aún más si cabe, en el ambiente tan particular que tiene este pueblo en Cuaresma. Al llegar la hora de subir, Manolo, pregunta a la mesa si hacerlo o no; Pero con las ganas que había… no se duda, y en el permiso que nos da el cielo, subimos a saludar al Patrón. Ya en la calle, como todos los años. Como lleva siendo tradición en la corporación. Terminando las paradas, empieza de nuevo a llover. Dando gracias a Dios por dejarnos realizar la visita a Jesús Nazareno. Llegando al cuartel, nos damos cuenta que se ha ido la luz. Se han fundido los plomos. Pero eso no iba a ser inconveniente para un puñado de hermanos ansiosos de cuartel, de hacer corporación. Viendo esto, se le llama al padre del hermano Antonio Ruiz, para que pueda arreglar este inesperado inconveniente. Éste sin pensarlo, dice que en poco esta allí. Mientras tanto encendemos una vela, la colocamos en medio del recibidor y empezamos a colocarnos alrededor de ésta y a dar rondas de “uvitas”. Empieza a fraguarse una atmósfera mágica. El olor a tierra mojada, que invitaba más a recogerse en el cuartel, se entremezcló con el del vino, con el de cera quemada y uno leve a consomé que bajaba por las escaleras, ese olorcillo típico de un cuartel en Sábado de Romanos. Toda esta riqueza de olores se intensificaba o hacía emocionarte más, no se exactamente lo que era, con la penumbra de sólo La Pecera — Página 27


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