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Aprendiz de manantero
Muchos son y han sido los grupos de amigos que aún siendo muy jóvenes, adolescentes o casi niños, se reúnen en pandillas y terminan buscando una casa para pasar juntos la Cuaresma y Semana Santa. En esa situación nos hemos encontrado la mayoría de los hermanos de la Corporación. Buscas un nombre para el Grupo, cada vez más raro pues es muy difícil encontrar un pasaje bíblico o tema relacionado con la Semana Santa que no exista ya, o en alguno de los casos se retoma el nombre de otro grupo que ya ha desaparecido. El paso siguiente es buscar un local para cuartel, tarea que ni era fácil entonces ni lo es en la actualidad. En estos años, además de convivir, que no es poco, y disfrutar juntos en los días clave de nuestra Semana Santa, para participar en los desfiles procesionales sólo nos queda la opción de alumbrar con una o más Cofradías si es que te prestan las túnicas o si el grupo se compromete de verdad con alguna de ellas y las consigues en propiedad. Muchos de nosotros hemos vestido de figura cuando niños, el Día de la Cruz, en la Corporación de nuestros padres, de algún pariente o quizás de un conocido de ellos; pero ese tiempo ya pasó uno o varios años antes y te encuentras en una época de transición en la que todavía no tienes edad de incorporarte a una Corporación de adultos. En la mayoría de los casos el siguiente paso es tratar de conseguir unas figuras; difícil empresa pues ni venden ni autorizan nuevas (algunos grupos tuvieron la suerte de poder aprovechar momentos de bonanza y pudieron conseguir su nueva Corporación Bíblica). En algunas ocasiones, tras varios años en esa situación, los hermanos del grupo comienzan a dispersarse, pues aspiran a algo más, para ingresar en Corporaciones con las que les unen lazos familiares o de amistad. Una lástima, el grupo de amigos se disuelve y la intensidad de las relaciones comenzará a menguar. En mi caso, cuando para la Semana Santa de 1976 un grupo de amigos decidimos formar nuestro primer grupo (El Paso del Mar Rojo) fuimos aportando lo que desde niños habíamos conocido en las Corporaciones de nuestros padres y para el funcionamiento lo que era normal: se improvisan mesas de tipos variados ó tableros con banquillos; sillas plegables u otras cualesquiera; los platos y los cubiertos, cada hermano llevaba los suyos; y en cuanto a la comida, tortillón de papas, albóndigas, ensaladilla, filetes empanados …… ¡qué bien comíamos! ¡qué buenas tapas preparaban nuestras madres! En los años siguientes alumbramos al Señor de la Humildad (túnicas blancas del Cirio con las que anteriormente habían alumbrado el Grupo de la Alondra conseguidas por el hermano Andrés Delgado), al Preso, a la Virgen de las Angustias (túnicas impecables que “La Judea” nos dejaba, siempre tan bien planchadas que parecían a estrenar) y como no, al Santo Sepulcro, ¿quién en esa época no ha pedido a Mansilla túnicas del Sepulcro? Ya en esos tiempos compartí grupo y buenos momentos con mis hermanos de Corporación: Emilio García, Andrés Delgado y Rafa Gómez.
Pasadas tres buenas Semanas Santas, ya muy lejanas en el recuerdo, no estuve en ningún grupo en el año 1979. Al igual que en varios años anteriores, asistí al Cuartel de Los Evangelistas un Sábado de Cuaresma y al almuerzo del Viernes Santo, así como a vestirme de Romano de esta querida corporación en más de un turno del Jueves y Viernes Santo, así como el Domingo de Resurrección. Asimismo estuve invitado varias veces en “El Juicio de Edom”, grupo de algunos compañeros del Instituto y de quien hoy son mis más queridos amigos. Solicité pertenecer a este grupo y, aunque con alguna objeción a mi ingreso, viví en él mis vicisitudes mananteras de los años 80, 81 y 82. ¡Qué buena edad! Con 20 años te comes el mundo, muchas ilusiones y ganas para ver cumplidos tus sueños. No nos podíamos quejar; el grupo se iba consolidando pero faltaban las figuras, no había medios de conseguirlas. Sin embargo, el destino nos tenía reservado otro camino, nadie vende y no se autorizan nuevas. Cuando la continuidad del grupo podía comenzar a tambalearse, conocimos a quienes nos habían dicho que vendían las figuras de “LA HISTORIA DE TOBÍAS”; susto nos dio al oír los nombres de quienes estaban en ella: el Molécula, Quín, Mora, Boti, Monti y Quique; sólo conocía a Carlos y por los nombres de los demás lo que menos podía imaginarme es que eran tan buenas personas y tan extraordinarios mananteros. Tras tratar el tema de la fusión, noviembre de 1982, nuestra primera Semana Santa juntos fue la de 1983 y cuando en estos días estamos celebrando nuestras 25 Semanas Santas en la Historia de Tobías, desde la lejanía del tiempo, he de manifestar que me siento encantado de seguir conviviendo con los cuatro hermanos antiguos del Pez, con los ocho que junto a mí recibimos este año la medalla de oro y con todos aquellos que con el paso del tiempo han ido engrosando la familia del Pez. 25 años que han pasado muy rápido, parece que fue ayer, si hiciéramos un somero análisis, pero que día a día contienen muchísimas ilusiones cumplidas, multitud de anécdotas, infinidad de abrazos sinceros, muchas emociones y lo principal, amistad y cariño a raudales. Gracias al esfuerzo y participación de todos, hemos conseguido que esa joven corporación de mediados de los setenta haya madurado en el mundo manantero y estemos satisfechos del lugar en el que nos encontramos. Por aquello de mi “afición” a los números y hacer algo de estadística: me siento orgulloso de que cuando termine esta Semana Santa habré estado 23 años de Tesorero (los dos que faltan fui Presidente) y 22 tardes de Viernes Santo habré gozado subiendo la pecera al Calvario para hacer la reverencia a Jesús Nazareno. Respecto a lo primero, seguramente es el momento de de otro hermano de la corporación tome el relevo y en cuanto a vestirme de figura, mientras Jesús me de fuerzas para poderlo hacer me gustaría que, tras cada sorteo del Domingo de Ramos, mis hermanos de corporación tuvieran la generosidad de hacer los cambios necesarios para poder cumplir mi deseo. Como no es mi intención contar lo que ha ocurrido en la corporación durante estos 25 años, sólo me queda expresar que quiero seguir compartiendo con vosotros horas en el cuartel, participar de vuestras alegrías y de vuestras tristezas y continuar sintiéndome querido por todos mis hermanos del Pez. Un abrazo de quien os quiere. Rafa Jiménez
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