La Pecera 2007

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Corporación Bíblica

“La Historia de Tobías”

Ser Pregonero Hermanos, ya ha pasado un año. Algo más de trescientos sesenta y cinco días desde que, mi primo Guillermo y yo expresáramos todo lo que teníamos dentro, a todo aquel que, gustosamente, asistió y nos quiso escuchar en el Pregón de la corporación el Viernes de Dolores del año 2006. Aproximadamente, cuando escribí este relato, eran las mismas fechas de cuando empezábamos a escribir el pregón, pero un año antes. Esos días eran domingos. Domingos de vísperas y domingos de Cuaresma. Días, en que se sentía cada vez más fuerte el latido de la Semana Santa. Ya un par de semanas antes, tienes ese nerviosismo propio de la responsabilidad que en ti recae, que te incita aún más, si cabe, a desear que llegue el momento tan especial. En el pregón… fue otro mundo. En el salón del cuartel, se vivía otro ambiente totalmente distinto al de la calle. Es como si en esos momentos, el salón de La Historia de Tobías, estuviera a parte, se paraba todo para ese momento. Olor a incienso, todo oscuro con única penumbra de dos simples focos y el calor de un cirio. Escenario de cuartel... se podía escuchar el movimiento del aire, denso por el humillo de ese aroma a Mananta. Sólo interrumpido por las voces de dos pregoneros, sentados en una mesa, conversando con dos uvitas en la mano y, de vez en cuando, con esas melodías que remueven sentimientos muy escondidos. Sentíamos que la gente quería escucharnos, expectantes a cada palabra, a cada nota, a cada anécdota… aún más responsabilidad. Las primeras páginas fueron difíciles, nerviosas, además de por su contenido, por la situación en la que se estaba… no sabíamos la reacción a nuestras palabras. Pero después nos fuimos metiéndonos, dejamos que dejara de hablar nuestras gargantas para que hablara nuestro corazón. Y ahí no hay nerviosismo que valga, eso es sólo dejarse llevar por el momento, dejar tus sentimientos a flor de piel y que éstos tercien las palabras. Parecía que mi primo y yo estábamos, solos, en el cuartel, recordando las tantas vivencias que hemos tenido, como esos momentos de la madrugada, que tantas veces hemos vivido en el cuartel. Las últimas páginas fueron… fugaces. Y deseábamos que fueran al revés, interminables. No queríamos que se acabara el pregón porque estábamos disfrutando de verdad. Y ya al final… al ver a todo el público… la satisfacción de un trabajo bien hecho.

La Pecera — Página 9


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