El Avión Negro N° 22

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Por qué desperdiciaste ¡Oh naturaleza! tus maravillas con semejante gente Lord Byron. Peregrinación de Childe Harold, 1881. Por Horacio Lonatti

PENSAR UN PAIS CON JUSTICIA SOCIAL

CUENTO CON FINAL FELIZ por

L

os registros históricos de la Argentina del Siglo XXI han desaparecido, destruidos en las postrimerías de la última década por orden de la presidenta Carrió, quien pretendió eliminar las noticias de esa época oscura. La memoria popular, no obstante, recuerda que después de múltiples intentos, en plena ancianidad, fue designada Presidenta por una asonada militar que la tuvo de líder civil. Su gestión duró algunos años, en los cuales procuró unificar el país, luego de que lo hubiera dividido en múltiples fracciones, y vuelto a dividir, llevándolo próximo a la disolución. En ese período, algunas provincias se independizaron, logrando el reconocimiento internacional y el establecimiento de aduanas propias. El espíritu aislacionista de sus gobernadores los llevaron incluso a establecer vínculos directos con el Fondo Monetario Internacional, contraer empréstitos y ceder empresas públicas a las multinacionales, en afanosa búsqueda de originalidad política y equilibrio financiero. La Presidenta comprendió la gravedad de la situación con motivo de una anécdota, que la tuvo de protagonista. Cierto día, navegando en yate por el río Paraná, practicando su deporte preferido, preguntó a unos pescadores, con quienes se cruzó casualmente, si eran argentinos. Le respondieron: -- No señora. Somos cordobeses. Sorprendida, envió al estudioso Dr. Fantini, profesor igualmente anciano para esa época, a realizar una investigación minuciosa sobre las condiciones en que transcurría la administración provincial. El informe resultó una exposición elocuente de la gravedad de la crisis y las dificultades que debía enfrentar la Presidenta. Fantini definió la situación de la provincia como producto de la doctrina del cordobesismo, propuesta por su Gobernador, que era, ni más ni menos, que la intención manifiesta de abandonar la pertenencia de la Nación y ejercer la autonomía total a raja tabla. Su Gobernador, figura ignota anteriormente, aparecía como abanderado del pueblo mediterráneo, y tal fue su fervor reaccionario, que no solo regimentó el trabajo público y privado,

HORACIO LONATTI

sino que pretendió salvar la raza, impidiendo la contaminación étnica, adoptando leyes norteamericanas como la Origins System de 1927, restringiendo el ingreso de especies inferiores, discriminando a migrantes norteños. La deriva conservadora del Gobernador resultó calamitosa, poniendo en riesgo la integridad territorial y la convivencia social. Pese a la ausencia de documentación fidedigna, la epistemóloga Dra. Sarlo, años después, exhibió una carta remitida por el Capellán de la Catedral a la Presidenta, donde denunciaba la angustiosa condición de la vida local, acusando al Gobernador de supersticioso e ignorante, no así de corrupto pese a su convivencia con asaltantes y asesinos impunes, a quienes otorgaba beneficios y autoridad pública. La eminente figura intelectual de la investigadora torna verosímil lo sucedido. El País caminaba por un sendero terrible e inclinado al abismo. Felizmente, la Presidenta entendió la gravedad de la crisis institucional y, sin conservar cuanto había de su autoría, temió sinceramente que la bancarrota produjera un daño irreversible del cual el país no podría volver. El cordobesismo se repetiría en Santa Fe, Corrientes y cuantas provincias lo imitaran, destruyendo definitivamente a la Nación. Ninguna historia antigua sería peor al presente, y su memoria resultaría execrable. Poco después, la Dra. Carrió enfrentó una alianza provincial perversa y reaccionaria, que alistó su ejército y dispuso maniobras de aniquilamiento. Ahora quienes intentaron salvar a la Nación del Movimiento Nacional y Popular, instaban la guerra en un país disperso, anarquizado y gobernado por personajes venidos de modo oscuro y criminal, arriesgando la integridad de la República. Paradójicamente, quienes se enfrentaban estuvieron unidos en el llamado Grupo A de diputados que conspiraron contra el gobierno peronista y, ahora, de manera diabólica, disputaban el poder entre ellos, desconociendo los límites y el objetivo real de cada uno. Ambos grupos sabían que debían reinscribir la historia con una mitología delirante, intentar una refundación mentirosa y destruir al

contrincante, para impedirle que lo incluyeran entre los vencidos. Con frecuencia, la leyenda hace de los héroes seres simultáneamente atractivos y repulsivos, propensos a favorecer o destruir las mejores costumbres de la Nación, imponiendo finalmente a los virtuosos que corrigen los entuertos y ponen al país en buenas manos. La Dra. Carrió, sacudió sus hábitos descuidados, creyéndose destinada a reconstruir con autoridad la historia que había saboteado. Lamentablemente llegó tarde al remedio, y peligrosamente confundida por la siniestra idea que siempre machacó su cabeza, creyendo que la sensualidad era el vicio común de los argentinos, propensos a transigir con el desorden, favoreciendo al ocio y a la lujuria. Unos y otros aprestaron sus ejércitos, dispuestos a dirimir el triunfo en la batalla decisiva. Cuando la guerra estuvo próxima, una voz que pretendió ser honesta dijo: - ¡Qué hábitos extraños son esos de pelear entre hermanos, propios de judíos, negros y moros y no de cristianos decentes! Corregid el error, haciendo una alianza para perseguir a los traidores y a la muchedumbre levantisca. Quien dijo eso fue el memorable Dr. Grondona, y seguidamente lo escribió con la misma pluma que usara para redactar el viejo comunicado del golpe militar del General Onganía, en el siglo anterior. Obedientes como si estuvieran estado esperando la palabra redentora, buscaron la mediación de la Organización de Estados Americanos, sellaron la paz en Washington, suspendieron la Constitución que habían defendido y dictaron el Edicto Político y Criminal de los Naturales del País, cuidando la pureza étnica de la población. Seguidamente, abatieron la República y el federalismo, estableciendo una original dictadura constitucional con delegaciones provinciales autónomas. Las Iglesias tocaron a rebato sus campanas, haciendo saber que por fin Dios se había acordado de los argentinos. Años después, Dios vino nuevamente en ayuda de la Nación, derrotó a los usurpadores, repuso la Constitución y al Gobierno Peronista. Al final, todos fueron felices.

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