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CONTAR Y CANTAR EN LIBERTAD
PENSAR UN PAIS CON JUSTICIA SOCIAL
LA CULTURA POPULAR EN 30 AÑOS DE DEMOCRACIA CONTAR Y CANTAR EN LIBERTAD
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por LAURA LUQUE
Con las palabras del más grande pensador popular argentino puedo comenzar a profundizar en los sinuosos caminos recorridos por nuestra cultura popular en estos 30 años de vida democrática argentina.
Las prohibiciones y censura impuestas por la casi década militar hacia la mayoría de nuestros artistas, marcaron un quiebre profundo en la forma de vida de los argentinos. Sabemos que hubo una razón, un objetivo y un logro. Siempre, en una interrupción institucional, lo primero es perseguir a los militantes y a los poetas y músicos populares -vocaciones que se entrecruzan muchas veces-, cineastas y actores. No es que las demás vertientes de la cultura no sufran censura, pero el ensañamiento mayor es contra aquellos artistas que llegan masivamente al corazón del pueblo con mensajes de libertad, de lucha y esperanza, porque los pueblos en pie de lucha, los pueblos alegres no se dejan vencer.
Pero lo consiguieron: nos entristecieron, ensombrecieron nuestras virtudes creativas, pusieron límite a toda capacidad de reunión que perturbara el ansiado orden que tanto querían... y casi nos vencen. Pero no, aquí estamos combatiendo alegremente.
Poco antes del regreso de la tan ansiada democracia en 1982, cuando la dictadura preveía su ocaso, Mercedes Sosa pudo regresar por unos días a cantar en Buenos Aires. Once recitales en el Gran Rex, acompañada por José Luis Castiñeira de Dios y el guitarrista uruguayo Omar Espinosa, fueron el primer indicio de que la historia estaba por dar un giro importante. Su regreso definitivo al país no se produjo hasta 1984 y la mayoría de nuestros exiliados o incluidos en “listas negras” comenzaban a desfilar otra vez libres por los distintos escenarios que los habían visto brillar. Pero ¿qué tan libres eran?, lo suficiente como para seguir creando, conmoviendo y convocando a los argentinos a dejar el encierro por temor y volver al cine, a los teatros y a los recitales. Pero en parte del pueblo aún reinaba el miedo a expresarse, la palabra parecía ser todavía patrimonio de quienes habían sembrado el terror y costaba vencer esa sensación. Por otra parte, la cultura no era política de estado en esos primeros años de democracia. La era alfonsinista prometió más de lo que dio, aún en materia cultural. Sí, es cierto que hubo un intento de instaurar algunos valores artísticos, vale citar al entonces canal ATC y algunos ciclos muy creativos como Situación Límite, La noticia rebelde, De fulanas y menganas o Nosotros y los miedos, aunque también inauguraba la era “Hola Susana”. Algo similar sucedía en los canales 11 y 13, que por entonces eran propiedad del Estado y que apenas podían enorgullecerse de Badía y compañía y poco más. Nuestros cineastas presentaban muy buenas producciones, mas el imperio del norte nos colonizaba y el
Carlos Gorostiza y Marcos Aguinis (Alfonsín), Julio Bárbaro (Menem)

alicaído cine hollywoodense hacía pie en nuestras pantallas grandes y chicas, y poco a poco nos fuimos alejando del cine nacional.
Un dato para nada menor: nos regía la Ley de Radiodifusión, decreto promulgado por Jorge Rafael Videla, con varios intentos de modificación que no prosperaron en el Congreso Nacional durante la primer media década democrática.
En la música se daba otro fenómeno: con folkloristas y tangueros fuera del país o fuera del mercado, a principios de los ‘80 habían resurgido con fuerza grandes figuras del rock nacional: Charly García, Lito Nebbia, el “Flaco” Spinetta -ya conocidos- y tantos otros que surgieron entonces, mientras que dos figuras poco nobles ejercían influencia excluyente sobre el tango y el folklore: Silvio Soldán y Julio Márbiz, quienes terminaron “adueñándose” de los destinos de la música popular argentina.
No había política cultural que pudiera evitar tales avances privados sobre lo que mayor carácter público tiene en este mundo: la cultura del pueblo.
Los 90, con la llegada del menemismo, solo consiguieron ahondar las falencias cuando se comenzó a hablar de globalización, primer mundo, relaciones carnales y otras yerbas. La era de las privatizaciones remató a precio vil dos canales estatales en manos privadas: el 11 para el grupo dueño de Telefé y el 13 para Clarín -que ya usufructuaba gran porcentaje de papel prensa- y anuló los decretos que impedían la concentración de medios.
Julio Márbiz avanzaba sobre el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), ATC, Radio Nacional y el Festival de Cosquín. Lo digitaba todo con un criterio personalista de permitidos y no permitidos que era avasallante y que tuvo efectos demoledores.
Cuando el hombre nacido en Noetinger dejó la conducción del viejo Canal 7, éste quedó en manos del inefable Gerardo Sofovich, que lo convirtió en una incesante zaga de juegos, peleas al estilo farándula porteña y programas carentes de contenido, más signos inequívocos de una fuerte corrupción empresarial.
En los años del menemismo, la cultura era sinónimo de circo y las estrellas de los medios de difusión eran el “rating” y lo redituable. Las discográficas argentinas eran parte del recuerdo -con la sola excepción de Melopea- y las multinacionales convertían en verdad el falso lema “el público elige a algunos artistas y a otros no, el verdadero talento es saber llegar al público y vender el disco”, de la misma manera que las “latas” compradas a bulto cerrado llenaban nuestros televisores con lo menos bueno del cine yanqui.
Lo cierto es que gran parte del público termina por elegir aquello que los grandes medios difunden minuto a minuto, con interés publicitario, realidad que ha sometido a las expresiones autóctonas y auténticas a escenarios menores u horarios menos significativos en los grandes escenarios.
Desde esta perspectiva, asistimos a dos décadas de altibajos, con intentos de profundización que quedaron solo en eso: intentos. A comienzos del presente milenio, los músicos seguían sin la Ley de Música y los actores sin la ley que protegiera sus intereses ante las innumerables repeticiones de los canales que no veían rentable invertir en producciones locales, y de los teatros que apostaban solo a las vistosas obras de revista y los cineastas debían conseguir un co-productor en el extranjero.
Aún sin olvidar tres grandes obras que dan cuenta del genial talento de nuestros artistas, como son “Taki ongoi” de Víctor Heredia, “De Ushuaia a La Quiaca” de León Gieco y Gustavo Santaolalla y “La Naturaleza” gran creación de Antonio Tarragó Ros, y aún cuando al menos el rock nacional y el folklore contaban con espacios propios en conciertos y festivales, lo cierto es que no hubo una contención real que diera respuesta especialmente a las nuevas figuras que iban surgiendo.
Podemos decir que a partir de 2003, cuando cambia la concepción de política y estado, cuando se avizora otro rumbo para nuestro país y para las nuevas generaciones y por fin damos un giro, enfocamos hacia nuestro continente y empezamos a reconocernos un poco más como somos, recién allí se comienza a hablar de “la batalla cultural” que debía darse. Esa gran batalla que nos debíamos desde el 76 en materia histórica, educativa y cultural.
En esta década ganada los músicos tienen su ley, al igual que los actores. Todos y todas tenemos ahora una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y discutimos el rol de los grandes medios
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Jorge Asís (Menem), José Nun (Kirchner) y Jorge Coscia (Fernández)

monopólicos en la formación de opinión y en las elecciones del público. El INCAA ha promovido la creación audiovisual en cada provincia, en cada pueblo de nuestro territorio, con sentido federal, donde pueden lucirse los paisajes y los actores del interior. La Secretaría de Cultura genera programas de promoción del tango y otras manifestaciones musicales.
No es casual que la mayoría de los cantantes, músicos, actores, actrices y directores apoyen este Proyecto Nacional y Popular, y hayan salido a defender la ley que busca frenar los abusos de los monopolios mediáticos y el feroz avance de la música extranjera pisoteando la nuestra.
Que esto no se entienda como un ataque xenófobo a otras expresiones enriquecedoras. No es ese el concepto, pues el arte no debería tener fronteras. Sin embargo y aunque muchos gringos bailen el tango en otros países, ningún fan norteamericano o europeo se pasea por sus calles con una remera o una vincha celeste y blanca o una chacarera en su celular o su ipod y sí se ve aquí miles de fans ardiendo por un canadiense de dudosa calidad vocal, o pinta banderas inglesas en una dirección -léase one direction- que no tiene regreso, mientras Argentina lucha afanosamente con el Reino Unido por la soberanía en Malvinas.
Y es que la batalla cultural tiene que ver con recuperar nuestra mirada, nuestro arte, para construir nuestro destino soberano. Como en esos versos de Eladia Blázquez y Chico Novarro, que nos proponen: “… ser al menos una vez nosotros, sin ese tinte de un color de otros, recuperar la identidad, plantarnos en los pies, crecer hasta lograr la madurez, y ser al menos una vez nosotros, bien nosotros, tan nosotros ¡como debe ser!”
A modo de cierre, citamos parte de la entrevista realizada al Director Nacional de Arte, José Luis Castiñeira de Dios, donde expone su visión de la cultura en estos 30 años de democracia.
“A estos treinta años los he visto como un periodo de inclusión dado el fenómeno de censura tan profundo que habían impuesto los militares por el terror, que caló muy hondo en la sociedad. Y lograron su resultado, como cuando después de haber perseguido a los rockeros desde el 76, ante la guerra de Malvinas los desempolvaron y los largaron a entusiasmar a los pobres conscriptos que eran de su generación y le asestaron un golpe mortal, por ejemplo, a la música folklórica en esos años. Porque expulsaron a buena parte de las figuras principales, prohibieron la difusión de sus obras y ni que hablar con todo lo relacionado al pensamiento: literatura, cine, investigación científica... Entonces cuando llega Alfonsín al gobierno y todo el mundo quiere participar, la preocupación era recuperar la vida social ante una sociedad aterrorizada que no hacía ni siquiera reuniones de consorcio por no correr el riesgo de ser vistos con más de dos personas. Así, volver a ocupar espacios, volver a ocupar la calle tuvo todo un sentido, por un tiempo. Luego vino la desilusión porque todo lo que tuvo que ver con la empresa cultural se fundió. Además, el alfonsinismo apoyó una idea de modernidad que en Argentina siempre ha sido nefasta pues siempre se hace a costa de lo acumulado por el pueblo en su paso por la historia.
Cuando asumió Menem, su primer gobierno tuvo una impronta federal muy importante y hubo políticas que favorecieron a distintas expresiones de la cultura, aunque hoy no sea políticamente correcto decirlo. En esos años se hizo la nueva Ley de Cine, la Ley del Teatro, se construyó mucha infraestructura, y al mismo tiempo se produjo un daño terrible en el campo de la televisión, donde personajes como Márbiz crearon una contracultura con aspectos brutales confundiendo la cultura en sí con la cultura del espectáculo.
Por eso creo que la gran esperanza se renovó con Néstor Kirchner, que recuperó el sentido latinoamericanista, que es un valor ideológico que había desaparecido por desinterés total de las elites argentinas, con un nuevo pacto de las clases medias con el peronismo y la inclusión de sectores no peronistas muy valiosos como Carta Abierta, de intelectuales produciendo contenidos. Y ejerciendo un gobierno que incorporó a los jóvenes a una participación política, que es un factor cultural, ya que los incorporó con sus propios pensamientos y valores, haciendo una revisión del pasado que nunca se había hecho en los 20 años que llevábamos de vida democrática. Estos -creo yo- han sido los aportes fundamentales de este proyecto a la cultura”.
DEMOCRACIA DE AQUÍ EN MÁS
por SERGIO TAGLE
1.Se trataría de pensar el futuro en base a la experiencia del pasado reciente. La perspectiva de Alicia Gutiérrez1 va a orientar este repaso. En la línea del sociólogo francés Pierre Bourdieu, Gutiérrez recuerda que los hechos no hablan por sí mismos; “no tienen sentido independiente de la grilla de lectura que cada uno le aplique”. Es el investigador/a o el observador/a, el o la militante quien hace hablar a la realidad a través de un método. Esta “es compleja y presenta múltiples aspectos que pueden aprehenderse de modo diferente según el marco teórico del cual se la aborda. Según la perspectiva de análisis del investigador, ciertas facetas de lo real serán percibidas como más importantes, otras como secundarias o accesorias, mientras que otras podrán no ser tenidas en cuenta”. 2.Los treinta años de democracia, decimos nosotros, no hablan por sí mismos. Están allí y son susceptibles de muchas miradas retrospectivas. Los conceptos producidos por experiencias nacionales-populares-democráticas van a constituir el marco teórico desde el cual los vamos a observar. Solo nos va a interesar lo que contribuya a una democracia del presente y del futuro. En este sentido, daremos por sabidas o –a los efectos de estas líneas- “secundarias o accesorias” las críticas que desde la izquierda, el progresismo y otras corrientes de pensamiento se realizan a las décadas del ochenta (obediencia debida y punto final y otros) y a la década del noventa (neoliberalismo). 3.La “grilla de lectura” para valorar hechos, discursos, políticas, estará conformada por tres conceptos, Patria, Libertad e Igualdad, que operarán como principios de comprensión y de acción. La tríada fue propuesta por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el discurso pronunciado el 23 de octubre de 2011, después de su reelección. Nos permitirá reconocer y valorar tendencias hacia la autonomía nacional (Patria); hacia derechos civiles (Libertad) y hacia formas no opresivas de organización social (Igualdad). El peronismo histórico aportará las nociones de “vivir bien aquí y ahora”, formuladas como “bienestar del pueblo y grandeza de la Nación” sin precisiones instrumentales ni ideológicas.
LOS ‘80
4.La primera década de la democracia post dictadura tuvo como plataforma a la Constitución liberal de 1853. La campaña electoral de Raúl Alfonsín se basó en el recitado de su Preámbulo. Las insuficiencias de este texto para dar cuenta de la realidad actual son casi evidentes. No obstante, el discurso fuertemente institucionalista de la época puede conservar actualidad. Los partidos eran postulados como actores de la democracia. 5.El liberalismo democrático del alfonsinismo incorporó a los Derechos Humanos como reivindicación popular. No importa acá que fuesen acotados a los crímenes de la dictadura ni la lectura histórica de los años setenta que suponían. Hasta ese año para los movimientos de liberación y fuerzas de izquierda, “los derechos humanos eran derechos de la burguesía”. 6.En la década del noventa, instituciones y partidos políticos fueron eclipsados por el poder económico. Estallaron en el 2001. Comenzaron a recomponerse a partir de 2003. Hoy, ¿es necesario que recuperemos el énfasis que ponía la década del ochenta en los partidos políticos, en la fortaleza y respeto de instituciones? La respuesta provisoria puede ser “sí”. Los acuartelamientos policiales y estallidos de diciembre de 2013 así lo sugieren. Se tratará, claro, de pensar y discutir “qué instituciones”. La institucionalización de nuevos derechos sociales permite que estos perduren más allá de los gobiernos. 7.El discurso de mayor volumen doctrinario y conceptual de estos años fue pronunciado por Raúl Alfonsín en Parque Norte, el 1º de diciembre de 1985. Allí propuso una tríada formada por los valores-principios modernización económica, democracia participativa y ética de la solidaridad. Los dos últimos cuentan con consensos unánimes. Al menos, nadie se opone a ellos explícitamente. Los consensos universales son buenos puntos de partida para la construcción de hegemonías culturales. 8.La participación democrática es un valor aceptado por todos. Falta acordar: ¿qué decimos cuando hablamos de democracia

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DEMOCRACIA DE AQUÍ EN MÁS
Una evaluación que aspire a extraer aportes para le definición de un nuevo paradigma democrático-popular de liberación puede encontrar en cada decenio experiencias y conceptos útiles para pensar la democracia para el presente y el futuro.

participativa?, ¿cuáles son los mecanismos institucionales que la hacen posible?, ¿el plebiscito, el referéndum, la consulta popular? Venezuela, Bolivia y otros países de la región entendieron que una democracia es popular en tanto y en cuanto esta popularidad se valide entre elección y elección, escuchando lo que la comunidad quiere y desea cada vez que se deciden y dirimen cuestiones que incumben a su vida. La democracia argentina bien podría tomar nota. 9.La ética de la solidaridad en un sentido abstracto también es un principio trans-ideológico. Refiere a una nueva cultura. En los años noventa, el “individualismo competitivo” fue forma de ser y de actuar, es decir, cultura. También en esta década se fue construyendo una ética de la solidaridad, aunque en los bordes del modelo. Una “ética de la supervivencia solidaria” que adquirió las formas de ollas populares, comedores comunitarios, redes sociales de ayuda mutua. En la última década adquirió el nombre de “la Patria es el otro”. Un nuevo paradigma democrático bien podría proponerse estas dos consignas como metas culturales: una ética de la solidaridad y la Patria es el otro. 10. La modernización económica no debiera ser de cualquier tipo. La de los noventa fue neoliberal. Pero la modernización como principio es inexorable, si se comparte la idea según la cual la realidad cambia en forma permanente. Los principios de justicia, equidad, igualdad social se debieran considerar permanentes. Los instrumentos para concretar estas nociones suelen ser diferentes en épocas diferentes. El apunte puede ser el siguiente: modernización permanente de instrumentos que concreten principios permanentes de justicia e igualdad social. Y de producción. La actual democracia boliviana agrega “amigable con la naturaleza”.
LOS ‘90
11. ¿Es posible rescatar algo de la década que un consenso califica como “maldita”? Un pensamiento que antiguamente se llamaba “dialéctico” consideraba que de toda experiencia (no importa si buena, regular o mala) se aprende, en tanto y en cuanto esta sea examinada de manera adecuada. Esta manera de ver las cosas permite extraer como enseñanzas la necesidad de imprimir eficacia y eficiencia al Estado y a las empresas estatales. No ocurrió en este período, pero la ausencia de estos atributos fue una causa (obvio, no la única ni la principal) de su vaciamiento y destrucción. Una democracia que valore la importancia del rol del Estado en la economía deberá saber que las empresas estatales se legitiman socialmente, es decir, democráticamente, a través de la calidad y la universalidad de sus servicios. La década del noventa nos enseñó que, si esto no ocurre, se privatizan.
12.Este período también nos enseñó que la estabilidad económica y la inflación no son cosas exclusivas de neoliberales. La estabilidad económica y de precios es valorada positivamente por mayorías populares y fue motivo de la legitimidad democrática que tuvieron estos años. 13.Donde hay poder hay resistencia. Una mirada completa a cualquier período debe incluir ambos aspectos de cualquier régimen. La hegemonía neoliberal tuvo su impugnación. Esta tuvo por sujetos a movimientos sociales que tuvieron el signo de la diversidad: derechos humanos, trabajadores desocupados, sindicales, diversidad de género, asambleas populares, fábricas recuperadas y la multiplicidad de redes de solidaridad que asumieron las posiciones de resistencia que colaboraron con el fin de la convertibilidad y los sucesos de 2001. Este es otro saldo favorable a una democracia popular-participativa que articule instancias de representación institucional con deliberación social organizada.
2001
14.¿Qué nos aporta la crisis del 2001 en la perspectiva que estamos ensayando? ¿La debilidad o la fortaleza del sistema democrático? La alternativa a la cantidad de presidentes en pocos días no fueron los militares ni otra posibilidad extra-institucional. Ese año nos dice que la peor crisis social y económica se resuelve en marcos democráticos.
LA ÚLTIMA DÉCADA
15.Los últimos diez años retomaron la bandera de derechos humanos inconclusa de los años ochenta y la llevaron hasta sus últimas consecuencias. Memoria, Verdad y Justicia. Juicios. Condenas. La democracia de un futuro cercano deberá pensar en derechos humanos pos justicia respecto de los crímenes de la dictadura, toda vez que esta tarea democrática ya estará realizada. Deberá custodiar y garantizar el ejercicio de derechos humanos de segunda y tercera generación. 16. La última década hizo otro aporte fundamental para una democracia, la independencia del poder político del poder económico y otros poderes corporativos. El poder político es votado, emana de la voluntad popular. Los otros no. También aclaró el rol político que desempeñan los medios de comunicación y dejó una ley democrática al respecto. Una democracia del futuro inmediato deberá pensar en la letra chica, en la “sintonía fina” de la nueva Ley de Medios, aquella que es posible atender después del conflicto con el Grupo Clarín. 17.La última década aportó la idea según la cual si no hay inclusión social no hay derechos democráticos. Derechos de las llamadas minorías, derechos civiles. Progresos en la democracia del cuerpo. Cada quien decide su identidad de género. Es posible pensar en decidir sobre la propia muerte. El matrimonio es una relación voluntaria. Se hace cuando se lo desea y se deshace cuando se lo desea. Los lectores de El Avión Negro conocen de una renovada integración de Argentina al mundo a través de Latinoamérica y –en general- los méritos del kirchnerismo. No seremos redundantes al respecto. 18.La emergencia de una memoria histórica que valora acontecimientos liberadores también recordó que es posible volver a pensar en antiguas ideas de revolución. Quienes se entusiasmen con esta idea tienen el trabajo de actualizarla a las exigencias de una realidad tan diferente y compleja como lo es la realidad nacional y mundial de este Siglo XXI. La experiencia de estos treinta años servirá para pensar en los modos en que se articulan las nociones y las prácticas de democracia y revolución. En América Latina, quienes hablan e intentan transitar hacia un Socialismo del Siglo XXI lo piensan y hacen construyendo consensos mayoritarios en esta dirección, ganando elecciones, institucionalizando avances en justicia e igualdad social, derechos humanos, sociales y civiles, haciendo esfuerzos por compatibilizar derechos de mayorías y derechos de minorías, definiendo una nueva cultura que anticipe la sociedad deseada. Dicho en otras palabras: también contribuyen a un nuevo paradigma revolucionario los valores y aportes susceptibles de ser recuperados de los treinta años de democracia, entendidos como experiencia colectiva de aprendizaje.
PRESENTE Y FUTURO
19.“Democracia para siempre”. Esta fue la consigna del 10 de diciembre de 2013. A treinta años de 1983 el país está en condiciones de preguntarse qué democracia. El peronista la podrá adjetivar como una democracia con justicia social, soberanía política e independencia económica. El kirchnerista le podrá agregar derechos humanos, sociales y civiles. El radical podrá mentar el respeto de la constitución, división de poderes. El liberal podrá hablar de República y la izquierda podrá decir, además, con igualdad social y perspectiva de cambio de sistema. 20. Todas estas tradiciones pueden ser sintetizadas en “una democracia que realice los ideales modernos de libertad e igualdad”, y esté atenta a las diferencias entre este siglo y el anterior. También estas matrices de pensamiento y fuerzas políticas podrán pugnar entre sí o conformando alianzas por imprimir su sello a la democracia. No hay democracia sin conflicto y los actores del conflicto entienden a la democracia como un tema fuera de discusión. Parafraseamos a Ernesto Laclau: las instituciones sin conflicto son la paz de los cementerios; los conflictos sin mediaciones institucionales son el manicomio. La democracia es una alternativa al cementerio y al manicomio. Por esto, quizá, en 1983 la consigna era “100 años de democracia” y hoy es más, es “Democracia para siempre”.
1 Alicia B. Gutiérrez , “Pierre Bourdieu: las prácticas sociales”.
