Editorial
“La educación no es el resultado de la paz, sino también el punto de entrada y condición necesaria para ella”. Juliana Molina Rios (González, 2016) Editora
E
l actual proceso de posconflicto que está construyendo el país ofrece oportunidades para señalar que la garantía del derecho a la educación es “un medio que contribuye al mejoramiento del desarrollo humano, las oportunidades y las condiciones de los individuos, y permite el mejoramiento de esos mínimos culturales. Debe ser un elemento fundamental en los procesos de reparación a las diferentes víctimas que ha dejado la violencia en Colombia” (Pérez, 2014: 292). Así mismo, el posconflicto es un momento histórico que no solo representa oportunidades para la reconstrucción del sistema educativo, sino también pensar en futuras reformas educativas. En efecto, pensar el papel de la escuela en contextos de posconflicto no es tarea sencilla, sobre todo en un país donde “la educación ha sido una de las cenicientas de la política social y en donde sus principios están orientados al eficientismo que nos proponen las políticas de calidad y las formas como se evalúa la labor educativa en Colombia” (Pérez, 2014: 308). En esta perspectiva, la educación en el posconflicto implica la compresión de todos los actores involucrados en ella, porque es en la educación donde se mantienen y reproducen
las estructuras de poder y las ideologías hegemónicas de la sociedad. Para Apple (1986), la escuela no es un espejo pasivo, sino una fuerza activa, la cual sirve también para legitimar las ideologías y formas económicas y sociales que tan íntimamente están relacionadas con ella. “La escuela es utilizada con propósitos hegemónicos, entre otros modos, mediante su enseñanza de las disposiciones y valores culturales y económicos que son, supuestamente, “compartidos por todos”” (p. 85). Así, la escuela se convierte en una institución que encarna las ideologías sociales, políticas y económicas de la sociedad actual. En tal sentido, es en la educación donde se gestan, transmiten y reproducen significados socialmente compartidos, a partir de los cuales se estructura la interacción social. En palabras de Pérez “es a través de la educación, en sus distintas formas y modalidades, como el ser humano deviene en ser social, en persona, en hombre o mujer, y es por medio de ella que adquiere las condiciones y capacidades necesarias para vivir en sociedad” (2014: 292). Es decir, la educación no se reduce a un proceso de transmisión de conocimientos sino que, por el contrario, la educación es un
espacio de socialización en donde se ponen en juego los valores culturales, las ideologías y los significados compartidos que se tejen en la sociedad. Derivado del panorama expuesto, Rosetta en su edición No 9 les ofrece a nuestros lectores una nueva sección destinada a las reflexiones sobre la Construcción de Paz en el país, especialmente desde la educación. Como carta de entrada les presentamos una interesante entrevista a un estudiante de la LLM, ser humano que lleva en su cuerpo las marcas de la guerra, pero que desde su corazón le apuesta a la construcción de la Paz en nuestro país. Referencias: Appel, M. (1986). Ideología y currículo. Madrid: Akal. González, M. (2016). El verdadero fin del conflicto armado: jóvenes vulnerables, educación rural y construcción de la paz en Colombia. Noruega: Norwegian Centre for Conflict Resolution. Pérez, T. (2014). Colombia: de la educación en emergencia hacia una educación para el posconflicto y la paz. En: RIIEP. Vol. 7, No 2, juliodiciembre. pp. 287-311.
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