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Egresados
Mi vuelta por la Isla Formosa
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Katherine Ruíz
Licenciada en Lenguas Modernas
Antes de irme y empezar mi travesía en Taiwán, escuché miles de comentarios y opiniones tipo: ¿pero, por qué se va tan lejos, no le da miedo?, ¿y esa gente no es como rara?, ¿y si se pierde por allá tan lejos y usted sin hablar chino?, ¿y la comida, allá comen ratas y perros?, “yo veré que cuando regrese, no se le hayan pegado esas mañitas”. En fin, movida más por la curiosidad que por el miedo llegué a Taiwán desconociendo que iba a pasar los mejores seis meses de mi vida. Seguramente me faltaron muchos aspectos por conocer, pero este intercambio me permitió: esfumar los estereotipos, y aprender de la multiculturalidad que existe en esta isla tecnológica y naturalista. En las clases, compartí con personas que venían de todas partes del mundo y que tenían diferentes puntos de vista. Desde que me bajé del avión, quedé asombrada con la forma de ser de los taiwaneses y con su país.
Mis buddies (Alice y Nuren) me estaban esperando a las cinco de la mañana con un cartel gigante con mi nombre y con un 菠蘿蛋 糕 (postre de piña taiwanés). Este tipo de expresiones afectivas es tan habitual y se ve reflejado en múltiples aspectos de la vida: en la publicidad, en los templos, y hasta en el saludo. Por ejemplo no es común decir 你好嗎?(¿Cómo estás?), sino que te hacen preguntas más a fondo: 你吃過飯了嗎? (¿Ya comiste?), 你身體好嗎?(¿ Te encuentras bien de salud?) Con cosas de este estilo ellos de verdad muestran un interés por ti.
Y sí, aunque el idioma puede ser una barrera y un gran miedo, los taiwaneses tratan de entenderte, con gestos, escribiendo, llamando a los amigos para que te expliquen. Al final terminan 5 personas tratando de explicarte qué bus debes tomar o que la promoción del día es 3x2. Después que dices mil veces 對不起, 我听不懂 (lo siento, no entiendo nada) terminan riéndose todos contigo. Así fue que conocí a mi “abuelita” de Taiwán, quien me pidió que hiciéramos un intercambio de chino por inglés y yo encantada accedí, nos veíamos todas las semanas. Me enseñó el 50% del chino que sé ahora, me cuidó cuando me dio gripa, me invitaba a cocinar y almorzar con ella, me enseñó la caligrafía china con tinta y me daba todo tipo de consejos. Ella fue uno de mis polos a tierra en Taiwán, ella se quedó con un pedacito de mi corazón cuando regresé a Colombia y despedirme de ella fue probablemente lo más difícil de todo mi intercambio.
Por eso, a pesar de que uno tiene el imaginario de que los asiáticos son serios y fríos, muchos de ellos me enseñaron a sonreír, a reírme de mis pobres habilidades con los palitos chinos, incluso mis amigos taiwaneses más cercanos se burlaron de mi forma de regatear en los mercados nocturnos.
Y bueno, es imposible no hablar de los mercados nocturnos de Taiwán. Mi meta era visitarlos todos, evidentemente imposible, pero podría decir que visité alrededor de 20 mercados en todo Taiwán. Estos y las motos son la especialidad en Taiwán, es la oportunidad perfecta para probar varios platos, comer como local y a precio de oferta. Cada mercado es diferente. Hay unos mercados gigantes, como Shilin 士林夜市 que tiene de todo, desde ropa hasta comida de mar, o 公館 Gongguan que es muy famoso por su Bubble tea, es el mejor que he probado. La muestra gastronómica es inmensa en estos espacios, lo que más recomendaría por su sabor y porque es lo que más extraño de este país es en 1° lugar: 小 籠包 Xiao long bao (empanadas al vapor, rellenas de sopa y jengibre). En 2° lugar 公館鍋包 Gonguang
Mi vuelta por la Isla Formosa
Guo Bao. 3° la sopa fría de noodles. En fin, en la mayoría de productos involucran el tofu y el picante. Pero, es tanta la variedad, que uno nunca termina de probar todo y cada salida es una nueva experiencia, un nuevo descubrimiento; es una fiesta para tus papilas gustativas.
Para mí, como colombiana era absurdo pensar que podía salir tipo doce de la noche a cenar en la calle con mis amigos, comprar ropa y jugar maquinitas y que todo esto fuera seguro. Pero sí, es posible, allá la seguridad y la diversión van de la mano, incluso muchas veces nos regresábamos con las bicicletas públicas tipo tres de la mañana al campus de la Universidad, porque el metro ya había cerrado y jamás nada pasó., Yo pensaría que este fue el choque cultural más fuerte al regresar a Colombia, tristemente ves cómo tu cuerpo y tu mente se ponen en posición de defensa cuando sales a la calle y tomas el bus.
Taiwán y su gente me tocaron fibras tan profundas en mi ser, sembré un amor increíble hacia ellos. Y al final, creo que eso es un intercambio, crear amor sin fronteras, ni preocupaciones, saber que lo das todo, que quieres a tus amigos de intercambio con todo tu ser y que no importa si viven en el otro extremo del mundo, las experiencias que vivieron serán inolvidables y siempre se quedarán dentro de ti. Y lo mejor, ahora siempre tendrás una excusa para viajar a cualquier parte del mundo para visitarlos, así como me pasó a mí que terminé visitando a mi mejor amiga Aum en Tailandia.
“Taiwán y su gente me tocaron fibras tan profundas en mi ser”. Foto: Autora