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Arte, Cultura y Artesanía
Empiezo recordando la vez que escuché a Alice Chéveres decir “jamaca” en vez de hamaca, y me entusiasmé. Todavía ella decía “jamaca”, y siguiendo el hilo del pensamiento Heideggeriano de Alicia como término para desvelar la verdad, para buscar entre el velo de la realidad el fenómeno oculto, busqué entre la colección de palabras de origen arawaco en el diccionario de Hernández Aquino todas las palabras que empezaban con la sílaba “ja”. Así entre “jacanas”, “jájome”, “jayuya” y “jaguas” redescubrí que la sílaba “ja” se utilizaba para designar lo que estaba sobre la tierra y suspendido, como la “jamaca” que aquella voz había transformado recuperando su significado inicial. Seguí en un viaje retrospectivo hacia el lugar mítico de origen de los Arawacos en Brasil, hacia “jijijapa”; allí, los ancestros me advirtieron sobre el jaguar, el que brinca y muerde. Sobre el uso de los muchos sonidos ancestrales que se han perdido en la comunicación y que ya no utilizamos; de la importancia de escuchar los sonidos para la supervivencia, del ruido que los contrarresta; y de los neologismos que todavía podemos crear y utilizar, palabras que sean cónsonas con nuestra lengua postmoderna, y así enriquecer nuestra cultura. Rescatando aquellas cosas que yacían en la oscuridad del pasado, olvidadas pero en el camino del pensamiento del futuro deseado. Ampliando la búsqueda me cuestioné por qué los españoles habían sustituido la jota por la hache. Todavía en ese jamaqueo, releo a los primeros cronistas que llegaron a las Antillas, quienes trataron de captar los sonidos de los indígenas, los transcribieron a sus lenguas y los añadieron al castellano. Veo que Pané era catalán, pero que escribió para Cristóbal Colón en castellano, para ser traducido al italiano por Ulloa y luego, mucho más tarde, sus escritos vueltos a ser traducidos al castellano. Lo consulto con Joserramón Melendes, que me recuerda nuestras ponencias en los foros universitarios cuando defendemos nuestras novedosas propuestas poéticas contestando los proyectiles de preguntas lanzadas por los estudiantes sobre la lengua y la ortografía, desde la gramática de Nebrija a los posteriores, que los catalanes utilizaban la equis para el sonido de la jota. Así reencontré el Don Quixote mirando en el espejo a Don Quijote. A los cronistas castellanos cambiar las equis
de los Mexicas, por un México español. Me fui más lejos, a la Hispania del tiempo de la antigua Tarragona, Tartessos, cuando los fenicios plasmaban sus sonidos en el alfabeto, y llegué hasta la hache original, H, todavía signo de una puerta, y me detuve. La H era indicativa de que la siguiente letra no se pronunciaba, recurso utilizado por los griegos para hacer una pausa aspiratoria frente algunas de las vocales que incorporaron del alfabeto fenicio para poder escribir su lengua hablada con sentido y corrección griega. Préstamo que hacen a los romanos y dejan como legado a nuestras lenguas romances. Regresó a los castellanos, pero estos todavía no la habían enmudecido: utilizan la hache para denotar la aspiración como jota, ya no es la i escrita con un pie alargado llamada iota, sino jota. Añadí otra acepción de la hache aprendida en español antiguo, cuando la hache era allí la efe de Fernando y de fierro del Mio Cid, transformada en Hernán o hierro; entonces, también era una jota débil. Con el recuerdo inquisitivo apuntando hacia Gonzalo Fernández Oviedo, que consideraba a los indígenas como homunculus y no humanos con espíritu (alma que sí veía Las Casas), le echamos la culpa de ser uno de los que contribuyó a sustituir la jota indígena por la hache castellana.
Me encuentro con Chemi Rosado-Seijo en una las lecturas de intercambio bajo la inspiración del árbol de la cojoba en la Universidad de Puerto Rico, invitado por Jorge González, y me atrevo a decirle que la patineta o “skateboard” se dice “macanoa” en un neologismo arawaco. Pero tras consultar con los ancestros, con los nietos de la Boa, les oigo decir: “macana”, y pienso en la muerte cuando decían “macanaa”. Voy donde los otros ancestros Arawacos, los nietos del
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