Herramienta Generosa Vol2: Addendum

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Enseñando entre paréntesis Michy Marxuach

Las descripciones de Ana Roqué de Duprey destacan por su ademán brioso, pero también por algo insólito, que casi nadie acertaba a comprender: cómo alguien enseñaba entre paréntesis, desviando la atención de los estudiantes del material de estudio para hablar en 1920 sobre la mujer, su porvenir y su situación en Puerto Rico. Ella nos reclamaba “sacudid de una vez la apatía inveterada de una vida sin objeto, de una vida insustancial.” Y decía a sus mujeres estudiantes de la escuela elemental: “Suyo será el porvenir, si saben prepararse para ese futuro que ya nadie podrá detener.”

por costumbre, y no por maldad de corazón — fundando su exclusiva preponderancia, en la ley de la fuerza, como en las épocas de la barbarie. Más todos los hombres no son hoy inhumanos, ni albergan ese egoísmo injusto en su corazón. Sacudid de una vez la apatía inveterada de una vida sin objeto, de una vida insustancial. Las dificultades que envuelve su naturaleza inagotable nos hace necesario adornar una obra para que pueda ser aceptada por las multitudes profanas, vulgarizando así los conocimientos útiles entre el pueblo, aunque sean amenidades profanas a la ciencia.

De sus textos se desprenden tejidos sobre lo que somos, lo que se potencia y lo que acontece, intercalados desde la transdisciplinariedad de una vida.

Al día de hoy, los manuscritos de Flora Puertorriqueña y Antillana que Ana Roqué de Duprey escribió no se han publicado, ni la versión del 1908 ni la del 1925. La primera fue devuelta a petición de la Academia para que aquellos términos que no eran acordes con las terminologías “universales” de la botánica fuesen corregidos. La segunda edición es la versión corregida y cuenta con 33 libretas que según Eliván Martínez, del Centro de Periodismo Investigativo, es la última versión y la más completa. Ambas publicaciones están traducidas por ella misma al inglés.

La construcción del siguiente párrafo surge a partir de frases encontradas en sus textos: La sabia naturaleza casi siempre coloca el remedio junto a la enfermedad de cada país. Nosotras estamos rodeadas de veintiuna repúblicas latinas, y aún somos colonia: una colonia que sufre, pobre e infeliz, bajo la bandera estrellada de la nación más grande de la Tierra que permite nuestra explotación y no nos da libertad bastante ni nos deja casi desarrollar nuestras iniciativas para buscar nuestra felicidad. Los caprichosos y espléndidos panoramas, de matices variados, que se desarrollan ante su vista, se destacan frente a aquel capaz de comprenderla. La nación americana, la primera en el mundo en el actual momento histórico por la voluntad indomable de sus hijos, posee un jirón de tierra, en uno de estos jardines del mar, saturado de los ardientes efluvios de nuestro sol de fuego que aviva la savia en los troncos, y hace florecer y fructificar los árboles en todo tiempo en las condiciones más anormales. Y esta colonia, jirón de tierra americana desprendida de los Andes, es la primera tierra americana que proclama la reivindicación de la mujer de este continente. Nuestro esencial deber es unir voluntades. Mientras nuestro pueblo esté desunido, mientras cada puertorriqueño, atendiendo a su propia conveniencia, piense a su manera, nada conseguiremos, nada somos y nada seremos. Soy la más firme defensora de los derechos de la mujer hollados por las leyes y sociedades formadas por los hombres, los que se han dejado dominar por un inhumano egoísmo — quizás

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