La Pecera 1998

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El Pez

A la Virgen de la Amargura Siempre vi la verdadera belleza en la cálida palidez de tu rostro, en las marcadas mejillas rosadas, en dos tersos y rojos labios carnosos y en tus ojos como perlas nacaradas. Siempre vi la verdadera dulzura en el ronroneo de tus palabras hablándome con febril ternura, haciéndome llorar de alegría y erizando el bello de mi encarnadura. Siempre vi que la verdadera alegría era tener mis ilusiones alcanzadas mis deseos cumplidos día a día, y poder tener cerca de mi el amor, la amistad y la simpatía. ¡Y no estaba equivocado!. ¡No!. Pero gran error mi mente cometía, al pensar que no es provocado todo aquello que yo antes veía y era por nadie mediado. ¡Y bien que era mediado!. Pues mediaba mi querida Madre. Mi Madre de La AMARGURA. Que siempre por mi lloraste tanto, y vigilaste con tus ojos tiernos que no hubiese en mi vida ni un quebranto. Pon tu manto rojo sobre mi techo y posa las manos en mi congojo, tapa mi vista con tu traspasado pecho y evita en mi alma cualquier enojo. Mi dulce AMARGURA, mi amada Mater Dolorosa.

Semana Santa 1.998

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La Pecera 1998 by Juan Miguel Granados Morillo - Issuu