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Azahar

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Seis chavales

Seis chavales

Penetrante, limpio, primaveral, inequívoco, el aroma que la flor del naranjo deja suspenso en el ambiente de un pueblo andaluz cualquiera. Un olor que deja vislumbrar buenas nuevas, un estado de ánimo contradictorio con el que se siente el resto del año; no en vano está anunciando la Primavera, la salida del letargo invernal.

Pero en el caso de un pontano, este aroma de azahar tiene más significado, quizás un sentido de mayor profundidad. Nos anuncia que junto con la frescura primaveral nos llegan esos gloriosos días que durante todo el año estamos esperando, nuestra Semana Mayor.

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Ciertamente existen algunos naranjos dispersos por todo el casco urbano de Puente Genil, insuficientes para mi agrado, en sus jardines y calles. Pero hay unos pocos, que tal vez por su enclave o porque son más robustos y añejos que otros, me transmiten unas sensaciones más acentuadas y profundas; me estoy refiriendo a los pocos naranjos que se encuentran en la Plaza del Calvario. En este lugar a veces se concentra un intenso olor a azahar al llegar estas fechas, que al experimentarlo a veces llegas a escuchar una campanita, los acordes de una banda de música en la lejanía, el murmullo de cientos de personas que deambulan por las calles, e infinidad de sensaciones propias de lo que está por llegar.

Embriagado con el aroma y subyugado por los deseos se va alterando el estado anímico. Las contrariedades e incertidumbres que están haciendo que tú existencia no acierte con el equilibrio deseado, comienzas a verlas a través de un prisma distinto, más relajado; y te planteas dejarlos aparcados al menos durante estos pocos días.

Estimo que esto nos ocurre a muchos pontanos que apreciamos la Semana santa en lo más profundo de la misma. Estos días todos cantamos, e incluso nos sentimos poetas, y nos despojamos de l careta que durante el resto del año nos cubre el rostro, para dejar manifestarse nuestro espíritu más humano, más solidario y por supuesto más alegre.

Antonio Ortiz Gama.

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