La Historia de Tobías
Frente a frente Cada año tenemos una gran oportunidad a lo largo de la semana anterior al domingo de Pan y Peces, semana durante la que transcurren los cinco días en los cuales se celebra el Solemne Quinario al Señor de la Humildad y Paciencia, a nuestro Humilde. Oportunidad que se nos brinda de la manera y forma más generosa para que la aprovechemos gastando algo de nuestro inestimable y siempre escaso tiempo, en conversar de una manera especial con nuestro Titular, con la imagen que representa la sumisión absoluta a la voluntad del padre, con la advocación de la paciencia perenne y de la humildad más resignada, pues aún siendo el Hijo de Dios, se somete a las tribulaciones que le infringen los mortales sin otra razón que creerlo un loco peligroso. Está oportunidad no debemos dejarla pasar, pues Él mismo es quien reclama nuestra presencia durante esos días, El mismo es quien demanda nuestras atenciones y nuestras oraciones, El mismo es quien con una voz suave y amorosa, nos llama y recuerda que podemos disfrutar de su presencia como un verdadero amigo que es, y todo esto con solo y nada más que acercarnos un breve instante hasta su casa, hasta Él y acompañarle unos minutos para simplemente conversar de Tú a Tú. Estos pequeños instantes que dediquemos a tener su compañía y la atención de su Divina presencia, serán casi imprescindibles para cuando estemos debajo de nuestro capillo y con la vela encendida acompañemos su estación penitencial, ya que nos llenaremos de plena satisfacción cuando lo veamos moverse encima de los hombros de los hijos de Puente Genil y lo sentiremos más cerca que nunca aunque esté en su trono, lo tendremos de verdad caminando a nuestro lado, entre nosotros, notaremos su presencia tan próxima y tan gratificante su mirada, que volveremos a ese Tú a tú que días antes habíamos degustado y paladeado en el Quinario. Sentado frente a tu imagen Humilde noto como mi cuerpo se calma, siento el frío que provoca lo sublime al acariciar tu mirada mi alma. Ven mis ojos en los tuyos la paz que mi mente reclama, y oigo el leve murmullo de tu voz que con amor me llama.
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La Pecera nº 2