D E S C ON F IA N Z A
El día estaba frío, bajaba el ánimo de cualquiera. Me alisté, tomé el bus y me fui como todos los días. Cada cinco minutos, me acordaba de la vergüenza que había pasado un par de días atrás. Era imposible borrar de mi cabeza ese mal momento, y eso me entristecía bastante. Al acercarme a la escuela, poco a poco, me ponía más nerviosa. Las manos me sudaban; a cada paso que daba, se alocaba más mi corazón. No quería ver a esa persona. Tenía ese nudo cruel en la garganta, tan incómodo que al hablar sabía que mis lágrimas saldrían incontrolablemente. Solo me enfocaba en ir de frente a mi salón. Pensaba en tantas cosas que no me daba cuenta si me hablaban. Trataba de comportarme «normal», y creo que lo hacía bien: nadie preguntaba cómo me sentía. El día pasó, menos mal, pasó rápido; supe sobrellevar las horas. Sin embargo, sabía que tenía que decírselo a alguien en algún momento. Era complicado, pero no podía aguantarlo. Prendí mi celular; quería hablar con Andrea, solo en ella confiaba. Después de un rato, ella vino a mi casa. —Luciana, dime, ¿qué pasa? Me preocupas mucho. 83