
4 minute read
LA CHICA ESPECIAL
L A C H I C A E S P E C I A L
Fernando llegó corriendo. Hoy iban a experimentar con ranas en el laboratorio; él, obviamente, no pensaba perdérselo, amaba las ciencias y las asquerosidades. Se sentó junto al pituco de Mirko y el palteado de Omar, sus mejores amigos desde la infancia.
Advertisement
Entonces, la vio.
Una chica también había llegado tarde. Pasó y se encontró con sus ojos. Él la miró sin pestañar durante unos segundos. —¡Hey! Fernan, veo que ya le echaste el ojo a la chica nueva —le dijo Mirko— . Tal vez con ella si te hagas una.
Fernando respondió riendo. Debía aceptar que era hermosa y le picaba la curiosidad de conocerla.
Pasaron los días. Su nombre era Katia y Fernando la había conocido un poco, aunque no de la mejor forma y no necesariamente hablando con ella. «Los rumores en la escuela son como una infección, se propagan rápidamente» decía Omar. Todo empezó con Jorge, dijo que era una chica fácil y una regalada. Tal vez la razón por la que todo el colegio se lo creyó fue porque había una foto de ella en
69
pantis y un vestido corto, supuestamente mandado por Katia a Jorge, cuando eran novios. Su mala reputación había llegado.
A pesar de eso, Fernando se hizo su amigo. Nunca tocó el tema de la foto. Apenas podía hablar con chicas y atreverse a preguntar eso sería un descaro. Katia era divertida e inteligente, de esas personas que te hacen feliz al verlas. Pero todos saben que los más felices ocultan algo doloroso en su interior.
Llegó agosto. Fernando se sentía más atraído por Katia. Era una rutina encontrarse casi todo el tiempo. Dejó de reírse de los malos chistes sobre ella (una vez, al ver que él y Jorge se reía, con su carita triste, ella se alejó; Fernando se sintió culpable, ella era como una flor que él no podía lastimar). Aunque Omar y Mirko lo apoyaban, Fernando sabía que ellos seguían pensando que era una fácil. Además, había rumores de que Daniel, uno de los amigos de Jorge, estaba coqueteando con ella. A Fernando lo atormentaba la duda. «¿Será verdad todo lo que se dice de ella?... No, es imposible, ella es como un ángel», pensaba.
Llegó la fiesta de fin de año. Fernando solo esperaba la aparición de Katia, pero ella no llegaba. Pasaron las horas y escuchó gritos en la piscina. Katia estaba sentada con Daniel y detrás de ellos estaban los amigos de Jorge.
70
—¿¡Qué haces!? —escuchó la voz de Katia, luego vio cómo lanzaba una abofeteada. Daniel, en el instante, quitó la mano de su falda.
—Perdón, pensé que eras fácil —dijo Daniel con una sonrisa picona— . Vámonos chicos; no hay nada que hacer aquí.
Katia se mostraba sorprendida; no se movía ni hablaba. Su rostro dolido le rompió el corazón a Fernando. Entonces, corrió hacia ella y la abrazó. —Tranquila, todo está bien —llegó a decir. —Pensé que quería salir conmigo… No era así —respondió ella. —¿Querías salir con él? Es un idiota, un cobarde; es uno de los secuaces de Jorge. —No lo sabía —ella hizo una pausa—; dijo que yo soy una puta. —Solo él piensa eso —murmuró Fernando—, no lo hagas caso. —No mientas, Fernando. Todos creen que soy la fácil del colegio; que soy una puta —calló otra vez, luego siguió—: Las chicas no son mis amigas, piensan que me meteré con sus novios. ¿Crees que no sé cómo los chicos se detienen a verme y hacen comentarios de mí, de mi trasero?
71
—Yo no pienso eso. —Vamos, sé que algunas veces te reíste con los chicos de mí, de Katia la puta —dijo llorando. —No es verdad. En todo caso, no sería tu amigo, ¿no crees?
—¿Qué pensaste al ver la foto?
Fernando no quiso tocar ese tema. Le daba rabia pensar que Jorge había hecho eso, y le daba más rabia pensar que Jorge quería a ese chico, a Daniel y, por quedarse con él, había atacado a Katia con mentiras, seguramente pensando que así Daniel dejaría de interesarse en ella. —Fue estúpido lo que hiciste y lo sabes —dijo con la cabeza nublada.
—Estaba enamorada, y era muy joven para entender… —¡Tienes 16 años, maldita sea!
La cara de Katia se enrojeció. Ahora había rabia en su mirada. Volteó para irse. Fernando le pidió que se quedara. —¡Lárgate, Fernando! —gritó ella, derramando lágrimas.
Fernando, dudó por unos segundos. Al fin, decidió marcharse. La dejó sola. —¿No la volviste a ver?
72
—No —contestó Fernando.
—¿Eso es todo? —dijo el policía. —Sí —respondió Fernando.
Entonces, el uniformado le dijo que ya podía ir a su casa.
Fernando agarró su mochila y salió de la oficina. Afuera estaban dos desconsolados padres y ocho estudiantes más que faltaban declarar. Una chica se había suicidado no sin antes dejar un poema. Fernando conocía ese poema y conocía a la chica. Recordarla lo hizo llorar una vez más. Si aquella noche no la hubiese dejado sola, si le hubiese dicho que la amaba y que siempre la protegería, Katia, su chica especial, no se habría ido para siempre.
73