ANTOLOGÍA_HISTORIAS DE VIDA_JAIME GUADALUPE LOBATO

I. E. MAY. PNP FÉLIX ROMÁN TELLO ROJAS DIRECTOR

CMDTE. PNP LUIS MIGUEL MORALES ALVA SUBDIRECTORA LIC. CARMEN BORJA CERNA

COORD. GENERAL DE LA I. E. LIC. HÉCTOR PALOMINO GUERRERO LA MOLINA – LIMA

PROYECTO REALIZADO CON ESTUDIANTES DE 2° GRADO DE SECUNDARIA

JAIME GUADALUPE LOBATO Editor

Antología Historias de vida

H ISTO RIA S D E V IDA . Antología

© Selección, corrección, diseño y diagramación: 2021, Jaime Guadalupe Lobato © Jaime Guadalupe Lobato, editor.

Calle Lambayeque Mz. R, L 31, La Molina, Lima RUC: 10338133915 Teléfono: 982018369 E-mail: ejagulo@hotmail.com

Publicación electrónica Lima, abril de 2021 Se permite la reproducción parcial de esta obra siempre y cuando se cite la fuente.

A todas las personas que se inmortalizan en estas pequeñas historias de vida.

ÍNDICE Presentación .......................................................................................................11 1. La bruja rubia..........................................................................................13 2. Viaje a Pucallpa ......................................................................................14 3. Una exposición .......................................................................................15 4. El duende ................................................................................................15 5. Mi vida, mi historia ................................................................................16 6. Amor sin límites .....................................................................................17 7. La chacra de mi abuelo ...........................................................................18 8. El juego de las escondidas ......................................................................19 9. Tres días de vida .....................................................................................20 10. Un milagro ..............................................................................................20 11. La laguna encantadora ............................................................................21 12. Sirviendo hasta el final ...........................................................................22 13. La pierna ortopédica ...............................................................................23 14. Días difíciles ...........................................................................................23 15. El mendigo y la bolsa de cereales ..........................................................24 16. El Chullachaqui ......................................................................................25

17. Una serpiente ......................................................................................... 26 18. El viaje a Lima ....................................................................................... 27 19. El puente de Kivinaki ............................................................................ 28 20. Recuerdos de un viaje ............................................................................ 28 21. Mi dulce Tyra ......................................................................................... 29 22. Los animales de oro ............................................................................... 31 23. El regreso inesperado ............................................................................. 31 24. El castigo ................................................................................................ 32 25. Un secreto .............................................................................................. 33

Presentación Cuántas veces hemos escuchado decir a padres de familia: «Mi hijo(a) ya sabe escribir».

dependerá del grado de estudios y de la exigencia que hayan tenido anteriormente.

¿Qué significa saber escribir? ¿Juntar unas cuantas letras y formar palabras y oraciones separadas, es todo?

Por lo que vemos y conocemos (que es limitado, además), escribir algo que sea agradable y bello, es decir, de manera artística, no es muy común en el ambiente escolar. Casi siempre, nuestros estudiantes escriben textos impuestos, también con temas impuestos, y, como es de esperar, los resultados son poco auspiciosos.

Para Cassany (2021), escribir es una actividad muy compleja; es una de las actividades más complejas que hacemos las personas.

Entonces, ¿cómo podemos ayudar a nuestros estudiantes a hacer menos difícil esta actividad?, ¿de qué manera podemos desarrollar en nuestros alumnos el «arte de escribir»?

No tenemos una receta para tales desafíos. Además, los mismos docentes necesitamos fortalecer nuestras capacidades de escritura.

Lo primero que tenemos que hacer es conocer la experiencia de los estudiantes en la escritura de texto, y esta

Es importante, entonces, que, si queremos que el acto mismo de la escritura no se convierta en más complejo de lo que ya es, los docentes debemos explorar nuevos caminos y presentar a nuestros estudiantes actividades que agilicen el proceso de creación y redacción.

En ese sentido, plasmar alguna historia familiar podría significar el primer

peldaño hacia la escritura como experiencia artística.

familiar; luego, siguieron el proceso de textualización y revisión.

Este pequeño libro Historias de vida es una muestra de lo que nuestros estudiantes pueden hacer como un pequeño ejercicio de iniciación. A simple vista, parece algo irrelevante. Pero, si profundizamos en el proceso, nos daremos cuenta de que hay una combinación de todas las capacidades de la competencia comunicativa escribe. Además, del fortalecimiento de las otras dos competencias: se comunica oralmente y lee.

En lo que concierne al trabajo con los estudiantes de segundo grado de secundaria de la I. E. «May. PNP Félix Román Tello Rojas», esta pequeña experiencia es el punto de inicio para la escritura de cuentos y ensayos literarios (textos que incluiremos en el Plan Lector), que, sin duda, contribuirán al desarrollo de las tres competencias comunicativas; asimismo, estimularán la creatividad y el pensamiento crítico; y, algo fundamental en estos tiempos difíciles de pandemia, promoverán el bienestar emocional de todos.

Para escribir la historia, en primer lugar, los estudiantes tuvieron que escuchar atentamente el relato de un

El editor

La bruja rubia En un pueblo llamado Jequetepeque ubicado en el departamento de La Libertad, mi bisabuelo compró una chacra muy grande.

Al pasar de los años, mi bisabuelo se dio cuenta de que en una parte de la chacra había una cabaña hecha de paja.

Al ingresar en ella, vio un cráneo. Pensó que era el de un brujo, ya que en ese sitio se realiza mucha magia negra.

Una tarde, en el ordeño, se dio cuenta de que el cráneo lo seguía. Como mi bisabuelo era un hombre fuerte, no se asustó ni le dio importancia. Pero se volvió algo constante; todas las tardes el cráneo lo seguía y mi bisabuelo lo pateaba. Sin embargo, un día se hartó y

decidió ir a un brujo. Este le dijo que el cráneo le pertenecía a una rubia que había estado enamorada de él, y que lo quería llevar a un lugar donde había un tesoro. El brujo le propuso ir, pero él no aceptó. Lo que más quería era deshacerse del cráneo de todas formas. Decidió regalárselo a un brujo de la zona.

Poco tiempo después, él enfermó y descuidó la chacra. Finalmente, por problemas económicos, tuvo que venderla.

Eduardo Escobar Salvatierra

Historias de vida

Pasaron los meses y un perro llegó a su chacra empujando el cráneo. Ya cansado, mi bisabuelo lo cogió y lo enterró. El cráneo dejó de molestarlo, no obstante, el perro empezó a visitarlo constantemente. No lo botaba porque podría cuidar su chacra cuando él no estuviese. Con los días, se encariño demasiado con el perro que, cuando murió el animal, mi bisabuelo se resintió mucho.

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Viaje a Pucallpa En una de nuestras vacaciones, mi esposo, tu padre y yo viajamos a Pucallpa. Nos hospedamos en un lindo hotel y descansamos el primer día.

Historias de vida

Al día siguiente, (aproximadamente a las siete de la mañana) mi esposo salió para buscar el auto que se encontraba en un estacionamiento fuera del hotel, para poder salir a pasear en la ciudad. Mi hijo Giovanny de tan solo un año y siete meses se fue con su carro de juguete atrás de él.

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A eso de las nueve de la mañana, salí y encontré a mi esposo solo.

Cuando le pregunté por nuestro niño, me dijo que no lo había visto. Sin zapatos, recorrí toda la ciudad, mientras preguntaba a la gente si lo habían visto, pero solo me dijeron que, hasta la hora, lo más probable es que él haya muerto y que lo

utilizarían como medio para pasar drogas.

Con toda la desesperación, sin haber desayunado y almorzado, regresé al hotel, con una pequeña esperanza de que mi hijo seguía vivo y que mi esposo lo había encontrado, pero lo encontré a él sin mi hijo. De pronto, escucho decir a un señor: «¿De quién es este niño?».

Volteo rápidamente a ver, y era mi hijo sentado en el carrito del heladero, comiendo un helado tranquilamente.

Con toda la desesperación, no me había dado cuenta que mi hijo estaba a dos metros de la puerta del hotel.

Jennifer Salazar Llaguento

El duende

Voy a relatar una historia que me contó mi abuelita, y que le ocurrió cuando era una adolescente. Ella tendría la edad de 13 o 14 años, cursaba el tercero de secundaria y su profesora de Geografía les mandó a describir un paisaje del lugar donde vivían; entonces, como su papá era administrador de la hacienda Cieneguilla, tuvo que describir dicho lugar. Pero no todo quedó en el papel, pues tuvo que exponer —para su mala suerte en ese tiempo no le gustaba hablar en público—. Sin embargo, esa exposición fue muy aplaudida, porque sus compañeras se asombraron pensando que era una hacendada. «Con razón su papá la trae a la escuela todas las mañanas en su carro», comentaban.

Así es como esta historia es recordada por sus compañeros que ya son mayores, tomándola como una anécdota, y es algo que ella nunca olvidará.

Cuando mi mamá vivía en la sierra, le gustaba pastear ovejas y vacas. Un día, cuando estaba en el campo, una oveja se separó del rebaño. Mi mamá fue a buscarla. La encontró junto a un árbol robusto. Antes de alejarse, vio un hueco en el árbol, pero ella no le tomó importancia, pensó que sería el escondite de alguna ardilla u otros animales.

Fátima Castro Sosa

Juan Pablo Rosas Cruz

Al regresar a su casa con los animales, mi mamá vio a un bebé en su puerta.

Al acercarse, el bebé salió corriendo y se perdió entre las hierbas. Entonces, ella se metió a la casa y le contó a su abuelita lo que había visto. La anciana le dijo que, de seguro, era un duende.

«Así le siguen a uno cuando vemos su casa», indicó. Mi mamá ya no quería ir más al campo. Pero como las ovejas necesitaban alimentarse, alguien tuvo que acompañarla. Nunca más volvió a ver a aquel bebé.

Historias de vida

Una exposición

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Historias de vida

Mi vida, mi historia

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Mi historia comienza cuando llegué de Huancavelica a Lima, a los 15 años.

Estaba acostumbrada a los campos, y cuando viajé a Lima noté que era muy distinto al lugar de donde provenía. Era un cambio drástico, pero, a pesar de eso, comencé a estudiar y a trabajar para tener una profesión. Un día saliendo para irme a trabajar, en el paradero, me encontré con una amiga; un cadete de la PNP la acompañaba. Ella me lo presentó como su amigo. Desde entontes, poco a poco, él y yo nos fuimos conociendo y nos hicimos amigos.

Pasaron los años y me di cuenta que me había enamorado de él; admiraba mucho el honor que sentía por su vocación y el arduo trabajo que él realizaba. Así que, un día, le expresé mis sentimientos y al parecer él sentía lo mismo. Al final, me pidió para ser su pareja.

Tres años después nos casamos.

El segundo año que él estuvo de Alférez, le mandaron a trabajar a la ciudad de Puno. Al siguiente mes, viajé para volver a encontrarnos. Algo que nunca olvidaré son las primeras semanas que estuve en ese lugar. Me llamaron mucho la atención las creencias de los habitantes de estos pueblos de Puno, sobre todo la historia del Caricide en el pueblo de Huayopata. Se trataba de un hombre convertido en animal.

Estuvimos tres años en Puno. Ahí tuve mi primer hijo. Luego viajamos a Cusco por un par de años, para luego volver a Lima. Y fue así como, a lo largo de los años que viajamos, fui formando y criando a mi familia.

Raquel Jennifer Granda Yparraguirre (Una pequeña anécdota contada por mi abuela).

Amor sin límites Hace una década atrás, vivía en Japón la familia Romero Chan. Tenía tres hijos: Julio, Akemi y Amida. En 1915, la familia decidió viajar a Perú con la finalidad de emprender nuevos proyectos, entre ellos, comprar terrenos para formar haciendas en Trujillo. Julio, el hijo mayor, era el encargado de contratar a los peones para trabajar en dichas haciendas. Un día, la familia Romero eligió un capataz. El puesto lo ocupó don Sagástegui, caracterizado por ser responsable y muy amable. Una de sus funciones era vigilar las haciendas.

—¡Hola! Soy Julio, el dueño de la hacienda donde trabaja don Sagástegui.

Historias de vida

Un sábado por la tarde, Julio fue a la hacienda principal para entregar el salario de los peones a don Sagástegui, pero se dio con la

sorpresa que él no estaba. En consecuencia, el joven, de descendencia japonesa, se dirigió a la casa del capataz para saber qué sucedía. Lo atendió Sabina, una hermosa joven, de tez trigueña, contextura delgada y muy alta. Él, impresionado, se quedó mirándola fijamente, y le dijo:

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—Mi padre, lamentablemente, el día de ayer sufrió un accidente cuando regresaba a casa.

—Oh, qué pena…, y ¿por qué no me hicieron llegar la noticia?

Historias de vida

Desde aquel día, Julio no dejaba de pensar en aquella joven y decidió cortejarla. Un tiempo después, formalizaron la relación. Se casaron en 1925. Es así que, el 1 de octubre de 1931, nació su primer hijo llamado Ángel Romero Sagástegui. Sin embargo, en diciembre del mismo año a Julio le detectaron cáncer terminal del estómago. Los médicos le dijeron a Sabina que lo único que podía hacer era darle a su esposo calidad de vida el poco tiempo que le quedaba.

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Finalmente, se cumplió lo que los doctores dijeron, Julio falleció en enero de 1972.

Marcela Aponte Romero (Este cuento fue escrito con mucho cariño en honor a la historia que me contó mi abuelo).

La chacra de mi abuelo Era de noche. Mi abuelo decidió ir a su chacra que quedaba cerca. Mi abuela y sus hijos se quedaron en casa.

Mi abuelo cuenta que cuando estaba llegando a la chacra, escuchó ruidos. Al asomarse para ver de qué se trataba, se encontró con un espíritu (no sabe qué fue exactamente). Dice que se quedó paralizado. Algunos segundos después, el «espíritu» desapareció. Mi abuelo, al reaccionar, regresó a casa. Pocos días después, enfermó aproximadamente una semana, luego, con el pasar del tiempo, mejoró. Desde ese momento decidió no volver a ir a su chacra de noche. Ya han pasado varios años. Ahora, cada vez que se va, siempre tiene miedo de que le vuelva a pasar lo mismo.

Ariana Gabriela Yataco Crispin

El juego de las escondidas

Una de esas noches, mientras jugaban a las

escondidas, su hermano se perdió en el bosque. Todos estaban preocupados, ya que no volvía. Los mayores fueron a buscarlo, y como ella era pequeña aún corrió a contarles a sus padres. Después de unas horas, sus padres regresaron, pero dijeron que no lo habían encontrado. Mi abuela, entonces, casi sin esperanzas, fue a buscarlo detrás de la casa, y se llevó con la sorpresa que su hermano se había ocultado ahí.

Al final, decidieron ya no jugar a las escondidas debido a lo que había pasado.

Maritza Mora Frias

Historias de vida

Mi abuela me contó que cuando era una niña, en la noche, sus hermanos y amigos se iban a jugar en el bosque. (En las mañanas, ella siempre iba a la chacra con sus hermanas y su mamá a cosechar; y, en la tarde, se iban todos sus hermanos a ver al ganado que ellos tenían. Dice que, como no tenían dinero, para comprar juguetes, ellos mismo se los hacían con paja, madera, soga y otros materiales, con los que jugaban con sus amigos y hermanos por la noche).

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Tres días de vida

Un milagro

Esto es algo que le pasó a mi abuelo.

Cuando mi abuelo tenía 25 años estuvo a punto de morir. Se encontraba en la sala de emergencia del hospital. Era una fila de pacientes y cada noche, de seguro, uno de ellos fallecía. La noche que, supuestamente, le tocaba a él, los doctores llegaron, lo revisaron y lo llevaron a la sala de reposo.

Historias de vida

Hace cinco años, mi abuelo y mi familia estaban cenando y charlando como siempre. De un momento a otro, mi abuelo empezó a temblar y casi no podía respirar. Todos pensaban que se estaba ahogando, pero no era así. Llamaron una ambulancia, sin embargo, como no llegaba, le pidieron a mi vecino que lo llevara al hospital en su carro.

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En el hospital, después de tantos análisis, le dijeron que le quedaban tres días de vida. Toda mi familia estaba asustada y triste por eso. Pasaron tres días y él estaba mejor; nadie entendió por qué la enfermera le dijo que le quedaba ese tiempo de vida.

«Y aún sigo vivo y sano», me dice, sonriendo.

Samantha Chuquiyauri Sejo

Al día siguiente, un doctor fue a verlo y lo encontró con los ojos abiertos. Entonces, el médico le dijo que aún tenía una vida por delante, luego le contó lo que había sucedido. «El paciente que estaba a su costado en la sala de emergencias, lastimosamente, falleció», le dijo.

Mi abuelo se quedó en shock. Pero, pensó que, posiblemente, ese día él dejaría este mundo. No obstante, agradece a Dios por tenerlo con vida hasta hoy.

Nicole Alexandra Luna Pacheco

La laguna encantadora En un lugar muy lejano de los andes, denominado Huaracayo, un pastor salió de su casa una mañana, como todos los días, a realizar el pastoreo de sus ganados. El joven se llamaba Fernando y tenías aproximadamente 25 años de edad. Él nunca imaginó lo que le sucedería al acercarse a la laguna que se ubicaba en la parte más alta del cerro. Según cuenta, por un tiempo indeterminado, perdió el conocimiento de la realidad y solo se sentía atraído por una bella ciudad llena de luces, que en ese momento podía ver.

A la mañana siguiente, muy temprano, salieron a buscarlo. Después de lagunas horas de recorrer los montes y cerros, vieron a Fernando de regreso.

Corrieron todos a preguntarle qué le había sucedido. Él respondió que cuando llegó a la laguna vio una inmensa ciudad, y no recordaba nada más. Al despertar, se encontraba en la orilla de la laguna, tiritando de frío.

Los lugareños se asombraron de lo sucedido. Uno de ellos, el más viejo, dijo que gracias al machete que llevaba en la mano el joven Fernando se había salvado de morir o desaparecer en la laguna. Según este señor, el machete es un metal que contrarresta los encantos.

Además, dijo que el perro que lo acompañaba le había defendido cuando estaba bajo el encanto de la laguna.

Jamier Isael Soto Caisahuana

Historias de vida

Por otro lado, la familia de Fernando estaba preocupada. Pasaban las horas y él no regresaba a casa. Y así, llegó la noche y él no aparecía. La oscuridad se apoderó del lugar. Los pocos habitantes del pequeño pueblo no contaban con linternas para buscarlo, y, además, no tenían ni idea de dónde se

encontraba. ¿Qué le habrá pasado?, se preguntaban todos.

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Sirviendo hasta el final Cuando el terrorismo golpeaba duramente al Perú, mi abuelo se incorporó al ejército.

Un día en el que el enemigo atacaba con fuerza, él y unos cuantos amigos salieron a patrullar las calles. Mi abuelo se percató de que había un mensajero que los había visto. Fue tras él, y, sin dudarlo, lo disparó.

Al escuchar el alboroto que produjo, regresó donde sus amigos.

Historias de vida

Días después, en una de sus rondas, se encontró con su primo, también parte del ejército.

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Al día siguiente, el grupo de militares, en el que patrullaba su primo, fue detrás de ellos con tanques.

Lamentablemente, los terroristas los acorralaron. Un tanque explotó y su primo salió volando. Cuando mi abuelo se enteró de que su

primo había perdido una pierna y que sus compañeros lo habían fusilado, se enojó, pero no pudo hacer nada más.

Con dolor, siguió con su trabajo de patrullar.

Casi al final de esa época de terror, mi abuelo decidió retirarse: era momento de reencontrarse con su esposa e hijos. Le entregaron medallas de honor por haber servido a la patria en momentos tan complicados, tan complicados que nunca puede olvidar.

Jeremy Toribio Revollar

La pierna ortopédica

Días difíciles

Cuando mi abuela tenía alrededor de diez años le gustaba mucho trepar árboles. Un día de esos cayó de un árbol y un clavo se metió en su pie. Ella, sin mayor importancia, se sacó el clavo y siguió así sin decir nada de lo que le había sucedía. Pasaron los días y le empezó a doler el pie; además, se le ponía morado. Sus padres se dieron cuenta, pero tarde. Pronto la infección avanzó hasta llegar a la rodilla. Llevaron a la abuela al hospital y el médico tuvo que córtale la pierna.

Mi vida era normal, hasta que llegó la pandemia. Y lo peor vino en la segunda ola: se contagiaron mis papás y mi abuelita.

La pierna ortopédica acompaña a mi abuela desde su niñez. Su vida habría sido diferente si les hubiese condado a sus padres aquel accidente.

Se gastaron más de 50 mil soles para comprar balones con oxígeno.

Pensábamos que mi abuelita se iría muy pronto; pero, días después, el doctor dijo que estaba mejorando.

Koral Diaz Espinoza

Historias de vida

Luana Akajosi Orellana

Mi abuelita se quedó en su casa con mi tía, mientras que mi familia y yo nos fuimos a la Villa Panamericana para asegurarnos. Estuvimos catorce días encerrados. Durante ese tiempo había desesperación por el estado de mi abuelita; ella estaba muy mal.

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El mendigo y la bolsa de cereales Un día, mi padre y yo salíamos del supermercado con muchas compras.

Cuando ya estábamos en los estacionamientos, mi papá se puso a guardar las compras en el auto, pero una llamada telefónica le interrumpió. Se alejó unos pasos del auto y se puso a conversar. En ese momento, yo observé a un mendigo sentado en la puerta del supermercado.

Decidí acercarme y regalarle una bolsa de cereales para que no tuviera hambre.

Historias de vida

Cuando mi papá terminó su llamada, se percató de que le faltaba una

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bolsa de cereales. Me miró algo sorprendido. En seguida, se dio cuenta del mendigo con la bosa en las manos. Pensando que nos había robado, se dirigió hacia él y le llamó la atención. Yo le dije que el señor no había hecho nada.

—Yo le regalé esa bolsa de cereales para que no tuviera hambre —le confesé.

Mi papá, al conocer el hecho, me felicitó y le dio al mendigo más productos de primera necesidad.

—¡Muchísimas gracias y bendiciones! —me dijo el hombre.

Yo recuerdo muy bien y con mucho agrado ese sentimiento que me quedó después de hacer una buena acción, y mi papá aprendió a no juzgar sin saber los hechos.

María F. García Blázquez Sánchez

El Chullachaqui En el año 2014, en el mes de diciembre, mi abuela fue a la selva (Tarapoto) y dice que le advirtieron del chullachaqui. Ella se rio y dijo que no creía en los duendes.

Un día, salió a trabajar en el bosque. Ya dentro de la selva, vio a un niño llorando. Ella quiso ayudarlo, pero él se marchó corriendo. Mi abuela lo perseguía y perseguía, hasta que se dio cuenta de que se había perdido: no sabía dónde se encontraba. Menos mal, alguien que había seguido sus pasos y que conocía la selva, la ayudó.

Ella se asustó. Antes de que pueda pronunciar palabra, sintió un latigazo.

Era el chullachaqui, pero ella no lo veía. La persona

—Así se aleja el chullachaqui cuando se siente vencido —le dijo el hombre.

Angelo Malca Contreras

Historias de vida

—El niño que acabas de ver es el chullachaqui —le dijo.

que la había seguido tuvo que hacer un ritual para que el chullachaqui se marchara. Al final, mi abuela observó cómo se movían de forma rara los árboles. Le preguntó a su acompañante por qué se movían de esa forma.

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Historias de vida

Una serpiente

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En el año 2010, mi papá fue cambiado para trabajar en la ciudad de Chota, en Cajamarca, y como mi hermano y yo estábamos muy pequeños, mis padres decidieron que toda la familia viajaría para vivir en ese lugar. Allí estuvimos tres años; estudiamos en colegios que son diferentes a los de Lima; pudimos apreciar la naturaleza y vivir muchas experiencias nuevas como una lluvia intensa, escuchar truenos, observar relámpagos y también arcoíris. En una oportunidad, saliendo de la casa para ir a la comisaría, mi papá se encontró con una serpiente, frente a frente.

Naturalmente, se asustó. Se quedó quieto, y, con mucho cuidado, llamó por teléfono a los policías. Estos vinieron de inmediato, atraparon a la serpiente y se la llevaron. Luego, todos salimos a ver qué pasaba. Mi papá nos contó lo sucedido y no echamos a reír: no era posible que un policía llame a otros policías para cazar una serpiente;

creo que mi papá se olvidó de que era policía... jajaja.

Renato Josue Jacinto Barco

El viaje a Lima Cuando Gregorio tenía diez años, viajó a Lima. Se había criado en la Sierra y no sabía leer ni escribir. En la capital, se puso a trabajar en una tienda en Magdalena del Mar. El dueño le dijo: «Gregorio, cuando recibas dinero, debes asegurarte de que te den el dinero».

Pero, Gregorio, por ejemplo, cada vez que le daban un sol, él les entregaba un sol con veinte céntimos.

Una semana después, la mujer del dueño le preguntó a este que por qué no había ganancias; «En vez de que estemos ganando, estamos perdiendo», le dijo.

Luego de esa experiencia, Gregorio aprendió a contar el dinero; además, comprendió lo importante que era en la vida llevar bien las cuentas.

Llegó a Lima en 1960, aprendió muchas cosas aquí, y, lo más importante, conoció al amor de su vida.

José Mark Ríos Cajahuaman

Historias de vida

Entonces, el dueño fue a vigilar qué hacía Gregorio (el muchacho, en ese momento, atendía a una persona). Antes de que la mujer saliera de la tienda, se le acercó y le pidió que le muestre cuánto de vuelto le había entregado Gregorio.

Resultó que la señora tenía en la mano el precio del producto más veinte céntimos.

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El puente de Kivinaki

Recuerdos de un viaje

En Kivinaki (Junín) vive la amiga de mi mamá. Cierto día, ella fue a visitarla, en su cumpleaños. A eso de las ocho de la noche empezó a llover, por lo que mi mamá se quedó a dormir en la casa de su amiga. Unos ruidos de instrumentos, la despertaron. No sabía de qué se trataba. Entonces, su amiga le contó que, en el río, debajo del puente, había duendes y que a partir de las doce de la noche salían a tocar y a cantar.

Como mi mamá se mostraba incrédula, su amiga le dijo que no estaba mintiendo. Un día, se habían juntado los vecinos para averiguar de dónde venía el ruido. Alrededor de las doce y media de la noche, vieron salir un duende con una trompeta, enseguida, se dieron cuenta de que otros duendes, con distintos instrumentos, estaban frente al primero.

Como estaba lloviendo, una señora se resbaló y, con el ruido, los duendes desaparecieron.

Un día, con mi madre y mis hermanos, viajé a Huánuco (Cohéchense), donde vivía mi padre y mis abuelos.

Nos presentaron con tíos y primos, luego mi abuela nos llevó a ver sus chacras. Había varias hectáreas de sembríos; se parecía mucho a los campos que una vez visitamos en Amazonas, en el pueblo de Pircapampa, donde se crio mi madre con sus hermanos.

Sergio Carrasco Huaman

Cuando mis tíos quisieron invitarnos paltas, mi mamá se las ingenió: agarró un palo con un gancho de metal y se subió a un árbol sosteniéndose de una rama. Pronto enganchó una palta y jaló el palo con fuerza. Justo en ese momento, mis hermanos y yo estábamos en el lugar donde iba a caer la palta; nos hicimos a un lado, pero mi hermano menor no se movió y la palta cayó en su frente y le hizo tremendo chinchón.

Sergio Alejandro Camargo Mestanza

Mi dulce Tyra Una noche de verano, caminaba paseando a mi perro. Corría una brisa muy fresca y dulce. De pronto, escuché un leve llanto canino. «¿Qué es eso?», me pregunté. Y decidí buscarla. Mientras más seguía el agudo llanto doloroso de una bella criatura, más se me rompía el corazón.

Caminaba, caminaba y más oscura se hacía la calle; las piernas me temblaban y mi perrito lleno de susto se puso detrás de mí. «¡Poom!», escuché un golpe, «¡poom!», otro. ¿En dónde me había

metido? Nuevamente, el llanto cercano del animal me dio ánimos. «¿Qué es eso?», murmuré. Era una sombra creciente en forma de bestia: dientes afilados y con garras enormes. «¡No debí haber hecho esto; ahora está en juego mi bien y el de mi cachorro!», me lamenté.

Sin embargo, mis ojos lograron ver mejor. Era un cachorro aquella bestia...

Estaba muy lastimado. ¿Qué hacía amarrado a un basurero?

Yo no sabía qué hacer. Al final, se me ocurrió una idea.

Al llegar a la caseta de serenazgo, el vigilante me miró muy extrañado, y dijo:

Historias de vida

Camino a la caseta del serenazgo, me di cuenta de que era hembrita. «¿Quién te hizo esto?», le pregunté.

Ella me miró con ojos de tristeza y dolor.

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—Señorita, ¿qué hace usted con «semejante cosa»?

Entonces, entendí que no podía dejarla ahí, mientras encontraba a su dueño.

—Esta hermosa y dulce perrita es mía —le contesté con voz irritada—. ¿Tiene algún problema con ella?

El hombre dejó de sonreírse y me preguntó que en qué podía ayudarme; yo le dije que me gustaría saber si había escuchado quién le había hecho «semejante» daño a mi can.

Historias de vida

—Hace un par de semanas supe que un grupo de jóvenes la robaron por pura diversión —me dijo—. La maltrataron y luego la dejaron tirada por algún lado; después de eso no supe más, señorita.

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Le agradecí por la información y me retiré. Camino a casa solo pensaba en lo que haría con ella; no sabía si en casa la querrían. ¿O tendría que llevarla a un veterinario primero para que la revisen?

En casa, todos me miraron extrañados y me preguntaron de dónde la había sacado. La historia de la perrita les conmovió y estuvieron de acuerdo con buscar a sus dueños.

Fue un largo camino. Volanteamos todo el lugar, pero nadie llamaba por ella. Mientras esperábamos que alguien nos contactara, la llevamos al veterinario. Él la curó y nos instruyó sobre ella, ya que estaba muy delicada a causa de todo el dolor y sufrimiento que había pasado.

Pasó un mes y aún nadie la buscaba, por lo que tomé una gran decisión; reuní a toda mi familia en la sala y les comenté que la quería adoptar. Todos quedaron perplejos por mi decisión, pero la aceptaron y me apoyaron.

Llevamos poco más de un año con mi bella Tyra. Sí, la nombramos así y le encanta su nombre; ella es muy feliz y nosotros también.

Sabrina Galindo Egúsquiza

Los animales de oro

El regreso inesperado

Mi familia y yo fuimos al pueblo de mi abuelo, Omas, provincia de Yauyos.

Un grupo salimos temprano, mi tío y mi abuelo partieron por la tarde.

Cuando era niño solía escaparme de casa. Recuerdo que todas las noches salía a jugar con mis amigos, hasta que todo cambió. Mi madre había regresado antes de su trabajo y no me encontró en casa. Por más que insistí, ella no me abrió la puerta. Lo hizo recién al salir el Sol. Con una mirada aterradora, me dijo que no actúe por actuar; que antes de actuar piense si no voy a hacerle daño a alguien, y si lo que haré es algo bueno.

Algo parecido le había pasado al padre de mi mamá. En uno de sus viajes, vio un zorro con un pelaje brilloso, pero también a él se le escapó y se fue.

Nicolas Ponce Cristobal

—Nunca más confiaré en ti —pronunció señalándome con el dedo índice.

Le juré que nunca más saldría de casa sin su consentimiento.

—No metas a Dios en esto —me dijo—. Lo tendrás que demostrar con hechos, no con palabras —concluyó.

Desde entonces, siempre trato de pensar antes de actuar, aunque no es fácil.

Joaquim Fabricio Dipas Inga

Historias de vida

Cuando llegó la noche, ellos seguían en camino. En algún momento, como los dos quisieron descansar y estirar las piernas, salieron del auto. Mi tío escuchó un ruido y, al voltearse, vio una pata con sus crías que tenían el plumaje bonito y brilloso. (Cuenta la leyenda que cuando estás en carretera, lejos de la ciudad, es muy raro que encuentres animales así; también dicen, que, si logras atraparlos cubriéndolos con una manta, te dan vasijas de oro).

Pero, lamentablemente, mi tío no llegó a alcanzarlos.

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Historias de vida

El castigo

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Era una mañana de un sábado y ya tenía planes: jugar todo el día en mi PC. Por eso, cuando mi mamá me dijo que la acompañara a su trabajo (que queda un poco lejos), le respondí que no me sentía bien, y preferiría quedarme en casa. Mi mamá no me creía; sabía que le estaba mintiendo, y me castigó con algo que no me lo esperaba.

Fui a mi cuarto y esperé; mi mamá siempre llegaba a las nueve de la noche.

Ella salió de la casa y yo me puse a jugar. ¡Más piña! A los quince minutos, se cortó la electricidad.

Seguro que ya volverá, me dije, y esperé un rato. Las horas pasaban y nada.

Estaba ansioso, y más ansioso me puso cuando llegó la noche: mi mayor miedo era la oscuridad. Lo raro era que en la vecindad sí había luz.

Edwin Daniel Loayza Gamboa

Y mi mamá y la luz llegaron juntos.

—Eso para que nunca más me mientas —me dijo ella, con una sonrisita de vencedora.

Recién me di cuenta de que me había hecho una trampa.

Un secreto La historia de los bisabuelos es algo que, hoy por hoy, en el siglo XXI, no es inusual.

Ellos se conocieron en un barco de regreso a casa. El abuelo era un marino y la abuela, una señorita encantadora de quince años, pero estaba embarazada.

El niño Pedrito nació dentro del matrimonio de los abuelos, y fue firmado y criado como un hijo por el abuelo. Lo que se sabe es que la abuela, en realidad, salió embarazada de un

Loza, o sea, de su tío o primo hermano.

Lo que sí queda claro es que no fue abuso y que la maldición de los Loza, en realidad, existe. La abuela es una Loza y, aparentemente, el papá biológico del niño fue el primo hermano de la abuela. ¡Ah, y por qué «la maldición Loza»! Pues, porque Manuel Loza fue rechazado por la familia después de haber comenzado una relación con su tía Julia Flores, hermana de madre de su después esposa Pamela Loza, su prima hermana. Por eso se dice que hay una maldición Loza.

Natalia Leonor Prado Arizaga

Historias de vida

Si la abuela no fue rechazada por la familia fue porque nadie supo que en realidad el tío Pedro no era hijo del abuelo; todos creían que había sido concebido dentro del matrimonio.

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Otras publicaciones electrónicas del editor Antologías:  Mis primeras letras: La fiesta del cuento en mi cole 1 (2018)  Mis primeras letras: La fiesta del cuento en mi cole 2 (2020)  Sembrando versos en el cielo, antología poética (2020)  Historias sin cuarentena (2020) Blog: https://jaimeguadalupelobato.blogspot.com/ MUNDOBUENO: LECTURA, ESCRITURA Y VIDA

Distinciones

Premio Nacional de Educación «Horacio Zeballos», en el 2014, con el libro de cuentos La felicidad no pasa por aquí.

Primer Premio en la X Jornada de Investigación Científica (2015), organizada por la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas, en el área académica de Textos Literarios, con el libro de cuentos Todos los hombres nacen solos.

JAIME GUADALUPE LOBATO (Amazonas, 1976) Profesor de Lengua y Literatura, licenciado en la especialidad de Filosofía y Religión, y magíster en Administración de la Educación.

Es docente nombrado de la I. E. «Ramón Castilla» de la ciudad de Luya. Actualmente, está laborando en la I. E. Félix Tello Rojas de La Molina – Lima.

Ha publicado los libros de cuentos Las batallas de cada día (2014) y La felicidad no pasa por aquí (2018).

Premio Nacional de Educación «Horacio Zeballos», en el 2018. Área: Proyectos de producción de textos literarios; obra: Cómo tejer historias: Estrategias para escribir cuentos.

Fue elegido como uno de los 20 docentes que están transformando la educación en el Perú, en el Premio Maestro Excelencia, organizado por el BCP e IPAE, en su primera edición 2019.

Finalista en el Premio Nacional «Maestro 2019», organizado por la Oficina Nacional de Educación Católica.

Cómo tejer historias: Estrategias para escribir cuentos.

Premio Maestro de Amazonas 2019, categoría Maestro Innovador, otorgado por el Gobierno Regional de Amazonas a través de la Dirección Regional de Educación de Amazonas.

Aulas activas: Estrategias para formar nuevos ciudadanos

Condecorado con las Palmas Magisteriales 2020, en la categoría Maestro.

También ha publicado los libros: