HISTORIAS SIN CUARENTENA: ANTOLOGÍA

Nuestros frutos JAIME GUADALUPE LOBATO

A N T O L O G Í A

s a i r o t s a i n H rente a u c sin

I.E. MAY. PNP FÉLIX ROMÁN TELLO ROJAS Comunicación, 2° grado de secundaria

Mayo, 2020

HISTORIAS SIN CUARENTENA NUESTROS FRUTOS: Antología © Selección, estudio y notas: Jaime Guadalupe Lobato, 2020

© Jaime Guadalupe Lobato, editor Fondo Editorial Mundobueno Calle Lambayeque Mz. R, L 31, La Molina, Lima RUC: 10338133915 Teléfono: 982018369 E-mail: ejagulo@hotmail.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la previa autorización escrita del compilador-editor.

Publicación virtual Lima, mayo de 2020

INNOVACIÓN

CREATIVIDAD

MEJORAR

Y

PARA

LOS

APRENDIZAJES,

PROMOVER

LA

PRÁCTICA

VALORES

CALIDAD

Y

DE

LA

HUMANA.

CONTENIDO 4 ALGUNAS PALABRAS 4 SOBRE EL PROYECTO 5 PRESENTACIÓN 18 NUESTROS FRUTOS HUELLAS EN EL MAR

I. E. E. MAY. MAY. PNP PNP FÉLIX FÉLIX ROMÁN ROMÁN TELLO TELLO ROJAS ROJAS I. DIRECTOR CMDTE. PNP LUIS MIGUEL MORALES ALVA

SUBDIRECTORA LIC. CARMEN BORJA CERNA

COORD. GENERAL de la I.E. LIC. HÉCTOR PALOMINO GUERRERO

docente PROF. JAIME GUADALUPE LOBATO

REVISIÓN, DISEÑO Y EDICIÓN PROF. JAIME GUADALUPE LOBATO

UGEL N° 6 LA MOLINA - LIMA

I. E. MAY. PNP FÉLIX ROMÁN TELLO ROJAS

EDUCACIÓN PARA LA VIDA NUESVOS TIEMPOS, NUEVOS CAMINOS

ALGUNAS PALABRAS En marzo de este año, los docentes regresamos al colegio y, con el entusiasmo de emprender un nuevo periodo escolar, iniciamos la planificación de rigor. Sin embargo, mientras realizábamos los preparativos, sentíamos que la incertidumbre nos abrazaba sin que hubiese una forma de desprendernos de ella. Hasta que, un día antes de que los estudiantes regresen a las aulas, un mensaje esperado nos puso en sobresalto: se postergaba el inicio del año escolar por la presencia de la pandemia (Covid-19) en nuestro país. Lo demás, es historia conocida.

Los docentes nos vimos, de pronto, caminando en un mundo desconocido. Y nuestros estudiantes y padres de familia, también.

Con el transcurrir de los días, hemos ido dando nuestros primeros pasos, hemos ido explorando este nuevo mundo.

A fin de año, la inestabilidad inicial, seguramente, habrá sido reemplazada por un universo con cierto orden y más amigable. Con el tiempo, todo se nos hace familiar. Pero eso poco importa, lo verdaderamente importante es cómo cada uno de nosotros enfrentemos esta nueva vida. Los frutos de nuestro esfuerzo y creatividad se verán en algún momento, y ese resultado será el espejo de lo que estamos haciendo hoy.

Jaime Guadalupe Lobato

SOBRE LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA Organizar su funcionamiento, poniendo como centro a los alumnos y sus aprendizajes.

Generar un clima escolar afectiva de convivencia democrática y de respeto a las diferencias.

Comprometer a las familias dándoles un rol protagónico.

Articular la escuela y la comunidad para recuperar los saberes locales, y unir esfuerzos a favor de los estudiantes.

Desarrollar los aprendizajes fundamentales en los estudiantes y crear conciencia ciudadana.

SOBRE EL PROYECTO En esta oportunidad, compartimos los productos más destacados de los estudiantes del segundo grado (B y C) de secundaria. En la primera unidad, se planificó la presentación de una historia relatada por un miembro de la familia.

El objetivo principal ha sido que los estudiantes vivan momentos de integración con los miembros del hogar en tiempo de cuarentena. La transmisión de relatos, leyendas o historias personales fortalece el vínculo familiar y el espíritu humano; también, estimula la creatividad, el pensamiento crítico, la búsqueda de soluciones a los problemas sociales; y, sobre todo, promueve aprendizajes para la vida.

Para que los estudiantes logren presentar sus trabajos de manera satisfactoria, se han desarrollado diversos módulos de aprendizaje, involucrando las tres competencias comunicativas: hablar, leer y escribir.

PRESENTACIÓN Estimado profesor Jaime Guadalupe Lobato y muy queridos alumnos del segundo grado B y C de secundaria.

Luego de haber leído este gran proyecto «Historias sin cuarentena», en primer lugar, quiero decirles que su lectura ha sido muy enriquecedora, ya que cada relato nos transporta y envuelve en ese mundo maravilloso de historias compartidas; asimismo, valorar vuestro trabajo por tan preciado aporte. Cada palabra, cada línea y cada página de este libro resulta un atractivo y apasionante tema; historias que abordan experiencias de vida en situaciones distintas, por lo que, en mi opinión, tanto las personas mayores como los jóvenes y niños deberían de leerlo, aunque cobre un significado distinto para cada edad, pues narran experiencias reales, vividas por sus autores y familiares, y que, como experiencias de vida, nos ayudan a entender mejor la nuestra.

Por último, quiero felicitarlos sinceramente por este gran trabajo, más grande aún porque se realiza en uno de los momentos más difíciles que podemos atravesar como sociedad; y que, pese a las adversidades, el docente emerge cual piloto en la tormenta y ustedes alumnos cual guerreros inquebrantables detrás de su guía. Todo ello, no hace más que enorgullecerme como director de esta prestigiosa Institución Educativa de la Policía Nacional del Perú; y los animo a continuar en la brega, siempre teniendo presente que la lectura es la clave del éxito.

Dios los bendiga siempre.

EL DIRECTOR

LUIS MIGUEL MORALES ALVA COMANDANTE PNP DIRECTOR I.E. PNP «MY. FÉLIX ROMÁN TELLO ROJAS»

Cada palabra, cada línea y cada página de este libro resulta un atractivo y apasionante tema.

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HISTORIAS SIN CUARENTENA

HALLAZGO

Era el año 1970, el abuelo de mi padre, el señor Marcos López Reyes, y un grupo de trabajadores de la arenera La Molina tuvieron una sorpresa antes de iniciar la jornada (por esos días, la arenera se ubicaba en lo que ahora se conoce como Molicentro). Al llegar al lugar de labores, se percataron de una cruz que nunca habían visto. El madero estaba echado en la arena. De inmediato, ellos se dispusieron a plantarlo ahí mismo para que bendijera a los trabajadores y a la arenera.

Al día siguiente, al retornar de nuevo al trabajo, se percataron de que la cruz nuevamente se encontraba en el suelo, intacta. Al principio, pensaron que se había caído. La plantaron de nuevo y la fijaron bien para que no vuelva a caerse. Pero, al día siguiente, nuevamente encontraron el madero en el suelo. Y así, por más de una semana, estuvieron plantando la cruz y encontrándola otra vez en el suelo, hasta que Marcos y sus amigos

decidieron llevarla a su barrio, a su hogar, para que los bendiga y proteja.

Por asares de la vida, la cruz no estaba destinada para el arenal, sino para bendecir y proteger un humilde barrio de personas que empezaban a prosperar con esfuerzo y dedicación. El madero no se volvió a echar, como decía mi bisabuelo Marcos López, se quedó de pie bendiciendo no solo a los moradores, también a todo aquel que pasa por allí, pues está ubicado en un lugar donde puede ser observado por todos. Ya lleva ahí más de 50 años y ahora es conocido como el Santísimo Madero de Rinconada Alta. Su fiesta se celebra el segundo domingo de junio, pero este año, lamentablemente, no podremos celebrarla, por la situación del país.

No obstante, ahí estará para repartir su bendición a quien se acerque a orar a Dios y a nuestro Señor Jesús, dulce guardián del madero.

DANIELA LLERENA LOPEZ, 2° C (Historia contada por un familiar)

EL VENADO Y EL MOTELO Una vez se encontró el venado y el motelo. El venado, muy orondo y autosuficiente, le dijo al motelo: —Amigo, te hago una carrera, pero te voy a dar chance para que ganes.

Entonces el motelo le contestó: —Está bien. Yo propongo que sea el domingo. ¿Qué dices?

Y así pactaron la carrera.

El domingo, el venado y el motelo se levantaron muy temprano para prepararse, para hacer el calentamiento que esta clase de competencia exige.

Empezó la carrera. El venado le dio la oportunidad al motelo para adelantarse: se quedó parado. El motelo se adelantó unos centímetros.

Entonces, el venado corrió a toda velocidad. Al terminar un tramo miró hacia atrás y gritó: —¡Eh, motelo!, ¿dónde estás?

—Aquí, delante de ti —le respondió el motelo. Y el venado se asustó porque no lo había visto pasar en ningún momento. Desesperado, siguió corriendo veloz otro tramo.

—Motelo, ¿dónde estás? —volvió a preguntar.

—Delante de ti —escuchó otra vez la voz de su contrincante.

Finalmente, el venado al llegar a la meta vio que el motelo había llegado antes que él. El venado no podía explicarse cómo le había ganado si había corrido lo más rápido posible. Lo que no sabía es que el motelo había hablado con su familia y habían acordado que cada cierto tramo se iba a colocar un motelo. De esa manera el motelo ganó la carrera y dejó con muchas dudas al venado.

DAVID JOAO ESPINOZA ALVAREZ, 2° B (Este cuento me lo narró un familiar que vive en la ciudad de Moyobamba, San Martin. Proviene de una comunidad nativa Shawi de pueblo indígena de Loreto).

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HISTORIAS SIN CUARENTENA

D Í A S

I N E S P E R A D O S

Mi mamita María Salomé tiene 78 años de edad y es una persona que no puede salir a la calle; tiene que quedarse en casa, y ella muy bien lo sabe. Conversamos muy a menudo y me dice que esto que está pasando es parecido a lo que sucedió hace años atrás con otras enfermedades, y con un terremoto que aconteció en el año 1970, que ella lo presenció. Lo que siempre nos dice es que uno debe alimentarse bien, cuidarse mucho y siempre acordarse de Dios.

Mi mamita viene del Cusco, de la provincia de Sicuani. Ella cuenta que en la chacra siempre comían chuño, papa, camote, quinua y otros productos muy nutritivos.

—¡Quién iba a imaginarse que esto sucedería! —le dice mi madre, sorprendida.

—Nadie sabe lo que va a pasar en la vida, hija —dice mi mamita—.

Por eso, es importante vivir bonito.

Y se queda mirando por la ventana la noche que va llegando. Un día más sin poder salir de casa.

Yo me voy a hacer mis tareas del colegio pensando en que todos debemos escuchar y hacer caso lo que nos dicen las personas mayores, ellas tienen razón.

ALDAIR ANTONIO RAMOS QUISPE, 2° B

MADRE El día que me enteré que estaba embarazada fue el día más feliz de mi vida, hasta el punto que no pude contener las lágrimas, más aún cuando me enteré que iba a ser una niña.

Tuve muchas complicaciones durante el embarazo; pero, igual, esperaba con muchas ansias a mi niña.

Le tejía su ropa, adornaba su cuarto, pintaba su cuna y me ilusionaba la llegada de mi primera hija.

Mi esposo siempre soñó con tener un hijo varón, pero cuando nació nuestra hija hasta lloró de emoción, y le puso el nombre de Fiorella Miluska como yo. Desde aquel día soy inmensamente feliz. Actualmente tengo tres niñas.

FIORELLA RIVERA MALASQUEZ, 2° C

CAMBIO DE APELLIDO José Da Costa era natural de Loreto. Después de una discusión con su padre, porque no quería ser maderero como él, se marchó a Iquitos.

Ahí trabajó un tiempo. Luego viajó a Lima, donde se cambió el apellido a Ramos. Tenía que impedir que su descendencia heredara lo único que le quedaba de su padre.

FARIS JARED PERCY RAMOS TORRES, 2° C (José Da Costa, abuelo de mi papá).

HISTORIAS SIN CUARENTENA

UN VIERNES SANTO INOLVIDABLE

Lo que voy a contar me sucedió un Viernes Santo en la ciudad de Chimbote, el año 1948. En esa época aún hacía mucho calor y me gustaba ir a la playa. Serían más o menos las 3:00 p. m. El mar estaba picado; es decir, estaba bravo, con fuertes olas.

Aunque tenía un poco de miedo, decidí entrar al agua, confiado en mis fuerzas de nadador.

Pasaron las horas y no me había dado cuenta de que el mar se ponía cada vez más peligroso. De repente, una ola muy grande me revolcó.

Entonces, traté de pararme, vino enseguida otra y otra. Las olas golpeaban la arena con mucha violencia. En ese momento, me vino una desesperación y me acordé del Señor y dije: ¡Este es mi fin!

Llegó una fuerte ola y logré esquivarla. Eso me dio un poco de aliento. Tenía que salir como sea de este infierno. Y así logré escapar de las siguientes olas. Cuando llegué a la orilla, descansé y pensé: ¿Será este un castigo de Dios por no ir al templo en este día tan bendecido para la humanidad? ¿O ha sido una casualidad de mi destino?

Di una mirada a la playa, todavía impresionado por lo sucedido y vi a muchos bañistas. Ya no encontré ninguna diversión a continuar en ese lugar. Entonces, regresé a casa, ese día de Viernes Santo.

RAMSES A. GONZALES ZULOAGA, 2° B

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SIN RETORNO Corría el año 1925. Tacna, Arica e Iquique mantenían la ocupación chilena. Por ese entonces, presos en su propia ciudad, los peruanos no podían realizar manifestación alguna de patriotismo, tampoco reuniones, ni fiestas; solo se les permitía salir a trabajar y regresar a sus casas. Nada de juntarse y menos hablar sobre política o cosas del gobierno.

Aquel ciudadano que se oponía al régimen político de Chile era desaparecido con toda su familia.

Mi tatarabuelo no estaba conforme con la situación en la que vivían. Muchos de sus vecinos y amigos habían sido desaparecidos con toda la familia. Por las noches, les marcaban las puertas de sus casas con una cruz negra y con ello entendían que debían salir de la ciudad o serían apresados al día siguiente.

Y así sucedió que una mañana al irse para el trabajo, mi tatarabuelo encontró una cruz negra en la puerta de su casa.

Debía actuar rápido. Le dijo a su esposa que hiciera una maleta pequeña; él regresaría pronto. Salió presuroso a hacer sus diligencias. Su único objetivo era contactar a alguien que pudiera ayudarlo a salir de la ciudad. No debía de levantar sospechas; tenía que fingir que continuaba con su vida habitual.

Ya entrada la noche, regresó. Mientras tomaban el lonche, anunció que esa misma noche escaparían.

Regía el toque de queda y nadie salía de sus casas durante la noche. Pusieron sus objetos más preciados en una maleta, miraron su casa que habían construido a través de los años, sin saber si volverían o no algún día. Casi a la medianoche, tomaron a sus hijos y partieron con mucho miedo y dolor. Dejaban atrás a su familia, amigos, trabajo y toda una vida.

Evadiendo la vigilancia chilena que cuidaba el toque de queda, se abrían paso entre las calles. Debían llegar a la costa sin ser descubiertos para tomar un bote que ya los esperaba.

Por fin, lo lograron. En el bote no había mucho espacio (tampoco tiempo para acomodarse); debían remar sin descanso.

Pero la abuela Juana, en su desesperación, se golpeó contra el bote y perdió la mitad de sus dedos anular y medio. Mas, no había tiempo para atenderla. Ella cogió un pañuelo, se envolvió la mano para evitar el sangrado, y emprendieron la travesía, rumbo al puerto de Mollendo, en Arequipa, a su nuevo hogar.

Nunca más regresaron.

BÁRBARA VICTORIA BLANCAS VELA, 2° B (Historia de mi tatarabuela Juana)

HISTORIAS SIN CUARENTENA

MI QUERIDA ESPOSA AIDA Ahora que me encuentro solo, sin ti, me pongo a recordar. Recuerdo el momento en el que te conocí; la hora final de tu vida.

Un día de abril de 1960, al anochecer, llegué a Mácate. Venía desde Chimbote para trabajar. El local donde funcionaba el puesto se ubicaba en el primer piso del Consejo Municipal de Mácate. Al principio, no me gustó el pueblo: había llegado en época de invierno, de mucha neblina y lluvia; el frío me dominaba. Pero, poco a poco, fui conociendo a la gente y fueron apareciendo las amistades. Un día, con varios amigos, llegamos a tu establecimiento comercial, para tomar. Ahí te conocí, Aida; tú, nos atendías. Conforme pasaba el tiempo, te iba observando, cada vez con más atención; conversaba contigo de rato en rato, comencé a sentir algo por ti.

Recuerdo que nos mirábamos mucho.

Llegó el día en que te hable de amor. Sucedió en una fiesta que organizó la Directiva del Patronal Escolar de la escuela de mujeres. De baile en baile contigo, te iba confesando mis sentimientos, tú dudabas de lo que te decía; así, de sonrisa en sonrisa, comenzamos a jugar a querernos. Recuerdo que, en algún momento, te di un beso y no dijiste nada. Así comenzó nuestra historia, Aida.

Pasaron muchos años. Nuestros hijos ya mayores de edad, algunos con hijos, otros solteros. Como sucede en esta vida, de nuevo nos quedamos los dos, como empezamos, pero seguíamos viviendo en Mácate. Un año, para Navidad, nuestros hijos nos invitaron para ir a Lima. En el trayecto, me decías que te sentías mal. Llegamos a Lima y José nos recibió. Así pasamos los días junto a José y las visitas de nuestros hijos. Sin embargo, algo no andaba bien. En las noches te quejabas mucho.

Cuando te preguntaba qué tienes, ¿te duele algo?, tu decías que no. Yo pensaba que era una pesadilla. Después, como tenías cierto ardor en la vejiga, te llevamos al Policlínico Japonés, para que te vieran. Te dijeron que tenías una infección y te recetaron 20 pastillas. Tomaste 15 y allí te quedaste; decías que te caía mal al estómago, te lo hinchaba. De tantas idas y vueltas al médico, te dijeron que tenías Cáncer al estómago.

Aunque delante de ti me hacía el fuerte, yo lloraba en la noche, en silencio. Te recetaban diferentes cosas y ninguna te hacia bien.

Vomitabas o te dolía mucho; algo que yo no comprendía. Un día te internamos en el Hospital de la Policía. Yo y Héctor te íbamos a ver. Una mañana el doctor nos dijo que acá no podías estar porque te ibas a poner peor de lo que estabas. Entonces, te llevamos a casa con una enfermera para que te viera todos los días. Llegó el momento en que no podías respirar bien; te ahogabas con la comida que te dábamos. El día seis te agravaste más. La enfermera nos hizo comprar más oxígeno, pero ya todo estaba perdido. Al abrirse el día ocho, un doloroso quejido nos despertó. Nos acercamos a tu lecho. Héctor te decía Mamá, ya descansa, ya no sufras más. Sus palabras me dolieron como si unas manos estuvieran apretándote el cuello. Yo quería que siguieras viviendo, pero el sentimiento de nuestro hijo también era mío, solo que yo no tenía la valentía de pronunciar ese deseo. Ver sufrir a la persona que amamos es un castigo que no tiene ni principio ni fin. Pocos segundos después, dejaste de respirar. Todos llorábamos por ti, más yo; no sabía qué iba a hacer sin ti, mi querida Aida.

Y sigo sin saberlo. Te extraño.

ZAMIRA ELEONOR QUINTEROS HIDALGO, 2° C

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HISTORIAS SIN CUARENTENA

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MARÍA DOMINGA María Dominga es una niña que nació en Chatuchico.

Un día, mientras pasteaba a sus ovejas, se encontró con una mujer.

—¡Oye niña!, ¿qué haces aquí? —le gritó la forastera.

—Estoy pasteando mis carneros —le dijo María. El cuerpo le temblaba. Nunca había visto a esa mujer.

—Todo esto es mi terreno, no puedes pastar tus carneros aquí —le reprendió la mujer. Luego, la miró de una forma pensativa, y agregó—: Te propongo un trato: te doy mi terreno para que pastees tus ovejas y un cerdo muy grande y gordo a cambió del carnero más gordo.

Como María no decidía. La mujer insistió.

—Está bien —dijo María. Con el miedo, ni siquiera se dio cuenta de que sus papás se iban a enfadar con ella.

—Entonces, déjame el carnero en aquel médano blanco y mañana yo te dejaré el cerdo ahí mismo —concluyó la mujer.

María asintió, y después dejó el carnero en el médalo blanco.

A la mañana siguiente, sus padres se dieron cuenta de que faltaba un carnero. Entonces, fueron donde María y le dijeron a gritos: —¿Dónde está el carnero?

—No lo sé, no lo sé… —dijo María. Recién se dio cuenta de que había actuado sin pensarlo.

—No regreses hasta que trigas al carnero —vociferó su padre. Y la agarró del brazo y la tiró afuera.

María se fue al médalo blanco donde había dejado el carnero. Al llegar al lugar, se encontró con un hombre.

—No llores, yo te ayudaré —le dijo el desconocido al enterarse de lo ocurrido. Sin embargo, mientras buscaban a la mujer, el hombre la condujo por un bosque e intentó abusar de ella. María, por fin, logró zafarse de las manos del desconocido y regresó corriendo al médano blanco. Pero, se encontró con algo inesperado: en lo que antes había sido el médalo blanco ahora se extendía una laguna con peces y muchas aves.

De pronto, vio que su ganado, dejando de comer, se metía a la laguna. Ella se desesperó, y en el intento de salvar a sus ovejas, también fue tragada por las aguas.

Sus padres, al ver que no regresaba, salieron a buscarla.

Algunos campesinos les dijeron dónde habían visto a María por última vez. La búsqueda fue improductiva.

Desde entonces, cuando el alma de María sale del médalo, se aparece en lagunas o pequeños lagos, y a todas las personas que son de mal corazón, de mal vivir, de mala reputación, les ofrece riquezas y, con engaños, les sumerge en las aguas, para que sufran ellas también.

CAMILA ALEXANDRA AMAYA FLORES, 2° C

RELÁMPAGO Un día, cuando yo tenía 24 años, me encontraba retornando a casa por la tarde, con mi mamá, después de haber sacado a pastar al ganado. El cielo se tornó oscuro y, de pronto, empezó a caer una lluvia torrencial, con rayos y relámpagos.

Panza, nuestro burro, iba al final del ganado y delante de nosotros. En una pequeña hondonada, un rayo cayó frente a nosotros. Al abrir los ojos, nos dimos cuenta de que el burrito había salido volando.

Corrimos hacia el animal para ver cómo se encontraba. Lo hallamos tumbado sobre unas zarzas.

—Está muerto —dijo mi madre.

Panza tenía un pequeño orificio sangrando detrás de la oreja, era tan pequeño que parecía un agujero hecho por una aguja.

Después, el burro empezó a sangrar por el ano.

Al día siguiente, fui a realizarle la autopsia al burro. Al abrir su cuerpo, me di cuenta de que su corazón había explotado.

MARÍA GRACIA CABRERA GUTIÉRREZ, 2° C (Historia narrada por mi papá Carlos Cabrera. Los hechos sucedieron en Ayacucho, Acocro)

HISTORIAS SIN CUARENTENA

UN DÍA PARA RECORDAR Todo transcurrió en la época del terrorismo. Mi familia y yo nos encontrábamos durmiendo.

Eran aproximadamente la 1:00 a. m. cuando escuchamos un fuerte estruendo que remeció a toda la ciudad. Había sido un carro bomba que lo habían puesto frente a la comisaría del lugar. El pánico se apoderó de mi familia y salimos rápidamente.

Observé que las lunas de las ventanas estaban destruidas. Luego, al ver a mi vecina, le pregunté si se encontraba bien.

—Me encuentro bien —me contestó—, ¿cómo se están ustedes?

Le respondí que nos encontrábamos bien y que no habíamos sufrido daños.

Al día siguiente, llegaron representantes de Defensa Civil para evaluar el estado en el que se encontraban los hogares.

LUCIANA SOFIA TRUJILLO BARRIO, 2° C

EL BISABUELO Mi mamá me contó que la abuela de su mamá tenía un rancho gigante en Montán (Cajamarca). Todo estaba bien hasta que un día llegaron los chilenos y les amenazaron con matarlos si es que no abandonaban la propiedad.

El bisabuelo salió a enfrentarlos. Su rebeldía enfureció más a los extranjeros y ahí, en el corredor de la casa, los mataron, a él y a esposa. Sus hijos, por fin, lograron esconderse.

Ese mismo día, los chilenos se marcharon del pueblo.

La hermana mayor se encargó de criar a todos sus hermanos. Con el tiempo, ella se casó, y tuvo muchos hijos, uno de ellos vendría a ser el padre de los abuelos de mi mamá.

JOB FERNÁNDEZ VELA, 2° B

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MI ABUELO Y SU LEGADO Muy joven, mi abuelo vino de Ayacucho a trabajar en Lima. Un amigo lo recomendó para trabajar en la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria (ENAV).

En esos tiempos, el primer local se ubicaba en el fundo Santa Beatriz. Luego, se trasladó al fundo de La Molina, en el valle de Ate. Y en 1941, le conceden a la Escuela la categoría de institución de enseñanza. Mi abuelo fue capataz de los campos de la mencionada escuela, y dice que, en el año 1960, reconocieron a la Escuela Nacional de Agricultura con la denominación Universidad Nacional Agraria La Molina.

En 1961, comenzaron a funcionar las siguientes facultades: Agronomía, Zootecnia, Ingeniería Agrícola y el Instituto de Investigaciones y Estudios Avanzados (hoy Escuela de Postgrado). Después, vino la creación de la Facultad de Economía y Planificación, donde, gracias a su trabajo y empeño, mi abuelo fue asignado a la mencionada facultad, en el área del Departamento de Ciencias Humanas.

Mi abuelo también me cuenta que las personas que trabajaban antes ahí vivían en la misma universidad y tenía una escuela para los hijos de los trabajadores, con una capilla que hasta este momento sigue existiendo, y siempre sirve de apoyo para las misas de los docentes, trabajadores y alumnos. Hoy, la universidad cuenta con muchas oficinas de producción, que venden todo lo que producen; antes, en cambio, todo lo que cosechaban era para consumo de cada familia. Mi abuelo se jubiló muy joven con la ley 19990, y apoyó en el gobierno del Ingeniero Alberto Fujimori (ingeniero agrónomo, profesor y luego rector).

Actualmente, mi abuelo continúa en «actividad»; forma parte de los dirigentes de la asociación de jubilados administrativos de la universidad. Dice que mi madre sigue sus pasos, ya que ella viene trabajando desde el año 2005 en la Facultad de Ciencia del Departamento de Biología.

Mi abuelo dice que fue muy bonito vivir todo lo que vivió en la Universidad. Comenta que aprendió mucho y agradece siempre a los ingenieros y personas que compartieron con él tiempos inolvidables.

—He sido una persona responsable y puntual en todas las tareas encomendadas —me dice con orgullo.

ALDAIR ANTONIO RAMOS QUISPE, 2° B

HISTORIAS SIN CUARENTENA

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EL DESEO DE VIAJAR

En el año 1998, por su cumpleaños, Juan Carlos le pidió un viaje en familia a mi papá. Mi mamá le dijo que no tenía ningún problema en viajar, pero mi papá no deseaba salir de casa, él decía que no era un buen momento. Yo no estaba ahí para convencerlo.

Solo faltaba un día para su cumpleaños y Juan Carlos estaba un poco triste. Me contó que ese día no lo iba a poder olvidar.

Mi mamá fue a recogerlo de su escuela y en el camino le dijo que el abuelo le daría una sorpresa en la noche. Llegaron a casa y Juan Carlos fue rápido a su cuarto, a cambiarse, por fin vería al abuelo después de su partido de futbol. Tenía muchas ganas de verlo y jugar con él.

Como el abuelo no había llegado aún, mi mamá le dijo que se vaya a bañarse.

—Tu abuelo tiene que encontrarte limpio.

Después de ducharse, cuando Juan Carlos fue a la sala, se dio cuenta de que su abuelo lo estaba esperando sentado. Corrió y le dio un abrazo. El abuelo le dijo que como mañana era su cumpleaños, lo iba a llevar a un pueblo para que pueda jugar todo el día.

—Regresaremos en la noche y haremos una fiesta en la casa —agregó.

Juan Carlos estaba feliz; él no pensaba que iba a suceder todo esto. Su viaje se cumplió.

MILAGRITOS ZEGARRA SALCEDO, 2° B

HECHIZO Mi Nona me contó que en su pueblo de Luren había rumores de que en el río del pueblo había una sirena que se llevaba a los hombres con un cántico muy hermoso, pero ella no les creía. Hasta que un día el hermano de mi Nona se fue a ver sus chacras que tenía en las alturas del pueblo. Al momento de regresar, se percató de que ya era muy tarde y que estaba a punto de llover. Entonces, decidió cortar camino, aunque tuviera que pasar por el río del que tanto se rumoreaba.

Al momento de pasar por el río, escuchó un sonido que nunca había oído.

—¿Qué es ese sonido tan puro? —se preguntó.

Mi tío Catalino quería averiguar de dónde venía esa melodiosa voz. Sin embargo, antes de que se atreva a dar un paso, se le presentó una hermosa mujer.

Mi tío quería huir, pero ya era muy tarde; la mujer lo abrazaba con un esplendor del que nadie podía escapar.

En ese momento, un grupo de pobladores, que también estaban retrasados, pasaban por el lugar y vieron a mi tío Catalino acercándose poco a poco a la orilla del río.

—¡Miren!, Catalino está siendo hechizado —dijo uno de ellos, y, alborotados, fueron a salvar a mi tío.

XIOMARA ALVINO SANCHEZ, 2° C

AGUA QUE NO HAS DE BEBER DÉJALA CORRER

Este era un hombre que todos los días salía a traer leña. Para llegar al sitio, tenía que pasar por dos lagos que siempre estaban con abundante agua. El leñador llenaba su cantimplora en estos lagos y seguía su camino. Un día, se lo ocurrió llevar agua de su casa y no necesitó el agua del primer lago.

Sin embargo, como quiso hacer sus necesidades, lo hizo en las aguas, diciendo: En el otro lago llenaré mi cantimplora. Como hacía un sol intenso y el camino era tan largo para llegar al otro lago, pronto consumió el agua de su cantimplora sin que pudiera calmar su sed. Avanzó lo más rápido que pudo y cuando al fin llegó al otro lago, tuvo una sorpresa desagradable: el lago estaba seco. Desesperado, regresó al lago donde había defecado. Tuvo que retirar la suciedad para beber el agua.

ANAHÍ OLENKA RACCHUMI CUMPA, 2° C

HISTORIAS SIN CUARENTENA

LA HISTORIA DEL SEÑOR ROCO

Mi abuelo me contó que cuando él era muchacho, al otro lado del vecindario, junto a la canchita donde ellos jugaban, vivía un abuelo que era muy mal humorado; cuando las pelotas caían en su huerta, nunca más las volvían a ver.

Lo mejor era no ir a jugar allí.

Pero, un día, luego de varios meses de pasar las tardes jugando en la calle, decidieron ir a la canchita.

Uno de los muchachos tuvo la mala pata y echó la bola por donde no debía.

—Estamos fritos —dijo alguien —. Ese tío nunca nos devuelve las bolas.

Y todos tenían miedo de entrar.

Así que hicieron un volado para saber quién entraba y tuvo que entrar Jaime, el amigo de mi abuelo.

Todos esperaban a que Jaime apareciera con el balón. Pero el muchacho regresó con las manos vacías, gritando que el abuelo estaba tirado en el corredor interno de su casa. Los muchachos entraron en pánico y huyeron.

Más tarde, con otros muchachos de más edad, regresaron a la casa y no había nada.

—A Jaimito no hay que creerle ni jota — dijo uno de ellos.

—Se los juro —dijo Jaime—. ¿Por qué tendría que mentirles?

Tal vez, al verlos con cara de querer saber qué había sucedido, un vecino que pasaba por ahí, se les acercó y les preguntó qué buscaban. Le dijeron que buscaban al abuelo.

—Hace un año que ha muerto —les informó el hombre—. Pero, parece que no lo estuviera—agregó—: todas las noches se escuchan ruidos del tío botando un balón.

LEANDRO MEDINA INFANTE, 2° B

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MI HERMANO EN LA CESTA Todas las noches, antes de dormir, mi mamá nos contaba una historia.

—Cuando tu hermano tenía tres años, yo solía trabajar por las tardes, así que dejaba a tu hermano con sus tíos —comenzó a contarnos una vez—. A mi regreso, entré al cuarto y no encontré a su hermano.

Lo busqué por toda la casa y nada. Entonces, volví a la sala y les pregunté a sus tíos si lo habían visto, pero ellos no me hicieron caso y continuaron conversando. Volví a buscar y al no saber nada de mi pequeño me puse a llorar. Otra vez en la sala, comencé a gritar para saber dónde estaba mi hijo.

Yo la interrumpí por un momento para preguntar qué tíos se encontraban en la casa aquel día.

—Lo locos de tu tío Beto, Pacho; también estaban tus primos mayores —dijo mi mamá.

—Mamá, ¿y yo dónde estaba? —preguntó mi hermano mayor, el protagonista de la historia.

—¡Verdad, mamá!, ¿dónde se había metido este niño —dije yo.

—Esperen, que esa es la mejor parte —dijo mi mamá.

—Ma, cuenta, quiero saber dónde estaba ese mono —dijo mi otro hermano.

—Bueno —continuó mi mamá—, como no paraba de gritar preguntando por mi hijo, sus tíos comenzaron a reírse. Mi sobrino me tocó el hombro y me dijo que lo siguiera. En la cocina, me señaló la cesta que estaba colgada, en la poníamos las verduras. Yo me apresuré en bajarla. Al abrirla, su hermano estaba divirtiéndose con sus juguetes. Al verme, me dijo: ¡Mamá, «voiviste»!, y comenzó a reírse. Lo saqué y lo apachurré. Fui a la sala, y les dije a sus tíos que dejaran de hacer este tipo de bromas.

—Que más pasó, ma —dijo mi hermano, entusiasta.

—Mañana les contaré otra historia, es todo por hoy —dijo mi mamá—. Es hora de dormir.

BRILLITH GIANELLA CHRISTELL VARGAS URIBE , 2° B

HISTORIAS SIN CUARENTENA

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EL GUITARRISTA ENAMORADO En un pueblo pequeño llamado Huangascar, unos jóvenes vivían su romance a escondidas de los padres de la chica. Estos no aceptaban que su hija estuviera con un muchacho humilde, pero eso no le importaba a la muchacha.

A escondidas, todas las noches el joven iba a visitar a la chica y en la mano siempre llevaba una guitarra para dedicarle algunas canciones.

Cierto día, cansados de escuchar todas las noches al guitarrista enamorado, los padres de la chica hicieron un pacto con el diablo. Ellos le entregarían a su hija a cambio de que él desilusionara al guitarrista enamorado.

Una noche, el guitarrista llegó a la casa de la chica como de costumbre, pero cuando se acercó a la ventana vio a la muchacha con otro hombre. El joven enamorado se puso triste y se marchó desilusionado. Cuenta la gente que el joven subió a un cerro, renunciando a todo en la vida.

Pronto, la chica desapareció del pueblo y el joven guitarrista murió de tristeza.

Desde entonces, todas las noches se escucha el eco doloroso de una guitarra.

Ahora es común que las parejas de enamorados lleven ofrendas al cerro para que perdure su amor.

CHRISTIAN ALESSANDRO RODRIGUEZ HUAYNATE, 2° C

CULEBRA GIGANTE Una señora, que vivía cerca de una catarata, apareció embarazada. Y dio a luz a una culebra.

Cuando esta creció, salió de la catarata y llegó a un pueblo cercano. La gente estaba en fiesta, así que la culebra tragó a varias personas y siguió su rumbo. La culebra, dejando huellas, llegó a una quebrada; subió a una cumbre y se encontró con un hombre gigante. La culebra y el hombre gigante hicieron una apuesta: si el hombre la mataba, se la comería; y, si la culebra lo mataba, se lo comería. Después de una larga batalla, por fin el hombre logró darle un hachazo a la sierpe, arrancándole la cabeza. Dando saltos turbados, la cabeza de serpiente rodó hacia una laguna. De pronto, la laguna empezó a tener color rojo sangre. Luego, la culebra se convirtió en piedra.

SEBASTIÁN ERICK SALAZAR ROJAS, 2° B

LA NIÑA SIRENA

Hace mucho tiempo, por el lugar en donde yo vivía, se contaba una leyenda sobre Cerro Azul.

Había una pareja de esposos que tenían una hija.

La muchacha siempre desaparecía de la vista de sus padres. Un día, la mamá salió a buscarla, porque no había vuelto a casa; buscó y preguntó a las personas si es que habían visto a su hija. Una persona le dio noticias.

—Siempre se sube en una piedra que está en medio del mar y canta diciendo: Yo soy una linda sirena, sí, yo soy una sirena.

Entonces, la mamá corrió y corrió, buscando a su hija. Al llegar al muelle, vio la pañoleta de su hija tirada en el piso. Dirigió la mirada hacia el mar: en la roca, quieta y despintada, no había nadie.

Esperó en vano hasta el anochecer. Regresó a su casa con las esperanzas de que su hija estuviera ya con su padre.

Nunca más supieron de ella.

RIVADENEIRA AYAUCAN CAROL ADRIANA 2° B

(Historia contada por mi abuela)

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HISTORIAS SIN CUARENTENA

J A R J A C H A Mis abuelos vivían en Churcampa (provincia de Huancavelica). Mi abuelo tenía unas vacas a las que sacaba a pastar alrededor de las 4 a 5 de la tarde. A mi abuelo le contaron que por las noches hay un “demonio” que aparece cantando en un manantial.

Esta historia es una tradición popular de los andes. Dicen que la jarjacha (carcap) es un demonio mitad hombre y mitad llama. Su nombre proviene del grito que, según los pobladores de la sierra, suena como “jar-jarjar”. Sobre su origen, la leyenda señala que se

trata de un ser condenado por Dios a vagar por el mundo como monstruo. ¿Su pecado? Haber cometido incesto (relaciones sexuales entre padres e hijos o familiares cercanos).

Un día, mi abuelo estaba pastando sus vacas cuando una de ellas se perdió. Mi abuelo salió a buscarla, pues no estaba dejando que las otras avanzaran. Cuando la encontró ya era de noche.

Entonces, empezó a recolectar piedra; pues le habían dicho que, cuando escuchara el canto, tirara piedras al manantial, así no aparecía el demonio. Ya cerca del lugar, mi abuelo se puso a caminar al costado de su vaca: tenía miedo. Cuando estaba pasando por un pequeño puente, la vaca empezó a gritar y salió corriendo, dejándolo solo. De repente, se apareció la jarjacha. No le había dado tiempo para espantarla a pedradas. Mi abuelo, entonces, hizo lo que le había aconsejado su padre. Mientras corría para no ser tragado por el demonio, agarró un puñado de sal que tenía en la alforja y se lo echó por todo el cuerpo. Así fue como mi abuelo llegó a casa a salvo.

(Según la creencia, la sal espanta al demonio).

MIRANDA ALONDRA ARGUMEDO OTAROLA, 2° B

LEJOS DE CASA Bueno, si tanto insistes, te contaré esta historia, me dijo mi abuelo.

En junio del año 1981, en las fronteras del norte del Perú, nos enfrentamos los policías contra los narcotraficantes. Yo estaba al mando de veinte hombres y nos habíamos dividido en cuatro grupos de cinco efectivos.

La selva espesa no nos permitía ver al enemigo. Uno de los nuestros resultó herido de gravedad, y falleció mientras era trasladado al puesto policial.

Mi abuelo culminó su breve relato con un largo suspiro.

—Así es la vida de un policía —murmuró.

DYLAN ADRIANO VÁSQUEZ ALCÁNTARA, 2° B

HISTORIAS SIN CUARENTENA

LA BICICLETA

En el cumpleaños número diez de mi padre, mis abuelos le regalaron una bicicleta roja. Él estaba muy feliz y se pasaba los días paseando en ella junto a su primo Lolo. Iban al parque, daban la vuelta a la manzana; pasando momentos muy divertidos.

—Hoy nos toca ir al parque —dijo Lolo un día—, vamos a hacer carrera con los vecinos Padilla.

—¡Que chévere! —dijo mi padre—. Hoy será nuestro día.

—Este es el momento de vencer en tu bicla —lo animó su primo.

Llegaron al parque. Mientras esperaban a los vecinos Padilla, se acercó a ellos un señor y les saludó con atención.

—¿Puedo manejar bici con ustedes? —les propuso en seguida.

—¿Y su bicla? —le preguntó Lolo.

El hombre sonrió y les dijo que solo quería manejar un ratito, que, por favor, se lo prestaran una.

Mi papá le contestó que no había problema.

Y le entregó su bicla.

Entonces, el señor se subió a la bicicleta y se fue diciendo solo voy a dar una vuelta y regreso.

Mi papá y su primo esperaron un buen rato, pero del hombre no había ninguna señal.

—Vamos a avisarle a tu padre —le dijo Lolo.

Y corrieron a la casa.

—Hijo, se llevaron tu bicicleta —le dijo mi abuelo al enterarse.

Mi padre se quedó muy triste, y fue una de las experiencias más penosas que tuvo en su niñez.

JUAN DIEGO MENÉNDEZ VILLACORTA, 2° B

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RETORNO En el año 1981, me encontraba en el puerto del Hender (Holanda): había sido comisionado para traer un barco al Perú.

Nuestra permanencia estaba programada para seis meses, pero al cuarto mes nos llegó una mala noticia: nuestra nación estaba en conflicto con El Ecuador. Y como era de esperar, otra mala noticia nos puso en desesperación. Autoridades holandesas nos informaron que no podían vender armamento a un país en conflicto, que de ninguna manera querían comprometerse. Pero eso no fue todo; nos dijeron que teníamos 24 horas para abandonar el puerto.

Nos vimos en la necesidad de apresurar el retorno. Las 24 horas pasaron a 72 horas gracias a la diplomacia. El Barco de la Armada Peruana José Gálvez (en honor a quien fue un héroe de guerra del Combate del 2 de Mayo) estaba listo, pero había un problema: el mar estaba embravecido. Los marinos holandeses nos decían que no podíamos zarpar.

No podíamos, pero lo teníamos que hacer.

Cumplidas las 72 horas, a las doce de la noche, nos ordenaron salir del puerto. La tempestad nos tuvo cinco días navegando sin dirección. Las aguas eran demasiado bravas y teníamos escasez de alimentos. La mitad de la tripulación estaba en cama, con diferentes malestares.

Al sexto día, el mar estuvo un poco calmado y podíamos navegar con tranquilidad. No obstante, eso no aliviaba nuestro viaje. No sabíamos nuestra localización exacta (no había navegación por satélite, eran por cartas).

Después de 18 horas, aproximadamente, pasó por nuestro lado un buque mercante. Por fin pudimos conocer nuestra posición.

Nos tomó 28 días en llegar al puerto del Callao desde Holanda.

PEÑA REYNA ASTRID CAROLINA, 2° B

HISTORIAS SIN CUARENTENA

UNA HISTORIA SIN EXPLICACIÓN

Cuenta mi abuela Rosa María que a la edad de 25 años ella vivía en Huánuco con mi abuelo.

Mi abuelo Rogers tenía que viajar a otro pueblo para enseñar ya que él era profesor.

Mis bisabuelos tenían un hotel, también un restaurante donde los choferes de buses interprovinciales se detenían a comer.

Un día, mi abuela le pidió a uno de los choferes que le guardara un asiento para su esposo.

Cuando llegó la hora del viaje, mi abuelo tuvo un percance y no puedo viajar. Su lugar fue ocupado por un familiar de mi abuela.

Más tarde, alguien tocó la puerta. La abuela Rosita, antes de abrir, preguntó quién era.

—Soy yo, ¿no me recuerdas? —dijo la visitante.

—¡Gloria, eres tú! —dijo mi abuela, sorprendida por tan inesperada visita—. Pasa, mi casa es tu casa.

Pasó media hora y la tía Gloria se retiró.

Un rato después, sonó el teléfono. Era mi abuelo. Tenía una mala noticia. El bus en el que él iba a viajar, se había volcado. La persona que había ocupado su asiento era la única fallecida.

—Se trata de tu tía Gloria.

—¿Gloria? ¡No puede ser!

—Sí. Desafortunadamente —le confirmó mi abuelo.

—¿Cómo es eso posible? Acabo de hablar con ella —le confesó, entonces, mi abuela.

—¡Qué me estás contando, mujer!

Mi abuela le describió con lujo de detalles la vestimenta que llevaba puesta su tía: blusa blanca, moño, pantalón de vestir negro y cartera roja.

Sí, todo lo que ella describía era lo que llevaba puesta su tía en el momento de la fatalidad.

Además, la misma hora del accidente, la tía había estado en casa hablando con mi abuela.

MIGUEL ANGEL ROMAN FERNANDEZ FUJIO, 2° C

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LO QUE LA VIDA NOS DA Mi abuelo, aún niño y huérfano de padre, se mudó a Lima con mi bisabuela, una simple mujer de campo.

Aunque mi bisabuela no sabía leer ni escribir, mi abuelo quería estudiar. Luego de tanta insistencia, mi bisabuela aceptó matricularlo en el colegio. Pero no lo aceptaron: no tenía un garante y, además, era un niño.

Fuera del local, encontraron a una mujer con su niña.

Al ver que el abuelo lloraba sin consuelo, ella le preguntó porque estaba así. Cuando la mujer escuchó su lamento, le dijo que no se preocupara, que ella iba a ser la garante. De esa manera, él y la niña fueron matriculados e iniciaron los estudios juntos.

Así fue como mis abuelos se conocieron.

Mi abuelo nos dejó una enseñanza para la familia: a pesar de no tener un padre ni dinero, buscó la forma de superarse en la vida.

MAYTE YOCHA ARBULÚ SÁNCHEZ, 2° B

CHULLACHAQUI Había una vez en la selva un hombrecito llamado chullachaqui. Su personalidad era tan incierta porque solía convertirse no solo en un animal sino también en personas. Cuenta la historia que se te aparecía en las montañas, ríos, cascajos o en cualquier lugar alejado del pueblo. Tenía la costumbre de llevarte por las montañas y abandonarte a tu suerte. En el camino, si te encontrabas con alguna otra persona, podías salvarte; de lo contrario, nunca más volverías a casa.

Las personas de los pueblos solían conocerlo porque en él todo podía cambiar, pero menos el lado derecho del pie, que siempre lo tenía como los cascos de un burro y eso era su vergüenza en él. Solo si te fijabas en su defecto, se alejaba de ti.

MAYUMI LUCERO MIRANDA RENGIFO, 2° B ("chulla” significa “desigual”; y “chaqui”, pie)

HUELLAS EN EL MAR JAIME GUADALUPE LOBATO Profesor de Lengua y Literatura, licenciado en la especialidad de Filosofía y Religión, y magíster en Administración de la Educación.

Es docente nombrado de la I. E. S. «Ramón Castilla» de la ciudad de Luya – Amazonas. Actualmente, viene laborando en la I. E. «May. PNP Félix Román Tello Rojas» de La Molina – Lima.

Ha publicado los libros de cuentos Las batallas de cada día (2014) y La felicidad no pasa por aquí (2018).

Distinciones

Segundo Lugar en el Premio Nacional de Educación «Horacio Zeballos», en el 2014, con el libro de cuentos La felicidad no pasa por aquí.

Primer Premio en la X Jornada de Investigación Científica (2015), organizada por la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas, en el área académica de Textos Literarios, con el libro de cuentos Todos los hombres nacen solos.

Primer Puesto en el Premio Nacional de Educación «Horacio Zeballos», en el 2018. Área: Proyectos de producción de textos literarios; obra: Cómo tejer historias: Estrategias para escribir cuentos.

Fue elegido como uno de los 20 docentes que están transformando la educación en el Perú, en el Premio Maestro Excelencia, organizado por el BCP e IPAE, en su primera edición 2019.

Finalista en el Premio Nacional «Maestro 2019», organizado por la Oficina Nacional de Educación Católica.

Premio Maestro de Amazonas 2019, categoría Maestro Innovador, otorgado por el Gobierno Regional de Amazonas a través de la Dirección Regional de Educación de Amazonas.

Visita su blog: https://jaimeguadalupelobato.blogspot.com/ MUNDOBUENO: LECTURA, ESCRITURA Y VIDA