la muy popular y hermosa Mía. Al verla, una idea empezó a desesperarse en mi cabeza. ¿Y si le decía que sea mi pareja de promoción? ¿Aceptaría? Ella, desde que había llegado al colegio, me había brindado su amistad. No lo dudé más. La saludé con un beso en la mejilla y, mientras caminábamos por el corredor, le pregunté si ya tenía pareja de promoción. —No —me dijo. Y como se dio cuenta de que estaba algo inquieto, mordiéndome las uñas, se quedó mirándome y me preguntó por qué tenía esa cara. —Es la única que tengo —traté de salir de apuros. —¿Qué pasó, Rubén? —insistió, sin darle importancia a lo que acababa de decir. —Sí, pues… verás… eh, es que… —¡Vamos!, dilo de una vez, que me pones nerviosa, hombre. —Está bien —me tragué un bocado de saliva—. ¿Quieres ser mi pareja de promoción? Mía se carcajeó. —¿Y para decirme eso te pones así? —volvió a reírse. —¿Te animas? —insistí. Después de hacerme sufrir con algunas preguntas curiosas, por fin dijo que sí. 52








