guardarropa, y con frecuencia están dividas en altura por un altillo, lo que también supone la aparición de escaleras. Eso no quita que algunos salones principales estén, a su vez, compartimentados, en planta y en altura. Si consideramos la planta del ala sur en su conjunto, es fácil advertir su composición fragmentada. La pieza longitudinal que acoge galería y apartamentos, un verdadero bloque lineal que se anticipa en doscientos años a las propuestas del movimiento moderno, es una pieza formalmente autónoma respecto al conjunto del ala. Un bloque lineal que, de hecho, tiene un nombre propio, Ala de los Príncipes, pegado a una estructura en peine. La unión genera los tres patios que antes hemos enumerado: apotecario, escalera y Bouche du Roi. Las particiones interiores de esta estructura son distintas, más desordenadas. La composición casual de pieza para formar un elemento reconocible desde el exterior (el ala sur) se hace especialmente evidente cuando comprobamos que la cota de los forjados en la estructura en peine no se corresponde con la cota de los forjados en el Ala de los Príncipes, frente del ala sur a jardines. Decíamos que el ala sur no se construye sobre la nada. La aparente regularidad de la pieza, al fin y al cabo, es un rectángulo con tres patios, y surge de la conciliación de una serie de una preexistencia: el Pabellón del Rey o el Pabellón de la Superintendencia. Basta mirar las fachadas laterales, los testeros, para darse cuenta de la composición afacetada del conjunto. La fachada corta que da al sur muestra dos edificios distintos pegados por el testero. El orden ideal moderno de la fachada a jardines entra en contacto con el orden antiguo que da a la ciudad sin ninguna solución de continuidad. Otra vez, la supuesta racionalidad Versallesca queda superada por la pulsión de lo imprevisto. En cierto modo, el rango de los habitantes se mide por el orden-desorden en el que viven. Los apartamentos del Ala de los Príncipes, de mayor rango, con vistas a los jardines, forman parte de una estructura ordenada. El resto de alojamientos, los que dan a ciudad y se distribuyen como pueden por la estructura en peine, forman parte de un tejido mucho más irregular, plagado de saltos de cota. Presencias fantasmales de lo preexistente. En este sentido es interesante observar la colocación de las escaleras. La galería del Ala de los Príncipes empieza y termina con una gran escalera. La más próxima al cuerpo central, la Escalera de los Príncipes, que usan los cortesanos, tiene salida directa al Patio de los Príncipes (al que ya hemos referido). Funciona como un acceso independiente a los apartamentos del ala sur. Además de estas dos escaleras, allí donde los cuatro brazos del peine se unen al bloque lineal, se colocan otras cuatro. Sirven a las galerías de acceso, y salvan los saltos de cota entre el peine y el bloque. Lo que desde fuera, en las fachadas a calles, se presenta como uniformidad estratificada por plantas, en el interior es un baile de alturas. Cabe añadir la presencia de altillos, tratando de multiplicar la superficie 68
útil. Estos altillos, en la mayoría de los casos, se entregan directamente contra los travesaños de las ventanas: ¿no es esto un primer ensayo de muro cortina? Por el exterior, un gran ventanal como pieza unitaria, y detrás, un espacio fragmentado en altura con forjados que respetan la integridad de la ventana. La Escalera de los Príncipes no pasa de la primera planta. La regularidad impuesta por las escaleras, hasta donde suben o no, es también un indicador de rango y desorden. La diferencia no sólo se da entre bloque lineal y peine. La entropía también crece a medida que ascendemos de una planta a otra. Encontramos un indicador en la creciente irregularidad de los accesos verticales a medida que se asciende. Para quien vive en el ático, no basta con la escalera de los príncipes. Quien ha subido por aquí deberá tomar la galería del primer piso para hacer un trasbordo y tomar otra escalera. Decíamos que por encima de la primera planta ya no hay ninguna galería organizando los accesos. Los recorridos se convierten en puro laberinto cuando nos adentramos en los sobreáticos bajo mansarda. Se conservan algunos documentos posteriores al reinado de Luis XIV: la planta nos muestra una especie de casbah confinado en un envoltorio neoclásico. En todo caso, en la primera planta, la Gran Galería que da acceso a los apartamentos, actúa como una calle elevada. Se da incluso la presencia de vendedores ambulantes. Hay tenderetes en los que comprar comida o complementos. Una calle cubierta, pero exterior en cierto modo. Los arcos no se cerrarán con ventanas hasta mediados del XVIII. Ala norte, planta primera Al otro extremo del castillo, la galería del primer piso del ala norte parece similar a la del ala sur. Sin embargo, presenta variaciones interesantes. Su construcción es posterior. Comienza en 1682, cuando el ala sur está prácticamente terminada. Se supone que corrige los errores del ala que la precede. A nuestro juicio, su interés es menor. Descontando algunas incidencias, al tratarse de una estructura enteramente nueva, no se da una colisión entre el desorden de lo antiguo y la racionalidad de lo nuevo. Toda el ala está resuelta de forma más regular. Los focos de desorden responden antes a la coyuntura de una construcción prolongada que a cuestiones de planeamiento. Una primera diferencia es su relación con los jardines. Si el ala sur, encajada junto a la Orangérie, dispone de una plataforma horizontal que permite una relación directa entre apartamentos y jardín (también la generación de un semisótano sin vistas a los jardines), el ala norte, al entregar por el lado jardín con un terreno en pendiente (ver las dos fachadas en la página 60), no dispone de un acceso directo entre apartamentos y jardín. Una segunda diferencia es el número de patios, reducidos aquí a dos: el Cour Basse de la Chapelle (por contraposición al del otro