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Reanimar la Máquina Ramon Faura
Reanimar la Máquina
Ramon Faura
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Nos interesa el desorden. En Versalles se da una peculiar convivencia entre lo racional y lo caótico. Por caótico entendemos aquello que en un sistema dinámico es impredecible. Si tal como asegura la teoría de Shannon,1 la información se mide a partir del grado de incertidumbre anterior a la emisión del mensaje, Versalles es una enorme máquina productora de información.
Las contadas ocasiones en que la teoría arquitectónica se ha ocupado de Versalles, lo ha hecho insistiendo en su vertiente racional. El relativo interés moderno, eminentemente visual, por el racionalismo versallesco, explica parcialmente que sean los jardines y no el castillo quienes hayan concentrado la mayor atención. Los trazados axiales materializados en interminables avenidas y el rigor geométrico al que es sometida la vegetación ofrecen un espectáculo en el que la modernidad se reconoce. La eliminación de todo lo accidental y la manifestación inquebrantable de una voluntad que arrasa montañas son celebradas como signos inequívocos de un primer paso hacia la abstracción.
Curiosamente, esta misma mirada que encuentra en los jardines de Le Nôtre una prefiguración de la abstracción formal y de la estética racionalista del siglo XX no ha reparado en que la racionalización más eficiente se desarrolla allá donde el ojo no llega: la transformación del territorio y los avances de la ingeniería hidráulica que desde el subsuelo posibilitan el fastuoso espectáculo de las fuentes.2 Versalles es el laboratorio espectacular donde se ponen a prueba los instrumentos que han de modificar el tejido productivo francés. No se trata, por lo tanto, de renunciar al Versalles racional, sino de señalar otros lugares donde la racionalidad, antes que exhibirse como forma, se despliega como motor. Una dinámica, antes que un resultado. Un vector de transformación constantemente alterado en su trayectoria por el desorden de lo imprevisible. Este es el desorden que nos interesa. Podríamos aplicar a Versalles las palabras que Rem Koolhaas dedica al asilo flotante de Le Corbusier: the most rational possible instruments at the service of the most irrational pursuit. 3 La racionalidad como delirio.
Indagar en el desorden también es cuestionar críticamente la noción moderna de proyecto arquitectónico, construcción ideológica demasiadas veces interpuesta cuando los arquitectos han mirado el pasado, durante muchos años obstáculo insalvable en relación a Versalles. No se trata aquí de definir exhaustivamente el término, pero sí de apuntar algunos de sus argumentos. El proyecto moderno se fundamenta en una ficción, operativa a veces, pero falsa en su simplismo: un plan y una ejecución bajo el control de una misma autoridad facultativa, el arquitecto. El proyecto moderno se entiende a sí mismo como un proceso lineal y jerárquico. Desde los despachos, especialmente, cuando toca publicar la obra hecha, el proyecto se autorepresenta en términos biográficos: una herencia (el background del autor), un inicio (los primeros bocetos), un desarrollo (el proyecto básico y ejecutivo), y un final (el cliente que toma posesión de la obra terminada).
Se asume que todo edificio es la transcripción material de una idea preestablecida, que el proyecto tiende a un estado final donde el tiempo se detiene y la obra queda para siempre terminada. Es desde este constructo ideológico que entendemos la revisión simplificada y la asimilación por el canon moderno de obras del pasado como Santa Maria dei Fiori o el Templo Malatesta, y la no inclusión de otros episodios, relevantes en tanto manifestación de una nueva realidad urbana, como la aparición de las catedrales o la dilatada construcción de conglomerados habitacionales (los palacios Vaticanos, Westminster, o el mismo Versalles). En todos ellos brilla por su ausencia la figura del autor único.
Decíamos que el desinterés moderno por Versalles se entiende cuando analizamos el castillo como proyecto, y no como lo que en realidad es, un edificio-ciudad, una megastructura pre-industrial sometida a los mismos vaivenes, azares y discontinuidades que la forma urbana. Contra la idea moderna de proyecto, cabe reivindicar una arquitectura del palimpsesto. Comprender que la categoría arquitectura efímera no es operativa, en tanto toda arquitectura siempre lo es.
Realidad compleja e inabarcable, inasumible como totalidad si no se establece un argumento de análisis, se propone una lectura del Versalles de 1701 como una entidad efímera. Efímera, sin embargo, no significa que desaparezca en su totalidad. Por efímero entendemos, más bien, en constante transformación (y el crecimiento no es su único vector). Un Versalles en movimiento incumbe tanto a la forma de su arquitectura en un lapso de tiempo determinado, como a los rituales móviles que aloja, y al flujo de circulaciones que le dan forma (el agua, los cortesanos, las mercancias, las fuentes de energía)
La primera parte de este documento (Detener Versalles) se pregunta sobre el sentido de lo transformacional en Versalles. Trata de comprender sobre qué equívocos la teoría arquitectónica del movimiento moderno articula un discurso sobre Versalles fundado sobre lo racional-abstracto y lo estático-central. Consta de dos capítulos. El primero (Arquitectura del palimpesto), de forma sumaria y sin ánimo exhaustivo, recopila las principales desapariciones de Versalles a lo largo de doscientos años. Del Versalles transformacional al espejismo moderno, pasando por la taxidermia del siglo XIX. El segundo capítulo (El espejismo moderno) reconstruye el itinerario ideológico que convierte el castillo de Versalles en una masa inerte y desprovista de sentido arquitectónico.
La segunda parte (Desplazar Versalles) trata de describir la condición móvil del Versalles de Luis XIV. En tanto máquina en movimiento, se elige 1701. Es el año en que la Chambre du Roi se coloca sobre el eje solar, iniciando la desaceleración de un hacer instalado sobre el puro cambio y ofreciendo un ícono (el plano general de Versalles ordenado desde la centralidad de la Chambre du Roi), sobre el que la modernidad proyectará su propio sentido. Consta de dos capítulos. El primero (Versalles en movimiento) describe los agentes de cambio y los modos en qué éstos se manifiestan: la sociedad cortesana (el marco mental), las fluctuaciones de la estructura cortesana a través de los État de la France (el programa), la arquitectura concebida desde el recorrido (las descripciones oficiales del castillo). El segundo capítulo (Sobre el eje) describe el soporte conceptual de todas las transformaciones: el gran eje solar, metáfora apolínea, origen temporal y espacial de la casa del rey.
Finalmente, la tercera parte (Dos desplazamientos) describe dos movimientos especialmente particulares que, sin cortarse, se cruzan. Así, el primer capítulo (El adentrarse) analiza el movimiento sobre el gran eje solar que, pegado al suelo, une la ciudad y jardines, y convierte el castillo en un umbral. El segundo capítulo (Calle interior) analiza un recorrido dentro del edificio, a unos cinco metros del suelo, en dirección sur-norte y con más de medio kilómetro de desarrollo. Una verdadera calle interior elevada avant-la-lettre.
1 SHANNON, Claude. “Communication Theory-Exposition of Fundamentals”, IRE Transactions on Information Theory, nº1 (febrero de 1950), en Claude Shannon, Collected papers, 173. Citado en: GLEICK, James. La información. Historia y realidad. Ed. Crítica. Barcelona, 2012. Pág. 231. 2 Sobre la construcción en Versalles, el marco laboral y en general todos los aspectos técnicos, ver: TIBERGHIEN, F. Versailles, Le Chantier de Louis XIV 1662-1715. Perrin : París, 2003. 3 KOOLHAAS, Rem. Delirius New York. 010 Publishers: Rotterdam, 1994. Pág. 249
Planta baja general del Castillo de Versalles en 1701. Dibujo del autor.
