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Energía y Más
POBREZA ENERGÉTICA
y su interrelación con la comunidad megadiversa
E
n el marco del mes del pride y la 45ava marcha del orgullo, reflexionar sobre la inclusión y la diversidad en nuestro entorno social y normativo, es vital para brindar alternativas en torno a la equidad energética que tanto urge en México. En nuestro país, cerca del 37% de los hogares caen en pobreza energética, siendo los conformados por grupos vulnerables los más afectados. El término de pobreza energética surge en los 80’s luego de la primera crisis mundial del petróleo, haciendo referencia a los problemas de salud relacionados con la falta de confort térmico en las viviendas. Esto derivaba en muertes y enfermedades respiratorias dada la incapacidad de la población para pagar los altos costos de los combustibles fósiles durante los crudos inviernos. La actualidad es muy parecida, pero el concepto ahora engloba el acceso a usos de la energía para la cocción y refrigeración de alimentos, el calentamiento, la ventilación, la iluminación y el entretenimiento. Si bien existe una diferencia regional, la pobreza energética también está íntimamente relacionada con variables como el tamaño de la localidad, el nivel de educación de los integrantes, así como los ingresos y el sexo de la cabeza del hogar. La ventaja de analizar la pobreza energética con un enfoque desagregado radica en la construcción de arquetipos que reflejan la heterogeneidad social y climática de México. Dados los inviernos más fríos y los veranos más calurosos, la vulnerabilidad de un hogar para ser afectado por el cambio climático aumenta al tener integrantes de grupos estigmatizados, llámese miembro de la comunidad LGBTIQ+, mujeres, entornos rurales, etc. La inequidad y la marginalización de estos conglomerados se traduce en falta de empleo formal, barreras para la formación continua, acceso limitado a espacios seguros e internet, así como una amenaza grave a su salud financiera, física y mental. Las personas sufren entonces de una privación relativa de sus derechos sociales cuando no satisfacen las necesidades consideradas indispensables de acuerdo con su entorno, costumbres y cultura. De aquí la relevancia de adoptar marcos legislativos y sociales que entiendan la complejidad asociada a la predisposición de algunos sectores a caer en pobreza energética. Es innegable que la comunidad LGBTIQ+ cobra cada vez más fuerza, muestra de ello es que, en 2021, el INEGI realizó
Por Andrea Servín Aguila Subgerente de eficiencia energética en Grupo México
la primera encuesta nacional sobre diversidad sexual y de género. Esta arrojó que cerca del 5% de los habitantes del territorio nacional no se identifica con la población heterosexual y cisgénero. La diversidad sexogenérica se refiere a todas las posibilidades que tienen las personas de asumir, expresar y vivir su sexualidad, su identidad y su orientación sexual. Factores personales, institucionales y ambientales deben ser atendidos para motivar un cambio de paradigma en las políticas públicas e integrar la perspectiva de género en ellas. Por ejemplo, reconocer a las familias homoparentales y lesbomaternales para proveerles de apoyo en desastres naturales o incentivos fiscales en materia eléctrica, sentaría un hito legislativo importante. En definitiva, el acceso a la energía es un elemento que previene el incremento de la pobreza, pues además de satisfacer las necesidades básicas de los individuos y mejorar la calidad de vida de la población, vela por la igualdad de oportunidades para los grupos vulnerables. El diálogo sobre la pobreza energética y su relación con la diversidad no debe girar en torno a su reconocimiento, sino al combate de la invisibilidad sistémica y los desafíos específicos de estas comunidades. Los entes jurídicos deben ser flexibles y justos para garantizar los Derechos Humanos de la comunidad megadiversa.
Greentology • Jul | 2023