“De aquí y de allá ” Abandonar por unas horas la oficina para hablar con la escritora Alejandra Kamiya era una promesa de desconexión. Caminamos unas cuadras, presentándonos, y dimos con un convento en pleno microcentro. Nos sentamos allí a dialogar. Fue una charla de [nuevos] amigos, con la excusa de una entrevista. ¿Cuándo empezaste a escribir? Siempre escribí. No tengo recuerdos de un comienzo. De hecho creía que todo el mundo lo hacía. ¿Cuándo fue pública entonces por primera vez esa escritura tan tuya? A Abelardo Castillo, mi maestro, le gustaba esta historia. Cuando tuve un hijo, ya grande, mi vida cambió de eje. Salía sólo para trabajar o ir al supermercado. Fue ahí, en un supermercado, dónde vi el anuncio de un concurso literario con un premio frívolo y al mismo tiempo muy tentador: un día de 30
PROASIA Enero / Febrero 2020
spa. Yo no conocía cómo funcionan normalmente los concursos, y escribí ahí mismo el cuento e intenté presentárselo a la cajera, que por supuesto no lo aceptó. Finalmente lo presenté como debía y gané el concurso. Me llamaron y me propusieron pasar por el hotel Sheraton un día al atardecer. Yo pensaba retirar un voucher y me encontré con una recepción muy paqueta, en la que todos me preguntaban hacía cuánto tiempo que escribía. Yo no respondía y pensaba que tal vez había algo allí para desarrollar. ¿Qué decidiste hacer con esa sospecha?
Fue un proceso muy natural, como tirar de un ovillo: le conté a mi madre, que estaba leyendo “La profesora de español” de Inés Fernández Moreno y me la recomendó. Busqué su número, hablamos, tuve una entrevista y me aceptó en su taller, que estaba de casualidad muy cerca de mi casa. Después de unos meses ella me dijo que tenía que seguir mi camino con quien había sido su maestro, Abelardo Castillo. El taller de Castillo era lo opuesto al de Inés Fernández Moreno, que había sido cálido, lúdico, suave. El de Castillo era arduo e intenso. Cabral tenía una canción que decía