de amenazas que ahora se sumergen en la cultura del miedo: “Una creciente obsesión con riesgos es uno de los rasgos más notorios de la cultura del miedo”.29 “Con el aumento de la perspectiva de miedo, la significación de riesgo ha quedado subyugada a la narrativa de miedo” (Ibid. p.153).
miedo al hacer blanco en la vida cotidiana, las bombas en calles, restaurantes y lugares de comunión cultural, a las cuales todos estamos expuestos. El mal aguarda emboscado en los incontables agujeros negros de un espacio social desregulado a conciencia, en el que la competencia a cara de perro y el distanciamiento mutuo ha sustituido a la cooperación y a la solidaridad, mientras la individuación irresistible erosiona el poder aglutinante de los lazos humanos.31 En una sociedad moderna ‘normal’ , la vulnerabilidad e inseguridad de la existencia, así como la necesidad de vivir y actuar bajo condiciones de aguda e irremediable incertidumbre, vienen selladas a la caprichosa y endémica imprevisibilidad de las fuerzas del mercado. (Ibid. p. 105).
VI. Miedo a) Cultura del miedo30 La distinción entre miedo y temor es sutil pero real. El temor es una presunción de que algo va andar mal no siempre en relación al temeroso, pues es posible sentir temor por el posible fracaso o daño que pueda afectar a otro. El miedo es una emoción que se refiere a un posible daño concreto que afecte al miedoso, habiendo sido estudiado desde la psicología y, muy recientemente, abordado por la sociología.
La vida urbana es un avispero de ansiedad, polución ambiental, tensiones sociales, obstáculos a la prosecución fluida de gestiones y movilización, provocando el riesgo urbano que Foucault ha denominado “miedo a la ciudad”.32
La vivencia de miedo nace de incertidumbres sobre el origen de fenómenos naturales y la invocación a las divinidades pidiendo protección, como también las incógnitas relacionadas con la muerte y un posible más allá, solicitando gracia y buenaventura. La incertidumbre y la posibilidad de un destino infernal o divino vincula miedo con moral, aunque la escatología ha ido perdiendo importancia con la secularización de la modernidad. Zygmund Bauman, el sociólogo especializado en licuar la modernidad, la vida, el amor y la maldad, sostiene que el miedo nos permea a medida que la maldad se licúa, es decir, pierde sus contornos, se infiltra por doquier y desencadena un miedo persistente, ya no frente a amenazas extraterrenales o naturales, sino a actos de agresión y terror provocados por los seres humanos. Así se explica el miedo. ante guerras, agresiones atómicas y, más recientemente, a catástrofes medioambientales generadas por expoliación y polución de recursos naturales finitos. Los sorpresivos ataques terroristas son, por su parte, fuente de
El miedo permea el diario vivir, dado que todas las seguridades que los individuos se van granjeando, o que les concede el estado protector, están cuestionadas y amenazadas: estabilidad laboral, ahorro para el futuro, educación de los hijos o apoyo a dependientes enfermos o ancianos, medicina accesible, pensiones suficientes para llevar una vejez sin sobresaltos, se derrumban con facilidad asombrosa, cayendo al vacío por falta de una red social protectora. Hans Jonas propone una heurística del miedo que nos ayude a reconocer y entender las amenazas que se ciernen sobre lo humano desde sus exacerbados afanes tecnocientíficos. No es difícil reconocer el mal que no deseamos, antes de saber lo que sí deseamos: la filosofía moral debe consultar nuestros miedos antes que nuestros deseos, para así entender lo que realmente apreciamos.33 14