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XI. PARIDAD PARTICIPATIVA EN BIOÉTICA
Actualización sistemática: la estructura de las relaciones de reconocimiento social59
Autorrelaciones prácticas • Autoconfianza • Autorrespeto • Autoestima
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Esferas del reconocimiento • Amor • Derecho • Solidaridad Formas de menosprecio • Tortura • Sustracción de derechos • Discriminación • Infravaloración de talentos
Esta síntesis tan redonda y equilibrada abre la sospecha de una construcción artificial, aun cuando se mantiene fiel al propósito hegeliano de estudiar el entramado de desarrollo de identidad y socialización. Su estudio se enriquece con la ética dialógica (Buber) y la ética relacional de Lévinas, así como los aportes a la ética comunicacional de Habermas. En forma sintética, es razonable sostener que el reconocimiento social de los individuos es requerimiento mínimo para establecer la ética de seres libres que han de vivir en convivencia, asunto que resultaría trivial de ser resaltado si no fuese que las sociedades de los países del Sur mantienen la realidad de clases sociales con escasa movilidad, donde el reconocimiento sigue fundado menos en paridad que en la relación amo/esclavo que trabajaran Hegel y luego Kojève, tema que no deja de preocupar a lo que podría llamarse el Sur esclavo (vide infra).
La filósofa feminista Nancy Fraser entabla un fructífero debate con Alex Honneth,60 reclamando que el reconocimiento es habitualmente entendido como una “autorealización” centrada en una socialización del individuo en busca de una integración social éticamente sólida. Este proceso se construye en el escenario social de las instituciones vigentes, dejando a la sombra injusticias y discriminaciones que impiden bregar por la redistribución de derechos, oportunidades, asimetrías materiales, que constituyen la agenda de naciones con minorías discriminadas, mayorías postergadas, y los obstáculos de tolerancia e integración multicultural. Fraser prefiere plantear una “paridad participativa” donde la redistribución es bandera de lucha de los postergados que deben ser reconocidos como tales: un reconocimiento político grupal de reivindicaciones estamentales –mujeres, grupos étnicos, migrantes que requieren reestructuraciones social-políticas que en la ética del reconocimiento de extracción hegeliana faltan.
En numerosas ocasiones la bioética anglosajona, la mainstream bioethics ha sido identificada como imbuida de un impulso misionero por implantar en el Sur la hegemonía de su pensamiento noratlántico, en una cruzada que ha sido acusada de “imperialismo moral”. 61 Las experiencias de esta imposición hegemónica han sido múltiples y confirmatorias, incluso habiendo sido celebradas por quienes “están particularmente comprometidos con tolerancia como un concepto moral importante, debiendo aceptar que ello requiere ser fundamentado en una moral universal, y por ende ha de aceptar el “imperialismo” moral que implica”.62 Explícitamente, la bioética del Sur es descalificada y transformada en víctima del neocolonialismo cultural que obedece a la condena de los subalternos que no pueden hablar (Spivak, Dussel).