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XIII. CONCLUSIÓN

Decepcionado del giro biomédico que estaba tomando la bioética de Georgetown, Potter se volcó a diseminar las ideas del ecologista Aldo Leopold, al publicar su segundo libro donde propone una bioética global que incluya la dimensión individual, social y ecológica. La crítica de Reich incluye esta segunda obra de Potter, detallando múltiples defectos formales –argumentación insuficiente, estilo engorroso, dependencia de ideas ajenas– sin entrar en debate substantivo de sus ideas: “La visión intelectual sobre bioética de Potter inspiró un legado modesto pero significativo que ha promovido su visión de la bioética” (p. 322).

Es efectivo que Potter no era muy riguroso en sus escritos, pero nada justifica la negligencia de la bioética naciente en Georgetown y su falta de nivel académico al descalificar la forma en vez de debatir sobre el fondo y reconocer los esfuerzos pioneros de Potter en el nacimiento de la bioética, su énfasis en la ecoética y la insistencia que la bioética debía ser más global que una ética médica renovada.

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En una secuela de su indagación, Reich es algo más tolerante al señalar que el enfoque de Potter y de Hellegers son similares, pero no deja de anotar que “hay cierto escepticismo acaso el pensamiento de Potter siquiera puede calificar como ética”.68

Potter tenía plena consciencia y con frustración preguntaba “por qué había sido tan poco reconocido EE.UU., cuando comencé a escribir sobre cuestiones éticas”.69

El legado [de Potter] no se enseña en muchos programas de ética biomédica…no es adecuadamente incluido en importantes reseñas de la historia de nuestro campo…Sus conceptos de bioética fueron desarrollados en el contexto de un centro de investigación oncológica en una universidad del Occidente medio –mid-Western university–, perdiendo en la competición intelectual frente a las formulaciones dominantes que emergieron en Washington sustentadas por más dinero y poder político nacional.70

Este relato algo extenso da sentido al reclamo del hemisferio Sur contra la agresiva política de la bioétca noratlántica que emplea su potencia académica y sus programas docentes empeñados en asfixiar la voz autóctona de los subordinados.71

Claramente, la ética del reconocimiento debe ser trabajada por la bioética, dado que las instancias de hegemonía ejercida por la bioética de curso central –mainstream bioethics– continúa dominando sobre los esfuerzos periféricos y regionales.72

Toda suerte de actividades, costumbres, disciplinas han sufrido un feroz quiebre a raíz de la peor pandemia que sufre el mundo desde 1918-1920, afectando asimismo los ámbitos de lo social, lo político y lo económico. Mirando el período postpandemia, que nadie aventura fechar, se esgrimen pronósticos dispares y poco fundados, avivando los más dispares imaginarios: cambios profundos en la sociedad, recuperación del status quo, emergencia de una solidaridad global, exaltación del individualismo competitivo, caída del capitalismo, robustecimiento de la globalización neoliberal,. Los primeros signos de una posible recuperación sugieren un anhelo de retorno a la situación pre-pandémica, a pesar de las miserias sociales y ecológicas que arrastraba, con intentos crispados de recuperar lo perdido.

Desde el comienzo de la crisis sanitaria hubo exhortaciones a la salud pública por respetar los derechos humanos, a no transgredir la distinción entre espacio público y espacio privado, a respetar la autonomía y cuidar el bien público sin

Todo acertado pero relevado a destiempo. Si varios decenios de bioética no habían logrado establecer estas ideas centrales al funcionamiento de un orden social decente, demostrando que los mensajes de la bioética, que ciertamente no faltaron, carecían de influencia e impacto, que la bioética no ha sido puente hacia lugar alguno.

Y la bioética, como ya es habitual, baila al son de música irradiada por otros, en lo esencial esperando que ahora sí, con las heridas de guerra aún sangrando, la humanidad enfilará por los derroteros correctos, utilizando las herramientas que la disciplina ha estado cultivando: equilibrio reflexivo, justicia en ecuanimidad, comunicación democrática, integración de la voz subordinada, derechos humanos universales, ética global, principios éticos universales, pragmatismo humanista, y tantas otras propuestas esculpidas en torreones académicos de las cuales el ágora nada sabe. Lo peor que puede hacer la bioética es solicitar su retorno al business as usual, visto que ha tenido escaso o nulo impacto en la marcha del mundo, sin por ello mitigar su autoestima y seguir cultivando sus inquietudes e intereses sin prestar oído a las críticas expresadas.

La bioética no ha mostrado señales de frustración por no haber sido escuchado en sus lamentaciones por inequidades y discriminaciones que ya existían antes, aunque han adquirido una visibilidad ineludible. Persiste en su discurso de respeto por los derechos humanos, la solidaridad, la equidad entre pudientes y desposeídos, con la esperanza de logar algún impacto en una humanidad fragilizada y atemorizada. Esta no puede dejar de ser su misión, pero ante todo deberá reconocer que nuevos desafíos ya en desarrollo pero acelerados por las vicisitudes de la pandemia, requieren enfoques inéditos, mayores esfuerzos de reflexión y debate, y un compromiso ante la amenaza Si la bioética no se aboca a una reflexión atingente a los procesos sociales de acelerado despliegue, corre el riesgo de ser precipitada en la inanidad, apabullada por la revolución digital, por la expansión ilimitada de la biotecnociencia y, un concepto rescatable de Potter, el “conocimiento peligroso” de la biotecnología molecular, mientras los seres humanos encapsulados en individualismo se distancian entre sí.

Los gurús optimistas que auguran un vaso medio lleno y los pesimistas que miran con sospecha el vaso medio vacío, harían bien en pensar la analogía de los dos vasos como una de cuatro recipientes, pues a su lado hay un vaso lleno de quienes están satisfechos con los beneficios de la globalización neoliberal, y otros que portan un vaso vacío que la humanidad nunca ha sabido llenar con justicia, equidad, mutuo respeto y devoción por un mundo mejor para todos. Tampoco lo logrará la bioética, pero su sino es seguir bregando para sustentar su razón de ser.

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