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III. PUNTO DE INFLEXIÓN, TIEMPO DE REFLEXIÓN

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BIBLIOGRAFÍA

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medidas preventivas. Las insuficiencias y discriminaciones en servicios sanitarios y atención médica precedieron con mucho el explosivo recargo actual de personal y recursos clínicos. Son temas que la bioética viene observando, debatiendo y presentando en toda su extensión y gravedad, llamando a la urgencia de enfrentar la degradación social y ambiental del mundo, la cumulativa polarización económica, las injusticias, discriminaciones, marginaciones, desprotecciones y vulneraciones de derechos humanos negativos y positivos. Más que un discurso propio, la bioética hace coro con ambientalistas, economistas y sociólogos que comparten la alarma por la depredación de la naturaleza y la explotación de sus congéneres que los seres humanos más poderosos ejercen en forma implacable.

Como en otros episodios críticos, la mirada bioética registra arrepentimientos y buenos propósitos, pero también, y posiblemente con más intensidad, el revoloteo por volver a la “normalidad”, al status quo que mantenía y fomentaba las disparidades entre pudientes y desposeídos, y que aspira a recuperarse con premura para mover la economía, producir para consumir, y hacerlo con renovado fervor para recuperar lo perdido y seguir marchando firmemente en el proyecto de un futuro al compás del progreso que Van Rensselaer Potter rechazaba como un concepto materialista a ser superado por un “progreso científicofilosófico”.14

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En medio de la pandemia, se plantea los problemas éticos de la asignación de recursos y selección de prioridades, desconociendo que la bioética ha trabajado con ahínco en buscar respuestas a estas incertidumbres, elaborando diversas estrategias para asignar recursos escasos del modo más equitativo posible, y sentando una doctrina de triage cuyas raíces provienen de la guerras napoleónicas. El objetivo de elaborar criterios claros de selección en situaciones de emergencia, es evitar las incertidumbres y arbitrariedades de asignar “la última cama” que, sin embargo, han sido vividas y reclamadas incluso por naciones con una muy elaborada salud pública y su correspondiente apoyo ético.15

Frente a preguntas conflictivas sobre asignación de recursos…hasta la fecha no existe…una guía ética nacionalmente acreditada que ayude a traer claridad, consistencia y equidad a la toma de decisiones.16

A medida que el Reino Unido se prepara para emerger de la cuarentena, hacemos un llamado urgente a nuestros líderes para desarrollar un plan ético con al menos tres características…Primero, desarrollo de guías éticas transparentes…que den fundamentos claros, consistentes y defendibles para políticas a nivel nacional…Segundo, soportes éticos formalizados, coordinados y financiados de alcance nacional…Tercero, investigaciones necesarias para informar y apoyar el desarrollo de políticas y guías éticas.17

¿Qué nos indica la realidad de COVID-19 acerca de la bioética como disciplina, o sobre el rol social de bioeticistas? ¿Por qué son repentinamente amontonados tantos planes de ‘ética pandémica o de heurística del triage? ¿Acaso sea problemático que casi cotidianamente sean publicados múltiples propuestas contradictorias sobre cómo distribuir recursos escasos (v.gr. ventiladores)? ¿Cómo alcanzar consensos en estas cuestiones, y acaso consensos sean la meta deseable?18

Hay señales que la bioética también quiere volver al curso de su propia normalidad, pese a que la pandemia muestra a las claras que su discurso no logra impactar en una sociedad sumida en la maquinaria de la globalización y consumida por un malestar generalizado del que solo se

libran los pudientes y poderosos. La bioética continúa anclada en una persistente grandilocuencia que se compromete a seguir batallando por la justicia, la vigencia de los derechos humanos a pesar de haber presentado la necesidad de “nuevos derechos humanos en la era de neurociencia y neurotecnología”.19 Insiste, con razón pero sin fuerza ni influencia, solicitando la equidad en seguridad social y salud pública, intentando recuperar el mapeo de la disciplina a pesar de su escasa repercusión en la triunfal marcha de la globalización, cuyos efectos deletéreos han sido remarcados por figuras intelectuales como Bauman, Safransky y tantos otros.

Nos llama la atención la frecuencia con que valores o consideraciones éticas son invocadas a lo largo de discusiones, incluyendo solidaridad, equidad, autonomía, confianza, respeto moral igualitario, y vulnerabilidad, motivándonos a producir una breve discusión a objeto de: (i) definir estos conceptos claves y (ii) guiar su aplicación a los esfuerzos de investigación de COVID-19.20

Si la bioética se siente culpable de no haber sido, en su medio siglo de hiperactividad académica, capaz de actuar siquiera de modesto freno a los afanes predatorios de un pequeño segmento de la humanidad, deberá, por fin, sumirse en una ensimismamiento orteguiano, una reflexión sobre sí misma:

En cuanto a la relfexividad…se impone más que nunca como un imperativo absoluto a todos los que quieren resistir eficazmente a estos conceptos de pacotilla –“globalización” y “flexibilidad”, “multiculturalismo” y “comunidad”, “identidad”, “hibridación”, “fragmentación”, etc. – cuya difusión, en el campo universitario y fuera de él, acompaña en el mundo entero la puesta en marcha de la política neoliberal de destrucción del Estado social y de sus experiencias históricas, entre ellas la autonomía de la ciencia social; es decir, su existencia misma”.21 La bioética, efectivamente, ha consolidado su discurso en torno a ciertos valores y áreas de aplicación básicos, necesarios pero insuficientes para marcar presencia social de una ética aplicada que ha brillado casi exclusivamente en el ámbito académico. Como muestra la Fg. 1, los temas de la bioética son perennes, invariables sus campos de aplicación, pero es urgente reconocer que este discurso es insuficiente y ha de ser enriquecido con el enfrentamiento de nuevos desafíos.

Aún cuando las categorías no sean exhaustivas, permiten reconocer una vinculación recíproca: Todos los valores mencionados deben ser considerados en la bioética aplicada a las áreas de prácticas sociales, y ninguna práctica social puede ser éticamente validada a menos que considere todas las virtudes anotadas. Estas áreas temáticas no pueden ser dejadas de lados puesto que constituyen el fundamento trascendental –condición necesaria– para una convivencia social mínima, pero la iteración obviamente se ha vuelto insuficiente, pues el permanente refuerzo de su relevancia no ha hecho mucho más que desgastar un discurso que no logra asidero en la realidad.

En un esfuerzo por recuperar su vigor, hay una variedad de propuestas de complementar o reemplazar el trabajo académico teórico por un compromiso de desarrollar un “activismo bioético”. Desde hace ya varios decenios, la Escuela de Brasilia propone una “bioética de intervención” que milite activamente contra las injusticias que se extienden por todo el mundo. En 2019, la revista Bioethics dedicó un número especial (33/8) al tema “Abogados y activistas”, con exposición de una gran gama de opiniones sobre lo que se puede entender por activismo bioético, que algunos, como David Benatar, rechazan porque le resta la debida ecuanimidad y neutralidad al trabajo académico, mientras otros profesan que lo valioso del activismo es presentar una postura, defenderla y buscar adeptos.

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