Saluda nuestro Párroco Ronaldo Laurenci Queridos hermanos: El Papa Francisco el 27 de Marzo de 2020 ha presidido un momento extraordinario de oración en tiempo de pandemia, en el Atrio de la Basílica de San Pedro, con la plaza vacía. Todos tenemos la imagen del Papa caminando solo por la plaza. Después de la proclamación del Evangelio sobre la tempestad calmada(Mc 4,35-41), ha pronunciado estas palabras: “«Al atardecer» (Mc 4,35). Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12).” Hoy resulta muy actual e iluminadora la Palabra de Jesucristo en el Evangelio de Lucas: “A vosotros os digo, amigos míos: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la gehenna. A ese tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros… Y dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No os inquietéis por la vida, qué vais a comer; ni por el cuerpo, con qué os vais a vestir, pues la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido… Y vosotros no andéis buscando qué vais a comer o qué vais a beber, ni estéis preocupados. La gente del mundo se afana por todas esas cosas, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad más bien su reino, y lo demás se os dará por añadidura. No temas, pequeño rebaño,porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.” (Lc 12, 4-7.22-23. 29-32) Hermanos, muchas veces nos encontramos con miedo, inseguros y nuestro corazón se llena de dudas. Este es el momento en el que realmente se hace necesario mirar a Cristo, que viene de la casa del Padre para rescatarnos. Hoy, más que nunca, nuestro corazón se debe volver al Señor, digamos como San Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” (Jn 6, 68-69) San Cipriano, al dirigirse a los cristianos de Cartago, golpeados por la pandemia de la peste, que en el año 253 d.C. estalla en Cartago, pone a prueba a las comunidades cristianas (que acaban de salir de una tremenda persecución). Son palabras bellas que nos pueden iluminar también a nosotros en este tiempo: “18. Debemos recordar cumplir no nuestra voluntad, sino la voluntad de Dios, según lo que el Señor nos ha mandado rezar cotidianamente. ¡Y aún rezamos siempre que se cumpla su voluntad!… Entonces ¿por qué rezamos y suplicamos que “venga el Reino de los Cielos”, si nos gusta tanto estar prisioneros en esta tierra? ¿Por qué rezamos con oraciones incesantes e invocamos en voz alta que se apresure el día del Reino, si nuestros deseos auténticos y nuestros votos más fervorosos acaban en servir aquí, sobre la tierra, al diablo más bien que reinar en los cielos con Cristo?