Editorial
2020/2021, el curso de la semipresencialidad
L
a aparición del COVID19 en nuestras vidas ha dejado marcas que tardarán en desaparecer. Está claro que la pérdida de vidas humanas (familiares, vecinos, amigos… ) es la consecuencia más grave de esta pandemia, pero las secuelas en la economía, en la sanidad y en la educación están causando estragos que serán difíciles de recuperar. Somos un centro educativo y nos centraremos en este ámbito para resumir este curso. Hay que reconocer que no estábamos preparados para afrontar la educación de nuestros alumnos desde una situación de confinamiento total como se vivió el último trimestre del curso 2019/20. Tuvimos que improvisar, comprar ordenadores, cámaras, tablets y formarnos en su uso de manera autodidacta. Descubrimos que nuestro papel como docentes en el aula es importante, que la educación a distancia no es adecuada para todas las edades y que nuestros alumnos no eran tan nativos digitales como pensábamos. El curso terminó y con la premisa de no perjudicar, impuesta por las autoridades educativas, se aprobó a muchos alumnos de forma artificiosa. Empezó el curso 2020/2021 con muchas incertidumbres. Los equipos directivos no dejamos de trabajar en todo el verano. Había que estar atentos a las novedades y a la legislación. Por fin llegó septiembre. Se decidió rebajar el número de alumnos por aula, llevar mascarilla y mantener la distancia de 1,5 metros, pero no se desdoblaron grupos y el profesorado que se contrató para apoyar tenía fecha de caducidad (23 de diciembre), aunque luego se amplió hasta final de curso. Había que diseñar un Plan de Contingencia y se hizo. Había que señalizar el centro y se hizo. Había que separar mesas y retirar pupitres y se hizo. Había que poner gel hidroalcohólico y desinfectante, papeleras y papel desechable y se hizo. Había que evitar desplazamientos y aglomeraciones y el centro se organizó de otra manera. Se abrieron las puertas y ventanas, incluso en invierno, y se pasó frío. Ahora llegará el calor y no debemos encender los ventiladores y lo cumpliremos. Todas estas medidas han ayudado a contener la transmisión en los centros. Hemos sufrido todas las olas pero no ha habido contagios en el centro, sólo contactos estrechos de contagiados que debían guardar cuarentena. La decisión más controvertida de todas ha sido la de la semipresencialidad. La administración tampoco estaba preparada para esta pandemia. Afortunadamente, las pandemias no pasan con frecuencia. Espero que todos hayamos aprendido que esta estrategia no ha funcionado. El alumnado no ha sido responsable para conectarse o hacer las tareas en los días que estaba en su casa. La situación ha sido más grave en los niveles en los que se aplicó al 50% (lunes, miércoles y viernes una semana, martes y jueves la siguiente). Sobre el papel se cumplían las ratios pero no se ha tenido en cuenta la motivación y las necesidades de relación entre iguales del alumnado. Felizmente, los cursos de 2º de Bachillerato han podido volver al aula todos los días y se ha notado en sus resultados finales. La EBAU nos dará otra medida del daño causado. En el lado positivo hay que destacar el salto hacia delante protagonizado por el profesorado. Nos hemos formado en el uso plataformas educativas, de aplicaciones, de programas para videoconferencias, en el uso de cámaras web, micrófonos, salas virtuales, formularios, sites, vídeos y presentaciones. Nadie podría haber predicho que esta evolución se produjese en sólo unos meses. En condiciones normales habríamos tardado años. Está claro que todo esto ha venido para quedarse en la educación del siglo XXI. La experiencia es necesaria para el aprendizaje. Alumnado, administración y profesorado debemos aprender de esta experiencia y garantizar la mejor formación posible para el alumnado en cualquier situación. Se lo debemos a las generaciones que vengan detrás. José Sampedro. Director del IES Cañada de las Eras
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