Reflejos 105

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Cultural

EL OLTERRA S

urto en la bahía de Algeciras, el capitán del navío petrolero recibió la orden del Estado Mayor de la Marina Real (conocidos como la Supermarina y la Regia Marina) de inutilizar el barco, ante el temor de cayera en manos enemigas. Italia había declarado la guerra al Reino Unido y en el apresuramiento de la medida, no había tomado ninguna precaución para resguardar su marina mercante, dispersa por el mundo. El capitán del buque, respondiendo a la directiva, activa las calderas y dirige la proa hacia la costa con el propósito de embarrancarlo. Allí quedaría varado durante largos años, con una pequeña tripulación a bordo, para evitar su confiscación. Nada hacía pensar que se convertiría en una seria amenaza contra la marina inglesa. Tampoco lo entendieron los marinos de la Royal Navy, que jamás sospecharon de la capacidad de daño que podría albergar una nave mercante, encallada a unos cientos de metros del Peñón de Gibraltar. Esa imponente masa monolítica que cierra por el Este la Bahía de Algeciras y es el asiento de una poderosa base naval. “El Italiano” Arturo Pérez Reverte es el autor de la novela. En el marco de una historia de amor y como telón de fondo, aparecen los arriesgados ataques perpetrados por marinos italianos, contra los navíos de bandera inglesa, amarrados en la base naval de Gibraltar. 38

En el contexto de las guerras por la sucesión española, se firmó el tratado de Utrecht en 1713. En esa oportunidad España entregó a perpetuidad a la Gran Bretaña el famoso peñón, extremo que ha motivado incesantes reclamos para lograr su devolución, que como bien suponemos, resultaron infr uct uosos. Huelga señalar la importancia estratégica que reviste el asentamiento británico, porque es la llave de acceso del Mar Mediterráneo al Océano Atlántico, particularmente luego de la apertura del canal de Suez. La Flotilla Décima MAS No bien encalló el Olterra, la Regia Marina advirtió bien pronto la importancia estratégica que podría llegar a tener una plataforma de observación cercana a Gibraltar y eventualmente, la posibilidad de emplearla para atacar, desde allí, al enemigo. Tales acciones de guerra solo podían asumirlas buzos entrenados e imbuidos de un elevado espíritu combatiente. Para cumplir esos fines, Italia contaba con un equipo altamente capacitado. Fueron los hombres de Junio Valerio Borghese, apodado el “Principe Negro” y Comandante de la “X MAS”, quienes desplegaron un sinnúmero de acciones en casi todos los escenarios bélicos, incluidas, desde luego, las que partieron del viejo buque carguero. Luego del armisticio de 1943, Borghese se une a la República Social Italiana, conocida como la República de Saló, para continuar la lucha.

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