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Carlos Morel

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La Olterra

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Carlos Morel

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Conocí la obra de Carlos Morel cuando una amiga me mostró una reproducción de “Payada en una Pulpería”, una pintura costumbrista en la que resaltaban los colores y la composición de los personajes en grupos. Me dijo en esa oportunidad que era pariente suyo y me contó lo que recordaba de la historia familiar transmitida de generación en generación. A partir de ese relato y de algunos recortes periodísticos que me facilitó, comencé a indagar sobre el que se señala como el primer pintor argentino.

Breve noticia biográfica.

Carlos Morel, nació en Buenos Aires, el 8 de febrero de 1813, el mismo año de la Asamblea General Constituyente y Soberana, cuando se estaban construyendo las bases de nuestro país. Sus padres fueron Juliana Miró, de estirpe colonial y José María Morel y Pérez, gallego, fuerte comerciante de la plaza porteña. José María muere cuando Carlos tiene tan solo doce años, en 1825, situación que lo obliga -junto a su hermano Estanislao-, a involucrarse en las actividades mercantiles que desempeñaba su padre, permaneciendo ligado a éstas hasta 1834. Su madre se casó en segundas nupcias con el pintor italiano Cayetano Descalzi, quien, indudablemente, tuvo influencia en Morel respecto a su inclinación artística. El niño asistió a la Escuela de Dibujo de la Universidad de Buenos Aires* formándose con maestros europeos, como los profesores el italiano Pablo Caccianiga y el suizo José Guth. En el último año, obtuvo la calificación de sobresaliente, dejando definitivamente la Universidad a fines de 1830, a los 17 años de edad. Si bien fue longevo -falleció a la edad de 81 años- su vida artística fue muy breve. Se cuenta que lo trastornó psíquicamente presenciar la ejecución de Julián Dupuy, esposo de su hermana Indalecia, en el Cuartel de Ciriaco Cuitiño ** en Buenos Aires, mientras esperaba la hora de su propia ejecución (aunque fue absuelto y liberado). Con posterioridad a tan terrible experiencia retomó la pintura, esta vez en temas religiosos, pero no logró retornar a la expresividad que lo caracterizaba. Sin embargo, con respecto a su salud mental, su sobrino-bisnieto Agustín Matienzo, en su libro “Carlos Morel precursor del arte argentino”, dice que no fue el suyo un estado demencial, sino que se trató de un debilitamiento general de sus facultades intelectuales con el correr de la vida. Morel pasó los últimos años de su vida en el hogar de su hermana Indalecia, en la localidad de Quilmes, ciudad en la que falleció el 10/09/1894. Sus restos reposan en el cementerio de dicha localidad.

La Obra

Cronológicamente, Carlos Morel es considerado como el primer pintor argentino aunque algunos autores consideran como tal al salteño Tomás Cabrera (nacido en 1721 en la ciudad de Salta, Gobernación del Tucumán, y fallecido en la misma ciudad 20 de diciembre 1810), a quien se atribuyen pinturas y esculturas de temática religiosa. Con respecto a Morel, también se lo indica, además, como uno de los mejores litógrafos de la época. Se ha catalogado a su estilo dentro del Romanticismo, por los dramáticos movimientos y la gestualidad de sus personajes, como también por el manejo de la luz y los colores contrastantes. La pintura de Morel no es meramente costumbrista. Su trazo llega describir finamente la esencia del ambiente pampeano. Por su impronta, representa el momento inicial de nuestro arte figurativo. *** El artista produjo una gran cantidad de óleos y acuarelas que ilustran las calles porteñas, las pulperías, los gauchos y otros personajes de la época, escenas rosistas y asuntos religiosos. Ha dejado obras muy valiosas sobre la vida pampeana del siglo XIX y algunos retratos de los que sólo se conocen las miniaturas de su cuñado José María Dupuy, del general José Félix Aldao y su esposa, la de Vicente Corvalán y también la del brigadier general Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra, realizadas estas últimas con-

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juntamente con su amigo Fernando García del Molino, en 1836. En 1839 realizó dos retratos al óleo, los de Patricio Peralta Ramos y el de Macedonia Escardó. En 1840, hizo el de Florencio Escardó, que se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. En cuanto a sus litografías se encuentran imágenes costumbristas y también retratos de personajes de la sociedad de la época. En los comienzos de 1842 Morel se traslada a Río de Janeiro. En esa ciudad vivían en ese momento varios intelectuales argentinos contrarios al régimen rosista, entre ellos Bernardino Rivadavia, José María Gutiérrez y Juan Bautista Alberdi. Regresó al país en 1844, y compuso varios retratos y su álbum “Usos y costumbres del Río de la Plata”, que estaba formado por dos cuadernos de doce láminas cada uno, el primero de temas costumbristas y escenas urbanas, y el segundo de asuntos gauchescos y militares. Luego solo ejecutó obras de mérito relativo. Pasó el resto de su vida pintando telas de asuntos religiosos. La trayectoria artística de Morel toca a su fin cuando, como hemos dicho anteriormente, cercano a los 45 años y psíquicamente trastornado, deja de pintar.

Un pionero del arte argentino

El arte argentino de principios del siglo XIX estuvo en manos de artistas extranjeros, que llegaban a la región con ganas de prosperar. Se los conoce como "pintores viajeros", cuyos dibujos, pinturas y grabados estaban dirigidos a representar escenas de la región, que eran llamativas para sus ojos no acostumbrados a esa realidad. Carlos Morel, desde otra perspectiva, abordó todos los géneros más populares por entonces como retratos, paisajes, costumbres, temas históricos y religiosos; lo hizo como una forma de atesorar el pasado. El artista tomó el desafío de reflejar, con certeza y veracidad, todos los aspectos de los suburbios porteños y la vida de los campos vecinos a “la Gran Aldea”. Es indudable que tuvo gran interés en retratar instantes y situaciones que tenían que ver con la vida del pueblo común, y el mundo del gaucho en particular; supo detenerse con precisión en la descripción de los ranchos, en el detalle de la vestimenta, en las tareas criollas o el acontecer de la pulpería, como así también pintó con gran precisión escenas relacionadas con las luchas intestinas de la época. Carlos Morel imprime en sus trabajos su personalidad apasionada e inconfundible; relata a través del pincel, de manera sencilla, las escenas que otros desarrollaron en nuestra literatura. Su intuición se refleja en el trazo, dejando ver la personalidad de aquellos a quienes retrata. Su obra, de carácter documental por su precisión y detalle, nos acerca poéticamente a un pasado no tan lejano.

Victoria E. Martínez

Payada en una pulpería.- Museo Nacional de Bellas Artes Combate de caballería - Museo Nacional de Bellas Artes

* la Universidad de Buenos Aires, abierta en 1821 por Bernardino Rivadavia.

** Ciriaco Cuitiño fue un líder "la Mazorca", una fuerza de policía política que actuó en la ciudad de Buenos Aires durante el largo gobierno de Juan Manuel de Rosas.

***Arte figurativo: se define por la representación de figuras, entendiendo éstas como objetos identificables mediante imágenes reconocibles. Fuentes: López Anaya, Jorge (2005). Arte argentino. Buenos Aires: Emecé. www.artedelaargentina.com Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1969). www.revisionistas.com.ar “Carlos Morel en la transfiguración del mito”, por José León Pagano (El Arte de los Argentinos, 1937) “Carlos Morel”, por José Luis Lanuza – La Prensa, 24/05/1959 “23 Pintores de la Argentina -1810/1900”, por Julio E. Payró – Ed. EUDEBA, 11/1962 “Exposición Carlos Morel” – Quilmes generando cultura, 10/1994 “Record para un paisajista precursor” – La Nación, 25/06/1999 “La obra de Carlos Morel”, por Carlos R. Risso – El Día de La Plata, 27/02/2003 (carta de lectores)

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Nostalgias y vicisitudes del Peso Moned

La conversación que mantuvimos se remonta, cuanto menos, a cuarenta años atrás. A pesar de habernos olvidado de casi la totalidad de los tópicos sobre los que giraba, nos quedó grabada una afirmación de nuestro interlocutor, que tratamos de recrear:

“- Es como le digo, a principios de siglo las familias porteñas que disponían de algunos pesos se iban a París. Sé que suena extraño, pero es la verdad. No se necesitaba contar con pilas de efectivo. Con algunos mangos pasaban largas temporadas en Europa, sin estrecheces ni preocupaciones. Está claro que no hablamos de trabajadores rurales ni de operarios. No crea que solo podía viajar la oligarquía vacuna…..”

Ese pequeño fragmento de la charla permaneció sumergido en los pliegues de la memoria, hasta que una lectura reciente nos hizo reflotar aquello que creíamos olvidado.

Leonor Acevedo de Borges

Fue, como sabemos, la madre del reconocido Jorge Luis. Entre otras singularidades de su vida longeva, le tocó revivir, en las postrimerías de su existencia, un rico anecdotario. Martín Hadis, escritor e investigador, publicó recientemente “Memorias de Leonor Acevedo de Borges”, que lleva como subtítulo “Los recuerdos de la madre del más grande escritor argentino”. En la contratapa del libro, se puntualiza que el autor logró recopilar y compaginar los recuerdos dispersos de la ilustre dama. Las experiencias que fueron de esa forma registradas, comienzan con la descripción de la vida cotidiana, en el contexto de la Buenos Aires del siglo XIX. La lectura particularizada de algunos de los pasajes del libro de Martín Hadis, nos permitió comprobar la verosimilitud del contenido de aquel aserto, que fue en definitiva el impulsor de esta nota.

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a Nacional

Para ubicarnos, recordamos que la familia de Jorge G. Borges, padre del escritor, partió para Europa en 1914. Llegada a Boulogne-sur Mer, continuó su viaje a París. Luego de permanecer un breve período en la ciudad luz, se dirigió a Ginebra, donde finalmente se estableció por cinco años. Corría por entonces el año 1919, cuando el grupo familiar decidió abandonar Suiza y encaminarse para España. Durante el breve período parisino, casi al comienzo del viaje, los Borges se instalaron en un hotel próximo a la Avenida de los Italianos; recuerda Leonor, que la asombró lo barato que era París. Llegados a Ginebra (Suiza) se alojaron en el Hotel Richmond. Luego relata que, como a su marido no le g u s t a b a la v id a d e h ot el, a l qu i la r o n u n departamento en la Rue Malagnou: “Vivir en

Ginebra era más barato que en Buenos Aires….”.

Corría el año 1920 y la familia se asentó en Mallorca

“a ahorrar, para comprar nuestros pasajes de regreso…”

Antes de visitar Mallorca, recorrieron diversas ciudades españolas. En Sevilla, Leonor Acevedo cuenta que su marido, Jorge Guillermo debía enviar (a Buenos Aires) a través del consulado argentino, un certificado de sup ervivencia para cobrar su jubilación. Luego de “ahorrar”, compraron los pasajes de retorno y en 1921 la familia regresó a Buenos Aires. Añadimos por último, que Jorge Guillermo Borges, padre del escritor, se recibió de abogado, aunque nunca ejerció la profesión. Su vocación era eminentemente literaria y docente.

Algunas reflexiones

Sin duda, a comienzos del siglo XX nuestro país exhibía otras cualidades muy distintas. La batalla contra el analfabetismo estaba decididamente ganada. La cultura del ahorro y el trabajo, constituían los pilares sobre los que se asentaba el progreso de la sociedad argentina. Dentro del concierto mundial, nuestra patria ocupaba un lugar de relevancia. La moneda acuñada, dotada de prestigio internacional, representaba la riqueza inconmensurable del país. La reseña que precede, que solo atiende a un aspecto por demás parcializado del periplo europeo de la familia Borges, concierne solo tangencialmente a sus medios de fortuna, que seguramente no diferirían en mucho de los que por entonces contaba la clase media argentina. Aquella circunstancia vivida por los Borges, nos compele a confrontarla, de manera ineludible, con la realidad actual. Lamentablemente, la comparación nos revela con desolación cuál ha sido el derrotero claudicante seguido por un país entonces promisorio, que voluntaria y empecinadamente rehusó cumplir con su destino.

Mario Maggi

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