Recuerdos
E
n esta ocasión quiero contaros unos hechos que hace ya mucho tiempo que han pasado, pero que a mí me marcó profundamente e hizo que amara cada día más nuestra Semana Santa, me estoy refiriendo al Viernes Santo. Hace ya una treintena larga de años, las vísperas de aquel día me acostaba algo nervioso y en espera que al venir el día mi padre me despertara, con la mejor sintonía que se podía hacer, que no era otra que una marcha interpretada por los músicos del Imperio Romano. Yo por aquel entonces vivía en la cuesta Romero, itinerario que hace el Imperio para subir a Jesús a tocar la Diana. De manera que cuando se podían apreciar los sones de la música, mi padre me llamaba, y como un resorte salía disparado de la cama para poder ver al fondo de la cuesta una nube blanca, que era presagio de que a continuación marchaban las escuadras, y que a mí me hacia estremecer y quedarme extasiado por unos momentos. Una vez pasados volvía a la cama, pero el sueño casi no lo podía conciliar, ya que me recreaba en la imagen de la campanita que precedía a tal cortejo y los diferentes colores de las escuadras romanas, y no sé si soñaba o alucinaba, pero sin haber todavía visto la Diana de los mayores, como yo decía, me daba la sensación de estar en ella. Y de esta manera pasaba un largo rato en la cama, en espera de que volviera de nuevo a pasar por mi calle un nuevo visitante, en esta ocasión diría yo un excelso personaje, ya que no era otro que Nuestro Padre Jesús Nazareno. De nuevo en la lejanía se oía el cantarín sonido de la campanita que hacía que corriendo volviese al balcón, junto con mis hermanos y allí esperábamos a que se aproximara El Terrible, y con que majestuosidad lo hacía, viniendo poco a poco y por suerte casi siempre descansaba junto a mí, y no puedo olvidar que me agachaba para intentar poder tocar la pesada cruz y así poderle aliviar el tormento, pero con mis pequeños brazos eso no era posible.
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HISTORIA DE TOBÍAS