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Un respeto

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Coincidencias

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Un respetoUn respeto

Es muy habitual como interesados, esos que de una u otra forma tomamos parte en un desfile procesional y nos hacemos llamar “mananteros”, comentar y hacer una crítica de aquellas personas que durante una procesión le pierden el respeto a todo aquello que nuestro pueblo intenta representar. Cruzan la calle o la recorren transversalmente por el lugar menos indicado, o incluso a menudo algunos de ellos se colocan, no precisamente en los laterales de la calle, con un vaso en la mano, sin ningún tipo de consideración o deferencia hacia los que participan en el desfile y que de alguna manera acarrean su penitencia como picoruchos, bastoneros, figuras bíblicas o simplemente portando una vela ante la Imagen de su particular devoción. Pero nuestra irritación llega a ser mayúscula cuando observamos, y no en pocas ocasiones, que estos irrespetuosos forman parte precisamente de ese colectivo que anteriormente denominaba como “mananteros”, justamente quienes debieran dar ejemplo en esta práctica. Sin embargo nuestra obligación pasa igualmente por una autocrítica, es decir que quienes constituimos la procesión tenemos la imposición de observar un enorme respeto hacia el espectador, hacia esas personas que pacientemente en algún lugar de la acera de cualquier calle de nuestro pueblo, aguardan a que el desfile le colme sus sentidos con la estética y la carga de sentimiento que el mismo atesora. No siempre tenemos en cuenta que estamos representando un personaje bíblico, o que sobre nuestros hombros portamos una imagen divina y que el penitente es una persona anónima. El espectador es precisamente eso lo que quiere ver; no acepta el protagonismo del que algunos hacen gala con el capillo levantado o sin él, con la celada de un soldado romano subida y a veces con unas gafas de sol a la última moda; ni admite la falta de recato de algunas figuras bíblicas -por no mencionar a los rebateos que les acompañan, los que necesitarían un capítulo aparte- ni la urgencia de las Corporaciones por abandonar el desfile, dejando este a veces muy desangelado. En nuestra Semana Santa se disfruta de infinidad de momentos donde se da cabida a cada una de las inquietudes que cada uno tenga. Pero reflexionemos y admitamos que a menudo carecemos del decoro y la prudencia para no perder el RESPETO a las personas y mucho menos a lo que representamos. A. Ortiz Gama

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