Mishkán Altas Fiestas 5781
Nota al Rabino Diego Elman Vis a Vis dialogó con Diego Elman, el Rabino adjunto de la Comunidad Mishkán de Buenos Aires, la institución reformista emblemática de Argentina. Desde hace más de 30 años ocupa posiciones relacionadas a la educación y a la dirección comunitaria y ha estado a cargo del púlpito de importantes instituciones. El Rabino Diego Elman habló sobre cómo atraviesa su comunidad la pandemia, comentó acerca de las actividades realizadas en forma digital que lleva a cabo la institución, los cambios que se viven en estos momentos y se refirió a la experiencia de acompañar espiritualmente en este contexto a una familia que estaba sola en el cementerio enterrando a un ser querido: «Los ayudé a rezar y traté de llevarles consuelo o una recordación con los seres queridos y amigos conectados en Zoom. Si siempre son situaciones difíciles y tristes, no poder dar un abrazo real lo hace aún más complejo». A su vez, Diego Elman es un usuario muy activo en redes sociales, especialmente en Twitter, en donde durante la pandemia se ha hecho común ver intercambios interesantes entre perfiles con diferentes posiciones ideológicas y religiosas. El Rabino cuenta que «podemos tener visiones diferentes, pero si hay respeto, que no significa acordar, sino aceptar que aunque no sea mi forma de ver las cosas la del otro puede ser válida para él o para ella y para los suyos, tenemos otros puntos donde sí coincidimos». «Somos todos parte de una gran familia y, bien usadas, las redes sociales son una herramienta fantástica. A veces en Twitter me siento como sentado en la mesa de mis abuelos compartiendo con hermanos y primos», explicó. ¿Cómo atraviesa la Comunidad Mishkán la pandemia? Mishkán es su gente, con lo cual vivimos este tiempo con las mismas preocupaciones, cuidados, miedos, incertidumbre y también esperanza de que esto pronto pase y salgamos fortalecidos. Como comunidad que mira al Cielo sin dejar de atender lo que pasa en la tierra, estamos haciendo un gran esfuerzo para estar lo más cerca posible de la gente y sus desafíos, que son también los nuestros. ¿Cómo han llevado a cabo cursos, rezos, charlas, actividades y contención durante la pandemia? Rápidamente pudimos pasar a “modo virtual” tanto en los servicios religiosos, los espacios de estudio, el acompañamiento rabínico, la secretaría, e incluso en la actividad solidaria que se trasladó a las casas de nuestros voluntarios. Lo hicimos casi instantáneamente, en parte por la experiencia previa a través de las actividades del Instituto de Formación Rabínica Reformista -del cual somos cofundadores- y que trabaja principalmente con educación a distancia y porque ya desde los inicios y en nuestro propio nombre (Mishkán era el Templo móvil que el Pueblo de Israel armaba y desarmaba en el camino a la Tierra Prometida) el Rabino Reubén Nisenbom creó y guía una institución flexible que se adapta a los tiempos no solo en su concepción ideológica sino en su aplicación práctica. ¿Ha habido más o menos gente conectada que lo que sucede a nivel presencial? Mucha más. Si comparamos con la gente que suele venir a Mishkán, en el Kabalat Shabat que transmitimos en vivo al menos duplicamos la presencia en el momento y llegamos a multiplicarla por quince y más, si tenemos en cuenta quienes acceden después. También nos pasa en otros espacios que se 14
pudieron sumar más personas. ¿Sentís que la gente percibe la ceremonia de la misma manera? Sería imposible. En principio porque no hacemos la misma ceremonia, no se me ocurriría siquiera. Pararnos detrás de un púlpito “como si” la gente estuviera sentada en la sinagoga cuando no lo está, además de una irrealidad lo siento como una simulación. Y no me parece positivo, porque yo estoy en mi casa y la gente en la suya y aceptarlo es un buen primer paso para darle lugar a lo nuevo. Aún si volvemos al formato anterior no será igual porque íntimamente habremos cambiado. Cuando cada semana nos unimos vía internet creamos un espacio común, que es hermoso, pero diferente que el habitual y fingirlo haciendo de cuenta algo que no ocurre lo vivo como una transgresión al principio de “kevod hatzibur”, el respeto por la Comunidad y por su inteligencia. Decidimos aprovechar este tiempo para poder rezar con otra dinámica, interactuando en la medida en que la tecnología lo permite e intentando que quien está del otro lado de la pantalla sienta que sabemos que está ahí. Hay mucha gente sola aún cuando vive con otros y el ritual es también una herramienta para acompañarnos, sentirnos cerca y establecer un vínculo. Reconocer y valorar la presencia del otro son condiciones necesarias para encontrar la presencia de Dios. Hemos vivido shabatot súper emotivos y momentos que la gente valora como muy cercanos a pesar de la distancia y de un dispositivo electrónico de por medio. Hay quienes esperan con muchas ganas que se haga la hora de conectarse y que otros respondan a su deseo de “Shabat Shalom”. ¿Se han generado nuevas actividades virtuales? Si. Entre otras, comenzamos un ciclo de conversaciones con personalidades de la cultura, un curso de Musar, incorporamos otras ceremonias como la havdalá o un servicio especial por el comienzo de un nuevo mes, que por las distancias era imposible de sostener en forma presencial pero de este modo logramos iniciarlo y sostenerlo. ¿Cómo crees que se desarrollará en un futuro? ¿Seguirá todo igual o se incorporará lo digital? Es irreversible la participación a distancia. Nos dimos cuenta que algunos de los cursos tienen un nivel de presencia y de cantidad de gente que en un formato clásico no hubiera sucedido. Por otro lado nuestra concepción reformista, es decir, no normativista y con el foco en el espíritu de nuestra tradición más que en su letra, no nos limita a la hora de transmitir por streaming o lo que creamos necesario para llegar a la comunidad aún siendo Shabat o una festividad. ¿Has tenido que acompañar en un entierro durante la cuarentena? ¿Cómo se maneja esa situación en estos tiempos tan difíciles y al que muy poca gente puede asistir? Acompañé todo tipo de situaciones, desde un sepelio en el que los cuatro familiares autorizados estaban solos en el cementerio y yo a través de una video llamada los ayudé a rezar y traté de llevarles consuelo o una recordación con los seres queridos y amigos conectados en zoom. Si siempre son situaciones difíciles y tristes, no poder dar un abrazo real lo hace aún más complejo. El camino siempre es contener y tratar de facilitar el retorno a la vida. Estamos aprendiendo a hacerlo desde lejos y no es