3 minute read

Los textos ocultos

Hay palabras que, al releerlas, preferiríamos no haber escrito nunca. ¿Cuántas veces nos enfrentamos a un texto propio, de cualquier tenor que sea, y nos preguntamos “¿Cómo puede escribir esto?”.

Y es que los textos nos reflejan. Esas mismas palabras que en algún momento nos parecieron significativas y válidas para ser publicadas (sea en un libro, una carta o un simple posteo en redes sociales), hoy quisiéramos borrarlas, esconderlas. De alguna manera, queremos alejarnos de esa imagen que hoy vemos de nosotros mismos.

Advertisement

El tiempo, las condiciones, las circunstancias y las experiencias nos hacen ver todo con otra perspectiva, que nos hace cuestionar nuestro antiguo “yo” a través de nuestros escritos.

Pero ¿qué nos pasa cuando esas palabras son nuestras, pero no propias? ¿Qué podemos hacer cuando esos textos, de propiedad colectiva y a los que queremos aferrarnos e identificarnos, nos producen rechazo?

El Tanaj, nuestro libro central, el que nos marca como individuos y como pueblo, el que nos imprime una marca de identidad, cumple con esta característica. Versículos enteros que hoy los encontramos, por lo menos, problemáticos. ¿Cuál podría ser nuestra postura, como comunidad, ante esos textos? ¿Acaso debemos negarlos? ¿Esconderlos? ¡Imposible! Toda palabra escrita tiene la terrible consecuencia de la perdurabilidad. No puede ser negada o escondida. Por más y mejores esfuerzos que uno haga, ella encuentra la forma de emerger nuevamente a la luz.

Entonces… ¿no sería mejor enfrentar esos mismos textos? Releerlos, criticarlos, analizarlos, interpretarlos y reinterpretarlos. Muchas veces este ejercicio está hecho para “hacerle decir al texto lo que no dice”, pero es importante confrontar y pelearse con eso que sí dice, aceptarlo como tal, reconocer que hoy, en nuestros días, con nuestras ideas, no podemos acordar con esas palabras. Y está bien que eso suceda. Es sano, es liberador y es, si lo miramos bien, una teshuvá: un arrepentimiento colectivo.

La Torá no se sacraliza manteniéndola intocable. Muy por el contrario, en el hecho de hacerla propia, actual, cuestionada y confrontada, le damos el carácter sagrado de que sea parte de nuestras vidas y de nuestro encuentro –personal, único- con la Divinidad. ¿Podemos seguir tomando a nuestros libros como aquellos que nos representan a pesar de que muchas de las cosas que dicen nos parecen inaceptables?

Yo creo que sí y que en el hecho de reconocer esas diferencias, hacemos del nuestro un judaísmo vivo y dinámico.

Este ejercicio de aceptar lo que nos molesta en un texto y enfrentarlo, reconociéndolo como algo que ya no nos representa es otra forma de ver el proceso de teshuvá personal.

Así como en las palabras, nuestras acciones pueden llegar a incomodarnos, a dolernos. Tampoco en este caso es conveniente ocultar o tapar lo sucedido. Saberlo y reconocerlo, comprendiendo que incluso una acción banal puede herirnos o herir a algún otro, nos da la posibilidad de reparar, de enmendar.

Cuando Rambam en su Mishné Torá, nos habla de las normas de Teshuvá (el arrepentimiento), enfatiza la importancia de la sinceridad al reconocer el error. Si bien él habla de que uno debe “distanciarse excesivamente de aquello por lo que pecó, para que su nombre sea cambiado, como diciendo: ‘Ahora soy otra persona, y no la persona que cometió esos pecados’". Creo que podemos interpretar ese cambio de nombre no de forma literal sino como “limpiar nuestro nombre” o adquirir un buen nombre a través de la teshuvá real. Al enumerar quienes bloquean el camino a la teshuvá, hace referencia directa a aquel “…que desprecia la crítica porque él, de hecho, no dejó camino abierto para el arrepentimiento, ya que es la crítica la que engendra arrepentimiento”.

La mirada del otro nos condiciona, nos interpela, nos exige. Pero nos cuesta poner nuestra mirada, igual de inquisitiva, sobre nosotros mismos No se repara escondiendo lo sucedido o negando la realidad. La forma más honesta y sincera es reconociendo el error, enfrentando la incomodidad de lo realizado y abriendo el espacio para un sincero pedido de perdón.

Que este año que iniciamos, nos encuentre mejor predispuestos a enfrentar nuestras acciones con ojo crítico y espíritu reparador.

¡Shaná Tová!

Edy Huberman Estudiante del nivel superior (Rabanut) del Instituto Iberoamericano de Formación Rabínica Reformista

This article is from: