Opina que algo queda
Ismael Noé V. / Periodista independiente
«Hombres como Chávez, no mueren, ¡se siembran!»
«Hombres como Chávez, no mueren, ¡se siembran!» La frase corresponde a Cristina Fernández de Kirchner, una sentencia atinada y tan profundamente esclarecedora que describe perfectamente la relación simbiótica que el comandante se esmeró por esculpir con el pueblo venezolano; un pueblo que siempre fue destinatario e interlocutor de sus acciones. “Si el pensamiento y la acción de Chávez son tan potentes y generaron tantas adhesiones y animadversiones, es porque se trata de un personaje capaz de cambiar la historia; ¡y vaya que lo hizo! Se trató y se trata de una acción articulada con un pensamiento liberador, un pensamiento antiimperialista que busca transformar y cuestionar de raíz las estructuras del capitalismo”. Así resumió el profesor Marco Velásquez durante un homenaje al comandante Chávez en un nuevo aniversario de su desaparición física el inmenso proceso de empatías que generó Hugo Chávez Frías, a su delineación añade: “No es un marxismo clásico, ni ortodoxo, sino se trata de una posición crítica que surge de la experiencia práctica, que respira desde Latinoamérica y se alimenta de la memoria y los anhelos más profundos de los pueblos, a quienes siempre tuvo presente en la articulación de su particular discursividad”. Las innumerables reflexiones en torno a la prematura partida del líder de la Revolución Bolivariana invitan a recapacitar acerca de las acciones que llevó a cabo Hugo Chávez, pero también a considerar que será todo aquello que perdurará después de su muerte: «lo que quede vivo» y nos ayude a seguir encontrando el rumbo de la justicia en la región y en el mundo. Así, resulta imposible cuantificar el llamado legado de Chávez, habida cuenta de su trascendencia más allá de lo meramente tangible, pues comprende un despertar de conciencias, una revalorización de nuestra identidad como venezolanos y como latinoamericanos, de allí la importancia de preservarlo.
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