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«Guerra contra Venezuela: Una locura contagiosa»

En la guerra contra Venezuela, la actividad criminal de los Estados Unidos es inherente a su origen como nación fundada sobre la base del sojuzgamiento de los pueblos originarios por parte de los pioneros anglosajones, colonos y granjeros de Inglaterra y Escocia, quienes huyendo de la persecución religiosa en Europa aplicaron el evangelio casi tan frecuentemente como el látigo contra los aborígenes. Su vocación imperialista se inspira y deriva de una falsa doctrina religiosa conocida como El Destino Manifiesto (1845), según la cual los EE.UU serían el “nuevo Israel” con derecho divino a expandirse política y territorialmente hacia el resto del mundo que constituiría una suerte de “Tierra Prometida”. Tal concepto fundamentalista los convierte en una de las mayores amenazas para el género humano.

En este sentido, el clan supremacista blanco WASP (por sus siglas en inglés: White-AngloSajón-Protestant) que ocupa la Casa Blanca, solo reproduce fielmente el legado colonizador de los pioneros y de los padres de la Independencia (1776). Ellos, en su mayoría propietarios de esclavos negros, aplicando sobre Venezuela y América Latina la Doctrina Monroe (1823): “América para los americanos” (o más bien para los norteamericanos). Precepto según el cual ellos serían los legítimos ocupantes de la totalidad del continente.

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Trump ha llevado al paroxismo toda esta agresividad de la política exterior de la nación norteña, como bien ha dicho el analista cubano Guillermo Alvarado.

Hay que decir que la prepotencia y el afán por la expansión imperial no son un invento suyo. El sólo le agregó el toque grotesco a algo que está inscrito en su código genético desde los primeros días de las llamadas “Trece colonias.

Estados Unidos y el Garrote vil

Las sanciones económicas que forman parte de las atroces medidas coercitivas unilaterales, implementadas contra Venezuela tratando de impedir el arribo de combustible, medicinas y alimentos, entre otros bienes esenciales, constituyen crímenes de lesa humanidad y solo son un pálido reflejo de la crueldad imperialista y su desprecio por la vida humana.

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Los halcones de Washington se refieren a Venezuela no solo como parte de su “patio trasero”, sino también como su “retrete”.

La exembajadora de Venezuela en Bolivia Cris González compara la crueldad de los ataques norteamericanos con la aplicación del “garrote vil”, una máquina de tortura utilizada en España hasta 1974, cuyo objetivo era matar con dolor y lentamente al adversario a través de un collar metálico sujeto al cuello de la víctima, que provocaba asfixia, luego la fractura y la muerte. “Este tipo de atrocidades pareciera inspirar a Washington en sus muchas veces repetida y aplicada política de asfixiar la economía hasta provocar los aullidos del pueblo”, subraya la diplomática. En medio de la pandemia los EE.UU hacen oídos sordos al llamado de la ONU y la OMS a dar tregua a los conflictos y, por el contrario, aumentan con ferocidad los planes de agresión contra Venezuela, Cuba e Irán. Cris González diplomática venezolana

El orate que ocupa la Casa Blanca ha insistido en que con respecto a Venezuela “todas las opciones están sobre la mesa”. Su agenda criminal incluye bloqueo económico, ciberataques, golpe de Estado, invasión armada, guerra por encargo con envío de mercenarios, magnicidio, guerra bacteriológica y un funesto y largo etcétera. En octubre de 2018, desde Bogotá, el exembajador de EE.UU en Venezuela William Brownfield declaró: “Si vamos a sancionar a PDVSA, tendrá un impacto al pueblo entero, al ciudadano común y corriente (…) en este momento la mejor solución sería acelerar el colapso, aunque produzca un periodo de sufrimiento mayor por un periodo de meses o quizás años”. A confesión de partes relevo de pruebas.

Campaña brutal

Como parte de la guerra contra Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha advertido recientemente sobre la formulación de una nueva campaña «brutal» contra la nación, coordinada por el representante especial de Norteamérica para Venezuela, Elliott Abrams. «Elliott Abrams anunció que va a financiar una campaña de radio y televisión brutal contra Venezuela, miente y ataca sobre nuestro país tratando de transmitir una realidad que no existe», recalcó el primer mandatario. Aseveró además que los «mercenarios» financiados por EE.UU. «utilizan las agencias AP, Reuters y otras para mentir.

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Crean cuentan falsas y le pagan a mercenarios de la comunicación con portales web para que activen rumores sobre el país todo el día». Abrams, ultraderechista de origen judío y conocido como el carnicero de El Salvador, fue designado por la administración Trump como “enviado especial para Venezuela”. El viejo halcón llegaba a este cargo con la misión de motorizar las estrategias que en los días subsiguientes iniciaría la administración Trump para derrocar al Gobierno venezolano, utilizando para ello al diputado Juan Guaidó, convirtiéndose en el portavoz de la política de bloqueo, acusaciones y amenazas contra Venezuela.

Crece lista de venezolanos «delincuentes» más buscados por EE.UU

Dentro del delirio enajenado que le caracteriza Trump ha colocado precio, al mejor estilo cowboys del siglo XIX, a la cabeza de prominentes líderes de la Revolución Bolivariana y otros funcionarios civiles y militares. La BBC de Londres reseñó la “buena nueva”: El secretario de Estado Mike Pompeo anunció una recompensa de US$5 millones por información que conduzca a la captura o enjuiciamiento de Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, y su esposa, Debora Sacha Menicucci Anzola. El pasado marzo, el Departamento de Justicia ofreció US$15 millones por la captura del mandatario, Nicolás Maduro, al que acusa de delitos de narcoterrorismo, mientras que al vicepresidente de Asuntos Económicos, Tareck El Aissami, se le reclama por narcotráfico. Moreno rechazó las acusaciones y reprochó a Estados Unidos intentar «subvertir la institucionalidad democrática» mediante «manipulaciones y mentiras».

Donald Trump estructuró una feroz campaña injerencista contra Venezuela que al final no produjo ningún resultado para sus intereses imperialistas

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En sus desafueros la administración Trump acusa al «régimen» de Maduro de «apuntar deliberadamente» a Estados Unidos con sus actividades de tráfico de drogas y permitir que aviones cargados con narcóticos despegaran con rumbo a ese país desde bases militares venezolanas.

La locura es contagiosa

En su desaforado afán por expandir el cerco contra Venezuela los Estados Unidos han logrado contagiar a la Unión Europea, quienes se han sumado a la guerra de sanciones. En reciente comunicado el Consejo de la UE justificó las sanciones impuestas contra 11 funcionarios venezolanos alegando que los mismos están “socavando la democracia y el Estado de derecho en Venezuela”. La nota de prensa añade: “La UE continuará trabajando para fomentar una solución democrática pacífica en Venezuela, a través de elecciones legislativas inclusivas y creíbles”.

Sobran las razones para el ensañamiento estadounidense contra Venezuela y su revolución, amén del voraz apetito por sus abundantes recursos naturales y energéticos, la nación es un “mal ejemplo” para el resto de los países del continente por su modelo de democracia soberana e independiente y su apuesta por la construcción del Socialismo del Siglo XXI.

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«Los nuevos tres jinetes del Apocalipsis»

Debo comenzar por aclarar que afortunadamente y para mi higiene y salud mental hace ya algún tiempo que me deslindé de la visión catastrófica del término «apocalíptico«, sin embargo y para los efectos pedagógicos lo emplearé bajo esa errónea y fatídica concepción siempre presente en el imaginario colectivo. Así las cosas, coincido con el recién fallecido teólogo costarricense Juan Stam en su interpretación del último libro de la Biblioteca conocida como La Biblia (etimológicamente Colección de libros). El Apocalipsis no es un texto catastrófico, sino que por el contrario representa un canto de esperanza y victoria escatológica. Las grandes tribulaciones y dolores de parto allí narrados a través de múltiples símbolos, alegorías y metáforas, solo son el preludio del feliz alumbramiento y definitivo triunfo del bien sobre el mal. Luego de este necesario balbuceo teológico, me ha parecido necesario hacer hincapié en tres fenómenos globales que si representan una amenaza para el género humano ya en los albores del siglo XXI.

En primer lugar: La crisis socio sanitaria

El intelectual Branko Milanovic lo ha expuesto en forma magistral, derribando el mito de occidente como potencia sanitaria en el contexto de la pandemia Covid-19. “En octubre de 2019, la Universidad Johns Hopkins y el think tank The Economist Intelligence Unit publicaron un informe sobre la capacidad de respuesta a una epidemia global». Nunca antes un informe sobre un tema de importancia global fue tan pertinente; y nunca estuvo tan equivocado. El informe sostenía que los tres países mejor preparados eran Estados Unidos (a mediados de diciembre de 2020, alcanza cifras de 1.000 muertes por millón), Reino Unido (igual) y Países Bajos (casi 600). Vietnam estaba en el número cincuenta del ránking (cuando sus cifras de muertes por Covid son de 0,4 por millón), China en el 51 (tres muertes por millón), Japón en el veintiuno (veinte muertes por millón).

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Indonesia (muertes: 69 por millón) e Italia (con casi 1.100 muertes por millón) estaban en la misma posición en el ránking; Singapur (con cinco muertes por millón) e Irlanda (con 428) estaban una al lado de la otra; los que supuestamente estaban más cualificados para determinar quiénes estaban mejor preparados para una pandemia fracasaron estrepitosamente”. Su error confirma lo inesperado y difícil que es explicar la debacle de los países occidentales (donde no solo incluyo a Estados Unidos y Europa sino también a Rusia y América Latina) en su gestión de la pandemia. No faltan explicaciones posibles, que han sido constantes desde que el fracaso se volvió obvio: gobiernos incompetentes (especialmente la era Trump), confusión administrativa, “libertades civiles”, una infravaloración del peligro, la dependencia de las importaciones de equipos de protección personal. El debate va a continuar durante años.

En segundo lugar: La crisis migratoria

No estoy hablando de ese fenómeno artificial creado en los laboratorios de guerra contra Venezuela, (al estilo Operación Peter Pan en Cuba), que arroja a miles de compatriotas a buscar mejores condiciones de vida en países muy vecinos, por su proximidad geográfica, y cuyos índices socio económicos y culturales se encuentran por debajo del nuestro. Me refiero si a la gran crisis global que generan las erradas políticas racistas, aporofóbicas y xenofóbicas generadas por la Unión Europea y los EEUU contra migrantes y refugiados africanos, árabes e hispanos. En este sentido, El 2 septiembre de 2015 los medios de comunicación a nivel internacional dieron a conocer la fotografía del cuerpo de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años que murió ahogado en las playas de la isla de Bodrum en Turquía al tratar de llegar a Grecia. Su familia había solicitado asilo en Canadá, sin embargo, su petición fue rechazada y no tuvieron otra opción más que ir a Europa. Al igual que él, su madre y su hermano Galip de cinco años murieron junto con otras dos personas de las 14que iban en la lancha. El impacto de la fotografía tuvo eco en todo el mundo y se volvió un símbolo de la crisis de los refugiados en Europa. Para la analista alemán Ludger Pries “La situación es agobiante en un contexto en el que las guerras abiertas, los conflictos violentos regionales y la “violencia organizada” forman parte de un “círculo vicioso” de falta de desarrollo, violencia organizada y migración forzada. Mientras que no se ponga fin o al menos desacelere a esta espiral negativa, los afectados buscarán refugio y solución en países mas ricos y estables”.

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Ni hablar de los Estados Unidos, donde las oleadas de migrantes provenientes de Centroamérica y México constituyen un histórico fenómeno socio antropológico y cultural. Expertos en migraciones han señalado que La falta de oportunidades y la violencia han sido históricamente las causas que han llevado a los centroamericanos a migrar. Sin embargo, un estudio de la Cepal indica que hay tres factores que son causas estructurales para la migración actual. Uno es el crecimiento de la población, el cual ha provocado, en los últimos años, un aumento de jóvenes en edad de trabajar, la producción agrícola ha decrecido en Centroamérica, lo cual genera problemas económicos y de empleo. Esa causa se conecta con el segundo problema: la falta de empleos formales. Y como tercera causa está el bajo nivel de sueldos y las malas condiciones de trabajo que hacen que muchos vean en la migración su única opción para mejorar sus condiciones de vida.

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El tercer Jinete es a mi entender el Cambio climático y la consecuente y terrible crisis medioambiental.

Es sin duda una crisis derivada entre otras causas del “modelo tecnocrático de producción y consumo”. El mismísimo papa Francisco en su encíclica «Laudato Si» afirma en el numeral 139: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”. También se ha dicho, desde el ámbito teológico, que en la raíz de todo ello puede diagnosticarse en la época moderna un exceso de antropocentrismo: el ser humano ya no reconoce su posición justa respecto al mundo, y asume una postura centrada exclusivamente en sí mismo y su poder. Es la lógica que conduce a la explotación infantil, el abandono de los ancianos, a reducir a otros a la esclavitud, a sobrevalorar las capacidades del mercado para autorregularse, a practicar la trata de seres humanos, el comercio de pieles de animales en vías de extinción, y de «diamantes ensangrentados». Es la misma lógica de muchas mafias, de los traficantes de órganos, del narcotráfico. Habrá que reconocer a modo de mea culpa que la tradición judeo cristiana situó al ser humano como amo y señor de la naturaleza, llamado a obedecer el “mandato divino” de someterla y sojuzgarla. Queda abierto el debate, resistiendo y esperando que no aparezca un cuarto jinete.

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