CHESTE 2018
LA ÉTICA DE LOS CUIDADOS Todas las personas desde que nacemos hasta que morimos necesitamos que nos cuiden. En determinados momentos somos totalmente dependientes, en los primeros años de la vida y en los últimos de la vejez. En otras etapas necesitamos también cuidados y no sólo cuando padecemos alguna enfermedad, sino que en muchísimas ocasiones, casi de forma permanente, necesitamos afecto, apoyo, ayuda psicológica, amistad, etc. Los seres humanos formamos parte de una red de relaciones, dependemos unos de otros. Sin los cuidados, los cimientos de las sociedades “civilizadas” se derrumban de manera dramática. La ética de los cuidados nos lleva a la reflexión sobre las relaciones entre los seres humanos desde una perspectiva mucho más amplia. Todas las personas necesitamos de otras personas y es necesario ahondar en cómo debemos organizar la vida familiar y la vida social para avanzar hacia una convivencia humanamente deseable y una sociedad más justa. Los cuidados hacen referencia no solo a cómo garantizamos el bienestar de niños y niñas, mayores y cualquier persona en situación de dependencia, sino también a las llamadas “tareas domesticas”; todas esas tareas que tradicionalmente han estado realizando las mujeres y por cierto, nunca remuneradas, ni reconocidas laboralmente. Es urgente que nos planteemos este tema desde diferentes vertientes: Los cuidados son un trabajo, hasta hace poco tiempo invisible y no pagado, que es necesario cuantificar para diseñar políticas públicas en todos los sectores: educación y formación, servicios sociales de base, sanidad, transporte, legislación, empleo…Según Mª Ángeles Durán, catedrática de Sociología en la Universidad de Valencia, las labores de los cuidados supondrían el equivalente a
28 millones de puestos de trabajo a tiempo completo. La corresponsabilidad de los hombres en los cuidados es una asignatura pendiente. El desapego histórico de los hombres y la falta de responsabilidad masculina ante las necesidades vitales, sigue siendo una constante en la actualidad, hasta tal punto que profesiones como la educación, el trabajo social, la sanidad, etc., son desempeñadas mayoritariamente por mujeres. La corresponsabilidad ha de existir entre hombres y mujeres y en todos los ámbitos: la familia, la amistad, el amor, la política y las relaciones sociales. El capitalismo, en su versión neoliberal aumenta las desigualdades sociales y fragmenta la sociedad, propiciando la reclusión en el ámbito privado, el individualismo y el “sálvese quien pueda”. En las grandes ciudades cada vez hay más personas en soledad no elegida, las relaciones de vecindad van desapareciendo, las largas jornadas laborales y la falta de políticas de conciliación dificultan la atención de los hijos e hijas y de las personas ancianas, forzándose la atención en guarderías desde los primeros meses de vida y en residencias en los últimos, sin garantizar la adecuada calidad de los mismos y limitando las posibilidades de que familiares de diversas generaciones convivan juntos. Cada vez las personas se protegen menos unas a otras, no hay tiempo para nada. Elena Cordoni en el Proyecto de ley “Las mujeres cambian los tiempos”. 1992, plantea: “La vida de hombres y mujeres hoy está condicionada por un modelo rígido. ¿Es de veras tan “natural” que, mientras uno sea joven, esté atado a la escuela, la universidad o a otras actividades de formación; que luego –si uno tiene la suerte de encontrar trabajo- trabaje todos los días, todas las semanas, durante once meses, 25
ó 40 años, hasta el momento de jubilarse?... El tiempo de vida se puede medir de una forma más adecuada a todas las complejas exigencias vitales de la persona...”. Las personas adultas ocupan la mayor parte de su tiempo trabajando, y desafortunadamente, cuando no es así, solemos estar ante realidades duras de desempleo y marginalidad social. Aquello de que vivimos en una sociedad del ocio es un mito falso.Éste es un tema que se debe abordar con seriedad: Jornada de trabajo–Tiempos vitales. Tiempo programado- Tiempo libre. Menos horas de trabajo, más implicación en la vida de la colectividad, Los horarios sociales muestran una gran desincronización: los horarios de trabajo, los horarios de servicios, los horarios escolares, los tiempos para el cuidado, para las relaciones... no confluyen para crear una sociedad hecha a la medida de quienes viven en ella. Existe dispersión, falta de coordinación, falta de armonización social. Es necesario un debate social profundo que nos lleve a rediseñar el tiempo de las personas, un tiempo facilitador de los afectos, de los cuidados, de la realización de los diversos proyectos sociales y vitales. Y eso no será posible si no reconocemos los cuidados como una urgencia social, si no somos capaces de ponerlos en la agenda personal y en la agenda política. Nadie defiende aquello en lo que no cree. Educación si, corresponsabilidad ya, recursos económicos para los cuidados prioridad absoluta, políticas de conciliación unidas a trabajos de calidad y salarios dignos, horarios razonables y en sintonía con las necesidades vitales de las personas. La responsabilidad y la solidaridad han de ser un deber ético para el conjunto de la sociedad. La ética del cuidado debe ser universal. Mª Ángeles Llorente Cortés Año 2018
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