FEBRERO-MARZO 2022 | NÚMERO 4
Por Manuel Quintero
Cuadro: Homenaje a Carlos Pellicer (1994).
Martes 1 de marzo de 2022 / Febrero-marzo / Número 4
Vida al interior de la cultura
La dulce ignorancia de los políticos —esa especie de condescendencia edulcorada que hace de la ingenuidad un coto de caza para oportunistas descarados (moscas que se creen águilas)— concluirá cuando la educación haga de la cultura un bastión que convenga al engrandecimiento humano y, si la fortuna nos favorece, el “crecimiento económico” que se cacarea desde los fríos ventanales del ramo sea también “artista per cápita”.
¿El espíritu del arte puede ser custodiado por el optimismo? ¿Por qué no? ¿Acaso no existen los ejemplos sin trampa?
Eso sí, se necesita de una sana hegemonía en las instituciones culturales —una fumigación de equívocos, seguida de una “sanitización” en la agenda de compromisos encubiertos— que inviertan esta tendencia provinciana y en verdad fortalezcan —más allá de los adornos ideológicos— su importante tarea pública.
Los senderos y los accesos a una vida superior se encuentran en la reconstrucción del gran eje de la Cultura-Educación, el cual observamos como un rescate de donde pende el sonido de nuestras pasiones y pulsiones estéticas, literarias, artísticas y políticas; esa relevancia que se ofrece cuando la agudeza equilibra el ojo y la diana.
Al respecto, Herbert Read comenta: “En la historia del arte lo único que importa, en última instancia, es el genio. Si Homero, Shakespeare y sus iguales no hubieran aparecido sobre la Tierra —en esa forma impredecible que les es propia—, la historia del arte sería idéntica a la de cualquier otra actividad que exija cierta destreza, como la agricultura o la construcción de herramientas, por ejemplo. El arte se distingue por sus irracionales e irregulares interrupciones de luz en medio de la oscuridad del mundo”. R.S.
En palabra propia, Ernesto Muñoz Acosta / Manuel Quintero págs. 3 a 5 Vida y obra (documental EMA) / pág. 5 Las conductas actuales / Sergio Gómez Montero págs. 6 y 7 Tiempo de asesinos / Rael Salvador págs. 8 y 9
La mar, el mar, y el género ambiguo / José Barbosa pág. 9 Yásnaya Aguilar y la desigualdad lingüística / Iliana Hernández pág. 10 Treinta años de la revista Generación / Leobardo Sarabia pág. 11 Alfred Channin French… / Arnulfo Estrada págs. 12 a 14 David Salazar o la fascinación poética / Lauro Acevedo pág. 15
El que se enoja… escribe / Fernando Reyes Trinid pág. 15 Slivovica… / Iván Gutiérrez pág. 16
La ternura de Nacho Vegas / Joatam de Basabe pág. 17 Miércoles de descargas / Enrique Botello pág. 17 Falsa confesión de un pepenador de palabrería / Daniel Salinas Basave págs. 18 y 19 Tijuana al Norte / Óscar Ángeles Reyes pág. 20
La primera novela de Quentin Tarantino / Miguel Lozano pág. 20 Un instante desnudo / Francisco Moreno pág. 21 Michel Onfray y la ética de la liberación / Fernando Macillas pág. 22
La idiosincrasia francesa y una mochila / Cony Sigüenza pág 23
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Colaboradores
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Ernesto Muñoz Acosta
El 26 de marzo de 2022 se conmemora el 90 aniversario del nacimiento de un artista plástico fundamental para Baja California, que consideraba a Ensenada su ciudad y centro de despegue hacia la proyección internacional
POR MANUEL QUINTERO*
Conviví de manera cercana con el maestro entre 2009 y 2011, durante la producción del documental Ernesto Muñoz Acosta: Vida y obra.
En esos años tuve la oportunidad de participar en la realización de diez entrevistas a Muñoz Acosta, registradas en audio y video, en las que habló de manera amplia y detallada acerca de su origen, su familia, sus ciudades, sus mentores, su desarrollo y su consolidación como artista plástico a partir del entonces pueblo llamado Ensenada, con especial énfasis en la descripción de su obra, sus procesos creativos, sus temáticas y los elementos que la componen.
Desde que lo conocí llamó mi atención que, a pesar de su consolidada trayectoria en el panorama pictórico nacional e internacional, el maestro Muñoz se mantenía de buen trato, sencillo y amable, pero, sobre todo, con un característico sentido del humor que contagiaba e invitaba a que se diera una cercanía intergeneracional que facilitó la confianza para indagar en sus reflexiones de vida.
“Yo nunca me he tomado muy en serio como artista…, porque he conocido a algunos y son terribles…, groseros…, altaneros…, y yo no quisiera ser así. A mí me molesta cuando me ven como si fuera no sé qué cosa, a mí no me gusta el exhibicionismo”, comentaba.
El próximo 26 de marzo de 2022 se conmemora el 90 aniversario del nacimiento del destacado artista —ensenadense por adopción—,
considerado según sus colegas contemporáneos y críticos de arte como una figura fundamental para la historia de la plástica en Baja California.
En esta edición Palabra recuerda con cariño al maestro en sus propias palabras, como resultado de la revisión a la distancia de dichas sesiones de entrevistas. ¡Larga vida al legado de Ernesto Muñoz Acosta!
El arte y el artista
“El arte es un tipo de glorificación absoluta. Hablar de arte es remontarse a siglos atrás, es el principio del pensamiento del hombre. Yo siempre he considerado que el arte es la glorificación total de la humanidad.
Es muy difícil la trayectoria de un artista. Cuando toma uno al arte en serio requiere de mucho tiempo, de entregarse absolutamente. No es fácil ser original como artista.
“Muñoz es un pintor de conventos, de iglesias, de santos abandonados, de rincones. Todo su claroscuro, todo su enfoque es hacia allá. Es uno de los pintores más serios, por su formato, por la calidad de sus materiales. Muñoz para el Estado es una cosa muy importante”. Rubén García Benavides (1937), artista plástico.
Creo que los sueños del artista son la próxima obra. Creo yo que el arte es glorificación”.
La obra Principios
“La pintura debe ser una manifestación libre constantemente.
Cuando se principia no pinta uno lo que estuvo meditando tanto tiempo, sino que desde la primera pincelada que se da en el lienzo empieza a cambiar totalmente la idea de lo que se quiso pintar.
Regularmente no hago proyectos…, voy directamente al espacio y me puede provocar cualquier cosa; de ahí se va ampliando el concepto.
Cuando se trabaja con este medio no puede uno decir… ‘la siguiente colección va a estar cargada de poesía’…, no se puede, hay que hacer lo que se siente en el momento. Uno nunca sabe cómo se va a terminar un cuadro.
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ARTE, SU OBRA Y SU TIERRA ADOPTIVA
SU
Foto: Manuel Quintero.
Un pintor pinta en etapas. Al principio se busca conservar un estilo, pero el conservar un estilo no es pintar originalmente. Un estilo se va constituyendo en el transcurso de los años que trabaja el pintor y ya después la crítica determina qué es lo que hizo el pintor, qué estilo es, dónde encajonarlo, pero regularmente uno está inconsciente de todo eso… ¡y qué bueno!..., porque se distraería uno mucho mentalmente”.
Construcciones mágicas “Yo no puedo hablar de técnica, porque no puedo decir que tengo una técnica o una disciplina determinada, nunca la he querido, nunca me he puesto a decir ‘porque quiero ser surrealista necesito esto’…, no. …Mis obras, más que pintura… son construcciones.
Necesito regularmente de piezas que ya tienen tiempo, piezas desechas. Tengo el espacio preparado… y me toma tiempo mentalmente para poder instalarlas en el lienzo.
He encontrado las piezas que considero importantes, por más pequeña que sea, en un área de desecho… y me gusta rescatarlas. Es mi forma de ser, de acumular cosas, de agregar cosas, de buscar los elementos, no importa qué origen tengan, sino elementos que me sirvan para poder constituir mi obra y sentirme a gusto como artista. La mayor parte de mi obra está hecha con cosas que encontré.
Uso deshechos de la sociedad de consumo…, para entrar a la historia ajena.
En las retacerías me abastecía del material necesario, pintaba en retazos.
Hay cosas muy extrañas, muy raras, elementos que he encontrado, que quiero salvar…, como un respeto a lo que otros artistas han hecho…, siento como que estoy salvando el pensamiento del artista.
Al usarlas siento que las estoy salvando del olvido…, por eso no sé si es pintura lo que hago…, ¿o construcción?…, ¿o construcción pintura?…, podría ser eso.
“La obra de Muñoz es para museos. Por la importancia que tiene, por los temas y por su calidad, solamente para museos. Es muy importante él dentro de la plástica de Baja California”. Ruth Hernández Ortiz, (1933), artista plástica.
Mi obra, decía mi hermano…, ‘¿es pintura, es construcción, es concepto, dónde lo ponemos?’…, y yo nunca supe dónde ponerlo”.
Influencias y elementos “Tamayo, Orozco, Pollock… son los tres que han influenciado más en mi obra.
Uso frases de compañeros, poetas importantes, escultores, en cuestión de novela y gente que trabajó en el cine.
Los animales que aparecen en mi obra son parte de la vida…, de nosotros mismos; de la conformación de la familia. Son especies que crecimos con ellas, mi padre era un recolector de animales…, siempre tuvimos interés de recoger animales.
Empezaron a aparecer en mi obra y son elementos importantes en la cuestión compositiva.
mar, aparece en todas partes. Cuando apareció la escuela del Impresionismo pinté el mar. Posteriormente me di cuenta de que no era lo que necesitaba y empecé a hacer un tipo de obra más abstracta… Pero siempre con la presencia del mar, constantemente.
Paisajista nunca he sido…, en una producción de 30 cuadros, en dos o tres utilizo elementos marinos, así como paisajes de campo”.
Sin explicación
“A mí cuando se me pregunta de mi obra yo les digo… Sé muy poco…, sé cómo construirla…, pero no sé cómo explicarla. Creo que es muy difícil.
Mi obra es puramente simbólica, yo mismo no sé explicarla. Si me preguntan ‘¿por qué tiene usted esto?’..., les digo… No sé. Hay cosas que no tienen explicación.
Cuando se termina la obra que se firma, si se habla de un estado de ánimo es muy difícil declararlo, porque el estado que se usó para crear la obra ya pasó, ya está ahí. Ya no se puede explicar correctamente el contenido.
Desde el momento en que lo firmo ya no son míos, son de las personas que los ven, donde van a estar colgados.
Cuando principio la obra sé lo que quiero hacer y creo tener los materiales para lograrla, pero terminando la obra ya no sé nada, se borra la idea, se borra el concepto y empieza uno a meditar…, a pensar en la siguiente obra.
Una cosa mágica, como que puedo leer lo que piensa la sociedad. Gran parte de mi obra está iniciada con algo que yo encontré…, clavo el elemento y empiezo.
Sigo mucho el mar y el desierto, han influido totalmente en mi obra…, y en mi vida también. En gran parte de mi obra primaria aparece constantemente el
No es muy fácil hablar de mi obra, no porque no esté bien estructurada sino porque son elementos muy personales”.
ERNESTO MUÑOZ ACOSTA, DETALLES BIOGRÁFICOS–ARTÍSTICOS
26 de marzo de 1932: Nace en Nogales, Sonora, pero se muda desde muy pequeño a Guaymas, Sonora, de donde se decía originario.
1948: A los 16 años comienza a estudiar artes plásticas en Sonora y con el paso del tiempo fue creciendo con la tutoría de varios mentores.
1955: A los 23 años de edad llega a Ensenada, Baja California (de donde se considera un hijo adoptivo). Es en esta ciudad donde produce gran parte de su obra y realiza sus primeras exposiciones destacando a nivel regional. En ese momento Ensenada era visitada por personalidades del mainstream de Hollywood que aprecian su trabajo y lo vinculan con galerías internacionales para exposición y venta a coleccionistas, dándose así su profesionalización.
En las siguientes cinco décadas, Ernesto Muñoz Acosta continúa sus estudios y se consolida como artista de corte internacional; radica en
la Ciudad de México, donde estudia en la Academia de San Carlos y la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”; también vive en París, Francia, donde estudia con el maestro Balthasar Klossowski de Rola, “Balthus”; y en Roma, Italia, para estudiar en la Academia de Bellas Artes; posteriormente establece su hogar en Puerto Vallarta, Jalisco, donde inaugura el museo de arte “Ernesto Muñoz Acosta”. De manera intermitente a lo largo de su vida regresa a Ensenada, “su hogar”.
La obra de Ernesto Muñoz Acosta se expone en Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, Niza, Palermo, Ámsterdam, Estocolmo, Praga, Varsovia, San Petersburgo y la Ciudad de México
2007: Dona al Instituto de Cultura de Baja California (ICBC) 94 obras de alto valor pictórico y escultórico para Baja California y México e inaugura la Sala “Ernesto Muñoz Acosta”,
dedicada en su honor en el entonces recién constituido Centro Estatal de las Artes de Ensenada (CEARTE), con Pasión y furia, de David Al faro Siqueiros.
2011: Del 26 de febrero al 2 de mayo el ICBC-CEARTE organiza un homenaje en su honor con la inauguración de la exposición “El vuelo de mi hermano”; la presentación del libro catálogo “Ernesto Muñoz Acosta” y el documento audiovisual “Ernesto Muñoz Acosta: Vida y obra”.
2012: Es reconocido por el Gobierno Municipal como ciudadano distinguido de Ensenada en la categoría de “Cultura”.
11 de febrero de 2013: Fallece en San Diego, California, a sus casi 81 años de edad, después de combatir durante años un cáncer de médula.
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Foto: Jorge Calderón.
“Es difícil sentir alegría con la obra de Ernesto, ¡es una obra fuerte! Hay gente que puede sentir angustia cuando ve una obra de Ernesto. Lo ubicaría yo dentro del ensamblista-instalador, con una magnífica calidad. Es un poco traerse obra del siglo XIX hasta la fecha y poder ser contemporáneo. Eso me gusta de él. Un artista de Baja California muy importante”. Álvaro Blancarte (1934-2021), artista plástico.
Ensenada y Baja California
“La obra más importante la hice acá en Ensenada. Cuando yo llegué a Ensenada (en 1955) sabía que aquí iba a ser el lugar. Llegué por carretera a un cerro, cuando di la vuelta —al cerro de El Vigía— me encontré que allí estaba un pueblito y que era Ensenada, y gradualmente me sentí que yo era de aquí, por eso regreso siempre, me siento muy cómodo aquí en Baja California, en Ensenada especialmente. Tengo una gran aprecio por su gente.
El haber empezado en Baja California es muy significativo, porque pude ver un mundo distinto al desierto de Sonora. Económicamente me ayudó bastante porque las estrellas de cine en aquel tiempo visitaban mucho la ciudad y veían la iluminación en donde trabajaba y vendí mucha obra. Considero que gracias a eso se abrió el camino a otros artistas para que la ciudad fuera visitada por coleccionistas.
En Ensenada ya no nos podemos conformar con cuatro exposiciones al año. Cualquier artista tiene importancia. Necesitamos un museo y eso hay que exigirlo”.
manoqui.mx@gmail.com
*Periodista cultural y productor audiovisual
VIDA Y OBRA
Registro de importancia
El documental Ernesto Muñoz Acosta: Vida y obra, producido por el Centro Estatal de las Artes de Ensenada (Cearte), en vinculación directa con el entonces Instituto de Cultura de Baja California, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la Fundación Muñoz Acosta, es un registro invaluable para la cultura plástica en general y dador de un portentoso banco de pruebas audiovisuales. Estrenado en el año de 2011, se puede observar el valor testimonial del contenido, su contemporaneidad y vigencia, así como la esmerada realización artística del proyecto, puntualizando con rigor anecdótico el discurso de un artista en la cumbre de su carrera, una biografía que se construye a través de la narrativa visual y el trabajo de taller del pintor Ernesto Muñoz Acosta.
En él podemos observar los testimonios de figuras plásticas de relevancia —Rubén García Benavides, Álvaro Blancarte, Ruth Hernández, Fernando Gálvez, Rodrigo Ayala y Carlos Blas Galindo— y escuchar las voces de los críticos que avalan y celebran la obra del artista proveniente de Guaymas, Sonora, quien radicó a lo largo de su vida en Ensenada.
Pintor-constructor, viajero conceptual, barroco y modernista, amante del París de Balthus, el video se construye con el simbolismo del creador, quien se sumerge en su propia obra y recolecta elementos que le ofrecen la alegría meditativa de recrear y vitalizar su discurso.
En el testimonio audiovisual Muñoz Acosta nos narra su vida, desde su nacimiento e inicios en la pintura, en Sonora; su llegada a Ensenada, donde realizaría sus primeras exposiciones; el crecimiento académico en la Ciudad de México; su estancia de estudio en París, Francia; y el establecimiento de su museo en Puerto Vallarta.
El video Ernesto Muñoz Acosta: Vida y obra surge de la mano del realizador y periodista cultural Manuel Quintero, en una propuesta llevada a cabo por el entonces encargado del departamento de plástica del Ceart Ensenada, Jaime Delfín Villafuerte —hoy en la coordinación del Centro Cultural Santo Tomás—, logrando un registro que consigna su armado y edición en la categoría de arte.
A la par de exposiciones itinerantes y permanentes de Muñoz Acosta —el Ceart Ensenada resguarda una donación de obra que realizó el artista en vida y
tiene una sala-galería con su nombre—, el rescate del video Ernesto Muñoz Acosta: Vida y obra y del libro catálogo Ernesto Muñoz Acosta —editado también en 2011— deberá convertirse en una prioridad de uso y promoción para la actual Secretaría de Cultura de Baja California, ya que representa una pieza fundamental para la reconstrucción del mapa de la memoria cultural de todos los bajacalifornianos. (R.S.)
FICHA TÉCNICA
Año de producción: 2009-2011
Duración: 81 minutos Producción Instituto de Cultura de Baja California (ICBC) Coordinación de producción Centro Estatal de las Artes Ensenada Producción ejecutiva Jaime E. Delfín Realización Manuel Quintero Guion
Luis Ramaggio Manuel Quintero Edición
Manuel Quintero Jennyfer de la Cerda Fotografía, iluminación / Corrección de color
Jorge Calderón Sonido directo / Tratamiento Xavier Fajardo Gráficos y animación Jennyfer de la Cerda Música original Mario Lamadrid Carlos Patiño David Martínez
Sedimento, espacio en internet para la difusión del patrimonio artístico, cultural y natural de la región —impulsado por los videoastas Jennyfer De la Cerda y Manuel Quintero— cuenta con un segmento del documental de Muñoz Acosta. El video está disponible en el siguiente enlace: https://bit.ly/3v3RIx6
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NOTA:
Entretelones
Las conductas
SERGIO GÓMEZ MONTERO*
En memoria de El Valedor Tomás Mojarro
Lo nuevo de hoy
No es sencillo especular en torno a las conductas múltiples que los tiempos contemporáneos (de dos años para acá) han generado, una vez que la enfermedad (o pandemia) ha extendido su presencia social. ¿Qué tanto se han modificado los comportamientos, de lo individual a lo colectivo, desde el momento en que, poco a poco, la enfermedad ha esparcido su presencia y, al extenderse, marcó así a la vida diaria? Desde luego, lo físico es lo más sensible de detectar (desde la reducción de los aglomeramientos a la presencia controlada en espacios cerrados), pero en lo espiritual eso, apenas, hoy es posible comenzar a localizarlo: desde nuestras conductas mentales hasta la elaboración de imágenes propias para comprender el complejo mundo por el cual estamos atravesando y que si antes era una tarea casi desapercibida por nosotros, es hoy, cada vez más, una de las actividades que más consume nuestra atención.
Así, por ejemplo, el ambiente de morbilidad que nos acompaña (ya más de un año) y que genera, entre otras cuestiones, el dolor de la pérdida de la vida (de cercanos y lejanos), la soledad, el aislamiento, por mencionar variables diversas, ha inducido, también, nuevos códigos comunicacionales que, si bien existían, no se manifestaban con la intensidad que hoy lo hacen, como, por ejemplo, la creciente visualización interna de los aconteceres que se mezcla de manera indiscriminada con las visiones externas que se tienen: desde los intercambios personales de diferente naturaleza (mediados ellos por nuestro estado de salud, que si es boyante nos permite tener los intercambios diversos que antes de la enfermedad teníamos, pero que son decrecientes si la salud causa estragos de naturaleza diversa en nuestro cuerpo), hasta los estados de recogimiento a que la enfermedad remite. Poco nos hemos dado cuenta, pero nuestra vida diaria se ha visto modificada significativamente como lo muestra la aparición de conductas nuevas que antes no eran tan visibles.
De tal forma, por ejemplo, el manejo del silen-
cio ha generado cambios en nuestro comportamiento diario que, quizá, no hemos detectado en toda su magnitud, porque el manejo de ese silencio genera, precisamente, silencio, es decir imposibilidad de expresar a través de la voz el sentimiento. Metidos –antes de la morbilidad, hace un año aproximadamente– en el bullicio de la vida diaria (el sonido como acompañante imprescindible), poco, muy poco, nos dábamos cuenta de que, aparte de ese bullicio, existía otra dimensión de la existencia: el silencio, el cual –para muchos, para la mayoría– era un calibre de esa existencia al cual otorgábamos muy poca atención, pues considerábamos, creo, que lo nuestro era únicamente la algarabía y el relajo, y en ello concentrábamos, de manera preponderante, nuestra atención.
Pero hoy, cuando la enfermedad pandémica se ha extendido y el aislamiento y la marginación predominan, junto con ello surge el silencio como una práctica si no obligatoria, sí natural, en la medida en que se ha reducido de una manera sensible la comunicación oral (y también el bullicio, por qué no) y ello ha extendido así, también de una manera sensible, los espacios del silencio, ese invitado al cual casi no conocíamos.
Mas el silencio predomina no sólo ante los otros, sino que él, con uno en lo particular, tam-
poco era una práctica común: si antes la vida era algarabía pura, ello había agotado la posibilidad del silencio como una práctica interna (una práctica que, por ejemplo, en las religiones, paralelo a la oración y la meditación, el silencio es también esencial), ejercido como diálogo con uno mismo, para nosotros era una práctica casi agotada e inexistente y por eso, hoy, cuando el silencio se ha instalado como una presencia ineludible de todos los días, al hombre parecen quedarle sólo dos caminos: la depresión o la enfermedad mental.
Nuevas conductas. Nuevas, terribles, realidades.
La “iconización” acelerada
En memoria de otro de mis hermanos: Leonardo Ortiz
Nuestro desconocimiento del silencio nos impide, hoy, a la mayoría de nosotros apoyarnos en él, como los místicos y otros practicantes de la meditación, para acumular sabiduría a través de ese ejercicio, el del silencio (por ejemplo, ejercitando de manera acuciosa e intensa la lectura). Por el contrario, acompañados en la actualidad de forma continua de las pantallas (del celular, la computadora o la televisión) ella, esa pantalla sólo se entiende si va acompañada de sonido; cuando carece de él es como si estuviera muerta (a lo mejor por eso, hoy, cuando nos vemos, sin quererlo, conducidos al silencio, casi, o totalmente, nos sentimos muertos, por falta de la bulla, del ruido). El cine mudo hace tiempo que quedó atrás y casi todos nosotros no pasamos por esa experiencia. Por eso hoy, la pérdida del poder de aprendizaje con ese método es hoy brutal (así lo señalan todos los indicadores respectivos: los dos últimos años, afirma la UNESCO, han sido años perdidos para el aprendizaje escolar), lo que nos marca, en términos educativos, el poder y la necesidad de la convivencia social y la urgencia de retornar a ella.
Esa “iconización” creciente a la que hoy estamos sometidos desde la infancia hasta la edad adulta (obligados de hecho, todos, al home office), nuestro tiempo de familiarización con las pantallas, aparte de nuevo, ha sido muy acelerado, y si bien un número reducido de nosotros tuvimos oportunidad de entrenarnos (en particular a través del celular, menos con la computa-
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dora) con las pantallas animadas de muy diversas maneras, hemos sabido –cada vez más-- que ellas, las pantallas, cuando son parte del trabajo diario, requieren de un entrenamiento y familiarización intensos y crecientes, ya que todo aquello vinculado con la IA (como hoy casi todas las pantallas, cuyo manejo tecnológico se sustenta precisamente, en gran medida, en inteligencia artificial) está sometido a cambios acelerados y no se puede quedar al margen de ellos si se quiere mantener la familiaridad y cercanía con esto (todo lo que se basa, mayormente, en inteligencia artificial). Pero, ¿qué sucede cuándo la pantalla se convierte –como hoy sucede en gran medida– en escape hacia mundos ficticios cargados de violencia y sucesos imposibles de concretarse, como son los de casi todos los videojuegos que son, en gran medida, en lo que hoy se ocupan las pantallas? Esa comunión intensa, actual, con una pantalla convertida, gran parte del tiempo, en caja idiota, está generando conflictos de naturaleza múltiple y diversa entre los humanos (particularmente entre los más jóvenes), los cuales apenas se comienzan a vislumbrar y que van desde el suicidio, la depresión y las enfermedades mentales, hasta aquellos de carácter físico como es la obesidad, las lumbalgias y el encorvamiento acelerado (no llegamos aún, es cierto, a cambios físicos más radicales: crecimiento de la masa encefálica y decrecimiento, en particular, de nuestras extremidades inferiores).
Ese regreso, forzado, a la casa se ha vuelto un reclutamiento que, hasta hoy, en lugar de rendir frutos positivos, ha sacado a luz, por el contrario, un conjunto de debilidades humanas de muy diversa naturaleza, por el hecho de falta de entrenamiento del humano contemporáneo para “vivir en casa” por temporadas largas, como si ése fuera un páramo hostil y ajeno a nuestra naturaleza. ¿Podrá el humano, de nuevo, volver a conquistar la casa como un territorio en el cual, con el silencio presidiendo gran parte de la vida diaria, el hombre pueda ser cada vez más hombre (y claro, mujer)? Recomiendo, al respecto, ver la muy buena película La cascada (dirigida por el taiwanés Chung Mong-hong) que nos ilustra cómo, a partir de la psicosis de una de las protagonistas, el mundo pareciera derrumbarse.
Nuestros nuevos dolores
¿Cuándo fue que las sociedades contemporáneas nos comenzaron a doler de una manera tan significativa? ¿A doler dadas su perdición y de que su capacidad de cambio y superación se tornaron imposibles? Los imperios (Grecia y Roma) por eso se derrumbaron (la Roma de Fellini). En la Edad
Media, según Dante, también se dan procesos de descomposición que conducen a la destrucción social, casi apocalíptica. Ya, en pleno capitalismo, Enzensberger nos ilustra, en uno de sus ensayos clásicos, cómo Chicago y Alphonse Capone (en la época de la prohibición en Estados Unidos) inauguran la etapa en la cual el alcohol se convierte en el paradigma del vivir ficticio que luego, con las drogas, alcanza hoy plenitud, de manera paralela a la destrucción social irreparable que en la actualidad, con la enfermedad universal (epidemia) que nos aqueja, se hace presente cada vez más y que, como siempre sucede en el capitalismo, a quienes golpea con más rigor es a los pobres (leer La fábrica de la infelicidad de Franco Berardi, Bifo, que mucho nos ilustra sobre ello). Ilustra, también, ver películas actuales como Doctor de noche (de Elie Wajeman), Divines (de Houda Benyamina) o Gatao (de Joe Li, Yen Cheng-kuo y Ray Jiang) para vislumbrar la decadencia que encierran las drogas, tanto su consumo como su tráfico.
“El manejo del silencio ha generado cambios en nuestro comportamiento diario que, quizá, no hemos detectado en toda su magnitud, porque el manejo de ese silencio genera, precisamente, silencio”
Es decir, hoy, la dupla pandemia-drogas (adicciones) anuncia, se espera, un fin doloroso para un capitalismo que, socialmente (en lo ideológico, económico y político), parece estar dando sus últimas patadas de ahogado y en su desesperación poco le importa generar conductas basadas en las enfermedades mentales (la depresión imperando de una manera angustiosa) y en las conductas delictivas cada vez más cotidianas e infamantes (el feminicidio encabezando hoy la lista de delitos). ¿Por qué esa manifestación tan oprimente de tales conductas?
El peso del encierro, al cual no estábamos para nada acostumbrados ha generado el que las conductas en casa se disparen masivamente hacia la depresión por un lado, el consumo de drogas y alcohol o hacia la agresión (en contra de quienes físicamente son más débiles: las féminas y los y las menores), en aquellos ámbitos, el hogar, en donde la vida de los muchos se desarrolla. Aunque la violencia, en ámbitos más abiertos (sociales) también está presente en la medida en que el consumo y por ende el tráfico de drogas se han disparado (crece, al infinito casi, el número de sicarios que entonan el himno de la muerte). De tal forma que hoy, enfermedad y conductas enfermizas se han tornado una dupla maligna que cada vez golpea con más fuerza a todos los estratos sociales, sin hacer distingos de ninguna naturaleza y configurando así un panorama social del cual nadie sabe si podrá salir relativamente indemne. Frente a esa realidad, las preguntas que rondan en el ambiente es cómo pertrecharse uno para hacer frente a ese derrumbe, ¿qué vacuna aplicarse para inmunizarse frente a la debacle? Otra vez aquí, como referencia, vale la pena ver la película La cascada.
No es pues gratuito que hoy el pensamiento a profundidad sobre la realidad se encuentre tan teñido de pesimismo, pues las épocas de vino y rosas de principios del siglo XX, en un París fluyendo incontenible, que sufrió un parón si no en seco, sí sensible con la guerra, la epidemia de la gripa española y la recesión, lo que hoy sucede es un escenario gris, que hasta hoy no muestra aún cuál sería la salida posible, por lo que habría que acudir a la experiencia y a la sabiduría para comenzar a vislumbrar y construir un panorama menos gris que el actual. ¿La inteligencia artificial puede ser una opción de ayuda en esa tarea? ¿Cómo pensar y construir al futuro?
gomeboka@yahoo.com.mx
*Sólo estructurador de historias cotidianas Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
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TIEMPO DE ASESINOS
Si la obscenidad de la guerra resulta permisible, ¿cómo podemos sostener una postura ética ante la pedofilia, la violación, el feminicidio y otras muchas taras que categorizan al hombre en la deshumanización y no permiten desarticularlo de la barbarie en la escala de lo que es consciente y sabe lo que hace?
Con fuego en la roca la vida lo dejó escrito Ayn Rand, la especie humana sólo tiene dos capacidades ilimitadas: “sufrir y mentir”.
Mas siendo un enamorado del triunfo y no del fracaso —como lo quería Ernst Blonch—, un escritor debe estar destinado a ser una enciclopedia de utopías: custodiar en el sufrimiento la esperanza latente y —así sonara falso o resultara ineficaz— no guardarse el deseo de “poder impedir la guerra”.
En su libro La conciencia de las palabras, Elias Canetti (1905-1994) recordaba un conmovedor episodio de su vida: «Por casualidad encontré hace poco la siguiente nota suelta de un autor anónimo, cuyo nombre no puedo citar por el simple hecho que nadie lo conoce. Lleva la fecha 23 de agosto de 1939, es decir, una semana antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y su texto es como sigue: “Ya no hay nada que hacer. Pero si de verdad fuera escritor, debería poder impedir la guerra”»
Los elementos de disuasión son históricos: demasiadas guerras, útiles sólo para sacar lecciones de ellas. Estrategias de golpe y dolor que, sin ir más lejos, desde Hiroshima y Nagasaki, Vietnam e Irak, navegan hacia el presente teñidas de muerte masiva y tumoración nuclear.
Tiempo de asesinos, pavoroso.
Al parecer, a la guerra del comercio —con sus cifras inconcebibles, traducidas en hordas de desplazados y desclasados por todo el planeta— ahora le sigue la “guerra caliente”, la que dejó de ser “fría” en los años 90 del siglo pasado, con el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), dando pasa a la imperante hegemonía desastrosa de los Estados Unidos.
Entre el humo de los “bombardeos inteligentes” todo se desdibuja… pero no los motivos constitutivos del los orígenes de los conflictos bélicos: colonialismo, invasiones, depredación, anexiones, despojos, pillajes, conejillos de indias, etc. Todos crímenes contra la humanidad, que todavía no han sido debidamente “controlados” en el laboratorio de “élite” —me cuesta decir “democrática”— que los manipula, promociona, pone en venta o los lleva a la práctica.
«Entre el humo de los “bombardeos inteligentes” todo se desdibuja… pero no los motivos constitutivos del los orígenes de los conflictos bélicos: colonialismo, invasiones, depredación, anexiones, despojos, pillajes, conejillos de indias…»
Leemos: “...si en verdad fuera escritor”. Y, a través de esa delgadísima tela que psicológicamente llamamos tiempo, de esos pocos grados de eternidad que nos separan de hecho y su lectura, ¿respiramos la angustia de quien hizo la anotación? ¿Sentimos el palpitar del corazón en la mano de quien lo transcribió? ¿Agonizamos de dolor metafísico por no poder hacer nada ante las supurantes guerras que ahora nos cobijan?
La guerra, instinto bárbaro —rebosante de absurdos que, para la “lógica” de la incoherencia militar, se revelan hasta cierto grado “heroicos”— no es el resultado de la cultura del hombre. Si la cultura —en su entramado de estado y nación; es decir, de espacio y abstracción— se traduce en convivencia pacífica es porque atiende el avance de lo humano ante la deflagración bélica: la procuración de injusticia y el crimen automatizado quedan atrás, entonces la paz se instala como trofeo de guerra.
Las furtivas depresiones económicas —consecuencia de ciertas plagas emocionales, emanadas de los caminos neurológicamente rotos, ansias vulneradas y vergonzosas— arrastran a las crisis internacionales, que modifican la estructura endeble y la regularidad incierta del mundo en el que habitamos.
Entresacada con cautela de los funerales del ayer, “Nada permanece sepultado para siempre” parece ser hoy la frase idónea para los “enterradores” de Marx. Me gustaría oír a Svetlana Aleksiévich, sobre todo en estos momentos cruentos que no dejo de escuchar las palabras asertivas y trágicas de Anna Politkóskaya, la corresponsal de guerra (asesinada en el régimen de Putin en 2006).
¿Por qué desestabiliza a Occidente la felonía de Putin, ese faisán de oro seducido por los demonios?
Se necesita ser intencionalmente cruel o inconscientemente idiota —y el hombre lo es por partes iguales (lo anterior, como para tener miedo de nosotros mismos)— y sembrar en el escenario de la recién “concluida” pandemia el estallido mediático
de una guerra polarizante (contrapuesta en intereses). La agudeza en juego del gato y el ratón en dimensión radioactiva.
¿Se quiere poner a prueba la capacidad de trascendencia de la especie?
¿Qué diablos encubre estos tambores de guerra? Como en cualquier conflicto, las razones específicas de la desavenencia “militar” pueden atenderse y paliarse por vías diplomáticas: en el origen de cualquier conflicto también se encuentra la solución (aquí valdría observar la historia del suelo ruso y sus antiguos bastiones, como su inolvidable y nostálgico Kiev en Ucrania). Si los argumentos lógicos se agotan en las posturas opuestas, están las leyes matemáticas —Balcanes estadísticos, por no nombrar el Holocausto—, que contabilizan gafas, zapatos, huesos varios, montañas de pelos, cadáveres, daños irreversibles, violaciones, entrañas repartidas, inclemencias, desgracias —monstruosamente referidas— en sus no tan hipotéticas degradaciones.
¿En su función pronostica, qué se prevé de la acción de guerra en el futuro inmediato? La guerra recién iniciada, como es lógico, ya se enumeran víctimas, por no hablar aún de los daños infringidos a la sociedad civil, en estos momentos
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POR RAEL SALVADOR*
Ilustración: Milo Manara
sin luz, sin gas, sin agua, sin comida, en fuego abierto, sin esperanzas…
Los medios de comunicación —distracción mal alimentada— hacen una caricatura ácida de los sucesos —malograda, como en la crisis del Covid-19—, poco realista, ausente de corazón y carente de cerebro, como si de nuevo se dibujara con una cola de “marrano” la Estrella de David en la gran puerta que se abre al umbral del siglo XXI.
¿Humanitarismo? No. Esta es una crisis de intereses que —por citar lo mínimo comprensible— se arrastra de entre las cenizas del 11S y, desaforada, lanza su mordisco emponzoñado en las cargas aéreas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¿Ya no sabemos cazar víboras? El reciente conflicto mundial asemeja una cicatriz que serpentea la pútrida metafísica de la nueva era digital y su violencia tecnologizada.
¿Afecta el conflicto “ruso-ucraniano” a los intereses de EEUU o esta “gran nación” — autonombrada Policía del Planeta— sacará beneficios del conflicto, vendiendo armamento ante la “emergencia internacional” e instalando las mañosas labores de reconstrucción (después de los bombardeos estratégicos) cuando no dejen sino escombros, mutilación, desolación y muerte?
Se producen armas para disponer de ellas y esa producción contempla en sus catálogos la venta de armamento nuclear. Tiempo de asesinos, algo que nunca debimos permitir.
En la globalización se ha redibujado el planisferio con líneas divisorias muy tenues —vaporizadas, pero aún visibles— que nos permiten todavía observar los conflictos internos —los levantamientos, las huelgas (reventadas), las declaraciones de independencia, las rebeliones, las revueltas, las revoluciones, las contrarevoluciones, etc.—, los cuales, gracias a los “hombres de la guerra”, terminan en graves conflagraciones internacionales, como la que en este mismo instante estamos padeciendo
La avanzada de los rusos a terreno independentista puede ser el ejemplo que sobresale bajo la alfombra de un agotado Derecho Internacional —que, desde la hedionda luz de los cadáveres, ya no regula nada— y que vulnera los nudos “contrahechos” que resguardan inoperantes acuerdos de paz.
Capitulación incondicional, la vida dañada continúa su peregrinaje de bestia en el escenario cansado de otra guerra famélica. Sí —encomiable tiempo de asesinos—, hemos ofrecido año con año el Premio Nobel de la Paz, pero no la paz.
Imperturbable idiotez, la miserable belleza de la paz es sólo un trofeo de guerra.
raelart@hotmail.com
*Escritor y editor
POR JOSÉ BARBOSA*
LETRA LÍQUIDA
ambiguo
“…¿Cómo es el mar?”, pregunta una niña de la montaña. Un hombre voltea a ver el cielo para encontrar la forma de componer una imagen que antes ella no vio: “…Es el cielo al revés”, le dice.
Es el mar, pero también es la mar, así lo cantaron y la nombraron los poetas que aquí moraron y murieron.
Además de los géneros gramaticales de los que no se hablará aquí y ahora, existe esa otra forma de clasificar las palabras en los géneros que son el común, el epiceno y el ambiguo.
De esta manera es que el género común de los nombres, designa seres animados con una sola terminación y con diferente artículo. Y se escribe así: la mártir, el mártir; la anarquista, el anarquista.
Luego está el tajante epiceno que no admite más que un sólo género y que, para determinar, es obligado posponer otro sustantivo que lo adjetive en macho o hembra. Y se dice gorila macho, hormiga hembra; y se dice persona hembra o persona macho… y demás si se desea ir en concierto con la obligada costumbre que se debe hacer para aceptar lo diverso.
Pero hay un género que da una posibilidad sin distinción del masculino y el femenino y quién sabe si los otros matices que ahora se desvelan a los ojos de quienes negaron como sistema la existencia de lo otro, la otra, y es el ambiguo. De esta forma podemos decir con él: el tilde, la tilde; el mar, la mar. Machado le cantó, Alberti le dedicó un libro entero.
En Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliure, 1939) —una de las figuras más representativas, junto a su hermano Manuel, de la Generación del 98— se puede leer mar en femenino como género en el último de los nueve cuartetos
que hacen el poema “Retrato”, publicado en 1912 en Campos de Castilla: “Cuando llegue el día del último viaje,/y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/ me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/casi desnudo, como los hijos de la mar”.
En Rafael Alberti (Cádiz, 1902-Cádiz, 1999) — poeta de la Generación del 27— podemos hallar esa ambigüedad de la palabra en su poema “El mar, la mar: poema signado”, publicado en 1924, en Marinero en tierra: “El mar. La mar./El mar. ¡Sólo la mar!/¿Por qué me trajiste, padre,/a la ciudad?/¿Por qué me desenterraste/del mar?/En sueños la marejada/me tira del corazón;/se lo quisiera llevar./ Padre, ¿por qué me trajiste/ acá?/ Gimiendo por ver el mar,/ un marinerito en tierra/ iza al aire este lamento:/ ¡Ay mi blusa marinera;/ siempre me la inflaba el viento/ al divisar la escollera!” [de Marinero en tierra].
jruiz_barbosa@hotmail.com
*Estudió Lenguas y Literatutas Hispánicas
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La mar, el mar, y el género
“El género común de los nombres, designa seres animados con una sola terminación y con diferente artículo”
Yásnaya Aguilar y la desigualdad lingüística
POR ILIANA HERNÁNDEZ*
Mi reflexión viene con el libro de ensayos de Yásnaya Aguilar, Ää: Manifiestos sobre la diversidad lingüística (Almadía Editorial, 2020). Elegí estos ensayos porque empatan bien con mi propia experiencia de vida como migrante de Nayarit y las adaptaciones que, primeramente tuvieron que hacer mis padres para acomodar su vida a la dinámica de Tijuana —ya el tránsito era imparable en ese tiempo, los soldados norteamericanos se ahogaban en piscinas de alcohol y música volcánica en bares sucios de la Revolución—. Un choque cultural que, aunque los hijos eran muy pequeños cuando se dio este cambio a Baja California, provocó cuestionamientos para desvalorizar la propia identidad —en los setenta, o los ochenta, la admiración estaba todavía muy puesta en el estilo de vida estadounidense, se lo veía como la más grande aspiración y logro de toda familia habitante de la frontera, era la gran oportunidad para reinventar todo de sí, incluso la posibilidad de adoptar otra lengua y comenzar de cero el camino del triunfador cosechador de dólares—.
Me interesa el pensamiento de Yásnaya porque hace un entrecruzamiento de lingüística y política, sociología y derechos lingüísticos, comunidad-sociedad. Creo que no se pueden abordar muchos de los temas que en la academia se estudian sin considerar otros aspectos fundamentales en la enseñanza-aprendizaje de la lengua sin nadar las oscuras aguas de la realidad en que el estado y los prejuicios de una gran mayoría de mexicanos ostentamos como verdades inocentes.
Ser o no ser: Bilingüismos
En este capítulo Yásnaya nos cuenta sobre el menosprecio de la enseñanza bilingüe en ayuujk, su comunidad. Incluso menciona que los docentes recibían un pago inferior al de sus contrapartes de la educación “formal”, o sea, enteramente enseñando en español y que tan pronto había la posibilidad de que esos docentes bilingües se cambiaran a la modalidad “formal”, lo hacían porque así se veía de más importancia su activi-
dad. Lo anterior me deja pensando en el prestigio de unas lenguas sobre otras, en mi caso, cursé en secundaria el idioma inglés y no fue una lengua que nos resultara difícil ya que al haber crecido en Tijuana nos era muy familiar la escucha constante de esta lengua en los medios de comunicación y en la calle, se podría decir que formaba una parte muy importante de nuestra cultura: lo que comíamos, vestíamos y decíamos estaba en clara correspondencia con el inglés; desde su humor, concepto de éxito, alimentación, música, relaciones humanas y prácticas de consumo.
Hábitos al hablar
En cuanto a la percepción que los otros tienen de nosotros, pareciera que es más acentuado en quienes vienen de una comunidad en la que se habla una lengua originaria. La abuela de Yásnaya se confiesa ayuujk y no indígena. Aguilar afirma que, en la mayoría de las comunidades, la denominación indígena no existe. Significa
que somos los otros —los externos— quienes por gracia de Dios y la herencia de querer clasificar el mundo, hemos adjudicado y preservado en todo registro histórico el mote de “indígena”, desconociendo la individualidad, tradición, historia e identidad de muchísimos mexicanos. Es en lo cotidiano que se despierta esa conciencia de la lengua materna, dice Yásnaya. Y es en el uso diario en el que sin pensarlo mucho recurrimos a esos mecanismos de la lengua en los que nos sentimos cómodos al comunicarnos con seres queridos o con quienes compartimos intimidades. En la frontera del país se hace presente el inglés. Yo, por ejemplo, cuando converso con mi hija lo hago mitad español y mitad inglés. No sé realmente por qué. Ella dice que hay ciertas frases o pensamientos que dan más en el clavo o explican claramente lo que pensamos cuando se manifiestan en inglés, de cualquier manera; es nuestra forma de conectar y saber que estamos en una misma frecuencia de pensamiento, conocimiento o estado de ánimo. La lengua no necesariamente como un medio sino como un encuentro.
¿Hablo mixe o hablo ayuujk?
Ante la controversia de lo que hablamos y cómo lo hablamos surge también con cuál autodenominación nos presentamos ante el mundo. ¿Yo soy nayarita, tijuanense, loretana o ensenadense? Si tomo rasgos de cada una de estas ciudades y los mezclo en una identidad que se hace puerto, cerros, desierto y tránsito; ¿de dónde y cómo soy realmente?
Recalca Yásnaya la complejidad de las autodenominaciones de los pueblos y el reconocimiento de los demás sobre esa diversidad de nombres con los que las personas asumen su identidad personal y comunitaria. Queda para la reflexión averiguar cuáles son las pautas sociales y culturales para sumarse a una denominación, y, ¿por qué no?; evitarlas y ser simplemente un ser humano sobre el mundo.
premoniciones@hotmail.com
*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía
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“Yásnaya nos cuenta sobre el menosprecio de la enseñanza bilingüe en ayuujk, su comunidad”
Treinta años de la revista Generación
POR LEOBARDO SARABIA*
La muerte reciente de Carlos Martínez Rentería pone en perspectiva sus causas, activismo editorial, su legado. Quizás el más importante de sus proyectos fue la revista Generación, espejo de sus intereses y aficiones, su longevo proyecto editorial. Carlos Martínez Rentería, editor y animador cultural, generoso e irremplazable. Transcribo un texto que escribí sobre el 30 aniversario de la revista, el pasado año 2018.
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En sus treinta años, la revista Generación es un ejemplo de resistencia festiva a contracorriente. La revista se mantiene con vitalidad, con su marca original y siempre con algo qué decir. En cada número postula un haz temático de otra manera perdido, una estética de los márgenes, una crónica viajera por las periferias. La búsqueda de la noche, el registro de los sentidos alterados, el oficio de testigo en la urbe extrema, la intemperie cultural en zonas que nadie toma en cuenta. A veces confundimos la revista con su creador Carlos Martínez Rentería. Espejeo, testimonio, huella dactilar. Carlos, editor generoso, da oportunidades, ensancha una nomenclatura de colaboradores, se obsesiona por temporadas, gestiona alianzas, imagina otros enfoques y se embarca en aventuras inesperadas, quizás veleidosas pero entrañables congresos, happenings, series editoriales, cónclaves tribales bajo el cielo protector de algún antro . El editor se vuelve personaje de su propia saga revisteril. Generación, es evidente, acentúa su extrañeza, su temperamento outsider, en el mundo homogéneo aunque polarizado de las revistas mexicanas. Institucionales, facciosas, académicas o efímeras, la mayoría están petrificadas temáticamente, y se vuelven galerías de homenajes y reiteraciones centralistas. Generación en su despliegue temático, suele ser antídoto contra la solemnidad y el aburrimiento, un espacio de regocijo. No es didáctica ni quiere ser ejemplarizante. Sus temas recurrentes: la legalización de la marihuana (una reiteración, una causa), los universos punks, las ficciones urbanas, la cultura estadounidense, la pasarela de antros y los festejos culturales, la nueva gráfica mexicana, las formas de vida alternativas, las otras miradas. Una deleitosa galería de adicciones que se
renuevan en cada número. Escepticismo a veces, destrucción de túmulos y registro vigilante de las periferias. Agradezco la tentación de los números monográficos. En lo personal, he colaborado en los dos números especiales sobre Tijuana, muy vendidos y casi inconseguibles ahora. Y ha sido forjar un testimonio colectivo y una aproximación a esa mercurial ciudad fronteriza, con una asamblea de voces que la hacen verdadera. Con todo esto, la revista ha impulsado una lectura paralela de la cultura mexicana; otra, distinta al recetario, con el alto contraste del gozo, el relajo y una marejada de letras y pendencias. No todo ha sido fiesta, muchas iniciativas editoriales terminan en el cementerio de revistas y Generación elude la crisis, el aislamiento y prosigue con tenacidad y su gracia habitual. Este aniversario de Generación es un triunfo que nos incluye. La suya ha sido una travesía festiva, irreverente y caótica por la cultura mexicana de las últimas, trepidantes tres décadas.
sarabialeobardo@gmail.com
*Escritor, editor y promotor cultural. Autor de los libros de crónica Zona de turbulencia, Manual de sobrevivencia en la ciudad T. Su libro más reciente es Carlos Monsiváis en la frontera norte
Carlos Martínez Rentería, editor y animador cultural.
Ilustración: Cortesía
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“Editor generoso, da oportunidades, ensancha una nomenclatura de colaboradores, se obsesiona por temporadas, gestiona alianzas, imagina otros enfoques”
ALFRED CHANNIN FRENCH:
Fotógrafo y comerciante de Ensenada a principios del siglo XX
ARNULFO ESTRADA RAMÍREZ*
Introducción
El 14 de mayo de 2018 publiqué un artículo sobre las familias fundadoras de Ensenada en el diario El Vigía. Una de las familias mencionadas en el texto llamó la atención de un lector llamado Miguel Kelley, quien me escribió, vía correo electrónico, para solicitarme más datos sobre la familia Cota, debido a que él había sido asesor de la campaña electoral que hizo gobernador constitucional del estado de Baja California Sur a Leonel Cota Montaño. Miguel quería saber si las familias aludidas en mi artículo, tenían algún parentesco con el exgobernador Cota.
Después de haber respondido a la pregunta de Miguel, me llamó la atención los nombres de dos personajes que menciona en el texto que me mandó. Miguel me revela que él tiene parentesco con el Dr. Erasmus Darwin French, personaje muy ligado a la guerra que libraron Estados Unidos y México en 1846, y que terminó con la pérdida de México de poco más de la mitad de su territorio. El Dr. French es un personaje notable en la historia de San Diego y toda la California, debido a que participó como médico atendiendo a los heridos estadounidenses, cuando se enfrentaron con las fuerzas mexicanas en aquella batalla memorable de San Pascual. Se afirma que es ésta una de las pocas batallas en que los norteamericanos fueron derrotados en ese conflicto bélico. De este personaje, me ocuparé con mayor detalle en otra entrega.
Durante el tiempo que estuve investigando, pude contactar a Jim French quien radica en California y es descendiente directo de la familia del Dr. Erasmus. Mi agradecimiento a Jim por haberme proporcionado la única fotografía que yo conozco del personaje. Debo decir, además, que sin el apoyo de Miguel Kelley me hubiera sido muy difícil abundar en la genealogía de los personajes incluidos en esta reseña.
Su familia
Alfred, o Alfredo como se hacía llamar, fue uno de los cinco hijos del Dr. Erasmus Darwin French y de Cornelia Seymour Cowles. Nació el 7 de septiembre de 1867 en San José, condado de Santa Clara. Sus otros hermanos fueron,
Lulu Charlotte y Lila, gemelas que nacieron en San José California el 22 de noviembre de 1863. Ambas murieron en 1864, cuando tenían un año de edad; John, que nació en San José, California en 1869, y Addison Paine, que nació en San Diego, California el 14 de febrero de 1881.
Su llegada a Ensenada
Atraído por las noticias que el periódico San Diego Union divulgaba constantemente sobre el descubrimiento de yacimientos de oro en el nuevo poblado de El Álamo, él, su padre el Dr. Erasmus Darwin y su hermano Addison Paine, deciden viajar a Ensenada para involucrarse en la actividad minera, que ya prometía crecer en la región. Se sabe que llegaron aquí el mes de marzo de 1889, pues Alfred acude el 14 de mayo de 1909 al consulado de Estados Unidos y declara su ingreso a Ensenada y tener el deseo de regresar a su país a más tardar en un año y medio, y que, por lo pronto, tendrá su residencia en esta ciudad donde se dedica a actividades comerciales.
“Las fotografías más conocidas de Alfred, son las que tomó con motivo de la inauguración de la primera etapa del edificio que llegó a ser el primer Palacio Municipal de Ensenada”
Erasmus y su hijo Addison, se trasladan al incipiente pueblo minero de El Álamo, donde se dedican a explorar el terreno en busca del preciado metal aurífero. Erasmus es el primero que tiene éxito en su búsqueda, como consta en el Archivo de Minería de Ensenada (Hilaria Heath Joy, 1991), ya que a su nombre se denuncia la mina de oro número 125, con fecha 15 de abril de 1889. Dos días después, su hijo Addison, notifica la mina de oro número 130, en el mismo poblado de El Álamo.
La fotografía y los negocios de Alfred
Alfred, decide quedarse en Ensenada, pero
Durante los casi 22 años que vivió en Ensenada, Alfred se dedicó a hacer negocios en varios campos, entre los que se pudo identificar la compra y venta de terrenos. Se anunció durante un año en el periódico semanario El Progresista, como “único agente de la Compañía Manufacturera de Máquinas de Coser SINGER”; además, se anunciaba como “propietario de la Fotografía Americana, cuyos trabajos garantizaba”; tenía también un negocio de venta de pastura para
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caballos; y el último negocio conocido, antes de regresarse a vivir a Estados Unidos, en el Registro Público de la Propiedad, en el apartado de Sociedades y Poderes, aparece como socio de la “Compañía Petrolera Misión Vieja, S. A.”, cuyo número de registro y fecha es el de noviembre 25 de 1910.
Imágenes únicas del Centenario de la Independencia
Las fotografías más conocidas de Alfred, son las que tomó con motivo de la inauguración de la primera etapa del edificio que llegó a ser el primer Palacio Municipal de Ensenada. Esta fiesta se llevó a cabo el 16 de septiembre de 1907. Logró además cubrir la inauguración del Paseo Hidalgo, con la develación de la estatua de Miguel Hidalgo y Costilla, actual ícono de Ensenada y primer monumento urbano de Baja California. Esta última ceremonia fue llevada a cabo el 16 de septiembre de 1910, con motivo de la celebración del Primer Centenario de la Independencia de México. Si bien no pasan de una decena de imágenes, son de gran importancia para la historia de Ensenada, debido a que son las únicas fotografías conocidas que congelaron para siempre esos emotivos momentos.
Hombre de cuatro matrimonios De los cuatro matrimonios de Alfred, tres fueron con mujeres de familias pioneras de Ensenada y el cuarto con una mujer de origen estadounidense. A continuación, se describen brevemente.
Primer matrimonio. El 21 de abril de 1898, se casó con Natividad Gastélum Contreras, hija de José Antonio Gastélum Gastélum y de Dolores Contreras Muñóz, residentes del
Rancho El Aguajito (Kelley, 2018). Del matrimonio, no hubo hijos, debido a que Natividad falleció en Ensenada el 16 de enero de 1899, a los nueve meses de casada (Martínez, 1965. P.897).
El segundo matrimonio, fue con María Concepción Armandina Cota Amador, hija de Santos Cota Verdugo y María Antonia Amador. Se casaron en Ensenada el 19 de octubre de 1901, en la iglesia Purísimo Corazón de María. Ella nació en Ensenada en 1872 (Kelley, 2018). Tuvieron cinco hijos:
Teodoro R. nació en Ensenada en 1902, y falleció el 10 de diciembre del mismo año a los seis meses de edad. La causa de muerte, fue por meningitis cerebro-espinal (Piñera y Martínez, 1994, p. 261), aunque lo más probable es que se haya debido a la peste bubónica que en ese año causó numerosas muertes en Ensenada. No se menciona el apellido de la madre.
Violeta Alfa nació también en Ensenada en 1902, probablemente era gemela de Teodoro. Ella y otros ocho integrantes de la familia, cruzaron la frontera en diciembre de 1910, para irse a vivir a los Estados Unidos. Se casó con Pat McBiles, el 6 de junio de 1922 (Kelley, 2018).
Marcela nació en Ensenada el 9 de febrero de 1904. Fue registrada en el mismo lugar, el 20 de febrero. La registró Alfredo con su apellido, pero no da los datos de su madre (Piñera y Martínez, 1994. P.261)
Mabel María nació en Ensenada, el 10 de julio de 1905. Fue registrada por Alfred con su primer apellido, el 26 de octubre del mismo año. Falle-
ció de inanición el 4 de noviembre de 1905, a la edad de cuatro meses (Piñera y Martínez, 1994. P. 261).
Alfred Theodore nació en Ensenada el 7 de diciembre de 1908. Desde muy pequeño, se fue a vivir a los Estados Unidos. En el censo del 3 de febrero de 1920, aparece en Miami, Gila, Arizona. Él fue reclutado en ese lugar, para servir en la Segunda Guerra Mundial (Kelley, 2018).
El tercer matrimonio en Ensenada, fue en 1909, con María Antonieta Legaspy Cota, hija de Jesús Legaspy y de Amada Leona Cota Amador. Nació en Baja California en 1880. Tuvieron cuatro hijos:
Lamarck Ferdinand nació en Ensenada el 29 de julio de 1910. Su madre se lo llevó a vivir a San Diego California, salieron de Ensenada, el 3 de febrero de 1912 a bordo de la embarcación “S. S. Victoria”. En los censos del 3 de febrero de 1920 y del 18 de abril de 1930, aparece viviendo en Miami, Gila. Arizona. De nuevo aparece en el censo del 5 de abril de 1940, pero como residente de Los Ángeles, California, cuando contaba con 29 años de edad y trabajaba como asistente en una tienda de abarrotes. Murió en San Bernardino, California, en 1979 a la edad de 69 años (Kelley, 2018).
Elmer Artur nació el 24 de septiembre de 1911, en San Diego, California. Se casó con Daphne M. Stocker, el 15 de junio de 1952 en Wickenburg, Maricopa, Arizona. Murió el 14 de marzo de 1988, en Pasadena, Los Ángeles, California (Kelley, 2018).
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Dr. Erasmus Darwin French
María Constantina nació el 28 de diciembre de 1914 en Globe, Gila, Arizona. Aparece en los censos del 3 de febrero de 1920, y del 18 de abril de 1930, en Miami, Gila, Arizona (Kelley, 2018).
Thelma nació el 17 de agosto de 1917, en Miami, Gila, Arizona. Tuvo dos matrimonios (Reeves y Guinn). Murió el 30 de diciembre del 2006, a la edad de 89 años (Kelley, 2018).
El cuarto y último matrimonio de Alfred, fue con Lena Jane Keller, el 19 de marzo de 1940, en Gila, Arizona. Alfred tenía 73 años y Lena iba a cumplir 63. Los padres de Lena, fueron Jhon David Keller y Amanda Jane Varian. Ella nació el 26 de junio de 1878 en Portsmouth, Scioto, Ohio y falleció en Gila, Arizona el 8 de noviembre de 1969, a la edad de 91 años (Kelley, 2018).
Alfred se regresa a los Estados Unidos De acuerdo con lo que Alfred había declarado en el consulado de Estados Unidos, debió haber regresado a finales de 1910. El tiempo que vivió en su país, se dedicó a seguir con el mismo oficio de minero que ejerció su padre. Sus últimos años trabajó en una mina de cobre de Gila Arizo-
na, donde murió el 28 de julio de 1959, a la edad de 91 años (Kelley, 2018).
Respecto al padre de Alfred, el Dr. Erasmus Darwin French, vivió en Ensenada sus últimos once años, donde falleció el 24 de septiembre de 1902 a la edad de 81 años. La causa de muerte, fue por fiebre, según consta en el acta de defunción del Registro Civil de Ensenada (Piñera y Martínez Zepeda, 1994, p. 232,), pero al parecer fue debido a la pandemia de la peste bubónica, que en 1902 fue la causa de numerosas muertes en este puerto y en Mazatlán, Sinaloa. Inclusive dos nietas de Erasmus habían sido víctimas de esa mortal epidemia.
Respecto a la estancia en Ensenada de Addison Paine, el otro hijo de Erasmus, no se conoce mayor información, salvo la denuncia de la mina en El Álamo, a la que ya me he referido. Lo que se sabe de Addison es que en 1892 trabajaba como minero en Banner, San Diego. Entre otros empleos se desempeñó como capataz en una mina de cobre en Globe, Gila, Arizona, donde se casó con María Lugo Barreto el 28 de febrero de 1909, pero quedó viudo a la muerte temprana de
Referencias
Joy Heath Hilaria. Archivo de Minería de Ensenada. 1991.
Martínez, Pablo L. Guía familiar de Baja California 1700-1900. 1965, pág. 897.
Piñera, Ramírez David y Jorge Martínez Zepeda. Baja California 1901-1905. Consideraciones y datos para la historia de Baja California. UABC. 1994. Página 261.
Créditos de las fotografías
La foto de Erasmus Darwin French, propiedad de Jim French.
La foto de la pareja formada por Alfred Channin French y María Antonieta Legaspy Cota, fue publicada en las redes sociales por Antonio Trujillo Ortiz.
Todas las demás, fueron tomadas de las redes sociales.
María. Murió en el mismo lugar a causa de una trombosis cerebral, el 8 de enero de 1849, cuando tenía 77 años (Kelley, 2018).
arnulfoestrada54@gmail.com
* Cronista oficial de Ensenada. Autor del Diccionario Kiliwa
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“Logró cubrir la inauguración del Paseo Hidalgo, con la develación de la estatua de Miguel Hidalgo y Costilla, actual ícono de Ensenada y primer monumento urbano de Baja California”
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DAVID SALAZAR O LA FASCINACIÓN POÉTICA
Es la palabra la causa principal del asombro de todos los hombres, en cualquier región del cosmos humano, el poder producir la voz articulada de una lengua, es la única y mayor maravilla de todos los tiempos, sobre todo cuando es ésta decodificada y llega a producir el provechoso enlace, el prodigio de la comunicación.
David Salazar Miranda, poeta ensenadense a quien el Seminario de las Artes de Baja California homenajeó con el título de “Poeta peninsular”, dedicó su vida por largo tiempo a la ciencia en el campo de la óptica. Tal vez ese encuentro con las luces pequeñas y los raros y aparentes artificios de la física, lo llevaron un día a descubrir los brillos de las figuras literarias en el lenguaje de la poesía. Desde ese momento —esto es notorio en su obra— se quedó prendado de los cambios de significado, de los giros que la retórica da a las oraciones en su función semántica.
Su estar prendido de estos fenómenos lingüísticos, lo ha llevado en el transcurso de su escritura a una especie de fascinación poética. Escribe a diario, como si fuese
un ritual que lo atrapa en sus redes, que lo hace amar cada palabra que escribe, que lo hace inclinar su tiempo hacia la hoja donde deja sus huellas literarias, donde alcanza verdaderos logros en su lírica personal, género que maneja con una espontaneidad maravillosa.
Al recorrer sus libros publicados nos daremos cuenta del modo en que inició con un romanticismo tardío para entrar a un fructífero encuentro con la poesía contemporánea.
En 2003 publica su primer libro de poemas El hombre de la calle. Podemos leer en la entrada de esta obra: “En medio de la enfermiza adicción/ a las metáforas electrónicas,/ bajo por los coloridos ungüentos/ con las que se alimenta el ego/ y se traspapela el espíritu humano”. Son versos que parecen encerrar un vaticinio del dominio de la tecnología. En 2011 aparece su libro María, escritura inserta en un recalcitrante romanticismo tardío. El texto abre con estos versos: “Su blancura/ reta con agudeza mis sentidos,/ desafía con su docilidad mis manos./ Ella espera frente a mí,/ inmóvil,/ callada,/ sin más pensamientos que su
entrega”. El cierre es con un final muy propio de este corte de estilo: “Una muerte solitaria/ puede ser que esas estrellas/ reflejadas en sus ojos,/ en sus labios color violáceo,/ no quisieron ver/ de señuelo su desnudez/ y liberaron su alma/ antes del amanecer”. En 2016 presenta su libro Arena de mar. El inicio es con unos versos que parecieran retratar el mar de Ensenada, “Al mar./ Al mar de siempre./ Venerado en miles de lenguas,/ en miles de aldeas./ Evocado en historias de conquistadores y conquistados./ De olas fosforescentes vigilando la luna./ Manto azul verde con vientos llenos de estrellas./ Refugio de ancestrales serpientes y sirenas./ De antiguos abismos, de antiguas oscuridades./ De amaneceres ingenuos y cielos sonrojados”. En 2019 aparece su libro Tras las persianas, de donde podemos tomar: “Las persianas saben dónde quiero ir,/ saben las mismas canciones que yo,/ saben el horario de mis comidas,/ saben del tono de mi voz,/ saben lo que siempre pienso,/ por eso cuando el cansancio me vence,/ acarician mi rostro y se duermen conmigo”. Prepara actualmente sus próximos volúmenes de poemas donde se hará notoria su fascinación por las figuras retóricas. Serán buen motivo para otras reseñas.
enardecidavoz@gmail.com
*Poeta, escritor y ensayista
de mente
POR FERNANDO REYES TRINID*
Yahe señalado que en otros tiempos la literatura y la psicología iban de la mano, como una mancuerna, como cuando se trataba del estudio de las emociones apoyándose en las conductas de los personajes literarios. Si se quería hablar del rencor se aludía a Medea, si estudiábamos la ira por supuesto la referencia era Aquiles o Caín, y si de venganza se trataba cómo no mencionar a Hamlet
En este tenor, quisiera aquí echarle un ojo a una antología literaria compilada por Gabriel Ramos, “Mundo iracundo”, un conjunto de 43 minificciones, que el compilador divide en tres partes: odio, ira y venganza. Cuánto se podría escribir sobre estas manifestaciones del enojo. Desde cuántos enfoques psicológicos y técnicas psicoterapéuticas, desde el Psicoanálisis a
la Gestalt, desde el Conductismo al Análisis Transpersonal.
Haré aquí una brevísima alusión a la propuesta que Freud hizo para el estudio de esta expresión neurótica, ante la cual el individuo genera mecanismos de defensa, los que, en ocasiones, recrudecen el problema, más que brindar soluciones pues se manifiestan como resistencia para reconocer las expresiones neuróticas y su respectivo tratamiento. Los microrrelatos que Ramos Zepeda compila funcionan bien para ilustrar algunos de los mecanismos del inconsciente que el psiquiatra austriaco elaboró en su teoría psicoanalítica.
Cuando el deseo puede aplicarse a la venganza, la expresión de odio o el sentimiento de rencor e iracundia aparenta ocultarse o no expresarse, Freud lo llama represión El cuento que puede ejemplificar es “Él nunca se enojaba” de Archer Valdés, con el que se abre este volumen de cuentos jíbaros. La regresión se manifiesta cuando resurgen patrones comportamentales del pasado, sobre todo de la
infancia, como bien observamos en “Él me destruyó la autoestima” de Karla Barajas. La proyección se establece cuando buscamos en elementos externos o personas lo que no asimilamos como propio. Sobre este mecanismo tenemos “Rencor” de Virginia Sánchez Dorta. Por lo que respecta al desplazamiento —caracterizado por desviar la “culpa” a otros— buenos ejemplos son “El hermano” de Armando Alanís, “Aclaración de Blanca Nieves” de Alexander Hernández e “Inteligencia artificial” de Luis G. Torres. Cuando se da el “triunfo” del deseo, en nuestro caso cuando se consuma el odio o la venganza, el autor de Tótem y tabú lo denomina reacción, y “Huir de la quema” de Rafael Loscertales y “Advertencia” —cuyo autor es quien esto escribe— son dos claros ejemplos. Un último mecanismo de resistencia, abrigado u oculto en conductas del inconsciente, es la sublimación, que consiste en ejercer el odio o el enojo con una especie de orientación mítica o artística. En el caso de la antología que nos ocupa hay bas-
tantes minificciones que encauzan la pulsión agresiva hacia expresiones míticas o de creatividad: “Alegoría” de María Ángeles Hernández, “Bibliografía” de David Vivancos, “Ira divina” de Claudia Sánchez, “Pobre angelito” de Sisina Anze y otros.
En el caso de la sublimación se lo ha considerado como un mecanismo de defensa eficaz pues puede transformar los deseos reprimidos, pulsiones sexuales no resueltas o instintos de violencia en ricas manifestaciones culturales o sociales. Un servidor realiza ejercicios de escritura creativa como externalización de emociones que resultan como catarsis, reconocimiento de éstas o expresiones estéticas que redundan en terapia personal y motivo de estima en los participantes.
“Mundo iracundo” reúne cuentos que retratan con ironía e inteligencia la neurosis de la vida contemporánea en todo su esplendor. Puede descargarse de manera gratuita en https://minificcion.com/mundo-iracundo.
Ferreyes2004@yahoo.com.mx
*Docente, estudió Letras Hispánicas y Psicología
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LAURO
POR
ACEVEDO*
Literatura
El que se enoja… escribe
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Gabriel Ramos
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“Mundo
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(compilador)
en tres
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SLIVOVICA: RELATOS FOLK AL ESTILO GABO PONCE
POR IVÁN GUTIÉRREZ*
Aristóteles decía que somos animales políticos, en referencia a que el hombre se distingue de los otros animales por su capacidad de organizarse en sociedades y establecer acuerdos por medio de la política. Sin embargo, no son pocos los que también afirman que somos animales narrativos: seres que creamos historias para lidiar con nuestras realidades, deseos, emociones e ilusiones.
Contar historias tiene esa particularidad de identificarnos con el resto de nuestros iguales, de establecer un puente de acercamiento con personas de otras latitudes y vincularnos a través de un sentimiento en particular. Es una cualidad humana que se vuelve indispensable ejercitar en estos días de confinamiento en el que nos pone el Covid-19.
Para nuestra suerte la península bajacaliforniana es abundante en compositores y músicos, que saben cómo transformar los relatos hasta plasmarlos en canciones, llenas de historias y emociones, con las que todos podemos dejar correr la imaginación y los recuerdos.
“Slivovica, una canción que nace tras fusionar un momento de duelo del músico con un relato de Oscar Wilde llamado El ruiseñor y la rosa”
Entre los músicos de esta estirpe podemos mencionar al joven Gabo Ponce, un músico sudcaliforniano que —desde La Paz, Baja California Sur—, construye con su particular estilo relatos de amor, de despecho, de lamentos y demencias, entre los bellos paisajes desérticos y marinos de nuestra península, en géneros musicales como el Folk, Bluegrass y Country.
El más reciente estreno de este cantautor lleva por nombre Slivovica, una canción que nace tras fusionar un momento de duelo del músico con un relato de Óscar Wilde llamado El ruiseñor y la rosa. Para saber más al respecto decidimos conversar con Gabo Ponce vía telefónica. Nos dice que este nuevo tema nació después de una ruptura amorosa:
“En 2019 conocí a una muchacha de Alemania, quien tenía familia en la República Checa. Empezamos a salir, pero eventualmente, ella tuvo que regresar a Europa. Me quedé aquí destrozado por eso, así que comencé a escribir
canciones, transformando ese dolor en música. Una de las canciones que ya estaba en proceso de nacer tenía como base El ruiseñor y la rosa, y me pareció que precisamente ese relato conectaba muy bien con la experiencia que acababa de vivir y que buscaba trasladar a la música”. Según nos compartió el músico, el cuento de Wilde narra la historia de un joven enamorado quien está necesitado de una rosa roja para que su enamorada acepte bailar con él. Sin embargo, el invierno ha dejado sin rosas rojas el entorno donde vive, por lo que el joven se angustia. Al presenciar su desventura el ruiseñor, que le canta todos los días al muchacho, decide ir en busca de la dichosa rosa, hasta encontrar un rosal de donde pueda tomarla. Pero eso sólo será posible si el ave canta la noche entera mientras se clava espinas en el pecho hasta teñir del color rojo la rosa que el amoroso joven desea. Así lo hace el pequeño ruiseñor hasta perder la vida. Una tragedia aderezada con el triste final que se teje cuando la muchacha prefiere las joyas de otro hombre, antes que la rosa que su enamorado, a costa de la vida de la compadecida avecilla, le ha conseguido.
“He aquí el verdadero enamorado —dijo el ruiseñor—. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí, para él es pena. Realmente el amor es una cosa maravillosa: es más precioso que las esmeraldas y más caro que los finos ópalos. Perlas y granates no pueden pa-
garle porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor, ni pesarlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro”. (El ruiseñor y la rosa)
Si uno presta atención a la letra del estreno de Gabo Ponce, se puede identificar tanto la historia personal del músico, como las referencias claras al cuento de Wilde:
“Estuve toda la noche cantándole a un rosal, pa’ver si algún día una flor me iba a brotar/ sabe a sangre mi saliva desde que tú ya no estás, y no me puedo levantar, pues hace tiempo la alegría no retorna, no lo hará”. (Slivovica)
Sobre el título de su nuevo sencillo, Gabo Ponce menciona que Slivovica es un licor de la República Checa, de donde obtiene el nombre que rinde homenaje a la relación amorosa malograda.
El músico refiere que en la producción participaron Shutter Ford en el banjo y Jacobo Silva en el Violín. Agrega que este último instrumento es uno de los que generan mayor emotividad en el relato sonoro: “La canción salió fácil, la grabamos en unas cuantas tomas. El violinista no sabía nada de Bluegrass porque él es más de música clásica, pero le expliqué cómo me gustaría que sonara para que se fuera identificando más con el género, y como tiene más de quince años de experiencia en su instrumento, le salió excelente”.
La grabación de Slivovica se llevó a cabo en Patito Records —sello discográfico ubicado en La Paz, a cargo de Omar de la Rosa—, estudio donde varios artistas independientes realizan sus producciones, entre ellos Franco Canadiense, Los Venados Muertos y Pöl Gaynor, por mencionar algunos.
Gabo finaliza nuestra conversación compartiendo que espera poder liberar un álbum entero este año, y nos deja entusiasmados a todos los que somos seguidores de su música en Baja California, pues, asegura, entre sus planes también estaría realizar un par de presentaciones en el norte de la península. Mientras eso sucede, nos queda la alegría de tener una nueva propuesta musical de Gabo para irla cantando a todo pulmón, mientras se nos hace escucharlo en vivo y corearla juntos.
iv4ngutierrez@gmail.com
*Periodista, músico y escritor
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LA REDACCIÓN FANTASMA
La Ternura de Nacho Vegas
POR JOATAM DE BASABE
Miércoles de descargas
POR ENRIQUE BOTELLO*
Quienes
hemos seguido la trayectoria de Nacho Vegas, desde Actos inexplicables (Limbo Starr, 2001) hasta el recién salido Mundos inmóviles derrumbándose (Oso Polita, 2022), somos testigos de una personalidad inescrutable. De carácter a la vez dulce y violento, de un ser tanto pacifista como revolucionario, con sentimientos lúgubres y brillantes; podemos ahora entender que quizá se deba al don de la ternura.
Platiqué con él hace poco, el pasado mes de noviembre, en su más reciente visita a México. Fue una charla virtual, ya que no se acercó a estas latitudes del país. A decir verdad, una de las preguntas fue si es que ubica dónde queda la ciudad de Tijuana, a lo cual, con una sonrisa discreta, respondió que sí, que de hecho tiene muchas ganas de venir. Ahora sabemos que forma parte de su gira 2022, y que tiene programado tocar el 19 de marzo en esa ciudad.
dades (Espasa Libros, 2017). No se parecía al Nacho que canta “Secretos y mentiras”, del disco El tiempo de las cerezas (EMI, 2006) que grabó junto a Enrique Bunbury. Ni tampoco se parecía al Nacho que canta “Me he perdido”, del disco Verano fatal (Limbo Starr, 2007) que grabó junto a Christina Rosenvinge, menos al Nacho que canta “Ciudad vampira”, del disco Resituación (Marxophone, 2014). Era un Nacho distinto, y ahora puedo decir que es el Nacho que canta “El don de la ternura”, de este nuevo disco que se estrenó el 14 de enero.
Me despierto, es miércoles, un miércoles cualquiera, miércoles de varias descargas en mi museo favorito. He caído en cuenta que sí, que verdaderamente es un museo. La mañana transcurre normal, cargo mi cafetera italiana y espero unos minutos a escuchar el borboteo que me avisa que mi café está listo, termino de vestirme y subo al carro rumbo a la cancha de tenis, mientras en cada semáforo en rojo, entre unos sorbos de café, pienso en las sorpresas que me esperan hoy en éste mi museo favorito.
“Mundos inmóviles derrumbándose fue compuesto en el contexto del aislamiento social”
Mundos inmóviles derrumbándose fue compuesto en el contexto del aislamiento social. Nacho se fue un poco más allá de quedarse en casa, cuenta que tuvo una depresión y se refugió en un pequeño pueblo pesquero. De este viaje introspectivo, en el que experimentó una nueva dimensión de la soledad y la tristeza, nacieron las nueve canciones que conforman este nuevo álbum.
Al conectarme a la sesión de zoom me dio la bienvenida una mujer. Me dijo que en un momento más me dejaría con Nacho, y de pronto, allí estaba frente a la cámara este cantautor asturiano que además es autor de los libros Política de hechos consumados (Lambert Palmar, 2004) y Reanudación de las hostili-
Está de más que trate de describir a este nuevo Nacho y sus nuevas melodías, basta con decir que, después de dos décadas de trayectoria en solitario, más de una decena de discos y un puñado de EP’s, no deja de sorprender. Y al parecer aún tiene muchas historias por cantar.
joatam24@gmail.com
*Periodista y escritor
De vuelta a casa, me detengo por un jugo compuesto de naranja y betabel; a la izquierda está la ruta al museo, no es el momento aún. Sigo rumbo al hogar, me baño y sigo pensando, ¿cuál será el tesoro de hoy? Me alisto para mi clase virtual de fotografía gastronómica de las 10:00 a.m. Atiendo la revisión de fotos que enviaron mis alumnos y sugerimos ajustes a cada propuesta, cada composición: luz y valores son los elementos fundamentales para que una imagen de alimentos sea poderosa, atractiva, insinuante y sugestiva.
Desayuno con mi hija Paulina, regularmente huevos revueltos con tocino y verdura. Preparo la moto Vespa y mi ajuar: casco, chamarra y guantes, y me dirijo al museo. Es día de varias descargas, no me apuro, me detengo con Leo —es mi primera parada—; es como mi amuleto, siempre me desea una buena pesca. Cruzo la calle, voy con Rosita, que en realidad no se llama así pero nunca recuerdo su nombre real, pero igual me dice que le gusta como la llamo. Perdida entre velas y vasos veo una figura, es una mujer cargando a un niño sobre sus hombros; la figura es de marfil y tiene un base de madera, es exquisita —se nota la belleza de la edad en ella— y viajó desde la india para mí. Su largo viaje debió iniciar allá por los años 60.
Cruzo de regreso el tramo de calle que he recorrido y voy a otro local, encuentro una tetera de cerámica. Es blanca y con los diseños en rojo —¡perfecta!—; me transporta, es inglesa, de la posguerra. Me hace pensar en a las conversaciones en torno a ese objeto y cómo ha sobrevivido al tiempo. Su último viaje lo hizo envuelta en periódico —en una caja de cartón—, acompañando a otros trastos viejos.
Continúo el recorrido, tengo trazada una ruta que avanza siempre en el mismo sentido, considerando visitar primero los mejores lugares. Veo un objeto extraño, es de madera tallada, muy fina, tiene un orificio triangular por un lado y en la base un vidrio de colores; me asomo por el agujero y las fiestas de colores se desborda: ¡es un caleidoscopio!, hecho a mano… Se suma a la incipiente colección de cinco que ahora tengo en mi librero.
Entre locales me encuentro con Ansel Adams, Edward Hopper, Picasso, Dalí, Monet y muchos otros artistas no reconocidos pero que exhiben piezas increíbles; así los objetos de la cotidianidad y destinados a la basura conviven apaciblemente amontonados en mi museo favorito, Los Globos.
chocorrol_@hotmail.com
*Fotógrafo y docente de la Facultad de Artes (UABC)
MI MUSEO FAVORITO
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Falsa confesión de un pepenador de palabrería
POR DANIEL SALINAS BASAVE*
I. E scritor soy a veces pero lector soy siempre. No todos los días estoy de humor para escribir, pero en todo momento —en casi cualquier lugar y circunstancia— tengo ganas de leer. A veces he pasado algún tiempo sin garabatear ni un miserable párrafo, pero nunca he pasado un día sin aferrarme a la lectura de un buen bonche de páginas. El síndrome de Bartleby bien puede agarrarme en su puño y apartarme para siempre de la escritura —a veces me aparta el muy canijo— pero a menos que sufriera una lesión cerebral o un drástico e inexplicable cambio en las circunstancias de mi vida, todo hace indicar que leeré libros hasta el día de mi muerte. Así las cosas, lo verdaderamente trascendente es entender por qué uno se convierte en lector. Lo de la escritura no tiene tanta importancia. Es una consecuencia lógica e inevitable. Ya no estaba en mis manos torcer el camino.
II.- Si algún día me diera por escribir mi autobiografía, tengo claro cuál sería la primera frase: “Fui concebido entre libros”. Acaso ello explique el posterior desbarrancadero. Es como si un heroinómano hubiera sido engendrado en un campo de amapolas. La marca del vicio irrumpió como una falla de origen, una maldición irrenunciable. Tal vez sea mera casualidad y daría lo mismo si la fecundación se hubiera producido en un taller mecánico o en el asiento trasero de un vochito, pero lo cierto es que los libros siempre estuvieron allí, desde el instante primario, y a la fecha están aquí, marcando el camino y jodiéndolo todo. Los psicoanalistas hablan de traumas propios de neonatos, experiencias vividas en las
primeras horas de la existencia capaces de quedar fosilizadas en el subconsciente, pero nada he escuchado sobre óvulos y espermatozoides marcados a perpetuidad por el entorno que selló su encuentro. En este caso el entorno condicionó el camino de vida. Crecí en la casa de mi abuelo donde había libros en cada rincón. Yo no lo dimensionaba, pero aquella casa de la calle Río San Juan en la colonia Miravalle de Monterrey, era una de las bibliotecas particulares de filosofía más grandes del país. Allí adentro había más de 33 mil libros. Alguna huella profunda dejaron en los abismos de la mente, pues muy a menudo tengo sueños donde el escenario es esa casa con sus paredes tapizadas de pura bibliofilia.
III.- A veces creo que retorno a los libros como quien busca el confort de la tiniebla uterina. Un placer cuyos efectos son aún más inmediatos que la lectura, es deambular entre cientos de libros. Perderme en una librería o en una biblioteca suele ponerme en paz
conmigo mismo y con el mundo. A veces, cuando cargo a cuestas una angustia o un derroche de rabia, me meto a una librería a conjurar a mis demonios de la misma forma que el borracho se refunde en la cantina.
IV.- Entiendo que esta colaboración tiene que ver con escribir y no con leer, así que hablemos ahora de la compulsión por desparramar palabras. La mejor escritura suele brotar sin pluma ni teclado de por medio y su territorio natural son las caminatas. Estoy a punto de decir que también brota sin palabras, pero el lenguaje es una lapa terca. Aun en el más demencial e inconexo ritual de libre asociación de imágenes y sensaciones las palabras están allí. De acuerdo: las palabras son imprescindibles, pero la pantalla o el papel son meros recipientes.
V.- La prosa suele brotar caminando. Es en la fase errabunda cuando todo irrumpe en catarata. Escritura errante, compulsiva, imparable. Los conceptos revolotean alrededor como mil paja-
rracos. Sus graznidos lo inundan todo y sus alas llegan a tocar mi cara. Voy caminando y voy escribiendo. A veces, si la situación lo permite, anoto alguna palabra en el cuaderno, una vaga idea. El cuaderno es la red con la que intento —y muy de vez en cuando consigo— cazar un pájaro al vuelo que al ser transformado en palabra y encerrado en la jaula del papel parece perder su rabia y su naturaleza. Lo que aparentaba estar lleno de vida se revela hueco e insuficiente.
VI.-Lo peor ocurre al llegar a casa y sentarme frente a la computadora. De pronto los mil pajarracos se han transformado en niebla o humo de cigarro. No hay ya aleteos ni graznidos insinuando una historia desgarradora. Sobre mi escritorio quedan algunas plumas recogidas del suelo y con ellas intento invocar a la prófuga parvada. Es inútil. El demencial cuento que escribí caminando se ha hecho humo. Nada queda entre mis manos. Mis dedos danzan torpes sobre el teclado. Las
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LA IMAGINACIÓN Y LAS
PALABRAS
palabras brotan sosas, burocráticas, vacías e insuficientes. En mi inventario sólo tengo eso: palabras-ladrillo, palabras-lego que no me sirven de nada.
VII.- Al final queda por herencia un dilema o acaso sea una fatal certidumbre: el que escribe es otro. Hacer o deshacer no depende mí. Alguien más —deidad o demonio— decide cuándo desparramar palabras y cuándo cerrar la llave.
VIII.- La conclusión acaba por ser aterradora: no hay escritura sin quebranto. No se trata solamente de acomodar palabritas como quien coloca un lego arriba de otro. Nombrar demonios punza y hiere. No se puede ir por la vida desdoblando mundos y pretender que no pasará nada. Escribir tiene —o puede tener— su dosis de hedonismo, pero en cualquier caso es más grande —o por lo menos más probable— el dolor.
IX.- Todo desparramador de palabrería, aún el más torpe e ingenuo, el más pretencioso e imbécil, conoce algún día, aunque sea un destello, una pizquita del éxtasis —creo que algo así dijo alguna vez Roberto Bolaño, aunque tampoco estoy tan seguro—. Por jodido que sea el resultado, el albañil de las palabras tendrá en algún momento la sensación de estarse elevando a alguna cumbre desconocida, la intuición de un desdoblamiento interior, del inminente encuentro con una otredad que saldrá al paso. Puede ser un mentiroso resplandor, pero irrumpe (juro que irrumpe) aunque suele desvanecerse y evaporarse rápido. Al final queda el flagelo y la impotencia, pero acaso ese espejismo sea tan fuerte para justificarlo todo. ¿Por qué somos tantos los que nos arrimamos al desbarrancadero? ¿Cómo es posible que la catástrofe sea tan adictiva?
X.- No se escribe impunemente. No puede invocarse un embrujo sin consecuencias. No es como jugar una cascarita futbolera o echar una corrida nocturna. Ni siquiera es tan sencillo como una cogidita querendona.
XI.- ¿De quién depende la escritura? ¿Cuál es la pagana y teporocha deidad que se tomará el trabajo de dictarme las palabras que habrán de construir el desvarío del futuro inmediato? Me he cansado de decirle a los jóvenes que la
escritura es carpintería, labor de obrero, talacha de albañil en donde sólo vale el esfuerzo y la disciplina. La inspiración, el alucine y la locura son asunto de huevones y desobligados. La escritura es pura esencia apolínea con una pizquita miserable de locura dionisiaca. Eso les dije muy seguro de mí mismo, pero les mentí. Fue una vil patraña aunque juro que en la superficie y en el fondo deseaba creerla. Presumí tener el control total en mis manos y los demonios me cobraron muy alta la factura. “Tú no escribes ni putas madres. Somos nosotros los que te dictamos. Nosotros incubamos el chip del delirio, el embrujo de tu locura. Sin ella no hay literatura posible. Puedes beber tanto licor como quieras y ahogarte en inciertos whiskys granjeros. Da lo mismo. Por herencia te quedará la gastritis y la blanca estepa de tu mente seca”. Si los diablos no te tocan nada podrá brotar. Con ellos todo, sin ellos nada.
XII.- He vivido y gozado la escritura lúdica y relajante, y he sufrido con textos rejegos que se resisten a brotar. Me he divertido mucho hasta el grado
de reírme solo mientras escribo, pero también he sufrido ataques de rabia y ansiedad ante una historia atascada en baches. Leer es un acto totalmente hedonista, pero escribir es un acto híbrido y bipolar que puede producir una catarsis y una emoción muy grande, pero también puede llegar a torturar.
La escritura o la fluidez escritural se parecen mucho al deseo sexual.
XIII.- El cuerpo y el párrafo perfecto son tedio y vacío cuando el deseo está muerto. Cuando la lumbre se ha apagado sólo queda frente a mí el desierto de la mañana, el sinsentido que todo lo infesta. La soberana inutilidad de toda arquitectura prosística; la estupidez yaciente, mi afán de contar historias; las palabras como gusanos sobre una bolsa de basura. ¿Dejar de escribir porque no se tiene nada que decir? Lo peor de todo es que las alcahuetas ideas cumplen con revolotear y engañarme jurándome que hay luz al fondo del pozo vacío.
XIV.- Alguna vez he comparado la escritura con el ritmo cardiaco en una rutina constante de ejercicios. Cuando
llevas cierto tiempo acudiendo diariamente a un gimnasio, llega un momento en que la elíptica o la caminadora no cansan. Los latidos del corazón y la irrigación de la sangre van en plena sintonía con el movimiento de piernas y brazos. El agotamiento no existe. Simplemente corres, sudas y fluyes. A veces quiero creerlo, de verdad quisiera creerlo, pero tampoco es cierto. Cuando digo estas cosas se enojan los demonios y cobran la factura. Por más disciplinado que seas, los necesitas.
XV.- Soy un escritor diurno. Los amaneceres son lo mío. Me gusta escribir impregnado aún por la duermevela, con la arena de la mente mojada por la marea alta de lo onírico. Me gusta moler el café cuando aún está oscuro. Escribo con café en la mañana y leo con whisky en la noche. Cuando no estoy frente a la computadora suelo llevar un cuaderno conmigo para escribir palabras e ideas que voy cazando al vuelo y que después pueden volverse hilos narrativos de los cuales tirar. Intento, en lo posible, trabajar con carta de navegación, aunque siempre tengo uno o dos archivos donde derramo ideas y locuras al vuelo, los archivos dionisiacos destinados a no publicarse, donde arrojo el libre flujo, los mismos que no se mezclan con los archivos apolíneos donde suelo trabajar en dos proyectos a la vez, en los cuales intento usar la brújula y tener una idea de hacia dónde voy.
XVI.- La semana pasada fui por primera vez en mi vida a hablar de escritura creativa con niños de segundo de primaria, compañeros de mi hijo Iker. Fue algo totalmente diferente que me hizo preguntarme los porqués primarios y fundamentales de este camino de vida. Les dije que desde muy pequeño he tenido a la mano dos juguetes de los que a la fecha no me he podido desprender: la imaginación y las palabras. Creo que de todo lo aquí escrito, esas últimas palabras son las únicas que son radical e incuestionablemente ciertas.
danibasave@hotmail.com
*Escritor y periodista. Reside en Tijuana desde 1999. Autor de Juglares del bardo, El lobo en su hora, Bajo la luz de una estrella muerta
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“Nombrar demonios punza y hiere. No se puede ir por la vida desdoblando mundos y pretender que no pasará nada”
Tijuana al norte
ÓSCAR ÁNGELES REYES*
Heriberto Yépez expuso alguna vez el “egocentrismo tijuanense”, haciendo referencia al escaso reconocimiento de los poetas ensenadenses, apuntando particularmente a Rael Salvador por cierto, a los poetas de la localidad, ¿les importa? . La cultura oficial tijuanense emula al aparato cultural chilango, eso sí, movilizador de masas, por aquello de las dimensiones y las multitudes. Gente es cultura, vamos. Lo cierto es que los pueblos aledaños, las aldeas pesqueras o los caseríos montañeses, miran al mar o a las serranías, y parecen hablar para sí mismos, como serpiente que se muerde la cola.
Hace algunos años me invitaron a Tijuana a presentar la novela que ganó un premio estatal, y me reuní en un pequeño salón con tres o cuatro asistentes que aplaudieron fervorosamente al final de la plática (eran invitados míos). Fue una velada íntima me presentó Ramiro Padilla y me despedí de esa ciudad quizá para siempre.
Tijuana no es para todos, Tijuana tiene sus escogidos, sus corridos, sus ídolos, sus muertos y sus elogios, que también reparte en los suyos.
En unos días, antes de que se publique esta edición de Palabra, se presentará el libro Across the line / Al otro lado: The poetry of Baja California, en su 20 aniversario. Participan, de acuerdo a su publicidad, Mark Weiss (editor), Jorge Ortega (académico y poeta) y Gaspar Orozco (poeta y traductor), y los autores invitados Luis Cortés Bargalló, Ruth Vargas Leyva, Roberto Castillo, Rosina Conde, Francisco Morales, Elizabeth Cazessús y Víctor Soto Ferrel. Caballeros y damas de allá y de más allá, ningún porteño, aunque encuentro en el índice a personajes como Flora Calderón, Juan Antonio y Tomás Di Bella (nacidos en Ensenada, residentes en Mexicali), y el
propio Rael Salvador, como representantes de la poesía de la localidad.
No es la primera ocasión en la que me pregunto del por qué del desdén o las omisiones, sus razones tendrán habría que valorar sus argumentos , en tanto es posible hacer conjeturas: ¿será porque no tenemos qué decir? ¿Nuestra mirada es pobre, o quizá nuestra realidad no alcanza para tanto?, ¿necesitamos más muertos por kilómetro cuadrado? ¿La geopoética ensenadense es insustancial?, ¿nuestros autores se tropiezan en realidades más complejas?, o, sencillamente, ¿nos tropezamos con las palabras? ya me parece ver a más de uno de mis compañeros diciendo nada cálidamente “a ver, demuéstramelo, perro” . Se debió publicar en los años setenta un libro titulado “Media docena de poetas adolescentes porteños”, y Rubén Vizcaíno debió preferir El Sauzal y el Boulevard Costero, no la avenida Revolución, y definir la enseneidad con palabras amorosas. O mejor no. Retomo la pregunta inicial: a los escritores ensenadenses, ¿les importa?
El desinterés del aparato cultural debería interesarnos a todos. Por el simple ejercicio de la atención a la pluralidad, todas las voces deberían ser escuchadas. Si la mediocridad es parte de los argumentos de alguna de las partes, lo mismo habrá que exponerla, pero como parte del buen acto de la discusión y la argumentación. Habrá que leernos todos, leerlo todo, para entender mejor lo que se hace en la actualidad, cosa de la que nadie parece estar bien al tanto, ni aquí ni allá.
En lo que a mi respecta, las historias se dan en todos lados, la miseria también, las infidelidades, la muerte está sembrada en todo el país, la poesía y la narrativa; leo con gusto y con desagrado; y me cago en el mote o nombramiento de “pueblos mágicos”, o sobresaliente o privilegiados. todoestodo@gmail.com
*Escritor y biólogo por la UAM
La
primera novela de Quentin Tarantino
MIGUEL LOZANO*
uentin Tarantino estrenó su novena película, Once upon a time... in Hollywood en 2019, poco antes de la pandemia. Gracias al Covid-19, muchísimas producciones se detuvieron o pospusieron, y algunos directores no filmaron durante este periodo. Tarantino fue uno de los que no estrenó nada, pero no es justo decir que se mantuvo de brazos cruzados ya que nos sorprendió en 2021 con la publicación de su primera novela: un libro basado en su más reciente película. Tarantino famosamente advirtió que sólo dirigiría diez largometrajes en toda su carrera. Afirma que después de eso se retirará del cine. Cuando en entrevistas le preguntaban qué haría con su vida después de su décima película, comentaba casualmente que quizá sería su momento para escribir novelas. No siento que sus entrevistadores lo tomaran muy en serio, pero quizá la pandemia lo ayudó a precipitarse en este propósito.
El estilo de este director se caracteriza por tomar géneros cinematográficos del pasado y mezclarlos unos con otros para hacer una nueva película posmoderna. Por ejemplo, en el caso de The hateful eight (2015) retomó los clásicos westerns norteamericanos, y también un poco los italianos. En Inglorious basterds (2009) retomó varios géneros como el cine de Segunda Guerra Mundial, comedias románticas de los años cuarenta y hasta cine mudo. Claro, todo esto en cine, pero la gran pregunta es: ¿cómo es su estilo literario?
No tan diferente. Tarantino retomó la tradición de novelizar
Qpelículas exitosas. Es decir, paralelamente a la película se producía una novela basada en el guion. Normalmente no estaría escrita por el guionista, sino por algún novelista independiente. Esto tuvo su mayor auge durante los años setenta y ochenta, y pasó de moda una vez que llegaron las videorentas con toda su fuerza. Esta costumbre tenía mucho más sentido en aquella época, donde tecnologías como el VHS aún no eran tan populares, de forma que revivir la película a través de una novela era una buena alternativa.
La novela de Once upon a time... in Hollywood se siente precisamente así: una novelización de aquella época. Aunque está bien escrita, no es una novela muy sofisticada, su lenguaje no es tan rebuscado ni su técnica narrativa es deslumbrante. Pero así eran también las novelizaciones de aquella época.
¿Es esto lo mejor que Tarantino puede escribir? No lo sabemos, pero esperemos que tan solo sea un pastiche como los que hace en sus películas.
Yo recomiendo ampliamente la novela a todo aquel que le interesó la película. Expande mucho más el mundo de los personajes, su trasfondo, su contexto, sus preocupaciones y pensamientos. Queda mucho más claro el tema del viejo Hollywood versus el nuevo Hollywood de finales de los sesenta. Además, nos deja ver un poco del proceso creativo de su autor, además de remontarnos a otra época, que es precisamente lo que la película buscaba.
badbit@disroot.org
*Escritor y docente de la Facultad de Artes de la UABC. Es autor de los libros Sombreros blancos y Fuera de la caja
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POR
Un instante desnudo
POR FRANCISCO MORENO*
“…la experiencia es una sucesión de instantes congelados”. Salvador
Elizondo, Farabeuf
Fue la emoción de conocer el mar lo que alimentó la iniciativa de viajar juntos. Su afecto estaba hecho de momentos delimitados por los arcos del patio conventual, las bancas de la iglesia, la sacristía, las alabanzas y la música, por la comunión y comunidad que creía en la salvación, esa que te inculcan de niño. Por fortuna, Bernardo y Franco dejaban a un lado esas pesquisas para ser lo que eran, adolescentes presurosos por subirse al velero de la juventud y navegar en aguas tempestuosas.
Sin medir alcances, consecuencias y posibilidades llegaron a la central de Buenavista. Lo que tenían en sus bolsillos alcanzó para comprar boletos para un tren de tercera clase; la salida era a las dos de la tarde, comieron una torta afuera de la estación y, sentados en la baldosa fría al pie de una columna de estilo neoclásico, esperaron mientras diseñaban mapas para llegar al mar. Un silbido que nunca habían escuchado fue la señal para abordar.
Era la primera vez que subían a un tren, no hacían evidente su asombro, lo sentían. Había que hallar un sitio dónde sentarse, decenas de hombres, mujeres y niños ocupaban las bancas con cajas, mochilas, bultos, cobijas, paquetes y atados, era una mezcla de formas, volúmenes, color y movimiento. El tipo de asientos del vagón, fijos y de piel rota y desgastada, uno frente a otro, respaldo con respaldo, se perdían en dos filas; no había espacio, pero el ingenio les encontró un lugar, justo el triángulo que dejan los respaldos inclinados, esa pequeña buhardilla a nivel del piso fue su hábitat en un largo, largo viaje a la ciudad de Oaxaca.
Un olor a tierra, comida rancia, ropa enmohecida y sudor añejo se ventilaba a través de los ventanales laterales, los vagones de tercera clase son viejos, grises, ruinosos. El trayec-
to duro una eternidad, de la Ciudad de México hasta Oaxaca como primera escala, la ruta incluyó interminables paradas en estaciones alejadas de los senderos comunes. Cada descanso era una verbena, infinidad de charolas de comida sobre la cabeza y en las manos en alto que mujeres y niños ofrecían con algarabía, gritos melodiosos que invitaban a comprar suculentos platillos regionales, pan, agua de sabores, pulque, mezcal y dulces.
La travesía se hizo ligera al calor del aguardiente y el sueño que produce su ingesta en exceso, y entonces, una noche cerrada, coloreada de negro y estrellas, Franco se agotó de las eternas charlas de Bernardo y se alejó cuando éste dormía. Caminó entre jaulas, huacales, niños mocosos, viejos ocultos en sus sombreros y mujeres envueltas en sus rebozos, el vagón oscuro era una sala de conciertos que interpretaba una cacofónica melodía de ronquidos. En la bolsa de su peto de mezclilla aún tenía un poco de mezcal, salió del vagón por el extremo opuesto al sentido que iba el tren, y ahí, en el diminuto pero seguro escalón de hierro que permite el cruce entre vagones, Franco se sentó y sacó un cigarro. El sonido de las ruedas de acero sobre las vías era regular y
cadencioso, bebió el sobrante de su bebida, el frío de la noche huyó y miró lo que jamás habría de volver a ver.
Un infinito y fugaz diorama pasaba frente a sus ojos; diáfana, intermitente y veloz secuencia de imágenes imposibles de capturar con la retina. El denso color negro se interrumpía con destellos y ráfagas de luz, un inexplicable raudal de formas congeló su mirada. Sintió un aura sobre su cabeza, sensación que crespó su delgada cabellera, su cuerpo quedó inmóvil en relación con el movimiento del tren, la posición frente a ese espectáculo era como estar en una butaca y, frente a él, observó la velocidad sin moverse, un vértigo inmutable cimbró la quietud de su ser, tropezó con lo inesperado, tuvo un instante desnudo, un vuelco hacia la nada.
Lo que vivió esa noche quedó sepultado en su inconsciente, desde ese día su existencia adquirió un sabor diferente, descubrió sin saberlo que la vida tiene experiencias que la hacen un resplandor único. Si la historia se escribe a partir de grandes eventos, ésta se nutre de pequeños tropiezos que rompen la rutina, el sublime acontecer de un instante.
franciscomorenovaluador@gmail.com
*Crítico de arte y escritor
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“Lo que tenían en sus bolsillos alcanzó para comprar boletos para un tren de tercera clase”
Michel Onfray y la ética de la liberación
POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO*
“La vida se hace resistente al poder cuando el poder toma por objeto la vida.”
Gilles Deleuze
Para Michel Onfray (1 de enero de 1959, Argentan, Francia) la filosofía ha pecado de arrogancia, de desbordante seguridad de sí misma, increpando al lector con infinidad de lecciones, representándose como la reina de todas las disciplinas. En ese sentido, no ha sido capaz de aplicar lo que predica a otras ciencias y humanidades en torno a su constitución epistemológica y autorreflexión crítica sobre su devenir histórico. Con ello Onfray, frente a la historiografía dominante, ha emprendido una contrahistoria de la filosofía, hasta ahora, en doce volúmenes.
Esta perspectiva independiente proviene desde su infancia cuando a la edad de diez años sus padres lo ingresaron en un orfelinato de los salesianos y fue condenado a un trabajo en una fábrica de quesos, donde las dantescas condiciones de explotación no hicieron más que forjar su carácter rebelde e insumiso a lo largo de su infancia y de su adolescencia.
En unas vacaciones que lo liberaban temporalmente de aquel infierno, las primeras lecturas de Carlos Marx (18181883) le permitieron develar las condiciones de opresión capitalista donde transcurría su mundo, su vida. Su acercamiento al marxismo se complementó con los escritos anarquistas de Max Stirner, Mijaíl Bakunin, Jen Grave, Pierre-Joseph Proudhon, Piotr Kropotkin y Louise Michel, en su conjunto reconfortando su configuración y preparándolo para la asimilación transformadora de Friedrich Nietzsche (1844-1900) en su premisa de La gaya ciencia: “Tan odioso me es seguir como guiar”.
Siguiendo la admonición de Baruch Spinoza (1632-1667) a superar las emociones de conmiseración y fugaz alegría por la de un anhelo de comprensión,
Onfray recupera la contribución del sobreviviente a los campos de concentración nazis, Robert Antelme (1917-1990), cuando señala: “No hay diferencia de naturaleza entre el régimen ‘normal’ de explotación del hombre y el de los campos de concentración. Éstos son simplemente la imagen cabal del infierno más o menos velado en el que viven todavía tantos pueblos”. Y más adelante: “La ‘moral’ que recubre la explotación enmascara el desprecio que constituye el verdadero motor de esa explotación”. “A estas evidencias, agrega que sólo puede aceptar y reconocer entre los valores y la moral lo que es concretamente universalizable. Para ello, el imperativo categórico formula clara y radicalmente la eliminación de la explotación del hombre por el hombre. ¿Es posible más claridad?”.
En su exploración de la modernidad contemporánea, Onfray desvela la condición de aquellos que por su condición de existencia son radicalmente ignorados, como piezas de decoración en un grotesco escenario asumido como lo más normal del mundo.
Son los condenados como el “Clochard y vagabundo, así se muestra a ojos de quienes han rehusado el combate con esos dioses para entregarse a ellos en cuerpo y alma, al margen y con exclusión de toda lucha. Sucios, desgreñados, malolientes, vestidos de harapos, atados como paquetes y protegidos por un bricolaje que es a la vez un collage de residuos, muy a menudo los clochards agravan su claudicación con el consumo de alcohol como único alimento, el único reconfortante a su alcance para atravesar las experiencias del frío, el hambre, la noche, la soledad, el abandono y el aislamiento. El vino peleón da al cuerpo con qué sostenerse y calentarse cuando todo el entorno se muestra hostil”.
A ellos se suman, a su manera en el mundo social, los “viejos y las viejas, a quienes se niega cualquier otro derecho que el de ser todavía consumidores y gastar su jubilación en el juego social consumista, sufren cada vez más la privación de toda la arrogancia que
se permite a los jóvenes: nada de sensualidad ni de sexualidad triunfal, una vida privada que ha de ser modesta y sin alboroto. Suavemente empujados hacia la salida, se los quiere, conserva y venera en la medida en que reciclan sus economías en la máquina social”.
Ante el profundo desencanto nihilista del mundo y sus contingencias, Onfray destaca la alternativa hedonista fincada en la primacía de la vida y su economía libidinal, como complejo de fuerzas que resisten al dolor, la adversidad y la muerte. Ello como una construcción ética basada en la reconversión del Yo, siguiendo la formulación de Nicolas Chamfort (1741-1794), en la cual se convoca a gozar y hacer gozar sin lastimarse ni lastimar a nadie, en una razón común de la alegría donde los medios y los fines apuntan a una justicia universal.
Sustentado en una mística de izquierda, como la persecución de una energía que la configura, el autor ha abrevado en un nietzscheanismo francés de izquierda enriquecido con la obra de Roger Caillois (1913-1978), Georges Bataille (1897-1962), Gilles Deleuze (1925-1995), Félix Guattari (19301992), Michel Foucault (1926-1984), sin olvidar, por otro lado, a Antonio Gramsci (1891-1937).
En la metamorfosis de una sociedad disciplinaria hacia una sociedad de control, con una servidumbre voluntaria, Onfray recupera la microfísica del poder en Foucault, proponiendo una estética generalizada con una voluntad radical de subversión, donde la diseminación de una cultura crítica por arborescencia, floración, capilaridad, multifocal y rizomas fecundan la generación de nuevos espacios de libertad.
Frente a la derrota neoliberal del pensamiento surge una estética generalizada, aunada a un gramscismo libertario, que posibilitará los elementos fundamentales para una cultura emancipatoria de resistencia e insumisión que incorpora todas las potencialidades de fuerzas de pensamiento y acción como las de Pierre Bourdieu (1930-2002), Guy Debord (1931-1994), Gérard Le-
brun (1930-1999), André Gorz (19232007), Paul Virilio (1932-2018), Raoul Vaneigem (1934), Régis Debray (1940), entre otros.
Mientras el ser humano sufre las deflagraciones características de nuestra época, la radical conciencia rebelde las confronta (Aufhebung), con un carácter y temperamento opuesto a toda sumisión del individuo. La voluntad libertaria integral de una subjetividad liberada, en un pensamiento alternativo al mundo capitalista, con fulguraciones propias, siempre apunta, como invocaba Nietzsche, hacia unas nuevas posibilidades de existencia.
La obra de más de cien libros de Michel Onfray ha suscitado un interminable debate en Francia y en el mundo entero, desde ensayos como: Jonathan Sturel, La contra-historia de Michel Onfray, Tatamis, 2014, Alain Jugnon, Contra Onfray, Lines Editions, 2016, hasta Michael Paraire, Así pensó Michel Onfray: Reflexiones sobre una impostura intelectual, 2021. Su sitio oficial es: michelonfray.com
Michel Onfray, Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión, Barcelona, Anagrama. 2020, 319 páginas.
fernamancillas@yahoo.com
*Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora
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La idiosincrasia francesa y una mochila
POR CONY SIGÜENZA*
Uno de los primeros errores que se comente al aprender francés suele tener que ver con el verbo besar, que en francés estricto se escribe baiser, estrictamente significa besar, pero es mejor usarlo en infinitivo o conjugarlo con cuidado. A partir de algún momento del siglo XIX, el significado vulgar del verbo baiser se acercó mucho a “acostarse”, “coger” o “joder”. El Centro Nacional de Recursos Textuales y lexicales del idioma francés nos dice que es un eufemismo popular. No es socialmente correcto decir “te voy a besar” o “nos vamos a besar”, hay que decir, voy a darte o un beso, o vamos a darnos un beso. De lo contrario estaremos diciendo “te voy a coger” o “nos vamos a acostar”.
En la correspondencia publicada de Flaubert a Louise Colet, de 1852, ya podemos ver ese otro significado del término (traducción mía, poco seria):
«Pero no dice que, bajo ese peso, soñaba con otro hombre, y que, en medio de su asco, quizá disfrutaba debido a ello. Predicción: se acostarán (literalmente, “se besarán”), y al septuagésimo segundo acueste seguirá asegurándote que no hay nada entre ellos y que es algo platónico».
Tratando de dilucidar todas esas sutilezas del lenguaje, un día escuché a mi suegro decir con inocencia, que estaba buscando su “baisenville”, entendí “baise en ville” (literalmente, “coge en la ciudad”) y mi imaginación se desbocó tratando de imaginar qué era lo que mi suegro buscaba, regocijada escuché la ex-
plicación, “es una bolsa para hombre”, me dijeron.
Una bolsa no muy grande que se lleva al hombro, como las que los hippies usaban, pero en versión elegante, es lo suficientemente grande para poner cartera, agenda (cuando se utilizaban) y alguna prenda de vestir no muy grande, una piyama o un cambio de ropa interior, además de cepillo de dientes, peine, etc.
El término, efectivamente, proviene de la contracción de “baiser en ville”, “coger en la ciudad” y data de 1934. El nombre de esta bolsa significa, en otras palabras, “tener sexo en la ciudad”.
Cuando llegué a Francia, a principios de siglo, sólo la gente muy mayor las usaba, no tanto los que fueron hippies, sino más bien la generación un poco mayor, digamos que, los hermanos mayores de
los hippies. Las generaciones posteriores la consideran anticuada, aunque hoy día es posible verla de nuevo, el nombre original se utiliza menos. Tristemente, muchos ya solo la llaman “bolsa” y no “coger en la ciudad”.
“Baisenville” es, entonces, esta bolsa lo suficientemente amplia para poder contener los objetos que permitan pasar una noche fuera de casa de manera correcta. Un kit de supervivencia luego de una noche de teatro, de fiesta, de juerga, y es que no todo el mundo vive en el centro de las ciudades y los trenes y metros dejan de pasar a cierta hora de la noche y sólo algunos autobuses continúan toda la noche en las ciudades más grandes.
En mi primera visita a Francia, en una de esas juergas en casa de latinoamericanos, tuve que tomar un taxi a mi hotel, me costó el equi-
valente de 100 dólares y eso fue en el siglo pasado, en este momento serían 150, es decir, que el taxi es para ricos, yo no soy rica, solo que no sabía que debía llevar mi baisenville conmigo.
Esta relación tan libre de los franceses con la sexualidad es algo que aprecio. Pero no fue esta la única vez que los franceses me regocijaron con su libertad sexual, la primera vez fue cuando la sobrina de mi esposo, que tenía, tal vez 16 años, se consiguió oficialmente un novio. “Oficialmente” significa que el chico era recibido en casa de ella para ver la tele, jugar en el Nintendo, comer y también para dormir… con ella. Fue su primer novio serio y es ahora su esposo.
Un día escuché a mis suegros conversar al respecto —es pertinente aclarar que ya debían de andar por los 80 años—, decían que la niña estaba sufriendo con los anticonceptivos, que los que estaba usando le sentaban mal, que iba a tener que cambiar. Mi tía la mayor, que andaba por la misma edad que ellos, los hubiera acusado con el Papa por pervertidos.
El paso siguiente fue que la cama de la sobrina era demasiado pequeña y el novio no cabía. Toda la familia se organizó para postularse como los que yo llamé “padrinos de acueste”. Mis suegros, que eran los abuelos maternos, compraron la base de la cama, la abuela paterna compró el colchón y nosotros nos caímos con sábanas y cobijas.
Al lugar donde fueres haz lo que vieres.
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siguenza2@yahoo.com
*Corresponsal de Palabra en Francia y traductora de Michel Onfray al castellano
«“Baisenville” es, entonces, esta bolsa lo suficientemente amplia para poder contener los objetos que permitan pasar una noche fuera de casa de manera correcta»
Foto: Robert Doisneau
Recuerdo del héroe llevado por su demonio
de Rael Salvador (con fotocrónica de Héctor García M.)
DE la colección Palabra: DE VENTA EN LIBRERÍAS Y OTROS PUNTOS DE LA
raelart@hotmail.com
CIUDAD