Revista Amigo del Hogar n. 847 - Agosto 2020

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NO ES LO MISMO NI ES IGUAL

«Americanización» selectiva: a propósito de Black Lives Matter P. Pablo Mella Febles, sj pablomellasj@yahoo.es

L

os dominicanos tienen una especial veneración por los Estados Unidos. Claro está, no por los Estados Unidos reales, de gran diversidad, grotesca opulencia y odiosas exclusiones, sino por una imagen de ese país que encaje con la propia ideología y confesadas expectativas. No hay que ser un observador fino para constatar que no son iguales los Estados Unidos en la mente de uno de los jóvenes de nuestros barrios populares, que en la de un egresado de uno de los colegios bilingües donde se educan de modo excluyente nuestras élites. Mientras un joven migrante pobre dominicano quizá sueñe con recorrer las calles del Bronx y ataviarse al estilo afroamericano popular, un miembro de la nueva generación de las élites dominicanas estará pujando por inscribirse en una universidad exclusiva de la Ivy League en espera de que llegue el invierno para ir a esquiar a la exclusiva zona turística de Vail, Colorado. La migración a Estados Unidos no necesariamente une a los dominicanos como miembros de una única diáspora, sino que puede profundizar la división de clase y racial que se vive en la isla. Los detalles de esta división pueden ser bien odiosos; evitémoslos, para entrar en materia. Con la migración a Estados Unidos se producen dos conductas opuestas con relación al tema racial. El encuentro con otros esquemas clasificatorios de las personas por su aspecto y origen sirve como detonante. Al viajar a este «país de blancos», la mayoría de los dominicanos, independientemente de su clase social, descubren que esos «blancos» no los consideran como uno de los suyos. Los propios esquemas caen por suelo. Entonces se producen dos reacciones fundamentales. Una parte de los migrantes, la más reflexiva, comienza un proceso de reconciliación con sus orígenes africanos y puede llegar a convertir este proceso de redefinición identitaria en el eje de un nuevo proyecto de vida. La otra parte, en contraste, se resistirá de manera visceral AMIGO DEL HOGAR / 3336

a ser considerado como un negro y se aferrará a otra clasificación usada en Estados Unidos: la de «latino» o la de «hispano». Lógicamente, estas dos reacciones básicas se posicionarán de modo diferente con respecto al racismo dominicano, que es en buena medida antihaitiano. El primer grupo emprenderá una cruzada antirracista, desmontando los lugares comunes de la historia dominicana, especialmente en lo que se refiere a las relaciones con Haití. El segundo grupo repetirá los mismos lugares comunes de la historiografía hispanófila, pero cargando de más agresividad sus palabras y retomando algunos de los lugares comunes del «American Dream», por ejemplo, el éxito individual a través del trabajo. La identidad dominicana imaginada, esa que ellos mismos ya no viven en su condición de migrantes, se refuerza con algunos trazos gruesos para que los blancos no los confundan con los negros norteamericanos. La reacción ante el movimiento social producido por la muerte violenta de George Floyd el 25 de mayo pasado, en manos de la policía estadounidense, viene a confirmar la peculiaridad de la comprensión del racismo dominicano. Por un lado, las cantantes populares Amara la Negra y Cardi B se pronunciaron en la primera dirección antes señalada. A principios de junio, Amara la Negra declaró en diversos medios que el racismo no era exclusivo de los Estados Unidos, afirmando: «Soy dominicana, pero primero soy negra y defiendo mi raza». Incluso llegó a afirmar en una entrevista en CNN que dentro de


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