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Llamado al nuevo gobierno
Las fi estas del Patrón Santiago: marca ciudad
Santiago, hermano de Juan El Evangelista y uno de los apóstoles de Jesús, fue el primero de sus seguidores en morir. Su cuerpo, según la leyenda, fue colocado por sus discípulos Teodoro y Atanasio en una barca de piedra para ser sepultado en Galicia, en la provincia romana de Iberia, donde había predicado y hasta donde fue guiada por unos ángeles. Teodomiro, obispo de Iria Flavia, descubrió su tumba después de informarle un religioso solitario llamado Pelayo que una estrella brillaba sobre un montículo en el bosque. En torno a su sepultura fue trasladada Iria Flavia, después de ser destruida por los bárbaros y a partir de ella surgió la ciudad de Santiago de Compostela, cuyo nombre deriva de “Campus Stellae” (campo estrellado), en recuerdo de la estrella que había guiado a descubrir la tumba del “Hijo del Trueno”.
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A partir del siglo XI, la tumba del apóstol se convirtió, junto a Roma y Jerusalén, en uno de los lugares de peregrinación más importantes de la Edad Media. El trayecto, que integraba rutas que partían desde Francia, Italia y Alemania, entre otros países, se conoce hasta el presente como “el camino de Santiago”, nombre que se le dio inicialmente a la Vía Láctea, visible durante las noches por los peregrinos en su caminar hasta Galicia. De su estadía en Santiago de Compostela los adoradores del apóstol traían como testimonio conchas o veneras, abundantes en las playas gallegas, que cosían a sus esclavinas y que con el tiempo pasaron a ser el símbolo de Santiago, que se representó como un caminante con sombrero, bastón y esclavina.
De un Santiago peregrino se pasó a un Santiago Matamoros durante la guerra de la reconquista contra los árabes o moros en España, representándosele con un espada en la mano y montado sobre un caballo blanco. La fe en su apoyo llegó al extremo de que en la toma de Granada, el último bastión árabe en territorio español, se le vio cabalgar junto a los Reyes Católicos.
Ese Santiago guerrero llegó a América y ¡“Santiago y cierra España!” y “Santiago a ellos!” fueron los gritos de las tropas españolas en el sojuzgamiento de los indígenas así como lo fueron en la península respecto de los moros. Y Santiago fue impronta perenne en el nuevo continente al denominar a uno de los fuertes fundados por Cristóbal Colón a orillas del río Yaque en 1495, que daría origen a nuestra ciudad.
Su fi esta, cada 25 de julio, ha tenido lugar en Santiago de los Caballeros desde el siglo XVI; consta que ya se festejaba para 1518. Desde las celebraciones de 1666, por el ascenso al trono de España de Felipe IV,

hasta la memorable conmemoración de 1977, cuando se inauguró la estatua del Patrón Santiago que preside la entrada de la ciudad, pasando por la popular convocatoria de 1887, ha tenido altas y bajas. Pero lo sobresaliente es que se ha mantenido por cinco siglos.
Es por ello que las fiestas del Patrón Santiago deben formar parte de la “marca ciudad” que identifique a Santiago de los Caballeros y articularse como eje del turismo religioso en la ciudad, de manera que el lema “El Primer Santiago de América” tenga una concreción palpable y permita proyectarla a nivel internacional.
El Primer Santiago de América es un lema prácticamente inexplotado y las fiestas del Patrón Santiago, la más antigua tradición de la ciudad, se erigen como
Iglesia N. S. de la Altagracia el único referente de conexión con Galicia y España y los orígenes de Santiago como fortaleza colombina. Ese vínculo reúne valores para ser explotado desde el punto de vista turístico y la Catedral Santiago Apóstol, sede parroquial de nuestro patrono, puede ser la punta de lanza de esa proyección.
Las patronales de Santiago Apóstol deben alcanzar el nivel de atracción necesario para articularse al proyecto “Los senderos de la fe”, del Ministerio de Turismo, que busca establecer una ruta turístico religiosa que vincule La Isabela, el Santo Cerro, el santuario del Cristo de Bayaguana, la Ciudad Colonial de Santo


Domingo, la basílica de Higüey y lugares populares de sincretismo católico en provincias como San Juan de la Maguana y Hato Mayor. Y la Catedral Santiago Apóstol debe ser el punto principal de esa propuesta, a la que podrían integrarse otros lugares, como la iglesia de Nuestra Señora de la Altagracia, que es Santuario Regional, o las grutas de Santa Rita y la Virgen de Lourdes, en Gurabo, esta última construida a fines del siglo XIX por el Dr. Alejandro Llenas Julia.
Personal formado para visitas guiadas a la Catedral Santiago Apóstol, una tienda de recuerdos de las advocaciones en el municipio y un museo arquidiocesano potenciarían esta propuesta para fomentar el turismo religioso en la ciudad, hasta ahora inexplotado. A eso aspiramos.
Cardenal Bo: dolor por Santa Sofía, promover la libertad de religión
No repitamos los errores del pasado, sino promovamos la libertad de religión, el amor mutuo y el respeto por las diferencias: así comenta el cardenal Charles Maung Bo, como presidente de la Federación de las Conferencias episcopales asiáticas (FABC), la decisión de Turquía de transformar el Museo de Santa Sofía, antigua basílica cristiana, en una Mezquita. “La libertad de religión o creencia es un derecho humano fundamental para todos; el derecho a elegir, practicar, expresar y cambiar la propia fe, o a no tener ninguna, es la libertad más importante para todos”, afi rma el purpurado en una nota de la agencia Ucanews.
Una libertad que el cardenal Bo subraya que ha defendido “constante y apasionadamente en toda Asia para los musulmanes, budistas, hindúes, judíos y cristianos de todas las tradiciones”. “He hablado a menudo en defensa de los pueblos musulmanes perseguidos y seguiré haciéndolo sin vacilar y de manera inequívoca - explica el presidente del Fabc - porque la verdadera libertad de religión requiere el respeto de la libertad de los demás para practicarla”. Sin embargo, “la decisión de Turquía me duele - explica el cardenal - no porque quiera negar a mis hermanos y hermanas musulmanes los lugares de culto, al contrario: defi endo su derecho, tanto como defi endo el de todos”.

El cardenal Bo cita, a continuación, los numerosos casos de mezquitas arrasadas y de musulmanes perseguidos en varios países del mundo: Myanmar, India, Sri Lanka, Indone

sia, Irán, Siria, Irak, y subraya: “He hablado de esto y he condenado estos actos inhumanos”. Sin embargo, “convertir a Santa Sofía en una mezquita representa una amenaza similar a la libertad de religión o de creencias, al amor mutuo, al respeto de la dignidad de las diferencias”. El purpurado realiza también una referencia al contexto actual: “En un momento en que la humanidad está sufriendo las graves consecuencias de una pandemia mundial, debemos unirnos, no alejarnos; debemos dejar de lado las políticas de identidad, abandonar los juegos de poder, prevenir los confl ictos étnicos y religiosos, aumentar la dignidad de las diferencias entre todos los seres humanos y cultivar la diversidad y la unidad”, sin “reabrir heridas y exacerbar divisiones”.

“Defenderé cada mezquita, cada sinagoga, cada templo posible - reitera el purpurado - y sé que los líderes religiosos que trabajan por la paz harían lo mismo por mí”. Este es el espíritu que necesitamos: respetar y defender las libertades del otro para practicar el culto como queremos, para expresar nuestra fe según nuestras tradiciones, para convertirnos libremente según nuestra conciencia, nunca por coacción, nunca por imposición”.
La del presidente del Fabc no es la única voz que se levanta sobre Santa Sofía: ya en el Ángelus del 12 de julio pasado, el Papa Francisco había dicho: “Pienso en Santa Sofía, y estoy muy dolido”. Posteriormente, el Alto Comité para la Fraternidad Humana hizo un llamamiento para que “se eviten las divisiones y se promueva el respeto y la comprensión mutua entre todas las religiones”. Exhortaciones similares provinieron, entre otros, del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), del Patriarca caldeo, el cardenal Louis Raphael Sako, que califi có el asunto de “triste y doloroso”, y del Patriarca de Moscú y toda Rusia, Kirill, que subrayó: “Es deber de todo estado civil mantener el equilibrio, reconciliar a la sociedad y no agravar las discordias, a fi n de unir a las personas y no dividirlas”.

Inaugurada en 537 bajo el emperador cristiano Justiniano, la antigua basílica cristiana de Santa Sofía se convirtió en mezquita en 1453, tras la conquista de Constantinopla por los otomanos. En 1934, el primer presidente de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, la convirtió en un museo. Recientemente, un decreto del Jefe de Estado, Recep Tayyip Erdoğan, la abrió de nuevo al culto islámico. Y justo el 24 de julio, Santa Sofía acogió la oración del viernes, la primera en 86 años. Para la ocasión, se colocó una placa con la inscripción en turco, árabe e inglés: “Gran mezquita de Santa Sofía”.
Evangelización desde la virtualidad
P. Osiris Núñez, msc osirismsc@hotmail.com
El ser humano “se está interpretando a sí mismo de modo diferente, con unas categorías diversas a las tradicionales, esto debido a que se están dando una serie de cambios en la sociedad” decía el Papa Francisco en el 2013. Estos cambios se han acelerado ahora con la Pandemia del Covid19, que nos ha impuesto un distanciamiento social, extraño en el ser humano y, por consiguiente, una transformación de las actividades, incluyendo, la realidad religiosa.
Ante esta realidad, empezamos a ver una realidad en la vida de fe. Ahora vemos como desarrollado una evangelización desde la virtualidad o ciberevangelización. Aprovechamos los avances de las tecnologías de la información y la comunicación, para continuar con la misión evangelizadora que nos encomendó Jesús. En estos tiempos de pandemia vemos pues como utilizamos estos avances para seguir evangelizando, celebrando eucaristías, oraciones, reuniones pastorales, etc. En este sentido, como Iglesia se nos presentan desafíos importantes para la pastoral desde la virtualidad:
1. Debemos pasar de la pastoral de la respuesta a la pastoral de la pregunta: hoy encontramos muchas respuestas a los más diversos temas, por tanto, es más importante suscitar preguntas fundamentales, para que así la existencia quede abierta a la acción de Dios. 2. Pasar de la pastoral de los contenidos a la pastoral centrada en las personas: Hoy ha cambiado la modalidad de las cosas, puesto que es primordial escribir comentarios y generar la interacción a través de las redes sociales. La fe se hace partícipe de esta lógica en la red, ya que se frecuentan las búsquedas personalizadas de contenidos. El catecismo era la forma habitual de presentar la fe. Por lo tanto, es signifi cativo buscar nuevas formas de comunicación que involucren y convenzan a las demás personas, para que estas, a su vez, compartan esas ideas con sus amigos. Se trata de buscar una forma más comunicativa y participativa.
3.
De la pastoral de la transmisión a la pastoral del testimonio: La internet por ser red social se constituye como tal a través de las relaciones. De este modo, comunicar es compartir. La sociedad digital no se centra en los contenidos, sino en las relaciones de las personas. En la red, es determinante el testimonio, es decir, el ser humano que se involucra en aquello que comunica. La misión es comunicar la experiencia de Cristo. Así, la fe se suscita en el encuentro personal con Dios.

4.
De la pastoral de la propaganda a la pastoral de la proximidad: Evangelizar en la red no consiste en hacer propaganda de la fe, sino en compartir el evangelio. Internet es un don de Dios que facilita el encuentro, es un llamado de Dios a la humanidad a estar conectada.
5.
De la pastoral de las ideas a la pastoral de la narración: . Las fotos tomadas en el momento preciso en que suceden las cosas son el álbum vivo de la vida. En los blogs y en los estados, se expresan los pensamientos y las emociones. Las librerías en línea tienen las huellas de los gustos personales. Los videos reconstruyen las historias de vidas. En las redes sociales se comparten experiencias de vida y narraciones simbólicas que no siempre son autorreferenciales, sino que también poseen una dimensión de apertura a los demás, a través de la interacción.
6.
Una pastoral atenta la interioridad y a la interactividad: El que vive una espiritualidad desde la red está más dispuesto para la interacción que para la interiorización. Es decir, hay interiorización en la medida en que existe interacción, participación e involucramiento.
El valor de la Comunidad

P. Juan Tomás García, msc tomigapi@gmail.com
La fe es una realidad personal pero no individual, se vive en comunidad y vincula profundamente a los creyentes que se esfuerzan por ejercer la existencia siguiendo los pasos de su Maestro. En agosto tenemos la oportunidad de promover el valor de la vida comunitaria, respondiendo al itinerario evangelizador programado por la animación del Tercer Plan Nacional de Pastoral. Jesús, en su oración de despedida de sus discípulos que encontramos en el evangelio de Juan, pide: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros” Jn 17, 21. La vida cristiana se vive en comunidad. La fuerza de la vida cristiana está en la comunidad reunida: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”, Mt 18, 20.
Características de la comunidad cristiana
Los cristianos se caracterizan por un comportamiento, por un estilo de vida. Esto distingue la comunidad cristiana en el mundo en el que vive y da testimonio. Esa conducta es una manera de pensar y actuar, “de caminar según el Espíritu” (Rm 8, 4). Toda vida cristiana se constituye así en seguimiento de Jesús, que se inicia con la conversión como condición y exigencia de acogida al don del Reino de Dios. La conversión signifi ca dar vuelta de su propio camino para vivir siguiendo los pasos de Jesús, según el Espíritu que posibilita pensar y anunciar el don gratuito del Padre para toda persona humana.
En la práctica de las comunidades cristianas podemos identifi car muchos rasgos sobresalientes: su compartir en la fe, su eclesialidad, su vida fraterna, su ministerialidad, su vida sacramental y litúrgica en general, su compromiso sociopolítico, en fi n, su dimensión festiva y espíritu misionero. Comunidades cristianas que son fermentos de la humanidad nueva que anuncia al mundo a través de su testimonio de vida, su profetismo y su encarnación en las realidades globales, apostando por la vida en todas sus manifestaciones y denunciando el pecado personal y estructural.
La comunidad es fraternal. Sus miembros se consideran hermanos. Sociológicamente la comunidad cristiana es un grupo con relaciones interpersonales, solidaridad afectiva, ayuda mutua, unanimidad de sentimientos, voluntad de cambiar la sociedad. No hay más Padre que Dios. No hay más que un señor y un Maestro, el mismo Cristo-Jesús; la voluntad de Dios es su norma suprema. En la fraternidad cristiana se aúnan la independencia y el compromiso, el poder y la renuncia, la autonomía y el servicio. Fraternidad no es paternalismo, ni culto a la personalidad, sino, que se debe manifestar en las relaciones sociales, expresión concreta de la fraternidad. La comunidad debe ser, al mismo tiempo, hogar de fraternidad y abogado de la fraternidad en el mundo.
La comunidad comparte su fe y vive litúrgicamente los sacramentos y todo el culto cristiano. Este estilo de ser iglesia implica la participación en la vida sacramental, la escucha comunitaria y comprometida de la Palabra, la solidaridad en el mundo de los marginados, siguiendo el ideal utópico de fraternidad que rescata siempre lo mejor de la Iglesia a través del tiempo. Comunidad donde la persona se coloca frente al otro en una actitud de absoluta disponibilidad. La dimensión profética - escatológica, presenta la comunidad cristiana como el lugar de la mesa compartida, de la acogida, del encuentro. Una fe comunitaria que brota por la fuerza del Espíritu y que se hace martirial. Al acentuar la comunidad de creyentes, se ponen en relieve dos dimensiones básicas de la
Koinonía: la solidaridad en función de los más pobres y la participación ministerial en orden a edifi car entre todos la Iglesia, pueblo de Dios y sacramento de su reino”.
“Los miembros de la comunidad cristiana viven un compromiso so
cial, a través del cual se desarrolla la evangelización por una parte, la comunidad en cuanto tal puede y debe comprometerse en niveles fundamentales de justicia y libertad desde la opción por los pobres; de otro, fomenta el compromiso de todos y lo revisa. Por ser evangelizadora, la comunidad cristiana es testimonial y liberadora”. El compromiso con el Reino de Dios y su justicia, se vive en el siempre novedoso quehacer cristiano desde la cercanía de un Dios Padre que es amor y misericordia y que nos compromete en la Juan Francisco Puello H. jpuello@puelloherrera.com El capítulo 17 del evangelio de Juan es conocido como la “oración sacerdotal”, y es una meditación profunda sobre la obra de Jesús y sus implicaciones. El contenido de este se centra en la unidad del enviado con su Padre celeste, al que retorna una vez cumplida su misión; unidad que se extiende a los creyentes. Lo esencial de esta parte del evangelio de san Juan es la glorifi cación, en la que la gloria es lo más divino de Dios en su actividad salvadora, tarea histórica de construir la fraternidad como expresión de la presencia del Reino. Para dar una respuesta consecuente con el ideal evangélico, es necesario que la comunidad cristiana “reavive” continuamente su capacidad de inserción en todas las realidades, comprometida la comunidad cristiana con todo lo que signifi ca trabajar por la justicia en el mundo desde la atención a los más necesitados, evangelizando la sociedad política y en una permanente inculturación.
La comunidad cristiana es ministerial. Los ministerios son partes de ella. Para la comunión y la participación al interior de las comunidades, se precisa la participación en el ejercicio de los ministerios. Los ministerios se centran en el servicio eclesial.
Forjando Vivencias
Los ministerios no se pueden reducir
“No ruego solamente por ellos, sino también por todos aquellos que por su palabra creerán en mí. Que todos sean uno como Tú, Padre estás en mí, y Yo en Ti”.
Juan 17, 21
entendiendo que vivir y aceptar su manifestación concreta en Jesús signifi ca participar en Dios mismo.
Estas manifestaciones que hace Jesús a través del evangelio de san Juan hay que verlas como un informe sobre la actividad reveladora y evangelizadora de Jesús, que debe ser continuada también cada uno como lo hicieron sus discípulos.
La unidad por la que intercede Jesús anima a mantenernos fi eles a la Palabra de Dios revelada por El. a los desempeñados por el clero, como ha pasado en algunos momentos de nuestra historia eclesial. Toda la comunidad es ministerial. Los ministerios van surgiendo de acuerdo a las necesidades de las comunidades y estas los van delegando a sus miembros de acuerdo a los distintos carismas. Es Dios quien llama a servirle en la comunidad y sostiene la vocación.
Demos gracias a Dios por habernos regalado la fe y una comunidad para vivirla en comunión de amor. Agradezcamos por tantas personas que se entregan sin medidas al servicio de nuestras comunidades, promoviendo el bien como manera de vivir la fe, siguiendo a Jesús en la Iglesia. Vivamos conscientes de nuestra pertenencia a la comunidad y de la presencia de Cristo animando y posibilitando el camino.
Esta unidad es fi el refl ejo de la unidad del Padre y del Hijo y, por eso, siempre hay que tenerla presente para la propia santifi cación y la de otros.

Oración: Señor, te pido consagrarnos a ti liberándonos de la mentira y de la alienación. Que tu palabra de la verdad nos haga ser uno contigo. Amén.