Revista Pasando página nº 23

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Texto Elena Aljarilla

NAVIDAD

Aunque seguramente cuando lean estas líneas ya habrán enviado y recibido a través de sus teléfonos móviles varias decenas de felicitaciones navideñas de consumo inmediato, sepan que la tradición de felicitar la Navidad se remonta varios siglos atrás. Su aparición fue casi una casualidad que después se adoptaría en todo el mundo occidental y, en España, su llegada estuvo más relacionada con la publicidad y la estrategia comercial que con los buenos deseos altruistas y navideños. Desde una simple fotografía personalizada, hasta un video donde elfos con nuestras caras nos cantan un villancico, internet nos permite hoy en día felicitar las Navidades, el año nuevo y la llegada de sus Majestades de Oriente, a golpe de clic, a través de Whatsapp, o cualquier aplicación de mensajería instantánea, redes sociales, correo electrónico, etc. Pero no siempre fue ni tan fácil, ni tan rápido. La mayoría de las fuentes coinciden en señalar el origen de las tarjetas de felicitación navideñas o christmas, si usamos

su nombre inglés, precisamente en Reino Unido, cuando el ocupadísimo diseñador Sir Henry Cole, en las Navidades de 1843, se dio cuenta que tenía acumuladas varias cartas de familiares y amigos a los que tenía que responder deseándoles la consabida prosperidad para el año nuevo. Así, para ahorrar trabajo y al más puro estilo del copy/paste actual, le pidió a su amigo pintor John Calcott Horsley que le dibujara una escena navideña que mandaría a reproducir en una imprenta, para después enviarlas con unas breves líneas llenas de buenos deseos. La tarjeta, una litografía coloreada a mano, representaba como escena principal, una familia feliz brindando por la salud de sus amigos y disfrutando de las festividades navideñas, y en los laterales, el dibujo de buenas acciones como es dar vestido o alimentos a la gente más necesitada. Y, por supuesto, en el centro un mensaje que no ha cambiado mucho entonces: “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo”.

“La primera tarjeta navideña de 1843”

La tarjeta gustó tanto que Horsley decidió imprimir 1.000 copias y las que no ne-


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