EL MONO #90 "BRUJAS"

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La brujería siempre ha estado unida al consumo de sustancias psicotrópicas y generalmente estas sustancias se solían obtener de las plantas. Digo generalmente porque esto no siempre es así: los hongos no son plantas y en ciertas poblaciones humanas también se utilizan drogas procedentes de animales para colocarse —cómo olvidar lo del sapo y Nacho Vidal—. El reino vegetal, pues, era estudiado y dominado por las supuestas brujas y chamanas en la antigüedad y muchas de estas mujeres se convirtieron sin quererlo en las primeras botánicas y fisiólogas vegetales de sus lugares de origen. Sabían qué plantas producían qué efectos, cuándo era mejor cosecharlas para que el resultado fuera mayor y qué órganos —raíces, hojas, flores, semillas…— eran los que contenían el compuesto de interés. La mística y la ciencia estuvieron unidas durante siglos gracias a la mandrágora, el beleño, el estramonio, el tabaco, el cannabis, el peyote, la belladona, la adormidera o la coca. Cuando el ser humano no entendía algo se lo asignaba a la gracia de Dios, Allah, Yahvé o la deidad que se le antojara, así que para muchas culturas estas plantas han sido y son sagradas, mágicas incluso, porque alteran nuestra conciencia y gracias a eso “nos curan el alma”. Lo que hacen en realidad estas sustancias es evadirnos de esta mierda de realidad en la que si pides la regulación de los alquileres te miran como si fueras poco menos que Charles Manson y si dices que quieres que la jornada laboral sea de 30 horas te tildan de vaga y bolchevique. EN FIN. Gracias a la ciencia hoy día sabemos que lo que tienen estas plantas son alcaloides, un grupo de miles de sustancias que los vegetales producen a través de un conjunto de reacciones —el llamado metabolismo secundario— que dan lugar a moléculas que no tienen funciones estrictamente vitales para la planta, pero sí muy importantes: reproducción, comunicación, regulación del crecimiento o la floración, defensa… Precisamente, los alcaloides tienen esta última función, proteger a la planta de los depredadores. Es decir, nos colocamos con las pistolas, las navajas, las uñas, los puños y el espray de pimienta de las plantas. Por cierto, el

picante de los pimientos o chiles es también un alcaloide, la capsaicina, que se emplea, además de para sazonar alimentos, para elaborar cremas analgésicas. Tal y como te duerme la lengua te duerme una zona del cuerpo dolorida, palabra, que a mí me recetaron una pomada con capsaicina cuando me dio una trocanteritis y funcionaba. ¿A que son apañadas las plantas? La humanidad cultiva vegetales con fines no alimenticios desde hace milenios. Se han encontrado pipas y otros utensilios para inhalar —incluso enemas— en yacimientos andinos que datan del 2.000 a.C. y la adormidera, de la que se extrae el opio, se cultiva desde hace unos 6.000 años. Como veis la brujería, la magia, el misticismo y la fiesta, pero también la salud y la alimentación, siempre han ido de la mano de esos seres verdes a los que tan poco caso hacemos. El 18 de mayo fue el Día Mundial de la Fascinación por las Plantas y no vi ningún hashtag, ninguna publicación en Insta ni ninguna manifa revindicando su valor. Las plantas son la base de la vida en la Tierra así que COVID ni COVAD: pedid al gobierno que financie la investigación vegetal, que luego llegarán hambrunas, la contaminación y la desaparición del chocolate y nos llevaremos las manos a la cabeza. Tarde. eljardindemendel.wordpress.com


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