Reflejos 101

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Cultural

Befa y Escarnio R

emitirnos a la antigüedad nos permite abordar algunas temáticas permanentes, ínsitas en la naturaleza humana, sin despertar demasiadas censuras. Tenemos en claro que los juicios de valor, sobre nuestros congéneres, pueden despertar las simpatías más fervorosas o las críticas más acerbas. En este caso, trataremos de abordar las burlas e insultos que padecían, con estoica indiferencia, algunos personajes encumbrados del mundo antiguo. Los Triunfos Eran ceremonias revestidas de importancia y solemnidad. No cualquiera podía acceder a tan fenomenal reconocimiento. Debía ser por lo pronto un magistrado dotado de “imperium”, no bastaba sólo la victoria bélica, sino que era menester que la misma fuera de magnitud inusitada; se debía haber matado, por lo menos, a cinco mil enemigos y retornar con las propias tropas, casi incólumes. El general vencedor iba precedido de los trofeos obtenidos en la batalla. Plutarco refiere al triunfo obtenido por el cónsul Emilio Paulo sobre las tropas del rey Perseo de Macedonia. Dice que el cortejo iba precedido por cientos de carruajes transportando innumerables bienes saqueados al reino vencido. Recién al tercer día de la procesión apareció en su cuadriga áurea, Paulo Emilio, seguido del vencido Perseo “Aturdido y privado de razón por la enormidad de sus infortunios”. El cónsul victorioso llevaba su rostro pintado de rojo,

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coronado de laurel y llevando en su diestra una rama también de laurel. Montado en el carro del triunfador, iba un esclavo público que sostenía, por encima de la cabeza del general, una corona de oro, engarzada con piedras preciosas. A modo de letanía repetía durante todo el trayecto una frase que la historia ha recogido de forma imperecedera: ”...recuerda que eres mortal...” (memento mori). Trayecto del desfile Se organizaba y partía del Campo de Marte, entonces situado fuera de la ciudad de Roma, más o menos donde actualmente se encuentra el “Ara Pacis”. Desde allí se dirigía al Circo Máximo (en la actualidad perfectamente verificable) y doblaba por el Palatino, por el tramo de la Vía Trionphalis que corre entre la colina palatina y el monte Celio, (actualmente vía San Gregorio) y en su intersección con la vía Sacra, la procesión giraba por esta última y llegaba hasta el Capitolio. Tengo entendido que durante el fascismo, la vía San Gregorio había recuperado su antigua denominación: parte de ese trayecto, era donde armaban los desfiles y paradas militares. El acto final del triunfo tenía lugar en la colina capitolina, como dijimos, en el templo de Júpiter Optimo Máximo. Italum Acetum Podría entenderse que la ceremonia descripta era observada con complacencia por la ciudadanía ro-

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