Desempolvando a los clásicos

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DESEMPOLVANDO A LOS CLÁSICOS

Homero, Virgilio, Dante

Gerardo Vidal Guzmán

ÍNDICE Introducción .................................................................................... 11 I. El Monte Parnaso ................................................................... 15 La Stanza delle Segnature........................................................... 16 II. Para leer a Homero ................................................................ 23 400 años de poesía épica ............................................................ 25 La rúbrica de Homero ............................................................... 30 Para tener en cuenta ................................................................... 34 III. La guerra de Troya vista desde el Olimpo .......................... 39 La primera chispa del conflicto .................................................. 39 El Olimpo en pie de guerra ........................................................ 44 ¡Míseros mortales! ..................................................................... 54 IV. La mirada de los héroes ........................................................ 65 Aquiles y el derrumbe del universo heroico ................................ 67 Destino, grandeza y compasión .................................................. 74 La sombra de los héroes ............................................................ 83 V. El heroismo de Odiseo .......................................................... 87 ¿La gloria al precio de la muerte?............................................... 90 Proezas de la inteligencia............................................................ 98 El viaje de Odiseo. La meta, la ruta y sus monstruos .................. 111 VI. De Troya a Ítaca ...................................................................... 115 Los nuevos registros del espectro homérico ................................ 116 Entre nobles y villanos ............................................................... 125 Del universo trágico de La Ilíada al universo moral de La Odisea .................................................................................. 132
10 | desempolvando a los clásicos VII. Virgilio, nuevo Homero ........................................................ 145 Tras las huellas de Grecia ........................................................... 147 Herencia griega e identidad romana ........................................... 153 Literatura y política ................................................................... 160 VIII. El piadoso Eneas ..................................................................... 165 Homero a la distancia ................................................................ 167 «Yo soy el piadoso Eneas» ......................................................... 176 Las “razones” de Dido ............................................................... 185 IX. Claroscuros y resonancias de la poesía virgiliana........... 197 El destino según Virgilio............................................................. 199 Tres modelos de vencedor .......................................................... 204 En un vértice de la historia ......................................................... 213 X. «Bajo el velo de estos extraños versos» ............................. 219 «En mitad del camino de nuestra vida» (Inf. c. I, 1) ................... 221 El descenso a los Infiernos (Inf. cc. III-V) ................................... 232 Monstruos, sentencias y tormentos. El contrapaso ..................... 238 XI. Encuentros infernales ........................................................... 243 Entre vientos huracanados ......................................................... 246 Las miasmas de la Estigia ........................................................... 253 El abismo de la tercera fosa ....................................................... 257 En las profundidades de la Antenora .......................................... 266 «Y salimos a mirar de nuevo las estrellas» ................................. 272 XII. Al encuentro de Beatriz ....................................................... 277 El arribo a las costas del Purgatorio ........................................... 280 La gran montaña........................................................................ 284 De la mano de Beatriz ................................................................ 292 XIII. La nostalgia del Absoluto ................................................... 305 El último puerto de la travesía humana ...................................... 310 El ascenso celeste. Cacciaguida: exilio y retorno ........................ 315 «El amor que mueve al sol y las demás estrellas» ....................... 322 XIV. Diálogos en el limbo. A modo de conclusión ..................... 331 Anexos ............................................................................................... 335 Los dioses del Olimpo. De La Ilíada a La Divina Comedia ........ 335 Épica antigua. Prosodia y métrica .............................................. 339

INTRODUCCIÓN

Un libro como este constituye un cierto atrevimiento. Un libro que trata sobre otros libros es siempre redundante y, en algunos casos, pretencioso. Especialmente cuando se trata de obras que llevan siglos ocupando puestos de relieve en los anaqueles de la cultura y que han sido leídos, discutidos, admirados (y detestados) por miles de lectores a lo largo del tiempo. ¿Es posible agregar algo a la multitud de introducciones, glosas y comentarios que la historia ha producido sobre La Ilíada, La Odisea, La Eneida y La Divina Comedia?

Si ese fue su pensamiento al leer el título de la portada, créame, la misma idea ha cruzado muchas veces por mi mente al escribirlo. Seguramente por eso, y aunque sea en la forma de un prefacio, me urge poner límites a lo que este libro pretende que, en realidad, es bastante sencillo.

Desempolvando a los clásicos es un proyecto que gira en torno a la obra de Homero, Virgilio y Dante; tres autores a quienes la historia considera capitales. A cada uno de ellos dedico algunos capítulos, explorando el mundo en que vivieron, la historia que contaron y los perfiles heroicos que propusieron. Y lo hago intentando poner de relieve tanto la continuidad de sus obras como sus puntos de inflexión y ruptura.

Me parece que tiene sentido ocuparse, en primer lugar, del mundo en que escribieron sus obras. Los tres autores dialogan vivamente con su época, se nutren de ella. Nada más griego que Homero, ni más romano que Virgilio, ni más medieval que Dante. Es verdad que su condición de “clásicos” les ha conferido un aura de atemporalidad, pero eso no

EL MONTE PARNASO

El libro que el lector tiene entre las manos fue concebido hace algunos años, durante una visita a los Museos Vaticanos en Roma: ¡cosas que pasan en sitios como ese…!

Había dedicado una mañana entera al disfrute de algunas obras del tardío helenismo por las cuales tengo particular debilidad: Laocoonte y sus hijos, El Apolo Pitio, El Torso Belvedere… Todas ellas poseen el extraño poder de trasportarme a otros mundos. El tiempo había pasado rápido, y cuando estaba a punto de dar por terminada la visita, me vi sumergido en las Estancias de Rafael.

Por aquel entonces, la disposición de los Museos Vaticanos terminaba siempre —fuera cual fuera la ruta que se hubiera tomado—, con le Stanze. Se trataba de un diseño inteligente que privilegiaba algunas obras dejándolas en calidad de obligatorias: sin posibilidad de saltárselas (la misma condición tiene hoy la Capilla Sixtina de Miguel Ángel).

La idea que orienta este libro me vino casi de golpe, al fijar la mirada en un rincón de uno de sus frescos: la escena en la que Rafael reunió a los tres grandes poetas del mundo antiguo: Homero, Virgilio y Dante Alighieri. Con esa imagen en la mente —la misma que el libro lleva hoy en la portada—, me puse a trabajar en un artículo que, con el tiempo, terminó transformándose en este libro.

La figura de los tres poetas, surgida de la imaginación de Rafael, me acompañó con paciencia a lo largo de todo el proceso; de hecho, estuvo en la pantalla de mi ordenador por más de un lustro, como incómodo recordatorio de una antigua deuda impaga. Mucho más tarde —cuando

I

PARA LEER A HOMERO

Este capítulo responde a la necesidad de introducir algunos conceptos que me parecen esenciales para leer la obra de Homero. Intento ser lo más sintético posible. Como muchos lectores, experimento cierta desazón ante introducciones demasiado espesas y lo último que quiero es sepultar la poesía homérica bajo un grueso prefacio. Aun así, hay aspectos histórico-literarios cuyo conocimiento resulta indispensable para comprenderla y disfrutarla. Esos son los que pretendo abordar.

Partamos diciendo que La Ilíada no es, en realidad, una obra fácil. Tres milenios nos separan de su autor; demasiado tiempo como para que el texto se nos rinda con facilidad… No se trata de una novela, sino de un poema épico; no es prosa sino poesía. Estamos poco familiarizados con el entramado de leyendas que subyace a su trama; carecemos de nociones básicas relativas al contexto poético del que surge La Ilíada; desconocemos las circunstancias históricas y la mentalidad que representa. Y eso sin decir nada de su carácter oral, de las dificultades de traducción, o de las formas métricas del griego homérico. Nada en La Ilíada es obvio para el lector contemporáneo. Motivos para acercarse con respeto hay de sobra.

Como toda creación poética, los versos de Homero hunden sus raíces en un preciso momento de la historia, el año 725 a. C. en algún lugar de la costa anatolia. El primer objeto de esta introducción es situar al lector sobre ese escenario. Con ese paisaje en la mente, el sabor de La Ilíada resulta distinto: lo arcaico adquiere nobleza y lo aparentemente artificioso se revela auténtico.

II

III

LA GUERRA DE TROYA VISTA DESDE EL OLIMPO

la ilíada trata de hechos ocurridos durante cincuenta días del décimo año de la guerra de Troya. No se detiene a explicarnos las causas del conflicto ni nos narra los nueve primeros años del sitio. Tampoco nos cuenta cómo terminó el asedio. Homero simplemente elige un episodio — la ira de Aquiles—, y se explaya en él.

En torno a esos cincuenta días el entramado de mitos y leyendas es tan frondoso, que resulta difícil no perderse en sus vericuetos. Hace tres mil años Homero podía darlo pacíficamente por conocido; le bastaba dejar caer una alusión para traer a la memoria un mundo de significados (por ejemplo, en Il. XXIV, 25-30). Explicar todo desde el inicio hubiera parecido redundante. Su auditorio estaba familiarizado con aquella historia legendaria hasta en sus mínimos pormenores. El poeta podía entrar directamente en su tema “in medias res”, como sugería siglos más tarde Horacio en su Ars poetica.

Hoy, en cambio, la situación es muy distinta. Hemos perdido la familiaridad con los mitos que Homero daba por descontada y nos situamos con dificultad sobre sus escenarios. Todo aquel que se interne en los versos de Homero necesita reconstruir —al menos a grandes trazos—, lo que sucede más allá de los márgenes de La Ilíada.

La primera chispa del conflicto

La leyenda nos dice que la guerra de Troya comenzó en el Olimpo, en las celebraciones de una fiesta nupcial. Una ninfa, Tetis, unía sus destinos a

IV

LA MIRADA DE LOS HÉROES 1

Una de las características de la poesía épica es la transparencia del poeta. Eso la distingue de la poesía lírica. Esta última se nutre de las circunstancias, los deseos, los miedos y las obsesiones del poeta, y refleja en cada línea la individualidad de su autor. La lírica es poesía del “yo” y está escrita en primera persona. La épica, en cambio, es poesía de los antiguos héroes; en ella el poeta permanece anónimo e invisible detrás de su relato. Homero no nos cuenta nada de sí mismo. El viejo bardo permanece siempre entre las sombras. Se limita a narrar la acción; sin comentarla o editarla. Alguna vez —muy rara—, compadece o censura a alguno de sus

1 La Ilíada narra un episodio de la guerra de Troya combatida entre griegos (también llamados en el texto “aqueos”, “dánaos” o “argivos”) y troyanos (“teucros” o “dardánidas”). El episodio, situado en el décimo año de la guerra, se propone a los lectores en el primer verso de la obra: “Canta, oh Musa, la cólera de Aquiles”. Con esa apertura, Homero manifiesta el objeto del poema, cuya trama estructura en cinco momentos: a) El conflicto entre Aquiles, principal guerrero de los griegos, con Agamenón, rey de Micenas y jefe militar de la expedición, que culmina con el retiro de la batalla por parte de Aquiles (canto I);

b) El obcecado rechazo de Aquiles a la embajada conciliatoria enviada por Agamenón después de las derrotas griegas provocadas por su ausencia (canto IX);

c)

La muerte de Patroclo, gran amigo de Aquiles y motivo de su regreso a la batalla (canto XVI);

e) El apaciguamiento final de Aquiles y la entrega del cadáver de Héctor a su padre, Príamo (canto XXIV). En torno a esta línea estructural gira una pequeña multitud de episodios de distinta índole: reuniones olímpicas, intervenciones divinas, principalías heroicas, y una buena cantidad de escenas situadas en el palacio de Príamo, en las murallas de Troya o en el campamento aqueo. Muchos de estos episodios formaban parte de la herencia poética de Homero, a la cual hábilmente encontró forma de hacerle espacio en su propia obra.

d) La venganza de Aquiles y la muerte de Héctor, defensor de Troya (canto XXII);

La relación que los poemas de Homero mantienen entre sí no es simple ni evidente. La Ilíada y La Odisea son iguales y a la vez muy distintas. Muchas consideraciones subrayan su parecido. Pero si se pretende contraponerlas, los argumentos sobran. Mirado de cerca, el hilo que une ambos poemas tiene la apariencia de un nudo gordiano.

La primera pregunta y la más obvia tiene que ver con su autor. ¿Surgieron ambas del mismo poeta? ¿Proceden las dos del viejo Homero? A lo largo de la historia las opiniones han sido infinitas. Su sólo elenco constituiría un exceso. Resulta preferible ahorrárselo y acotar que, por lo general, se consideran poemas de una misma autoría. Un sinnúmero de similitudes formales y de contenido hace difícil pensar de otro modo.

1 La estructura narrativa de La Odisea se articula en tres partes. En la primera, de los cantos I a IV, la narración se centra en la isla de Ítaca y en la figura de Telémaco, hijo de Odiseo. La prolongada ausencia de Odiseo ha convocado a su palacio una turba de pretendientes que aspiran a casarse con la reina viuda, Penélope. Aprovechando su indefensión, los pretendientes se establecen en el palacio real donde pasan el tiempo banqueteando espléndidamente a costa de los bienes de Odiseo. La diosa Atenea desciende del Olimpo para orientar al joven Telémaco: lo insta a convocar al ágora de Ítaca y, poco después, a salir de la isla en busca de noticias de su padre. En su viaje, Telémaco se encuentra con Néstor en Pilos y con Menelao en Esparta; en boca de estos protagonistas Homero pone relatos que funcionan como un eslabón entre La Ilíada y La Odisea: la muerte de Aquiles, la caída de Troya, la locura de Áyax, el regreso y posterior asesinato de Agamenón. A su regreso a Ítaca los pretendientes, sintiéndose amenazados por el joven Telémaco, intentan sin éxito eliminarlo.

V EL HEROISMO DE ODISEO 1

VI DE TROYA A ÍTACA

La relación que mantienen La Ilíada y La Odisea ofrece aristas complejas por muchos lados. Es verdad que ambas obras poseen un marco general de continuidad dado por la trama y las formas poéticas de la antigua épica. Pero más allá de ese marco común, muestran tantas diferencias, asimetrías y contrastes que resulta imposible pasarlas por alto.

Suelo utilizar una analogía para referirme a la relación que La Ilíada mantiene con La Odisea: en ella propongo imaginar la obra homérica como una majestuosa composición musical, en la que se sobreponen armónicamente dos melodías distintas; la primera llena el espacio acústico y queda resonando en el oído de la audiencia. La segunda se limita a acompañarla de puntillas.

La melodía dominante equivale a la historia contada: la ira del poderoso Aquiles o el regreso del ingenioso Odiseo. En ella se narran conflictos grandiosos, combates heroicos, arbitrajes divinos…, y se lo hace con los recursos propios de la épica: epítetos y fórmulas, símiles y discursos. Ante sus tonos imponentes, la segunda podría incluso pasar desapercibida. Soterrada y persistente, esta melodía delinea el universo en el cual la historia tiene lugar.

En realidad, la así llamada “cuestión homérica” no es más que una sorprendente paradoja. En la total continuidad de su melodía primaria, La Ilíada y La Odisea tienden a distanciarse en las secundarias hasta situarse prácticamente en las antípodas. Como dos hermanas gemelas que —después de sorprendernos por su similitud física—, se revelan diversas apenas abren la boca.

VII

VIRGILIO, NUEVO HOMERO

Entre los clásicos que la cultura occidental ha coleccionado a lo largo de los últimos tres milenios, La Eneida ocupa un lugar incómodo. A una mirada neutral, parece incluso tambaleante. Arrumbada en la última esquina del librero, la obra de Virgilio encabeza la lista de los “clásicos cuestionados”.

No siempre fue así. Durante mil setecientos años La Eneida gozó del entusiasmo incondicional de lectores y comentaristas que no dudaron en elevarla por encima de las obras de Homero. Hoy en día la situación es muy diferente. Sus antiguos sitiales se han transformado en pies de barro. No se trata sólo de que aparezca poco mencionada en currículos académicos; éstos suelen ser tacaños con los clásicos. Tampoco, de que no se la lea. Si así fuera, su situación no sería muy diferente de la de El Quijote o La Divina Comedia. Los lectores siempre han sido un bien escaso y ninguna obra clásica está en condiciones de ufanarse de su número.

En realidad, la situación de La Eneida es más precaria todavía. A otras obras, nadie se atrevería a discutirles su posición. La Eneida, en cambio, aparece cuestionada por preguntas relativas a su presunta condición de “poesía por encargo”.

Efectivamente, entre las razones que podrían explicar la desafección contemporánea con Virgilio y su obra, esta ha adquirido carta de ciudadanía entre los lectores cultos. Según tal opinión, La Eneida sería literatura palaciega hecha para agradar el paladar de sus mandantes, en particular el de Octavio Augusto, primer emperador de Roma. A la sensibilidad de hoy, tributaria del mundo romántico, la expresión “poesía por

Desempolvando a los clásicos es un proyecto que gira en torno a la obra de Homero, Virgilio y Dante; tres autores a quienes la historia considera capitales. El autor explora en su obra el mundo en que vivieron, la historia que contaron y los perfiles heroicos que propusieron. Y lo hace intentando poner de relieve tanto la continuidad de sus obras como sus puntos de inflexión y ruptura.

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