Cristina Calderón. Memorias de mi abuela Yagan

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CRISTINA ZÁRRAGA

CRISTINA CALDERÓN

MEMORIAS DE MI ABUELA YAGAN


ÍNDICE

Yo nací en Róbalo… ..............................................................

15

Con mi abuelo Halnpenš .......................................................

19

Clara fue una madre para mí ................................................

27

Vida nómade ..........................................................................

35

Felipe Garay me habló ...........................................................

55

Cuando me junté con tu abuelo Lucho ................................

65

Mejillones ...............................................................................

87

Teodosio González .................................................................

95

Costumbres antiguas ............................................................. 105 La última yagan ...................................................................... 125 Álbum fotográfico .................................................................. 129 Agradecimientos .................................................................... 143


El pueblo yagan o yámana es el más austral de América y del planeta. Un pueblo nómade, canoero, de cazadores y recolectores. Desde hace más de seis mil años se han desplazado navegando sobre estos canales del archipiélago Cabo de Hornos, en el sur de Tierra del Fuego. Casi desnudos resistían al extremo clima, en perpetua conexión con el mundo natural y espiritual. Una cultura rica en esencia, reflejada en su cosmología y ceremonias, con un idioma único que originalmente se conformaba de cinco dialectos. Con la llegada del hombre blanco y su cultura hacia el siglo XIX, las tradiciones de nuestro pueblo yagan fueron rápidamente desapareciendo al disminuir su población. Actualmente quedan pocas familias, concentradas en su mayoría en el poblado de Ukika.

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CLARA FUE UNA MADRE PARA MÍ

Bueno, mi tía me llevó, mi madrina era también. Mi hermana decía que tendría unos seis años, porque falleció mi mamá unos pocos meses antes, no más que mi abuelo. Mi madrina me llevó a su casa. Me fui con ella; me hizo una camita y dormí ahí. Luego, no sé cuántos días pasaron y me dice ella: —Sabe que ahora yo me voy para Remolino y me voy a casar con un chileno y usted se queda acá con su prima Clara. Y así fue: me quedé con mi prima en la casa de mi tío Felipe. Me quedé tan bien con ella. Ella me decía “vamos a dormir juntas”. Conversábamos en la noche, ella me hacía chiste. ¡Pucha! Yo me encontraba feliz con ella. Así que después un día llegó mi madrina casada ya. Se fue a casar con uno de Chiloé, de Chonchi. Chacón era el apellido, Juan Chacón. Así que llega y me dice mi prima: —Oye, mira, la Gertie llegó con un hombre. —¡Ah! yo no me voy más donde ella, porque no me gusta ese hombre. —Claro, te quedas conmigo no más. Así que fuimos a la casa y la Gertie me dice: —Ya. Ahora vas a quedar conmigo. Ya te hice la cama allá adentro. – 27 –


—No. Si voy a dormir con la Clara. Y me dejó con la Clara. La abuela Gertie tenía su casa cerquita con la Clara. Iba a comer donde ella… Así estaba. Lo pasé feliz con mi prima. Ella fue mi mamá, ella me creció a mí. Me cambiaba con la abuela Chacón-Gertie alguna vez. Esa vez Clara estaba soltera. Clara era mucho mayor que yo. Y ahí me juntaba yo con las chicas. Después, cuando estuve grande ya me fui con la Gertie otra vez, pero unos meses no más. Después me volvía donde la Clara. Yo era niña chica y siempre me gustaba levantarme temprano, como siempre. En este tiempo, en invierno oscuro, me levantaba temprano y hacía fuego. El Micalvi 10 venía cada cuatro o cinco meses. Y un día quedamos sin harina y Chacón, que era chilote de Chonchi, él sembraba papas. Así que tomábamos café con papas en la mañana. Él dejaba limpia las papas en una olla encima, y yo cuando me levantaba a hacer fuego empezaban a hervir las papas enseguida y ahí tomábamos café con papas.

* * * Cuando niña hablaba puro yagan. Aprendí a hablar español con una chica, la Ema Lawrence. ¡No ve que ellos, los Lawrence, eran dueños de acá de Róbalo! Así que siempre nosotros veníamos con mi tío Felipe y la Clara.

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Escampavía Micalvi. Embarcación que venía a abastecer la isla Navarino en las décadas del 30 al 50. Hoy pontón y club de yates en Puerto Williams. Ver capítulo “Vida nómade”.

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VIDA NÓMADE

La vida de mi abuela transcurrió desplazándose de un lugar a otro en bote a remo y vela. Navegando libremente, como lo hacían antiguamente en canoa. Tiempos en que aún se vivía una vida nómade que otorgaba cierta libertad. En tiempos de esquila se concentraban las familias entre Remolino, Harberton y Róbalo, donde se encontraban las estancias que daban trabajo a los yaganes. Por tales circunstancias mi abuela debía cambiar muchas veces de casa y quedar a cargo de otros familiares, como lo muestran sus relatos. En tiempo de verano, tiempo de esquila. En tiempo de invierno en Mejillones. O también en la caza de nutrias 17.

Nosotras estábamos en Mejillones. Yo era niña y estaba con mi tía la Adelheid. Ella tenía su casita al lado del río, una casa chiquita, un tachito ahí, la cama de ella acá y yo en el fondo, chiquitita era. Ella estaba enferma en cama, parece de resfrío, y no teníamos nada para comer. Así que yo le dije:

17

Epux en yagan.

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—Voy a ir donde mi prima la Clara, voy a ver si tiene algo. Y me fui. Había nieve, quién sabe cuánta. Sería en mayo, seguro, porque en mayo los guanacos están gordos. Llegué donde mi prima escarchada de frío, llorando, y ella me agarró para acalorarme el pie, así no más a pata pelá. Me dijo ella: —¿Por qué viniste? —Porque algo quería conseguirte, porque no tenemos nada para comer. —Pucha —dijo ella—. Yo tampoco tengo, pero mi marido se fue en la mañana a guanaquear y va a llegar más tarde. Ya y ándate para tu casa mejor. Cuando venga él puedes venir, para que lleves un pedazo de carne. Y me fui otra vez para allá. Clara vivía para el lado donde están las mentas ahora, por ahí un claro, donde te mostré allá el Čiáxaus en ese cerro arriba, por ahí estaba su rancho. Así que llegué llorando otra vez a la casa donde la Adelheid. Igual me acaloró el pie ella y le digo yo: —La Clara no tiene nada, pero su marido ahora fue a guanaquear y él va a traer guanaco así que yo tengo que estar viendo de acá si llega él y voy a ir a buscar un pedazo de carne. Y la Adelheid me dice: —¿Para qué vas a ir? Tú viniste llorando y ¿te vas a ir otra vez? No. —Pues para traer carne —le dije yo, porque tenía hambre, quería comer carne. Y yo mirando, mirando, de repente lo vi que venía llegando Federico. —Pucha, llegó. Voy a ir. —Bueno ya, pero yo te voy a envolver el pie con paños y te pones una media.

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Y a mi mamá la alcancé a conocer un poco… Lanixweliskipa, Carmen Harban.

A mi papá yo no lo conocí… Akačexaninčis, Juan Calderón.

… me fui con mi abuelo y la abuela Julia… Halnpenš y Karpakolikipa en Mejillones, 1934.

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… nos dijeron que nunca más hagamos el Čiáxaus… Participantes de la ceremonia del Čiáxaus en 1922. Juan Calderón, hombre de pie a la derecha y la abuela Gertie sentada a su derecha.

Chris Dunich (izquerda) y Juan Calderón (derecha). Informantes del etnólogo Martin Gusinde (centro) en 1922.

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“Yo nací en Róbalo, el 24 de mayo. Y dicen ellos, mi tía me cuenta, que cuando nací en la noche, un temporal de sur había…”.

Este libro muestra cómo fue la vida de mi abuela —quien abandonó este mundo el 16 de febrero de 2022—, en un período específico de la historia y como defensa ante el olvido cultural de nuestro pueblo. Son relatos distantes de esa imagen idealizada que surge cuando se habla de “la última yagan”. Son experiencias y conocimientos sostenidos por su memoria, con su voz, tan simple y profunda a la vez. Y es con su sencillez que ella se expresa, cuenta y transmite sabiduría, desde lo íntimo y con humildad.


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