Sabores de la Ñuke Mapu

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ÑUKE MAPU

CAMILA YVER

SABORES DE LA ilustraciones BEATRIZ ARZE

En el azul de las palabras

Tvfachi rayen mu nvaymi pelon, pigeken. Pvchi vñvm treka yawigvn ta wenu, wvñelfe gvtrvm kvyawvligvn tañi vl mu egvn. Negvm negvmgey ti pu challwa fey ti lvgko mew ka ñi nvmvn, ñi kvmen, elvwkvley miñche trvlke ayvnielchi fvn mew.

En una flor tocas la luz, me dicen. Los pajarillos caminan en el aire llamando el alba con sus cantos. Se agitan los peces en el agua cristalina y el aroma abraza al sabor que habita debajo de la piel de los frutos que amas… Escribí hace hartos años ya en mi poema “En el Sueño de la Luna y el Sol”.

Para la cultura mapuche, el universo —del que es parte la Tierra— es una permanente conversación que surge desde el silencio y la contemplación, regazo de las palabras que crearon y siguen creando todos los pueblos del mundo: nümün (en mapuzugun) / aroma (en castellano) / smell (en inglés) / arôme (en francés) / geruch (en alemán) / odore (en italiano) / ki’bok (en maya), entre otros idiomas; kümen / sabor / taste / goûter / geschmack / gusto / ki’il. La conversación es —antes que todo— escuchar para luego nombrar, dice nuestra gente. Por eso las palabras —en todas

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prólogo

Pukem · Invierno

La luna de los brotes cenicientos, el otoño, tiende su mano a los brotes de luna fría, el invierno.

El solsticio de invierno, que llega entre el 21 y el 23 de junio, anuncia el final del otoño y la nueva salida del sol y la luna: El We Tripantu, la celebración del año nuevo mapuche. Tras la noche más larga del año, el día comienza a alargarse cada día una pata de gallo y la Ñuke Mapu, Madre Tierra, renace inaugurando un nuevo periodo de brotes y fertilidad.

Para el We Tripantu las familias se juntan y comparten comida en abundancia: carne de ave, chancho, vacuno o caballo. También se come millokin o pequeñas bolitas de habas o arvejas, mültrün o pancito blando de trigo y rüngal kofke o tortillas al rescoldo. Se toma muday, que es una bebida fermentada de trigo, maíz o piñón, y chupilca, que es harina tostada con vino.

Antiguamente, y aún hoy en día, al llegar el alba toda la familia se baña en un estero, un río o un lago para recibir el nuevo ciclo de renovación de la naturaleza. Después, todavía bajo el Wüñelfe, el Lucero del alba, con

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una vara se van golpeando los troncos de los árboles frutales para que su savia se despierte. En el transcurso de la mañana cada cual sale a caminar para conversar con la naturaleza. Después, vueltos hacia el Oriente donde habita Ngenechen, el Gran Creador, se hace un llellipun o rogativa para agradecer por todo lo que la tierra nos entrega y pedir que no falte comida y salud para toda la comunidad.

Durante el invierno el campo suele amanecer cubierto por el manto de las heladas. El pasto se vuelve blanco y cruje bajo los pasos. A lo lejos la cordillera se levanta vestida de nieve. Las siluetas de los árboles desnudos dibujan formas de corales oscuros sobre el cielo gris.

Aquí y allá se distingue el verde de los maitenes, laureles y coigües que desafían con sus hojas el frío del invierno. El silencio lo inunda todo. Y de pronto comienza a sonar el konpa kürvf, el viento del norte que anuncia fuertes lluvias. Los esteros recuperan su cauce y van alimentando la tierra con sus aguas.

Los sapitos se han escondido bajo tierra, las culebras duermen enroscadas entre la hojarasca, las abejas se han apiñado en las colmenas y las chinitas entran a hibernar en las casas de los humanos. Otros insectos emigran buscando calor.

27 PUKEM · INVIERNO

Pewü · Primavera

Los brotes de luna fría, invierno, tienden su mano a la luna del verdor, primavera.

Tras el largo invierno, el sol vuelve a entibiar la tierra. La naturaleza se despierta, crecen nuevos pastos y de los apretados brotes de los árboles se van desplegando hojas verdes, brillantes.

El foye o canelo, un árbol venerado por los mapuche, se ilumina con sus pequeñas flores blancas y aromáticas. Los notros estallan con su rojo colorido y el matico se llena de alegres bolitas amarillas. Los cerezos y los ciruelos se cubren de florecillas rosadas; pronto los seguirán los manzanos con sus flores blancas. Sus aromas y colores atraen a los insectos: ha llegado el tiempo de polinizar los campos para que en verano abunden sus frutos.

Por eso, entre los árboles y las flores silvestres se escucha constante el zumbido de las abejas y abejorros frotando sus alas. Las primeras mariposas revolotean por el aire en busca de polen y néctar, mientras los escarabajos y las hormigas las acompañan por tierra en el mismo afán.

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Los pájaros que partieron en otoño anuncian ahora el alba con el coro del amanecer. Las aves repiten sus cantos cada día antes de la salida del sol, para atraer a sus parejas. La primavera es la mejor estación para que nazcan sus crías porque hay comida para todos. Las grandes bandurrias se pasean por los prados buscando orugas, ayudando así a las futuras siembras. Es por eso que se las llama aves agricultoras.

Las crías de los conejos se asoman de sus madrigueras a descubrir el mundo, los corderitos que nacieron a fin de invierno todavía se tambalean al lado de sus madres mientras que los terneros, muy despiertos, se paran nada más nacer. También llegan nuevos chanchitos a la primavera, que mientras dependan de la leche de sus mamás se llaman lechones. Las gallinas empollan sus huevos y en veintiún días se asomarán las cabezas de los pollitos.

Es tiempo de remover y airear la tierra de los huertos para las nuevas siembras. Para que nazcan plantas fuertes se abona con estiércol de vacas, ovejas, gallinas o caballos. También se añaden deshechos vegetales de las casas, los que se han ido guardando en un gran hoyo tapado. En estas tareas de preparar la tierra participa toda la familia.

35 PEWü · PRIMAVERA

Walüng · Verano

La luna del verdor, primavera, tiende su mano a la luna de los frutos abundantes, verano.

En verano el campo está lleno de color y vida. Las abejas continúan zumbando entre las lavandas florecidas, los saltamontes surcan los prados dando graciosos brincos, nacen nuevas mariposas para revolotear de flor en flor, las chinitas rojo brillante trepan por los tallos de las plantas en busca de pulgones y, por encima de todos ellos, sobrevuela ese minúsculo y elegante helicóptero llamado libélula.

El sol brilla con fuerza, la brisa de la tarde mece el pasto y trae los aromas de las lawen o hierbas medicinales que están ahora en su momento de esplendor: la menta, el toronjil, el hinojo, el paico, el orégano, el romero… Cada hierba tiene su perfume y su finalidad en la cocina o para sanar alguna dolencia. Se pide permiso a cada una antes de sacarle unas hojas. La idea es que tanto la planta como la dolencia sanen al mismo tiempo.

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En verano los chilcos se llenan de bellas flores color fucsia y morado que parecen bailarinas danzando. Los colibríes revolotean con todos sus brillos y colores a su alrededor para chupar su néctar, suspendidos en el aire como por encanto. A los niños también les gusta comerse el fruto del chilco: un pepino minúsculo, muy dulce y fresco.

Es la época de comer bayas nativas, como el michay, el mitahue o el negriazul maqui que les tiñe la lengua a los niños golosos. En la costa crece una planta espinosa con un fruto muy apetecido: el nüyu o chupón. Su sabor es tan dulce y jugoso que recompensa los pinchazos al sacarlos.

Las frambuesas y los arándanos, que llegaron de lejos, son también frutos favoritos de la temporada.

Oculto en la espesura del bosque húmedo, abrazado a los coigües, hualles o ulmos, aparece el rojo luminoso de los kodkülla o copihues que ofrecen el dulzor de su fruto, un pequeño pepino de pulpa suave llamado kopiw.

43 WALüNG · VERANO

Rimügven · Otoño

La luna de los frutos abundantes, verano, tiende su mano a la luna de los brotes cenicientos, otoño.

En otoño el sol está más bajo, los días son más cortos y las noches más frías.

Del otro lado de la cordillera llegan los ruidosos choroy a comer castañas, bayas y aromáticas nueces, mientras las tórtolas se instalan bajo los encinos a picotear las bellotas que caen al suelo. Por las noches vuelve a ulular la lechuza killkill, para contarnos que amanecerá con niebla.

Los árboles se adormecen, su savia regresa a la tierra y sus hojas salen a volar formando remolinos y luminosas ondas en el viento que al pasar va diciendo su nombre: kurvf. Cada árbol le responde con su baile particular. Poco a poco el suelo va quedando cubierto por un manto amarillo, naranja y ocre de hojas para transmitir sus nutrientes a nuestra Ñuke Mapu, la Madre Tierra, y darle continuidad a su ciclo natural.

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En el otoño aparecen coloridas bayas en los arbustos. Algunas llegaron de Europa, como el anaranjado fruto de la rosa mosqueta, que brilla en los senderos del campo sureño, o la mora, dulce y perfumada. Y otras son nativas, como el chauchau, fruto de la luma, que crece cerca de los esteros con su color morado oscuro, o la aromática üñü o murta que abunda en los valles, todas ellas listas para ser recolectadas y luego convertidas en mermeladas, jugos y dulces.

Las heladas matinales anuncian el final de la recolección y se cosechan de la huerta las últimas papas, cebollas, zapallos y ají. Luego se remueve la tierra y se abona con estiércol para la siguiente temporada. Se guardan las semillas en frascos cerrados y se conservan hasta la próxima siembra. También en otoño se realiza el Yeyipún, que es una pequeña invocación en la cual se ofrendan diferentes semillas para ser intercambiadas dentro de la comunidad.

Tras las primeras lluvias, comienzan a abrirse paso los hongos junto a los árboles, ayudándose mutuamente a absorber los nutrientes que ambos necesitan. Cuentan los abuelos que si vas al bosque a recolectarlos, primero debes invocarlos cantando una canción. Entonces, entre los ñirre y las lengas, se asomará el pike o changle, un hongo amarillo comestible con forma de coral.

53 RIMüGVEN · OTOÑO

Ngüilliu · Piñones

Pehuén · Araucaria Ngefuen · Avellanas Choroy Gargal Chauchau Loyo Rosa mosqueta Changdü · Changle

Los mapuche cultivan en sus campos solo lo que sea necesario para cada familia y la tierra se deja descansar respetando los ciclos de la naturaleza. Lo mismo ocurre con la crianza de animales, con el mar y la pesca. Se debe tener lo justo para que no falte de comer. La tierra por donde uno pasa debe pisarse livianamente, dicen.

Todavía hoy en día se pide permiso a los ngen o espíritus de la naturaleza para entrar al bosque a recolectar y al río, lago o mar, si se va a pescar o a sacar mariscos.

Han perdurado en el tiempo estas prácticas respetuosas con la flora, la fauna y los hongos, la tierra y el agua. Esta tradición forma parte del Küme Mongen, o Buen Vivir, que es existir en armonía y reciprocidad con la Ñuke Mapu, la Madre Tierra. Este libro trata sobre los sabores profundos que surgen de esta relación.

Esta es una invitación a que conozcan los alimentos que nos regala la Naturaleza en este territorio.

ELICURA CHIHUAILAF

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