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Walüng · Verano
La luna del verdor, primavera, tiende su mano a la luna de los frutos abundantes, verano.
En verano el campo está lleno de color y vida. Las abejas continúan zumbando entre las lavandas florecidas, los saltamontes surcan los prados dando graciosos brincos, nacen nuevas mariposas para revolotear de flor en flor, las chinitas rojo brillante trepan por los tallos de las plantas en busca de pulgones y, por encima de todos ellos, sobrevuela ese minúsculo y elegante helicóptero llamado libélula.
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El sol brilla con fuerza, la brisa de la tarde mece el pasto y trae los aromas de las lawen o hierbas medicinales que están ahora en su momento de esplendor: la menta, el toronjil, el hinojo, el paico, el orégano, el romero… Cada hierba tiene su perfume y su finalidad en la cocina o para sanar alguna dolencia. Se pide permiso a cada una antes de sacarle unas hojas. La idea es que tanto la planta como la dolencia sanen al mismo tiempo.
En verano los chilcos se llenan de bellas flores color fucsia y morado que parecen bailarinas danzando. Los colibríes revolotean con todos sus brillos y colores a su alrededor para chupar su néctar, suspendidos en el aire como por encanto. A los niños también les gusta comerse el fruto del chilco: un pepino minúsculo, muy dulce y fresco.
Es la época de comer bayas nativas, como el michay, el mitahue o el negriazul maqui que les tiñe la lengua a los niños golosos. En la costa crece una planta espinosa con un fruto muy apetecido: el nüyu o chupón. Su sabor es tan dulce y jugoso que recompensa los pinchazos al sacarlos.
Las frambuesas y los arándanos, que llegaron de lejos, son también frutos favoritos de la temporada.
Oculto en la espesura del bosque húmedo, abrazado a los coigües, hualles o ulmos, aparece el rojo luminoso de los kodkülla o copihues que ofrecen el dulzor de su fruto, un pequeño pepino de pulpa suave llamado kopiw.