Crónicas de la Ferrera EL CANAL DE LA FERRERA PACO PINES
Los seres humanos, conscientes de nuestras limitaciones y lo efímero del trayecto que realizamos por este perdido planeta del sistema solar, soñamos a menudo con ser protagonistas del suceso histórico que marque, si es posible para bien, el punto de inflexión que justifique tan azaroso viaje. No suele suceder, pero en la década de los sesenta del pasado siglo, el se-
ñor Murphy, el de la ley del mismo nombre, se tomó un respiro y ocurrió. En la zona de Covaleda (Soria) fue una película, aquí en el Poblao y alrededores: la construcción del canal. Después de casi mil años regando con las reposadas norias que trajeron los árabes, cuya relación esfuerzo - provecho era cuando menos cuestionable, dada la ínfima productividad de
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aquellos artilugios, apareció un buen día: el agua del canal. Su llegada supuso una profunda revolución en una sociedad resignada a su suerte durante casi un siglo de abandono y más de veinte años de paz y ciencia. Con un arado, romano, tirado por mulas, se hicieron las primeras regaderas para tomar el agua del arroyo Huerga. Em-