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El rincón de María; por María González
! Qué tiempos aquellos!
MARÍA GONZÁLEZ
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Tiempos de la postguerra, cuando no había dinero ni para pan y teníamos que ir con la cartilla de racionamiento a buscar una hogaza de pan a casa del tío Pedro (Pedrón); más amarilla que un limón y dura como una piedra.
El que tenía algo de trigo que no le habían requisado, iba a molerlo a Quintana de noche, pasando el río; y luego a guardar la harina entre dos paneles o sepultados en la tierra...!
Cuando tenían que amasar o matar los cerdos de noche, guardar las hogazas y los chorizos en el pajar y los jamones colgados en la cuerda del paso. Todo por miedo a Sebastián, el inspector de hacienda.
Cuántas madres tenían que teñir las sábanas de la cama para hacer pantalones y camisas a sus hijos. Hilar la lana de las ovejas para hacer refajos, jerséis, calcetines y medias.
Cuando no había Flex ni Pikolín y se dormía en un jergón de paja o de hojas de maíz, y se tapaban con una manta rayona de esparto.
Esos, eran malos tiempos
MARÍA GONZÁLEZ
En la torre hay unas bonitas campanas. Ellas llaman al pueblo cuando hay algunas fiestas, bodas, bautizos y días de gloria. Repican con alegría y su sonido contenta al pueblo. Pero también lloran, con su sonido triste y melancólico cuando alguien muere o hay incendios e inundaciones en el pueblo.
Un día de gran fiesta la campana no sonó, entonces el campanero subió al campanario a ver qué pasaba, y vio que una de las campanas tenía una brecha en uno de sus lados y por ello no sonaba. De modo que tuvo que retirarla quedando solo una campana; pero su sonido no era igual dado que le faltaba su compañera. Así que el pueblo decidió comprar otra, mas esa nueva campana no tenía sentimientos y su sonido no era igual. Cuando había algún difunto y los demás acontecimientos, a esta le daba igual; y a la vieja también, debido a la falta de su compañera.
El pueblo, desilusionado, le dijo al campanero que la llevara a la fundición y que hicieran una nueva. Pero el campanero dijo al del taller que si no tendría arreglo, pues el sentía que la fundiera. Le tenía cariño. Este le puso una pieza de zinc y le dijo al campanero que la llevara al campanario para comprobar como sonaba.
El campanero retiró la nueva campana y puso la vieja; la cual, al verse junto a su compañera, sonó con semejante alegría que todo el pueblo salió a la calle a oír tocar y diciendo: ¡Esta es nuestra vieja campana!
Es que los mayores sienten y se emocionan más por los casos tristes que la juventud, pues ni cuando las campanas tocan a gloria se inmutan. Les llama más la atención la orquesta o las discotecas.